Relato erótico
El hechizo de la isla
Que el “rendimiento” sexual baja de intensidad al pasar los años es algo normal. A nuestro amigo le sorprendió, que su mujer, de un día para otro se transformara, casi, en una ninfómana. Se fueron de vacaciones a Menorca y allí “explotó” todo.
Alex – Barcelona
La realidad es que el follar de una pareja se va convirtiendo en rutina a medida que pasan los años y más cuando vienen los hijos. El ansia de follar a todas horas, la locura de meterla sin parar, el descubrimiento de tu pareja, va bajando. Sin darte cuenta pasas de hacerlo como una o dos veces al día a hacerlo como mucho lo mismo, pero por semana.
Tengo 45 años y me llamo Alex, estoy casado desde hace casi diez años y tengo dos hijos. Yo no podía casarme hasta divorciarme de mi primera mujer, me casé muy joven, no funcionó y al año me separé. Conocí a Meri, nos enamoramos y nos fuimos a vivir juntos.
Me gustan las mujeres y sé que la mía está buena. A sus 43 es una macizorra, morena, con una gozada de tetas y mejores piernas, guapa de cara y aunque viste discreta, se la ve que tiene buena cama. Trabaja en la carnicería de una cadena de supermercados, la jornada es larga, con muchos sábados ocupados.
Trabajo de segurata en las oficinas de una multinacional y me paso el día viendo tías macizas, secretarias y ejecutivas, pero tengo claro que donde tienes la olla, no metas la polla. Así que lo único que hago si tengo ganas y la mujer no anda con ganas, es hacerme una paja y de vez en cuando ir a pegarle un polvo a una tía buena de pago. Lo cual no quita que me guste mi chica y que me apetezca darle un buen revolcón.
Todo empezó de la manera más tonta, sin buscarlo. Era sábado, había acompañado a mis hijos a un partido de fútbol en su colegio, que había sido el mío. Cuando juegan los críos me encuentro con otros compañeros de curso. Soy el único que mi mujer trabaja ese día, así que después de comer, son ellas, las esposas de mis amigos las que se ocupan de los niños mientras nosotros nos jugamos los cafés, las copas y una primitiva al mus. Ese día se nos dio bien y con Salva de pareja, lo ganamos todo.
En casa estaba preparando una pizza a los críos cuando llegó mi mujer. Tenía un brillo especial, pensé que el verano la hacía más atractiva, llevaba una blusa azul, se le habían abierto tres botones y dejaba ver un canalillo apetecible. La di un beso de tornillo, dándole la bienvenida al hogar, aprovechando para tocarle el culo.
Después de cenar y acostarse los críos, estaba sentado en el sillón, fumando un cigarrillo y pensando en que le iba a echar un buen polvo, cuando ella volvió de la cocina, me quedé de piedra ¡pedazo de puta! Se había quitado la falda y allí estaba con una braguita, la blusa abierta, sin sujetador, con las tetas medio tapadas, más buena que el pan. La tenía dura pero se me puso de piedra.
La cabrona se arrodilló entre mis piernas, me abrió la bragueta y me la sacó. Comenzó a chupármela. Siempre lo ha hecho bien, lento, lamiendo, jugando con el glande, pero aquel día se esmeró. Cuando no pude más, la agarré por los pelos para que se tragara toda la leche. Me dejó nuevo.
En la gloria me fui a la cama. En verano suelo dormir desnudo, ella usa una camiseta mía, pero esa noche se metió en pelotas. Se me acercó como una serpiente y me volvió a besar. Su mano buscó mi polla que estaba en descanso y comenzó a masturbarme para volver a ponérmela dura. No le costó mucho, llevábamos toda la semana sin follar, así que estaba en presente antes de darme cuenta. Y ahí vino la segunda sorpresa.
A todos los tíos nos gusta dar por culo a las tías, el agujero es estrecho, te la aprieta bien y además te hace sentirte un vicioso, lo que siempre apetece. A Meri no le va, dice que le duele, yo creo que eso que las duela nos pone más burros.
Con mi verga como una piedra en su mano, se giró y comenzó a restregar el cipote por las nalgas. Entonces ensalivé su ojete hasta que estuvo como una sopa. Me la puso en la puerta y antes de que yo empujara, ella se echó hacia atrás engullendo lentamente mi polla.
Estaba cambiada, sabía lo que quería, en vez de sus no, esta vez era si… Me llevó las manos a sus tetas, tenía los pezones como piedras, duros y tiesos. Me di cuenta que mientras la enculaba, ella se iba haciendo una paja. Se movió más rápido, yo aceleré hasta que le solté toda la leche.
Con la polla dentro, giró la cabeza y me besó.
– Qué puta estás hecha. No sé donde lo has aprendido.
– Ya sabes, son cosas que nos contamos las mujeres.
Me levanté para mear y lavarme bien la polla. Me quedé pensando en qué coño le pasaba a mi mujer. No tenía ni idea, pero valía la pena disfrutarlo.
El domingo nos levantamos tarde, los chicos ya se habían preparado el desayuno. Mientras tomábamos un café con leche, nos llamó la hermana de mi mujer diciendo que si no teníamos problema, venía a buscar a nuestros hijos para llevarles al zoo con los suyos. Cuando pasó por ellos, nos dijo que nos los devolvía a las siete, eran las doce y teníamos el día por delante para nosotros.
Me propuso salir a tomar el aperitivo y comer algo para no cocinar en casa. Después del polvo de la noche anterior dije que estaba dispuesto a darle todos los gustos.
La verdad que se puso preciosa, con una camiseta negra que le marcaba la pechuga, una falda por encima de la rodilla y sus sandalias de tacón alto. Estaba de escándalo.
En la terraza del Juanito, la tasca chic del barrio, nos tomamos unos vermuts con berberechos y luego un pincho de tortilla y otro de morcilla, nos quedamos llenos. Al ir al baño pasé por la barra y le dije a Marcos si tenía alguna pastillita azul, pues sabía que él las tomaba y con aquello de que la Meri estaba pidiendo fiesta, eso me iba a ayudar.
Me tomé el viagrita y volví para la mesa, donde Marcos enseguida apareció con dos solos, eso sí, se quedó un rato devorando con los ojos a mi mujer.
Pagamos y él nos despidió con un “Que disfrutéis”. Y lo disfrutamos. Le eché un polvo de antología, después paradita, luego otro ya más sereno, de esos que empiezas tú arriba, luego ella te monta y acabas dándole como a una perra a cuatro patas. Ella gimiendo, gozando y pidiendo más y más. Vamos que cuando ataqué por tercera vez a lo misionero y la miré a los ojos, me acojoné, era todo vicio, se había desatado. La follé bien follada y como remate de faena decidí, bueno mejor decir que me lo pidió ella, que le hiciera una buena comida de coño.
Casi nos cogen los críos cuando vuelven. Venían derrotados, como estábamos nosotros, así que una merienda cena y a la cama.
La rutina del lunes no me impidió darle vueltas en la cabeza que coño le pasaba a mi mujer para estar tan salida. El martes seguía rumiando el tema cuando me llamó Salva.
– Macho, nos han tocado 2450 euritos en la primi. Paso por ahí a tomar unas cañas que además me tienes que contar. ¡Menudo domingo pasaste!
Me vino a buscar y nos obsequiamos con unas gambas y unas cervecitas. Nos tocaban a 1000 euros a cada uno, porque habría que invitar a toda la cuadrilla más de una vez.
Fue con la segunda ración cuando le conté lo que había pasado, él sabía algo, Marcos se había ido de la lengua. Me miró con sabiduría, siempre había sido el espabilado de la clase y me dijo muy serio.
– Las tías cuando andan por los cuarenta se les revuelve el chumino. Más si son como las nuestras, que llevan más de diez años casadas. Parece que se les acaba el tiempo. Si te descuidas te ponen los cuernos, porque además están buenas y hay mucho necesitado. Yo cuando empecé a ver los síntomas, me hice swinger, ya sabes, eso de intercambiar pareja…Por un lado lo controlas, por otro te pones ciego de follar y además ellas se quedan tranquilas y satisfechas.
– Me dejas de piedra. Vamos que a tu mujer se la folla un tío y a ti te da igual.
– Y yo me follo a la suya, así que lo comido por lo servido. Porque la alternativa es que te pongan los cuernos de aquí a Lima y tú de gilipollas.
Me quedé callado, chupando la cabeza de la última gamba.
– Nosotros lo practicamos una vez al mes y te aseguro que es cojonudo. Y encima follamos más.
Aquella noche no hice más que darle vueltas al asunto. Eso de que a mi mujer se la follara otro y yo lo viera me daba por culo, pero tenía su morbo y yo me podría joder a otras, claro que si Meri estaba más buena, yo salía perdiendo. Cuando me dormí, tuve un sueño erótico donde me lo montaba con varias mujeres, una Meri, pero también con Merche, mi cuñada y un par de tías del curro que estaban espléndidas.
Total que al día siguiente estaba en confesión con Salva y me puse en marcha.
Las fotos de mi mujer y las mías, que se nos viera el cuerpo y no la cara, no fueron difíciles de sacar. El portal de Internet para buscar a otra pareja me costó un poco más, sobre todo elegir con quién, ahí me ayudo mi amigo que les conocía y me dijo que eran marchosos, también les explicó que éramos nuevos.
Hable con mi cuñada, la convencí para que se quedaran unos días con nuestros hijos, la razón fue que su hermana estaba muy cansada, aceptó emocionada y con sana envidia cuando le dije que íbamos a irnos unos días a Menorca.
Quedé con Lucia y Pablo, eran más jóvenes que nosotros pero creo que el pervertirnos les apeteció, así que quedamos en vernos en la isla. Íbamos al mismo hotel en vuelos diferentes, ellos en el primero, nosotros después.
Los días que faltaban para las vacaciones, pasaron tranquilos. Meri no había vuelto a ser la fiera sexual, pero yo la notaba que rezumaba sensualidad. Pensé que se debía matar a pajas, porque tenía esa piel de las tías que no están frustradas.
Total que el día que ella pensaba íbamos a irnos a un camping, allí estaba su hermana para llevarse a nuestros hijos al pueblo y yo con los billetes para pasar quince días en Menorca.
Apenas se montó en el avión se le puso cara de follar. Yo me contuve, lo mismo al llegar al hotel, le dije que teníamos tiempo, cuando intentó que la hiciera el amor. Estaba obnubilada, deseando darme gusto. Le propuse ir a tomar unas copas, se vistió de leona, un short y una camisa sin nada debajo, abierta arriba y anudada por la cintura, estaba explosiva.
En el bar, junto al mar mientras nos tomábamos unos Gin tonic, vi a Lucia y a Pablo, ella con un vestidito blanco de algodón y él con unos vaqueros y un polo rojo. Me hice el encontradizo y en un momento estuvieron bebiendo con nosotros.
A los dos se les iban los ojos al escote de mi mujer, que cuando se movía dejaba casi al aire las tetas. Nos propusieron bañarnos en una cala cercana a la luz de la luna, yo temí que Meri se negara, pero aceptó eran más jóvenes y además atractivos.
– Pienso que les hemos caído bien, somos bastante simpáticos y además tú estás preciosa -le dije.
Nos estaban esperando en el hall del hotel, nos montamos en su 4×4 alquilado y fuimos a una cala, la luna estaba en cuarto creciente, con lo que se veía poco, lo suficiente para no caerse y darme cuenta que había más de una pareja en el lugar. Nos desnudamos y entramos en el agua. Di unas brazadas, el agua estaba estupenda, pero no había ido allí a nadar. Agarré a Meri y la besé, sin muchos miramientos, la levanté, hice que sus brazos se cruzaran sobre mi cuello, mi polla tanteaba su coño, lo puse en posición y empujé, mi mujer se dejó caer hasta quedar clavada.
Estábamos follando cuando me di cuenta que Lucia y Pablo estaban a nuestro lado. Lucia le susurró algo al oído a mi mujer, se retiró y fue el hombre el que se colocó a su espalda. La empujó hacia arriba, no supe para qué hasta que me di cuenta que la estaba enculando. Meri dio un suspiro que le salió del alma, Lucia se puso detrás de mí, sentí sus tetas rozando mi espalda. Nos movíamos despacio, concentrados en nuestro placer.
Mi mujer comenzó a gemir, no podía aguantar el vicio que tenía, me di cuenta que se estaba corriendo, asustada de como poco a poco iba elevando su voz, camino del grito, me mordió para evitar el escándalo.
Me asusté, no me lo habían hecho nunca, un dedo de Lucia tanteaba mi culo, sentí como se deslizaba dentro de mí. Quise evitar la penetración pero me era imposible. Lo terrible fue descubrir que me gustaba, su caricia en lo profundo me estaba volviendo loco.
Ahora era yo el que quería aullar de gusto. Lucia se pegó a mí, como una lapa a la roca y con la mano libre me tapó la boca. No podía aguantar más, largué todo mi semen entre espasmos.
Salimos del agua, Meri derrengada se tumbó sobre una toalla que habían traído nuestros amigos. Lucia nos tomó de la mano a Pablo y a mí y nos llevó al agua. Empecé a meterle mano, ella me dio un beso y me susurró.
– Tranquilo, nos queda mucha noche. Tu mujer es una máquina de sexo. Una viciosa total. Tenemos muchos días. Déjala en mis manos y verás lo que es bueno. No digas nada.
Nos acariciaba la polla a su marido y a mí, yo aproveché para tocarle las tetas y el coño depilado hasta que salimos.
Meri se había sentado, intentando ver lo que hacíamos en el agua. Lucia se puso a su lado y la besó. Los números de lesbianas nos ponen burros a todos los tíos y ellas nos dieron el espectáculo. Yo estaba acojonado y excitado como nunca pensé podía estarlo, mi mujer se lo montaba con otra tía de una manera tímida al principio y cada vez más salvaje. No supe cuando Pablo había ido al coche pero en pleno show me dio una pastilla.
– La vas a necesitar, esto viene fuerte.
La tragué sin agua.
Cuando ellas no pudieron más, nos volvimos a vestir y regresamos al hotel. Yo estaba deseando follarme a Meri, pero Pablo se la llevó y yo me quedé con Lucia.
Lucia sabía joder, era un pendón desorejado y le iba la marcha. Cuando se la metí por el culo, puesta a cuatro patas, me pidió que la diera unas buenas palmadas en las nalgas, fue salvaje.
Aquellos días de sexo, playa, sexo, baile, sexo, sexo y más sexo, fueron una locura. Al volver a casa, nuestra vida sexual tenía buen rollo. Cambió por completo nuestras vidas.
Mi mujer y yo os enviamos un gran beso.