Relato erótico
El día acabo bien
Se podría decir que se levantó cachonda. Se vistió y se fue a trabajar. A media mañana bajo a tomar un café y se encontró con un buen amigo. Fue una sorpresa. Se besaron, hablaron y quedaron para comer.
Rut – Gerona
Me llamo Rut, morena, pelo rizado, ojos verdes y muy sexy con mis 30 añitos. Como todas las mañanas, me levanté de la cama, me duché, desayuné y me vestí, me puse un tanguita blanco y el sujetador a juego, mis pantalones ajustados y una camisa, me pinté los ojos en un tono suave y los labios de un color rosa clarito, me puse mi perfume favorito y me dispuse a salir de casa para ir al trabajo con mi chaqueta de piel, cogí el casco en la mano y bajé al garaje a por mi moto, que por cierto es una moto muy potente, que me hace vibrar cuando la tengo entre mis piernas.
Llegué a la oficina y empezó un nuevo día aburrido y monótono entre los papeles, avanzó la mañana, salí a tomar un café y cual fue mi sorpresa que al entrar en la cafetería vi a mi amigo Joan, el cual hacía tiempo que no veía, y que guapo estaba. Me acerqué a él con mis movimientos de caderas, que sé que le vuelven loco, lo saludé con dos besos pero no con los típicos besos que rozan las caras, sino con mis labios impactando en su mejilla izquierda y muy despacito y descaradamente rocé mis labios con los suyos y seguí hacia la mejilla derecha, cuando me separé, me miró con una sonrisa traviesa que me encantó.
– Pero bueno, que sorpresa, ¿qué haces por aquí? – le pregunté.
– Sigues tan guapa como siempre – contestó, añadiendo – Pues nada, que había quedado aquí con un cliente por motivos de trabajo y como sé que tú tomas café aquí, no quería desaprovechar la ocasión de verte.
– Pues has hecho muy bien, yo también tenía muchas ganas de verte y he pensado mucho en ti durante este tiempo que no nos hemos visto – confesé.
– Yo cuando pienso en ti, no puedo evitar acordarme del trío que hicimos aquel día, fue maravilloso – me dijo él.
– Pues si quieres podemos repetir, pero solos tu y yo -me ofrecí.
En ese momento entró el cliente de Joan, y él me dijo:
– Luego te llamo y quedamos.
Su cliente se acercó a él, yo me tomé mi café y volví al trabajo. A partir de ese momento el aburrimiento y la monotonía dejaron de existir, tenía deseos de volver a estar con Joan. Pasaba la mañana y el teléfono no sonaba, yo empezaba a preocuparme, porque era extraño que Joan, después de haber quedado, no me llamase. Pero eran cerca de las dos cuando sonó el teléfono, miré antes de descolgar y era Joan, justo cinco minutos antes de salir del trabajo. Yo respiré aliviada, no le había pasado nada y quedamos para comer, él me estaría esperando en la puerta de mi trabajo. No miré si ya eran las dos, cogí mi bolso y salí corriendo a su encuentro y allí estaba esperándome, me vio y me dijo:
– ¿Cómo te fue la mañana, preciosa?
– Aburrida hasta que te vi en la cafetería – contesté.
– Pues ya estoy aquí para alegrarte el resto del día, por cierto, deja la moto aquí y nos vamos en mi coche, ya tengo reservada mesa en un restaurante.
– Cielo, estás en todo, y yo toda la mañana preocupada por si no me llamabas y ya tienes hasta mesa reservada, nunca cambies, contigo todo es perfecto.
Como agradecimiento a las palabras que le dije, se me acercó y fundió sus labios en los míos. Como me gustó eso, luego me cogió la mano y me acercó hasta su coche, que estaba muy próximo, me abrió la puerta, y me dijo:
– Entra mi vida, que vas a oír rugir el motor de mi coche nuevo.
– Ya veo que a ti te pasa con los coches lo mismo que a mí con las motos, siempre tenemos que tener muchos caballos entre las piernas.
El sonrió y asintió con la cabeza muy efusivamente y cerró la puerta, se subió, arrancó y nos fuimos. Llegamos al restaurante, entramos, fuimos hasta la mesa que había reservado y que estaba en un rinconcito muy acogedor separado por un biombo, lo cual hacía que nadie pudiese vernos. Se sentó en su sitio, frente a mí, llamó al camarero, pedimos, comimos y cuando estábamos en el postre, que era plátano frito con dos bolas de helado, hubo un momento en que cruzamos las miradas y sonreímos. Era el presagio de lo que iba a suceder aquella tarde, pero Joan no estaba muy dispuesto a esperar, se había descalzado y con su pie me rozaba la entrepierna. Yo lo miré con cara de sorpresa, pero le seguí el juego. Me gustaba lo que estaba haciendo y empecé a ponerme caletita, así que cuando él quiso pedir café le dije muy rotundamente que nada de café, que teníamos prisa, sonrió, pagó la cuenta y nos fuimos.
En el parking y una vez dentro del coche, no lo pudimos evitar, tuvimos que besarnos, fue un beso apasionado, donde dimos rienda suelta a nuestro instinto. Joan metió su mano por mi camisa sacando uno de mis pechos, agachó su cabeza y con su lengua contorneo mi pezón, el cual se puso tieso. Yo ya empezaba a excitarme y pasé mi mano por encima de su pantalón comprobando que tenía el pene erecto. Estábamos los dos muy excitados, pero cuando de repente alguien cruzó por delante del coche, los dos nos pusimos cada uno en su sitio, yo me tapé rápidamente, dimos un resoplido y decidimos marcharnos de aquel lugar pues no queríamos hacerlo de aquella manera tan rápida e incomoda, queríamos que aquello durase y que nos diese mucho placer, así que nos fuimos a su casa.
Llegamos a su casa y en la puerta él me agarró fuertemente por la cintura y empezó a besarme, mientras bajaba las manos y me apretaba el culo con fuerza. Yo me agarré a su cuello y di un salto, Joan me cogió y quedé suspendida en el aire mientras con mis piernas abiertas me agarré de su cintura. Aun seguíamos besándonos y la puerta sin abrir hasta que Joan, a tientas, abrió como pudo y entramos en su casa, cerró y allí mismo empezó a quitarme la ropa, primero la chaqueta, luego la camisa, yo me deslicé por su cintura muy despacito, noté su bulto contra mi sexo y no pude evitar arrancarle la camisa, acercarme a su pecho y lamer su pezón, luego seguí lamiendo hacia abajo hasta llegar a su cintura, le desabroché el cinturón y los pantalones cayeron pos si solos. ¡Estaba el pene que se salía!
Con mi mano derecha cogí la parte izquierda de su calzoncillo y con la boca la derecha, bajándolo poco a poco hasta que no pude resistirme más, lo cogí con mi boca y empecé a chupar.
– Chiquilla, que bien lo haces – dijo Joan.
Al rato Joan me hizo levantar, me tumbó encima de la mesa, me desabrochó los pantalones y me los quitó muy rápidamente, empezando a lamerme por la entrepierna hacia arriba hasta llegar a mi tanguita, el cual estaba muy mojado, pasó su lengua por el borde y la introdujo por debajo hasta llegar a mi raja, subió hacia arriba, con los dientes y una mano me quitó el tanga. Cogió con sus manos mis rodillas, abrió mis piernas y metió su cabeza entre ellas, comenzando a lamerme el chocho y después introdujo su lengua hasta mi clítoris, lo mordisqueo y lo succionó. Yo ya no podía más, quería sentir su pene dentro de mí así que le levanté la cabeza y al mirarme a los ojos se dio cuenta de lo que deseaba y no me hizo esperar. Muy lentamente introdujo su polla en mi chocho y sin dejar de moverse hacia dentro y hacia fuera, me cogió los pechos por encima del sujetador, luego metió las manos por debajo de él, acarició mis pezones con sus dedos, me puso apunto para correrme, pero no se conformó con eso, también metió su lengua en mi boca y la juntó con la mía. Los dos estábamos ya apunto, no aguantábamos más y entre jadeos y suspiros nos corrimos al mismo tiempo.
Nos levantamos de la mesa, Joan se fue al aseo y yo a la cocina a beber algo, el salió y entré yo a lavarme un poco, mientas recordé algo que tenía muchas ganas de hacer y hoy era un buen día para ello. Cuando salí del baño fui a la cocina y en el camino vi a Joan tumbado en la cama completamente desnudo, estaba esperándome. Yo seguí hacia la cocina, quería probar aquello que tantas ganas tenía, abrí el congelador y eché un par de cubitos de hielo pequeños en una tacita y me fui al dormitorio.
Joan se sorprendió y me dijo:
– ¿Qué tienes en la taza?
– Ya lo verás.
– Madre mía, ¿qué me irás a hacer?
– Pues espero que te guste.
Joan me miró expectante cuando vio que me metía un hielo en la boca y me dirigía hacia él muy decidida, le dije que cerrase los ojos, me subí a la cama y me puse a los pies de él, le abrí las piernas y me incliné hasta llegar a los huevos. Saqué el hielo de mi boca y lo sostuve con los labios, empezando a rozarle el hielo por los huevos y él al sentirlo pegó un salto, yo lo calmé y le dije que aguantase, que le iba a gustar. Seguí pasándole el hielo por los huevos y a la vez que le pasaba el hielo también le pasaba mi lengua para que fuese más cálida la sensación. Cuando el hielo se hizo más pequeño, subí con él por su polla hasta llegar a la puntita, dejándola toda mojadita y muy fría, entonces me metí el hielo dentro de la boca y empecé a chupársela, subía y bajaba y Joan me decía:
– ¡Rut eres la mejor, me vuelves loco cuando follamos… no pares, me encanta lo que me estás haciendo!
Yo lo miré y sonreí, el hielo se me había derretido, cogí el otro que tenía en la taza y esta vez me lo metí entero en la boca y su polla también, de vez en cuando se me caía, lo recogía y se lo pasaba por el pubis, él se encogía al sentir el frío, pero le encantaba hasta que se incorporó, me cogió la cabeza, me besó, metió su lengua y me quitó el hielo, me tumbó boca arriba, pasó el hielo por mis pezones rápidamente y estos se me pusieron tiesos y duros, bajó hasta mi chocho pero el hielo ya se había derretido por completo pues no aguantó el calor que yo desprendía, con lo cual él utilizo su lengua para darme placer.
Al rato me dio la vuelta y comenzó a rozarme el coño con su polla, mientras besaba toda mi espalda. Yo sentía un escalofrío muy intenso y agradable. Luego extendió las manos por debajo de mí y me tocaba los pechos, abarcándolos con sus manos, dándome pequeños pellizcos en los pezones. Pero yo quería que me follara por el culo, así que cogí su polla y la apunté en mi ano. Entró con dificultad, pero muy poco a poco llegó hasta el final, notando sus huevos golpear mi chocho cada vez más rápido y entonces me dijo:
– Cariño, ¿te gusta?
– Vas a hacer que me corra antes de tiempo – contesté.
– Me gustaría follarte el chocho antes de que te corras – me dijo él entonces.
– ¡Pues sácala de ahí y métemela! – exclamé.
– ¡Que rico tienes el coño, está muy mojado y calentito, que suave entra… no tardare en correrme!
– Quiero que te corras en mi boca, avísame antes de hacerlo – le pedí.
Cogió mis caderas, me apretó fuertemente contra él una y otra vez. Estaba como loco, se movía cada vez más rápido y como yo presentía que no tardaría mucho en correrse, con mi mano derecha empecé a tocarme el clítoris. Joan gemía también y cuando estaba apunto de correrse, sacó su polla y la introdujo en mi boca. Yo empecé a chuparla con fuerza, él apretaba mi cabeza y me la movía cada vez más rápido, hasta que sentí como explotó dentro de mi boca. Su semen salía por mis labios, me relamía y a la vez seguía lamiéndosela hasta que nos fuimos relajando, nos tumbamos en la cama muy juntitos y nos quedamos dormidos.
Pasaron unas horas y nos despertamos, nos miramos el uno al otro y sin mediar palabra nos sonreímos, fuimos al baño, nos metimos juntos en la ducha, yo empecé a frotarme el cuerpo con jabón pero Joan me dio la vuelta y puso sus manos en mis pechos, masajeándolos muy despacito, siguió hacia abajo por todo el contorno de mi cintura hasta llegar a mi chocho, ahí se detuvo, metió dos dedos por mi raja y me frotó muy suave, cogió agua y me lo enjuagó, se agachó y comenzó a chupármelo, metiendo su dedo por mi vagina, la cual se puso muy calentita y excitada, mientras con la otra mano no dejaba de masajear mi culo.
Así estuvo unos minutos hasta que se levantó y yo le masajeé su polla, que estaba muy dura, me giró, me apoyé contra la pared y me penetró por el coño mientras el agua caía sobre nuestros cuerpos, y empezó a moverse cada vez más rápido. A mi me estaba llegando el orgasmo, él no paraba hasta que me la sacó muy rápidamente y me la metió por el culo corriéndonos al mismo tiempo.
Salimos de la ducha, nos secamos y nos vestirnos, después Joan me llevó a recoger mi moto, nos dimos un beso de despedida y quedamos en llamarnos. El se fue en su coche, yo me puse el casco, subí a la moto y me fui a casa. El día estaba terminando. Fue una tarde de lujuria.
Saludos.