El amor se queda, pero

A veces, en el matrimonio, el amor sigue siendo “fuerte” y el sexo se “afloja”. A nuestra amiga le ha pasado esto. Quiere a su marido pero sus últimas satisfacciones sexuales las ha tenido con otros.

Charo – Málaga
Como todos los años, este no iba a ser menos y nos fuimos a la costa de vacaciones. Hace unos años nos compramos un chalecito en uno de los pueblos costeros y como siempre íbamos a pasar los fines de semana y el mes allí. Antes venían los chicos con nosotros pero ahora como son mayores van a su bola y nosotros a la nuestra.
Mi nombre es Charo. Tengo 56 años y creo que a pesar de esta edad me conservo estupendamente tanto física como mentalmente, pero eso sí estoy llenita porque por mucho que me pongo a plan no consigo bajar de los 80 kilos, soy más bien alta, aproximadamente 1,72 y mi figura es, pues eso, un contrabajo o un violonchelo, más ancha de abajo que de arriba, donde tengo dos “razones” que a los hombres les ponen locos, mis pechos, de los cuales estoy muy orgullosa, y uso una talla 100.
Mi marido, como casi todos, fue un hombre muy activo sexualmente en los primeros años, sobre todo en los dos primeros.
No había día que me pidiera su ración de coño y yo se la daba, pero casi siempre me hacía lo mismo, cuando me tenía a punto, por desgracia se corría yo me quedaba a oscuras y él, satisfecho, se dormía. Los hijos vinieron rápido y con ellos mi figura se ensanchó para gloria de los que me deseaban, entre ellos un hermano de mi marido que andaba detrás de mí y donde podía me decía lo mucho que le gustaba y lo mucho que le gustaría “montarme”.
A decir verdad me gustaba que ronroneara ya que su mujer me caía mal y me alegraba de tenerle cachondo. Un día en que mi marido estaba fuera, vino su hermano a mi casa y en la cocina me dijo mil cosas cogiéndome por detrás mientras fregaba. Yo no quise gritar por estar los niños en el salón pero le dije que nos podían ver los niños si entraban. La cosa es que acabó follándome en la habitación, en la misma cama que lo hacía su hermano.
Se situó entre mis muslos y me separó las bragas, colocó su polla sin meterla y me dedicó una fenomenal mamada de pechos como antes nunca su hermano me la había hecho. Me folló como un toro y me llevó al orgasmo varias veces, me folló al estilo perro en el suelo y me dejó allí tumbada y con el coño rebosando leche.
Aquello lo volvimos a repetir varias veces hasta que le trasladaron bastante lejos de nosotros y en las Navidades, cuando venía, no era plan de buscar hueco para un polvo, pero él lograba colocarse a mi lado durante todas las comidas y me hacía mojar las bragas de morbo. Pero volvamos al presente.
No tuve otro hombre que mi marido después de aquello, él se iba agotando y yo me sorbía mis deseos con las novelas de la tele o cosas así, deseaba a unos u otros y me masturbaba casi siempre en el baño.

Pero este año ocurrió algo muy distinto. Nuestro vecino de siempre alquiló su chalet a una familia, parece ser que conocidos de él. El primer día esos nuevos vecinos nos llamaron para conocernos y tomar algo con ellos. Era una familia como nosotros de composición, aunque más jóvenes en edad. Mario tenía unos cuarenta y ella algunos menos y tanto a mi como a mi marido nos cayeron de maravilla. Mario era muy atractivo y buen mozo, lo que se dice muy guapo. Pilar era delgada, con muy poco pecho y poco culo, pero muy atractiva, como su marido. De alta quizá lo era más que yo.
Aquella noche fue quizá la que hizo calor de verdad y estuvimos mucho rato de charla, luego ellos se fueron a dormir al igual que mi marido, pero yo preferí quedarme un rato más en el patio interior, tumbada en la hamaca con la luz apagada.
Al cuarto de hora, más o menos, oí unos jadeos que se apagaban y al poco volvían. Aquello duró más de media hora y yo estaba más que caliente, ardiendo. Hacía más de un mes que no tenía relaciones con mi marido y ahora mi vecino me martirizaba con aquello.
Acabé masturbándome en el baño deseando a un vecino que provocaba tanto delirio a su mujer. Por la mañana me lo encontré viniendo de comprar churros y me dio los buenos días.
– ¡Vaya marido que tiene Pilar – dije sonriendo – ¡Hasta los churros se los llevas a la cama!
Él me dedicó una sonrisa y me dijo:
– Churros te puedo llevar también a ti o lo que quieras.
Creo que me debí poner colorada cuando nos miramos a los ojos. Toda la mañana estuve caliente por él. A media mañana salió Pilar con el coche, me dijo que iba a la capital y si quería algo.
– Vendré por la tarde ya que tengo que recoger a mis padres que vienen en el vuelo de la tarde.
Estábamos peligrosamente solos, ya que mi marido se había ido temprano a recoger a unos conocidos a Antequera y vendrían después de comer. Al cabo de media hora sonó el timbre de la puerta de la calle.
– ¡Soy Mario! – le oí decir desde el telefonillo.
Me coloqué una camiseta playera encima del bañador y en aquel momento sentí cierta vergüenza.
– Vengo a buscar una taladradora que me dijo ayer tu marido que me la dejaba. – dijo al aparecer ante mi puerta – Anoche no te acostaste pronto, te vi que estabas ahí sentada – y añadió – ¿Nos escuchaste?
Tragué saliva y le dije que sí.
– Creo que tú eres como yo – me volvió a decir.
Nos miramos a los ojos y me “desnudó” con la mirada.
– No lo tomes a mal pero no sé que daría por acariciarte los pechos, me
encantan los pechos grandes y ya has visto que de eso no tengo.
Iba a decir algo pero no me salió nada más que:

– ¡A mi me pasa lo mismo, me encantan los hombres como tú!
Mario me llevó hasta chocar mi culo contra la pared y nos besamos, me chupaba la lengua y yo a él la suya mientras sus manos recorrían mi cuerpo deteniéndose en mis pechos, que acariciaba. Pronto me metió la mano entre los muslos y yo abrí las piernas, separó el bañador e introdujo los dedos buscando el coño. Yo me moría de placer al sentirme deseada por Mario. Lentamente le bajé el pantalón corto y el calzoncillo y salió una polla morcillona que me apresuré a mamar despacio. Llevaba demasiado tiempo sin hacer esto. Aquella polla era como para meterla en un vaso alto y no sé si lograría meterla en él, los huevos estaban pegados al culo y yo lo acariciaba despacio mientras él me apretaba la cabeza.
Entramos en casa sin dejar de besarnos en ningún momento y nos metimos en el primer cuarto que encontramos, me eché en el suelo después de desnudarme para él mientras Mario me miraba mientras se tocaba lentamente la polla.
– ¡Cómo estás de buena, no pensé que fueras tan de mi gusto! – exclamó.
Me acariciaba el culo mientras me pasaba la polla por mí encharcado coño. Me tumbé en el suelo y me lamió los muslos hasta llegar a la entrepierna. ¡Que forma de comerme él coño!. No sabía el tiempo que hacía que no pasaba una lengua por ahí. Al final se echó sobre mi y me folló con ansias, con ganas, apretándome del culo, y me lamía los pezones mientras me apretaba delicadamente de las tetas. Así me corrí tres o cuatro veces antes que me regara con su leche.
Pero después de esta primera follada, apenas unas caricias y me cabalgó de nuevo colocándome ahora a cuatro patas y durante todo el tiempo que estaba sobre mi no paraba de hacer alabanzas a mi culo.
– ¡Charo, tienes el culo más puto que conozco! – me decía – ¡Me lo tienes que dar, tarde o temprano me lo tienes que dar!
No tardó ni una semana en que le diera lo que tanto deseaba, mi culo aún virgen. Me lo folló con mucha delicadeza y a pesar de todo os aseguro que es una delicia follar por detrás.

Fue una de las mejores vacaciones de mi vida, y os podéis imaginar porque.
Besitos para todos, y uno muy especial para ti querida tocaya.