Relato erótico
El día mejoró
Quería ir a la playa, tomar el sol y relajarse. Conocedor de la zona, escogió un lugar solitario entre las dunas. Tomó el sol, se relajó y lo que no tenía planificado pasó, folló como un poseso.
Antón – IBIZA
Lo que os cuento me sucedió un día del principio de aquel verano en la playa, ese día me desperté y decidí irme solo a tomar un poco el sol y darme un baño. Ese día estaba aislado de la gente, pues como digo, no había casi nadie por los alrededores y además me puse en la zona más cercana a las dunas y árboles que se encuentran en aquel lugar. Estuve tomando el sol durante un tiempo hasta que decidí ir a darme mi primer baño, pero cuando regresé a mi toalla, a pocos metros de donde estaba situado, se había situado una mujer, con su sombrilla, su toalla y su bolso playero, había mucha playa donde ponerse sin estar cerca de nadie, pero eligió estar muy próximo a donde yo estaba. Era rubia, tendría sobre unos cuarenta y poco años, ojos marrones, buen aspecto físico, los pechos se veía medianos, el culo era respingón, estatura media, delgada, guapa, y algo atlética, se notaba que le gustaban los deportes, pues aunque no estaba musculada, sí se le notaban marcados los brazos y piernas, llevaba una camiseta holgada blanca y una toalla alrededor de su cintura.
Yo me tumbé en mi toalla y me puse a tomar el sol, hasta que minutos después ella captó mi atención, se quitó la camiseta, y lució un minúsculo bikini amarillo, con dos rayas blancas horizontales, que apenas le tapaban los pezones, era bastante provocador, aunque supuestamente ella lo usaba para que le dejase menos marcas. Posteriormente se quitó la toalla y mostró aquel tanga a juego con la parte superior. Lo tenía incrustado entre sus hermosas nalgas, y por delante se tapaba lo imprescindible.
Estuvo durante un rato embadurnándose su cuerpo, hasta que finalizó la parte delantera y entonces, para sorpresa mía, la chica me dijo que si le hacia aquel favor de ponerle crema protectora en la espalda, mi erección llegó a tope, fue total de golpe, me quedé pasmado, hasta que cuando reaccioné le respondí que sí.
Me acerqué a ella, nos presentamos, me dijo que se llamaba Catalina, hablamos un poco sobre la tranquilidad y hermosa que estaba la playa, y se puso bocabajo, le esparcí la crema, y mientras lo hacía pude masajear las generosas formas de su cuerpo. Ella estaba relajada, hasta que subí hacia su culo, y emprendí mi tarea de darle crema por esa zona.
Ella, al notarlo, levantó la cabeza, me miró fijamente, y me preguntó si me gustaba hacerlo, pero seguidamente retomó su anterior postura con total relax.
Al ver la naturalidad con la que tomaba eso, le dije que sí, que me estaba gustando, que era muy hermoso. Ella no respondió a lo dicho por mí, y continuó disfrutando de aquel masaje. Tras finalizar la tarea, regresé a mi toalla, y permanecimos los dos tomando el sol durante un rato hasta que ella se incorporó y me dijo esta vez que se iba a bañar, para seguir preguntándome si me iba con ella al agua. Además de estar ya bastante acalorado y necesitar un baño, su propuesta era irrechazable, acepté y estuvimos un buen tiempo dentro, después nos salimos, volvimos a nuestras toallas y otra vez nos pusimos a tomar el sol. Yo cual cada vez iba más quemando y se aproximaban las horas de aquel mediodía, que son las que más abrasan.
Al poco tiempo de estar cada uno en su toalla, Catalina me llamó de nuevo para que fuera nuevamente a ponerle crema, pero esta vez me dio una botella de aceite. No pude aguantarme, y le retiré con una mano la tirilla que cubría su culo, y seguidamente se lo comencé a untar con aceite. Ella al notar esto, levantó la cabeza, me miró, y me preguntó:
– ¿Es que te gusta masajearme el ano?
Me quedé un poco cortado, pero instantes después Catalina otra vez retomó su anterior postura, hasta que le introduje un dedo lentamente y progresivamente, en el culo. Catalina protestó levemente haciendo una mueca con su cara, pero continuó tumbada, mi dedo y su ano estaban perfectamente engrasados, repitiendo la introducción de mi dedo varias veces más. Yo miraba a los alrededores de la playa, y no se observaba a nadie por las cercanías.
Sin decir nada y antes de darle tiempo a una posible reacción, me quité mi bañador, aparté a un lado su tanga, le abrí un poco las piernas y apunté mi polla hacia su coño, y una vez estaba mi glande en su mojada entrada, le empecé a penetrar el coño desde atrás, pues Catalina seguía boca abajo sin decir nada. No me costó metérsela en su cavidad, pues se hallaba lubricada por aquel aceite y por sus propios jugos. Pronto le la introduje entera, pero se la volví a sacar y nuevamente se la metí hasta el fondo. Ella ni se inmutó, solo soltó un leve gemido, posteriormente la agarré con mis manos de sus muñecas, le cerré las piernas, y comencé a metérsela y sacársela, a un ritmo medio. Ella ya gemía, pero seguía tumbada, y su mirada estaba perdida mirando el horizonte de la playa, sintiendo los dos cada penetración con sumo gusto, con gran placer, y así, con mi polla en su coño desde atrás y con mis manos tirando de sus brazos hacia mí, continué durante un largo tiempo, follándomela a veces más rápido, y otras más lentamente, aunque ella continuaba sin inmutarse mucho, solo soltando leves gemidos.
Tras pasar un buen rato perforando su coño, saqué mi polla de su interior, le solté las manos, quedando estas a la altura de su cabeza, refregué mi miembro por toda su raja y posteriormente la encaucé hacia su lubricado ano, colocando mi glande en su agujero y haciendo círculos sobre él.
Ella no se inmutaba, permanecía sin decir nada, con la boca semi abierta y soltando de vez en cuando algún gemido poco sonoro. Momentos después conseguí introducir la cabeza de mi miembro en su culo, provocando quejidos en Catalina, la cual agarró con fuerza con una de sus manos la toalla, pero salvo esto ella seguía igual, con la mirada perdida y no decía nada, así que me fui dejando caer progresivamente y mi polla, súper lubricada, fue entrando en su culo mojado. Se notaba que no era virgen, tenía aquel culito algo flexible, y con mi propio peso la verga se hundió imparablemente en su culo, hasta que dejó de entrar. Ya estaba en su interior, aunque quedando aun fuera un poco que no pudo tragar su culo, y mis testículos tocaban a veces su coño.
Una vez así, Catalina soltó un quejido de dolor, agarró con más fuerza aún la toalla, y tras esto ya no hizo nada más, siguió aceptando lo que le hacía, y cuando vi que su culo se había acostumbrado a mi verga, la saqué y la volví a meter lentamente, así varias veces, hasta que a los pocos minutos mi polla entraba y salía de aquel agujero fácilmente, su culo aceptaba fácilmente mi polla. Ella con las manos debajo de su cara, y mirando hacia el mismo lado de siempre sin quejarse, con los ojos semi cerrados, pero con cara de dolor y placer, mientras yo continuaba metiéndosela y sacándosela lentamente. Ella no paraba de gemir suavemente con cada penetración, introduciéndose a veces uno de sus dedos en la boca.
Pasado un rato, se la saqué, y la coloqué a cuatro patas. Catalina tenía la cara desencajada de placer, le introduje varias veces un dedo en el culo, follándomelo con mi dedo, y a ella le gustaba, pues incluso echaba su culo hacia atrás para tener más dedo dentro, y noté que estaba chorreando, así que le puse de nuevo la punta de la polla en el ano, y fácilmente entró otra vez. Sus tetas botaban y no paraba de gemir, llegando incluso a ser ella la que se penetraba su culo, moviéndolo hacia atrás rítmicamente, y mientras que ella realizaba aquel trabajo, le quité la parte superior del bikini, pudiendo contemplar aquel movimiento de sus pechos de forma majestuosa.
Yo continué cada vez más salvajemente, y ella no paraba de soltar gemidos, cada vez más sonoros, a la vez que con una de sus manos, se tocaba su coño, acariciándose su clítoris, masturbándose, y, todo esto mientras yo seguía taladrando su ano.
Seguimos así un tiempo más, hasta que sus gemidos auguraban que estaba llegando al orgasmo, entonces aceleré la enculada y Catalina inmediatamente llegó al orgasmo, y como yo estaba casi, cuando noté que me iba a correr, saqué la polla, y comencé a soltar mi semen en su ano y en sus nalgas, quedando blancas al momento, y cuando terminé me puse en pie, miré alrededor, y no se observaba a nadie por la zona aparentemente.
Ella quedó tumbada boca abajo en la toalla, aún jadeando de la acción, se podía contemplar su culo enrojecido y abierto debajo de la película de semen que lo cubría.
Momentos después, Catalina sacó de su bolso unas toallitas húmedas y se limpió, quitándose mi semen de su cuerpo, y acto seguido se colocó bien de nuevo aquel tanga, aunque no llegaba a tapar su aun dilatado ano, seguidamente se puso la parte superior del bikini, después miró la hora, eran las dos del mediodía, y me dijo que se iba a marchar a comer, que había quedado con sus padres para almorzar. Yo le respondí que me quedaría un poco más y después también me iría.
Catalina estaba aun boca abajo, se giró y se sentó, dando un brinco rápida e inesperadamente, me quedé mirándola sin saber que le pasaba, cogió la camisa, se la puso de nuevo y me dijo que le dolía un poco el culo, sonreí tímidamente, y le respondí que lo sentía, ella cogió su falda, se la puso y me replicó que no pasaba nada, que a ella le había gustado, que por eso me la había follado por ahí, porque le gustaba. Me quedé más tranquilo, la ayudé a recoger la sombrilla y la toalla, y tras esto me dijo que se iba, que ella a veces iba a esa zona de la playa, que a ver si nos veíamos otro día, y yo le dije que de acuerdo. Nos dimos un beso y se fue, aunque no andaba igual que antes, se notaba que tenía molestias en su culo, lo hacía con sumo cuidado para no frotárselo mucho al caminar.
Me fui para mi casa, y algunos días volví a la zona, pero nunca más coincidí con ella.
Saludos y hasta otra.