Relato erótico

Donde las dan las toman

Charo
25 de junio del 2019

Desde que eran novios, siempre le ha sido infiel. Con amigas, primas y con todo lo que tuviera pulso. Todo le iba bien hasta que alguien le dijo a su mujer lo que hacía. Pensaba que todo se había terminado, pero ella le sorprendió con una proposición.

Pedro – Pontevedra
Hola amigos de Clima. Desde que conocí esta revista y me he adentrado mucho en ella, en especial en la sección de experiencias. No hay día que yo no las consulte, lea y relea.
Para llegar a la experiencia que quiero compartir con vosotros, comienzo así. Me llamo Pedro, tengo 38 años, mido 1,76, tengo ojos marrones y un físico apreciable, por lo menos eso me dicen, estoy casado con Isabel de 30 años, con 1,70, con buen cuerpo, buenos atributos físicos y llevamos cinco años de casados.
La conocí cuando ella tenía 19 años, inocente y virgen de todo, pues tengo que destacar que ella procede de una educación casta y pura y así es ella, bueno, así era. Desde que la desvirgué a los 20 años de edad, siempre fui el único hombre que ella conoció, pero yo siempre llevé una vida doble con ella, siempre le fui infiel y siempre la engañé hasta el punto que esto era una rutina para mí “poner los cuernos a mi novia y ahora mujer”. Lo hice un montón de de veces, pasando por familiares de ella, amigas de ella, conocidas, desconocidas, prostitutas… Y ella tan inocente como siempre. Claro que yo, como buen promiscuo, puedo jurar que la amo.
Como siempre en la vida, uno tiene confidentes y como siempre existen las peleas y amigos que se van con tan mala suerte que un amigo que se fue decidió poner al tanto de todos mis años de infidelidades y perversiones a mi mujer. El muy desgraciado contó con detalles tan perfectos y con fechas tan exactas, que era imposible para mi mujer no creer el libro de historias que estaban contando de mí.
Podrán imaginar el Apocalipsis que llego a mí vida, estaba tan desenmascarado que no pude negar nada y lo más grave era causar dolor a mi mujer, que era tan buena pues sufrió mucho, ella pasó días enteros encerrada llorando. Después de todo, logré que siguiera a mi lado jurando toda clase de promesas, aunque a decir verdad no sé si me creyó.+
Nuestra vida continuó, así como también nuestra vida sexual y creyendo estar perdonado, regresé a mi antiguo mundo, volviendo a emprender esa racha de infidelidades. Pero un día tuve una discusión con Isabel por encontrarme un papel de otra mujer en mi billetera, y pronunció una frase que me impactó mucho:
– Quiero hacer lo mismo, quiero tener otra persona para saber que es lo que tú sientes, quiero que otro me posea para saber si tú tienes razón, quiero que otro me haga sentir que puedo vivir sin ti…
Descaradamente, estas palabras en vez de darme remordimiento, me pusieron cachondo de inmediato, ya que siempre fantaseé, aunque nunca le comenté a mi mujer, que me gustaría verla follar con otro y que me gustaría ver como se metía otra verga en su boca tan hermosa. En aquel momento no pasó de ser palabras, pero interiormente esta idea quedó paseando en la cabeza de ambos. En mi cabeza por fantasía, y en la cabeza de ella por venganza.
Tiempo después, haciendo el amor, comencé a fantasear con la idea de que otro hombre estuviera con ella así que empecé a decir en voz alta preguntas como:
– ¿Quieres hacerlo con otro?

– Sí – contestó ella – fantaseo con que le chupaba la polla a otro hombre, que le lamía la cabeza de la polla, que abría mis piernas para penetrarme…
Le grité que era una perra, le dije que imaginara como le metían una verga más grande que la mía etc. etc. El grado de excitación fue tanto que ambos nos corrimos de la manera más brutal que en nuestros años de estar follando lo habíamos hecho.
Un día, caminando con mi mujer después de beber unas copas, me quedé mirando a una mujer muy atractiva que pasaba a nuestro lado, e Isabel, con sus celos de siempre, me recriminó el mirarla con ansias, a lo cual le respondí que otra fantasía mía era verla follar con otra mujer. Ella se escandalizó, para después quedarse meditando y decirme:
– Entonces a mí me gustaría verte follar con otro hombre y que se la chupes y que te penetre por el culo.
Tengo que confesar que ella nunca accedió al sexo anal, y yo, asombrado y al ver su cara de lujuria, le respondí que sí, pero que el otro hombre se la debía follar después a ella, a lo que ella hizo un gesto de aceptación. En un momento desesperado, la cogí del brazo y le dije que consiguiéramos alguien para hacer el intercambio. Ella, no muy convencida, accedió y de común acuerdo decidimos que en el periódico buscaríamos una persona y que al verla, si nos agradaba, pues adelante.
Al final elegimos uno, conseguimos el número de teléfono, decidimos llamar y contestó un hombre de voz gruesa y varonil. Hablé yo, propusimos una cita inmediata y partimos rumbo al encuentro del que sería nuestro amante. En el camino, mientras conducía, ella cogía mi verga y yo su coño y sus tetas. Era clarísimo que estábamos bastante cachondos y resueltos a lo que fuera. Llegados a la cita nos presentamos, el tipo era un hombre moreno, de 1,86 de estatura y muy musculoso. Le comenté lo que queríamos, a lo cual el accedió fácilmente, no sin antes lanzar un piropo a mi mujer, que en minifalda se veía muy sensual.
Nos dirigimos a un motel alejado de la ciudad, entramos y nos encontramos en la habitación, listos para la acción, pero se me heló la sangre al pensar que estaba a punto de follarme a mi mujer, noté que ella también se sintió retraída, pues una cosa es querer y otra cosa es tener la situación en frente. Entonces, decidimos pedir cava para no enfriarnos, el hombre se sentó y nos observaba. Mi mujer se tomó una copa rebosante de un solo trago y yo hice lo mismo y luego vacilé, pero le dije a Isabel:
– ¿Qué quieres hacer? – al mismo tiempo que empecé a sobar le el coño y ella se sintió relajada.
– Quiero que te corras con él – dijo, me dio un gran beso y le dijo al hombre, señalándome a mí – Quiero que lo trates como una puta, y quiero que lo folles por el culo.
A esa altura el hombre ya se frotaba su verga y caminaba hacia mí. Yo, que siempre me precié de ser un gran macho, estaba allí, frente a mi mujer y sabiendo que al momento un hombre me estaría follando. El me cogió la mano y la puso en su entrepierna, sentí una verga mucho más grande que la mía, y mi mujer dijo:
– Acaríciala y sácasela.
No tuve más remedio que arrodillarme y sacar su gran instrumento y lo cogí con mi mano. Me sentía extraño, pues nunca había tocado otra polla, aparte de la mía y entonces mi mujer, con mirada de lujuria, me dijo secamente:
– ¡Chúpasela!
Cerré los ojos, abrí la boca y me entró la verga. Con mi inexperiencia casi vomito, pues me la metía hasta el fondo a lo que mi mujer me gritó:
– ¡Chúpasela, cabrón, así te quería ver, chúpasela!

Seguí con mi tarea de mamar aquella verga, empezando con su glande y luego con el tronco, dando movimientos rítmicos que pronto comencé a asimilar, olvidándome del mundo y mamándola con ganas por espacio de 15 minutos. Luego mi mujer cogió mi mano y la puso en su coño para que yo supiera que estaba mojadísima, diciéndome:
– Te regalo mis jugos para que te lo lubriques y no te duela tanto, porque te llegó el momento.
Le ordenó al tipo que me girase y yo, con lo jugos de mi mujer, me embadurné el culo y me preparé para ser penetrado por semejante verga, que debía medir por lo menos 23 ó 24 cm.
Por primera vez sentí una verga entrando en mí. El empezó a empujar muy suave, pero a medida que avanzaba el dolor me mataba por dentro. Fue un dolor intenso, tal vez el más intenso que he tenido, pero a la vez placentero, y en un abrir y cerrar de ojos me vi penetrado con toda esa polla dentro. Grité, gemí y traté de despegarme de él, pues me dolía mucho, pero mi mujer me aguantaba y hacía fuerza en mis nalgas para que no me retirara e impedía que se me saliera. Siguiendo en ese ajetreo empezó a parar el dolor y comencé a sentirme bien.
No podía creerlo, yo disfrutando de la penetración de un tipo de verga descomunal y comencé a pajearme ante la mirada de mi mujer, meneando mis caderas y mi verga, hasta que me corrí deliciosamente, aunque al momento volvió el dolor pues a esas alturas, el tío ya estaba muy excitado, pero yo, de un gran empujón me libre de aquella verga y sonriendo depravadamente, mi mujer dijo:
– Es mi turno.
Se abalanzó sobre aquel individuo y le empezó a hacer una mamada, para momentos después estar penetrada por aquella verga, ella gritó y gritó por el dolor, después hizo lo que nunca hizo conmigo, dejó que el hombre se corriera en su boca y derramara dentro de ella toda esa carga de leche la cual se tragó entera. Yo volvía estar excitado y deseé follar a mi mujer, pero se negó diciendo:
– Esta vez tú no tendrás ningún derecho sobre mí.
Transcurrieron unos minutos y mi mujer, con una nueva mamada. Hizo recuperar al hombre para volver a ser penetrada de diferentes poses hasta que llegó el momento en que mi mujer decidió entregarle la virginidad de su culo. Se lubricó bien y en posición sumisa, le entregó a aquel desconocido lo que nunca me entregó a mí. A la vez me dijo que me acercara, que quería tenerme cerca, y así lo hice.
El hombre comenzó a bombearla suavemente hasta que un grito de dolor anunció que aquel culo era penetrado hasta el fondo, viendo como esa inmensa verga desapareció en el culo de mi mujer hasta estrellarse los huevos con las nalgas de ella y luego, con un ritmo inmejorable y desesperado, este hombre se tiró a mi mujer y por primera vez sentí celos. Pero yo ya sabía que era la venganza de ella.
Cuando el hombre estaba en su punto, mi mujer se sacó la verga del culo y se lo mamó nuevamente para tragarse hasta la última gota de leche, terminando con una buena aseada con la lengua, hasta que desapareció todo rastro de leche en la verga del tipo.
Yo hacía rato que había detenido mi excitación para sumergirme en el más profundo sentimiento de culpa por llegar a putear a mi mujer, por profanar a alguien puro al mundo de la lujuria. Ella, por su parte, rompió a llorar, le dijo al hombre que se retirara y después de un par de horas de lamentaciones hablamos de lo ocurrido. Ambos teníamos sentimientos encontrados de culpa, pero lo habíamos disfrutado.
Días después descubrimos que recordar este episodio nos excitaba, ya estábamos atrapados y habíamos iniciado el camino de la lujuria para no salir de él.
El caso es que, después de esta experiencia, vinieron otras y muchas más con escenarios como mi mujer tirándose a dos hombres, mi mujer tirándose a otra mujer, mi mujer con tres hombres, yo tirándome a dos mujeres, yo haciéndome encular por otro hombre y hasta con dos hombres…

Puedo decir que mi mujer se convirtió en una tragadora insaciable de pollas y su leche, una insaciable deseosa de otras mujeres, una amante de las orgías, una enamorada del sexo anal y todo lo que a vosotros se os pueda ocurrir. Eso le gusta.
Yo por mi parte, me he convertido en un tipo que disfruta del sexo con mujeres y con hombres por igual, a mi también me ha gustado tragar la leche de otros hombres, me encanta el sexo anal, como también me siguen gustando las mujeres en todo su esplendor. Mejor aún es saber que ya no le pongo los cuernos a mi mujer, que mi relación con ella ha mejorado y que somos muy felices en el campo sexual.
Saludos de los dos.

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