Relato erótico
El hombre propone y…
Había programado un verano dedicado al ocio y a la diversión a tope. Quería ir a Ibiza con su novia y unos amigos, pero al final, tuvo que cambiar los planes.
Alberto – Gerona
Había acabado mi segundo curso de carrera con perfecta nota y tenía pensado pasarme un verano brutal. Durante todo el año había estado dando clases de repaso de secundaria y había ahorrado mucho dinero. Pensaba irme un mes a Ibiza con mi novia y algunas amigas, pero todavía tenía que planearlo todo. Se veía venir un verano muy caluroso en Gerona y no pensaba quedarme por la ciudad.
Pero pasaron varias cosas que no me esperaba y me destrozaron un poco los planes. A mi novia le tocó trabajar todo el mes de Junio y Julio, además le habían quedados un par de asignaturas para Septiembre, o sea que de hacer vacaciones nada de nada. La verdad es que el tono derrotista con el cual me comentó la noticia me desanimó bastante. Entonces recordé que me había llamado días atrás la madre de una de las chicas a las cuales les había dado repaso, comentándome que a su hija le habían quedado bastantes asignaturas este curso y quería que le ayudara en el repaso durante el verano. En principio le había dicho que no, estaba un poco harto de ese trabajo, intentar que los chicos más ceporros de secundaria entendieran algo de lo que pone en los libros, pero puesto que mi novia me había cambiado los planes, decidí aceptar. Me las pagaban mejor que durante todo el año y así quizás en Agosto pudiera viajar fuera, aunque me marcharía solo.
La chica a la que tenía que dar clases era Laura y ya había repetido curso anteriormente. Era bastante pasota. La típica niña mimada, caprichosa y presumida que solo busca llamar la atención de sus padres. La verdad es que sus padres, por lo que pude comprobar, pasaban bastante de ella. Pensaban que con pagarle clases particulares podrían solucionar el problema. La chica era inteligente, y estoy seguro que si quisiera podría aprobarlas todas, pero en fin. Me daba bastante palo volverle a dar clases ya que no servía de nada, pero sus padres eran de pasta y pagaban muy bien. Vivían en un chalecito en las afueras de la ciudad, típicos con jardincito y piscina.
Su madre me recibió toda alterada. Me estaba esperando para marcharse con unas amigas. Hablando súper rápido, como una cotorra, me hizo un repaso de todo lo que le había dicho el profesor de Laura, que era una vaga, que no atendía en clase, problemas de conducta, bla bla bla… Todo eso sin dejar de moverse mientras me acompañaba al salón. Me senté en el sofá de una enorme sala de estar y la madre le pegó un grito a Laura que jugaba con la videoconsola en su habitación. Antes de que Laura pudiera bajar su madre me despidió, me pagó por adelantado y se marchó corriendo. Sus amigas la esperaban, y así “podríamos estar solos y concentrarnos”. Tenía la sensación de servir más como canguro que como profesor particular.
Ya se había marchado la madre cuando Laura llegó. Debería comentar como es ella. Tenía 18 años recién cumplidos, era morena, de mediana estatura, y aunque su cara todavía fuera la de una niña, con unos preciosos ojos azules que miraban como si nunca hubiera roto un plato, tenía el cuerpo completamente desarrollado. Y que cuerpo. Sin duda sus pechos era lo llamaba más la atención.
No creo que gastara más de una 100 pero se veían tan jóvenes… Completamente redondos y levantados, eran espectaculares. Sus caderas no eran muy anchas, el vientre plano, pero, su culo era impresionante. Redondo, de grandes nalgas duras y respingonas.
Y así era Laura. Os la presento así porque quisiera que comprendierais la cara que puse cuando la vi bajar tal como iba: el pelo recogido con una pinza, la parte superior de un bikini y una minifalda tejana. Sin duda mi mirada fue hacia sus tetas. ¡Impresionante canalillo!. Se podía dibujar completamente la circunferencia, casi perfecta diría yo, de sus pechos, y esta tela tan fina de el biquini hacía apreciar que ese muchacha tenía unos pezones bastante salidos.
Se acercó corriendo hacía mí con una sonrisa y me dio un beso sonoro en la mejilla, cuando yo todavía no me había recuperado de mi asombro por esa espectacular figura. En ese momento tuve miedo por como podría actuar, pues me costaría concentrarme. Laura se sentó delante de mí en otro sillón encendió la televisión y me miró con una sonrisa:
– Ya me ha dicho mi madre que vamos a vernos también este verano.
– No debería hacerte gracia Laura, has sacado muy malas notas. ¿Qué te ha pasado?
– ¿Qué ha pasado? Pues que me aburre, paso de perder el tiempo. Y mi madre me atosiga.
-Ya, pero… es importante Laura, es tu futuro…
Estaba ya dispuesto a soltarle una regañina para hacerme respetar, más que nada, cuando me di cuenta que haciendo como que miraba mis apuntes en realidad no podía evitar contemplar sus tetas, esas perfectas curvas en su canalillo me inquietaban, jamás había visto ningunas tan perfectas.
– ¡Oye! ¿Qué miras? – preguntó de pronto.
Evidentemente, se había dado cuenta, y sonriendo tapó sus pechos con sus dos manos, agarrándolos con sus palmas, tenía unas manos muy pequeñas para taparlo todo y lo único que consiguió fue excitarme al ver como se las manoseaba.
– Nada – le contesté, serio y ruborizado por la situación.
– Me estabas mirando las tetas – seguía sonriendo – guarro.
A ella le parecía divertir la situación, pero a mi no. Si no conseguía que me respetase poca clase podríamos hacer.
– Deja de jugar Laura, vamos a empezar con la física pues has sacado muy mala nota aquí – dije intentando desviar el rumbo de la situación.
– No, paso, me estabas mirando las tetas y quiero una respuesta. ¿Te gustan?
Dejó de tapárselas, sacó pecho para enseñármelas y no pude evitar volver a mirarlas, pero para esquivar rápidamente la mirada hacia sus libros.
– Laura, por favor…
– Me dijiste que tenías novia, ¿no?
– Sí, pero ahora no…
– Y que tetas te gustan más, las suyas o las mías.
– ¡Laura! – grité, me estaba enfadando, o hacía que me enfadaba, porque ya empezaba a sudar y mi corazón palpitaba bruscamente. Tenía que parar ese juego – No estoy aquí para esto, yo…
– ¿Sabes? – seguía interrumpiéndome – Yo ahora también tengo novio. ¿Y sabes cómo es?
– No – contesté resignado ya.
– Como tú – dijo yo sentí como unos enormes calores subían desde mi cuello por toda mi cara – ¡Te has puesto colorado!.
– Laura, si no quieres estudiar yo…
– Es muy guapo, como tú. Tiene 20 años también, es alto, moreno, pero tus ojos verdes son más bonitos.
– ¡Ya está bien! – me levanté decidido para irme – Si no me vas a hacer caso me marcho.
No recordaba que llevaba uno de esos pantalones de verano de tela finita, de esos con estampados hippie, y al levantarme pude notar como mi polla, muy dura ya, cambiaba de sitio dentro de mis calzoncillos por haberme movido bruscamente. Deseé que Laura no se hubiera dado cuenta, pero cuando la miré ella justo estaba a la altura de mi paquete, sentada en el sillón, mirando fijamente mi polla y casi como un susurro soltó:
– Se te ha puesto dura.
Se mordió el labio inferior y decidida empezó a manosearme la polla y con ese pantalón tan fino puede sentir todo su tacto acariciándome. Me quedé paralizado. Esas manos mareándome la polla me hicieron estremecer. Y no pude oponer más resistencia.
Laura paró un momento y se desabrochó el bikini, dejando sus pechos al aire. Asombroso, sus tetas no se habían movido al soltarse seguían tan redondas y levantadas como antes. Sus pezones eran tal como podía imaginar, grandes y sonrosados, y se veían ya completamente erizados. Se levantó, me agarró de la nuca y me besó. Primero unos dulces besitos en los labios, luego me tiró al sofá, se sentó encima de mí, abrió mi boca con sus labios y metió su húmeda lengua dentro, moviéndola como un remolino locamente, buscando mi lengua que apenas podía moverse con ese torbellino.
Yo empecé a tocar sus tetas, comprobando que estaban durísimas, y conforme las amasaba ella gemía más y más sin dejar de mover su lengua dentro de mi boca y moviendo sus caderas restregando su culito por mi polla, ya un poco húmeda. La agarré de su culito, la atraje más hacia mi y ella levantó su tronco echando la cabeza hacia atrás, dejando sus tetas en mi cara. Comencé a jugar con mi lengua en esos pezones, lamiéndolos, mordisqueándolos. Ella agarraba mi cabeza, introducía sus dedos entre mi pelo y lanzaba grititos de placer, como si le doliera, pero no se apartaba.
Mi polla estaba a reventar y ella lo notó. Metió una mano dentro de mi pantalón buscándola y después dentro de mis calzoncillos. Soltó un suspiro cuando la tuvo entre su mano y chupándome la oreja me dijo:
– Ahora te haré un regalito.
Bajó lentamente hasta arrodillarse en el suelo, tiró de forma brusca de mis pantalones y mis calzoncillos encontrándose con mi polla, durísima y tan empinada que tuvo que doblarla hacia ella para poder besarla. Besó el tronco dulcemente, hasta llegar a los huevos para volver a subir entonces y metérsela toda en la boca. Se puso a gemir mientras cerraba los ojos, parecía disfrutar mucho con mi polla en la boca, se la sacó repasándola toda con su saliva y cogiendo aire, volvió a hacer lo mismo. Yo la miraba y disfrutaba muchísimo con esa mamada, pudiendo adivinar que no era la primera que lo hacía esta muchachita. Cuando tuvo toda mi polla bien ensalivada se la volvió a meter entera y empezó a mover su lengua como antes lo había hecho dentro de mi boca. Pude ver como mientras se estaba metiendo el dedo entre sus piernas, su cabeza empezaba a subir y a bajar por mi tronco cada vez más rápido. A veces sin querer se salía y rápidamente la volvía a agarrar con avaricia para metérsela de nuevo.
Yo puse mis manos en su cabeza y ella de un manotazo me las quitó. Parecía querer disfrutar conmigo sin que la molestasen. Yo sentía cada vez más placer y mi culo se levantaba del sofá, que estaba todo empapado en mi espalda. Cada vez yo me movía más sin saber que hacer mientras Laura me devoraba la polla de esa manera hasta que me reincorporé como pude y ella me agarró del culo sin sacar la polla de su boca. Gemía como una niña caprichosa cuando se queja.
Al rato la hice sentar en el sofá y yo me puse de rodillas encima de ella. La conseguí poner sentada de manera que no pudiera moverse y empecé a embestirle la boca. Movía mis caderas cada vez más rápido mientras ella me clavaba las uñas en mis nalgas y gemía casi gritando con mi polla dentro de la boca. La embestía más y más fuerte conforme se acercaba mi corrida.
Cuando notaba que ya no podía más y que me iba a correr la saqué corriendo de su boca, me senté a su lado y ella rápidamente se agachó y volvió a metérsela y a menearla con su manita. Mi corrida ya fue inevitable y agarrándola de la cabeza me encogí mientras me vaciaba en su boca. Ella no la soltó y gemía de placer tragándoselo todo, como saboreándolo
y cuando ya no quedaba gota se la fue sacando de su boca lentamente, cerrando sus labios en mi tronco, así podía limpiarme. Al sacársela echó su cabeza para atrás haciendo grandes aspiraciones para coger aire de nuevo.
Yo me quedé transpuesto, sin apenas poder mover ni un músculo, cogiendo algo de aire también. Ella me miró, sonrió y beso mi polla, que se iba arrugando poco a poco. Después se reincorporó y besándome en los labios me dijo, sonriendo:
– Es la mejor clase que me han hecho nunca, “profesor”.
Después me lancé y quise follarla pero no me dejó porque me contó que era virgen y la verdad, me dio bastante reparo eso.
Me fui, un poco culpabilizado por lo que había pasado y llamé a su madre para decirle que no volvería a dar clases a su hija. Un poco resignado, pero no quería problemas.
Saludos, Charo.