Relato erótico
El complemento ideal
Es feliz, el sexo con su mujer funciona bien, pero lo único que no le gusta es el sexo anal. Su suegra pasa con ellos algunos meses al año, es una mujer guapa, simpática y se ha convertido en un buen “complemento” para él.
Querida Charo, después de llevar muchos años siendo un asiduo lector de tu fantástica revista, te envío la experiencia más fuerte de mi vida para poder así contribuir en esta magnífica publicación.
Mi vida sexual, hasta hace un par de años, había sido corriente y monótona. Tras perder la virginidad con una señora mayor, tuve algunas aventuras hasta que, gracias a tu revista, viví una experiencia bisex con un matrimonio, que fue muy agradable.
Hace un par de años entré a trabajar como guardia de seguridad en unos grandes almacenes, donde actualmente sigo y me encuentro muy a gusto. Allí conocí a la que, desde hace un año, es mi mujer.
Al principio de conocernos y gustarnos, todo fue sexo loco y salvaje pero con el tiempo nos enamoramos y a los pocos meses nos casamos. Desde que la conocí no he estado con ninguna otra mujer, excepto una vez y que es lo que te voy a contar.
Mi mujer es muy atractiva. Casi tan alta como yo, con tetas firmes y duras como rocas, sin tripa y unas piernas largas, muy largas. Desde que la conocí mi vida sexual era perfecta aunque algo había que no acababa de encajar y es que no quiere que se la meta por el culo. Acabé por aceptarlo, aunque reconozco que es algo que me entusiasma.
Mi mujer tiene dos hermanas que siempre le decían la suerte que tenía de haberme “pescado”. Mido casi 1,90, con 90 kg y hago mucho deporte. Sin ser excesivo, estoy lo que se llama “cachas”. Tengo una polla grande, algo más de 20 centímetros, y bastante gorda lo cual era otro motivo por el que mi mujer se negara al sexo anal.
Alguna que otra vez había oído a mi mujer hablar con sus hermanas y con su madre de las “excelencias” de mi polla y me daba cuenta de que me miraban el paquete, incluso mi suegra.
Mi suegra, viuda desde hace un par de años, con sus 50, es una mujer conservada espléndidamente. Casi no tiene barriga, un culo precioso, unas tetas gordas y grandes, y atractiva de cara. Tras morir su marido decidió vender su casa y pasar temporadas en casa de sus hijas y cuando la menor, mi mujer, se casó también lo hizo.
Al principio no me hacía gracia que mi suegra se tirara unos meses en mi casa pero luego me gusto. Era generosa, buena cocinera y una gran conversadora, era agradable estar con ella. Total, que acabé por acostumbrarme, incluso cuando bromeaba por lo escandalosos que éramos a la hora de follar.
Hace unos meses me levanté a media noche y escuché ruido en la habitación de mi suegra. La puerta estaba entornada y por la rendija pude ver como ella estaba desnuda en la cama y que, con una mano, se apretaba sus gordas tetas mientras que con la otra se metía y sacaba un consolador del chocho, totalmente afeitado. Aquello me dejó de piedra y sobre todo a mi polla que se me empinó de golpe.
La observé hasta que se corrió mordiéndose los labios para no gritar.
Volví tan excitado a la cama que me puse encima de mi mujer y de un empujón se la clavé en el coño despertándola de golpe. Me la follé a lo bestia, arrancándole un buen par de orgasmos para terminar corriéndome en la boca de mi sorprendida mujer. Cuando nos relajamos, le conté lo sucedido.
– Es normal – me dijo mi mujer – Mi madre, como toda mujer, también tiene sus necesidades.
Desde este día no volví a ver a mi suegra como tal, sino como una mujer y, encima, hermosa.
Hace un mes una de mis cuñadas se puso enferma y como el marido trabaja de noche las hermanas y la madre se turnaban para cuidarla. Entre eso y mi trabajo, llevábamos una semana sin echar un polvo y estaba para reventar. Una noche, al llegar del trabajo y tras ducharme, estaba tan excitado que me fui al salón y viendo una película porno, empecé a masturbarme pensando que estaba solo. Pero, en lo mejor de la paja, entró mi suegra.
Nos quedamos unos segundos mirándonos, ella con su camisón transparente y yo con la polla dura, apuntando al techo. Cuando pude reaccionar escondí mi polla, colorado como un tomate. Pero, para mi sorpresa, ella se sentó a mi lado y poniendo la mano sobre mi muslo, me preguntó:
– ¿No van bien las relaciones con mi hija?
– Son perfectas – confesé – pero llevo muchos días sin descargar.
Entonces mi suegra, cogiéndome la cara con las dos manos, me dijo:
-Antes de que le pongas los cuernos a mi hija con una cualquiera, yo misma te solucionaré el problema.
Sin poder reaccionar me besó tan fuerte que mi polla se volvió a empinar de golpe. Mientras su lengua recorría toda mi boca su mano había vuelto a sacar mi polla fuera del chándal y me la pelaba suavemente.
– Vaya polla tan hermosa – dijo separando su boca de la mía y mientras bajaba la cabeza – Que suerte tiene mi hija… ¡Vamos a calmarte un poco!
Quise decir algo pero en ese momento se la metió entera en la boca y casi perdí el conocimiento del gusto que me dio. Me hizo la mejor mamada del mundo y cuando me di cuenta se había quitado el camisón, quedando completa mente desnuda a mi lado. Se pasaba mi gorda polla por sus tetas y me la chupaba tan fuerte que yo no pude aguantar más y me corrí a lo bestia, chillando, soltando leche en su boca, en su cara y en sus tetas. Cuando terminé, me la limpió con la lengua con toda tranquilidad.
– ¡Que bruto… menuda corrida, me has llenado de leche! – me dijo Mientras se separaba de mi y se tumbaba en el sofá con las piernas bien abiertas dijo:
– Venga, chúpame el coño que me has puesto como una moto.
No me hice esperar. Metí mi cabeza entre sus piernas y me comí su coño depilado, arrancándole largos gemidos hasta que se corrió entre gritos. Pero no dejé que se recuperara. Me puse encima y chupándole las tetas sin parar, la penetré de golpe, arrancándole un fuerte alarido cuando mis huevos chocaron con sus nalgas.
Empecé a follármela violentamente, mordisqueándole los pezones y cuando se corrió por segunda vez me detuvo, se separó de mi, se tumbó boca abajo y abriendo sus nalgas me dijo:
– Anda, métemela por el culo.
Mi polla pegó un bote en el aire al oír aquello. Se la metí despacio, hasta los huevos, mientras ella resoplaba. Follándomela por el culo la masturbaba con los dedos de una mano y cuando se volvió a correr no, pude aguantar más, le llené el culo con otra catarata de leche espesa y caliente.
Recuperados, hablamos de lo ocurrido, sobre todo del gusto que me había proporcionado poder darle por el culo ya que mi mujer, como le conté, no quería saber nada de eso.
– Pues mi culo es tuyo siempre que tú quieras – me dijo.
Mi mujer no sabe nada de esto ni lo sabrá. Yo soy feliz, mi mujer me da todo en la cama pero mi suegra me da lo que me falta: su hermoso y estrecho culo.
Saludos a todos.