Relato erótico
El inicio del vicio
Nuestra amiga canaria ha querido contarnos algo ocurrido hace muchos años y que fue el detonante de que, tanto ella como su marido, follaran con otras personas.
Isabel – CANARIAS
Amigos de Clima, vivo en Canarias, estoy casada hace muchos años, ya tengo mis hijos universitarios y todo lo que me pasó y cuento, fue hace muchos años, cuando tenía 25 hasta hace una semana, aventuras con mucho sexo. Voy a contarles la primera.
Llevo 23 años casada, soy rubia, aunque permanentemente me tiño de otros colores según la ocasión, 1,60, en mis épocas juveniles mis medidas eran 89-58-88, sin embargo después de mucho bregar estoy logrando mantener una cintura de 65. Un culo de muchos piropos y le han dedicado muchas cosas sugestivas y directas, como he sido jugadora de voley-ball mi culo y mis piernas se formaron bien y las mantengo en buena forma. Mis tetas son de ese tamaño que se cogen bien en una mano, pues son más o menos grandes, y les encantan a los hombres.
En años pasados eran muy erguidas, hoy, a pesar del uso intensivo, se sostienen vanidosas frente a la vida y son mi mejores conquistadoras.
Mi marido dice que mi coño es grande, de labios gruesos pero con un clítoris escondido que cuando sale a la acción me vuelve loca. Si así escondido recibo placeres inmensos, cuando él sale o lo saben succionar adecuadamente me pierdo en el espacio infinito de orgasmos sucesivos. Aunque mi marido interviene muy poco en esta historia, debo decir que es el que me enseñó a descubrir y desatar todas mis energías sexuales. Él es moreno, de estatura mediana, 1,75, hoy está un poco grueso, de 80 Kg. pero siempre fue un desatado para el sexo. A los 6 ó 7 años de matrimonio, nuestra relación se encontraba en un desarrollo óptimo, en lo sexual lo digo, pues en el tema personal es más difícil, nos cuesta mantenernos un poco.
En esa época empecé a sospechar que Fernando, así se llama, tenía alguna aventura, le hablé del tema y lo negó. Esta situación nos llevó a decidir, después de mi sugerencia de que si lo necesitaba podía buscarse una amante, que lo hiciera.
Pasó un tiempo sin noticias, pero a los seis o siete meses llegó un día oliendo a “hembra de otro hogar”. Sin embargo su entusiasmo era altísimo, mientras hacíamos el amor me contó su aventura con una mujer flaquita, rubia, de unos 30 años, de la misma edad que él, y que él polvo había sido fabuloso.
Así fue que de vez en cuando aparecía con ligue nuevo, y en general eran mujeres de su edad o un poco mayores. Pasó el tiempo y nuestra relación se sostenía en unas folladas de novela. Cada vez mejor y, mejor aún, cuando él venía de otra follada con alguna de sus amantes.
En esa época yo iba a un gimnasio en el centro, dejaba mi coche en casa de mi madre y me iba caminando unas cuatro manzanas. Ese día mi marido estaba dando clases en la Universidad hasta las diez de la noche, y yo terminé el gimnasio a eso de las 7 de la tarde y fui a buscar mi coche, estacionado al lado de un jeep.
En esa época no había problemas de robos y vi como se bajó del jeep un hombre de 1,75 m más o menos, buen cuerpo, buen mozo, y me preguntó que donde iba, que hacía, lo de siempre cuando uno quiere ligar, pero con una amabilidad fuera de lo común, varonil y muy educado, me invitó a tomar unas copas, acepté pero diciéndole que me esperase una media hora, que me iba a casa, me cambiaba y volvía.
Me puse una ropa que mi marido decía que me sentaba muy bien, una falda muy ancha, una blusa, con los hombros descubiertos, tacón alto y ropa interior muy leve, en fin… ¡muy sexy!. Tardé casi una hora, pensé que ya no estaría, sin embargo el hombre muy paciente, ahí estaba.
Le hice señas para que me siguiera y lo conduje hasta una avenida que yo sabía aquellas horas estaba muy solitaria. Me sentía una puta, muy putísima, quería follarlo y cuando sacó su polla, vi un aparato de unos 18 a 20 cm, de grosor regular, muy proporcionada, su pubis con poco pelo y en sus bolas nada de pelo.
Como a mí me gusta chuparlas, por ahí comencé, le pasé la lengua y recorrí toda su polla. Estaba durísima. Al rato nos giramos y me metió la lengua en el chochito. Realmente era un maestro para la chupada, me movía la lengua por todas partes, los labios, la introducía en la vagina, me succionaba el clítoris, todo al rededor de la raja y volvía adentro. Después de una buena sesión oral continuó subiendo, me dio la vuelta, me besó la espalda y luego se subió encima de mí y me metió su polla suavemente hasta adentro y poco a poco fue aumentando el ritmo.
Con toda la carga anterior llegó mi primer orgasmo, fue muy fuerte y profundo, pero sin descanso, Roberto continuó el bombeo besándome permanentemente sin parar de follarme. Medio desesperada lo empujé un poco y nos giramos para subirme yo encima, a montar este potro de raza que tenía conmigo. Fue otra cabalgada de primera, mientras me sobaba las tetas, las chupaba o al poco rato me abría las nalgas para meterme sus dedos en el culo.
Así me llegó rápido el segundo orgasmo, más suave y largo. En seguida él me volvió a girar y me puso su polla en el coño desde atrás, me la metía hasta adentro y fuerte. Terminó lanzando, una catarata de leche. Fue mi tercero con el primero de él.
Mientras descansábamos y no paraba de acariciarme el coño, me contó que trabajaba en una empresa dedicada a la construcción y venía periódicamente, durante las vacaciones, a Canarias. Está divorciado, su mujer es modelo y tienen dos hijos. Tanto toqueteo, volvió a encenderme así que volví a hacerle una mamada de campeonato y cuando tuvo la verga bien dura tuvimos otra nueva sesión de folladas, chupadas hasta que me pidió metérmela por el culo.
A mí no me apetecía demasiado pero me creí en la obligación de agradecerle tanto rato de placer intenso, así que me puse inclinada con el culo en pompa y se lo ofrecí abriéndome yo misma las nalgas con mis manos. La entrada de su polla en mi ano me dolió un poco pero a los segundos de estar con el metisaca, mi placer fue en aumento hasta que, al correrse él, llenándome el recto con una buena descarga de leche, yo también le acompañé, corriéndome entre gemidos.
Volví a mi casa a eso de las once, dos minutos antes que mi marido, que llegó muy cansado y cuando entró se fue directo a ducharse.
Cuando vino a la cama me dediqué a excitarlo, lo cual fue muy fácil y, mientras follábamos, le conté que tenía un cuerno bien puesto que a mí me habían follado como una buena puta. Se excitó con mi relato y acabamos en una follada fenomenal. Su cansancio quedó fuera de casa.
Esa noche follé tres veces más con mi marido, pues me seguía pidiendo detalles de mi jodienda extramatrimonial y se calentaba continuamente mientras yo le contaba con todo detalle mi aventura, pues el recuerdo era de solo dos horas.
Al día siguiente no fuimos a trabajar, ni él ni yo. La maratón sexual había sido muy fuerte.
Cariños y besos.