Relato erótico
Me puso los cuernos
Tuvo una debilidad y le fue infiel a su mujer, eso estuvo mal, pero lo peor fue contárselo. Ella se lo tomo bien, pero le devolvió la infidelidad con creces.
Raúl – Sevilla
Querida Charo, esta historia que voy a contarte fue gestándose poco a poco, paso a paso, como deben ser las buenas y lúdicas aventuras. Entre mi esposa y yo siempre hubo buena química, nunca existieron temas prohibidos en nuestras charlas y la transparencia de nuestros deseos y pensamientos era absoluta.
Lo que voy a contar ocurrió a raíz de contarle mi aventura, la primera y única en mi vida de casado. Ella la encajó con deportividad. Hacía tanto tiempo de aquello que solo le molestó que hubiese tardado tanto en compartirla. No obstante, no disminuyó nuestra buena relación aunque yo nunca pensé que ella tuviera la idea de vengarse de mi primera y única infidelidad.
Entre los compañeros de trabajo de mi mujer había uno, separado y algo mayor. Al trabajar juntos fue creciendo la confianza y una incipiente intimidad. El era muy ardiente pero mi mujer muy tranquila y, sobre todo, poco dada a mostrar sus sentimientos íntimos ante los demás. Salían juntos durante los descansos y normalmente también a almorzar en los mismos restaurantes. Ocasionalmente él la llevaba a casa en su coche y en sus ratos libres hablaban de todo.
En alguna ocasión, según ella me contó luego, pudo observar que él no disimulada un deseo contenido de profundizar en la amistad, con intención de ir a más, posteriormente. Incluso cuando la llevaba en el coche, su cuerpo acusaba su presencia, especialmente en la zona genital, cuya presión era tan patente, que ni un ciego dejaría de percibirlo. Era más bien tímido, a pesar de las apariencias. Jamás se extralimitó más allá de lo que ella permitía, que era nada. A veces, se le escapaban frases con cierto contenido afectivo, que inmediatamente corregía. Creo que temía que cortase de raíz la relación si se pasaba de los límites implícitamente establecidos.
En uno de los viajes a casa, ella le vio tan acalorado que le preguntó si solía desahogar su deseo sexual y con quien. Fue tan sorpresiva la pregunta que la respuesta se materializó en una enorme erección imposible de disimular. Su rostro cambió varias veces de color, tal era la vergüenza que le embargó, pero ella continuó con una cierta frialdad.
– Perdona si he sido indiscreta – le dijo.
– Al contrario, en algún momento tenía que salir a relucir – contestó él – Sí, me pones muy caliente, me es imposible evitarlo. Tú presencia para mí, es una delicia y un tormento y por favor, no dejes de ser mi amiga por este hecho.
– Por supuesto que no – dijo ella – estoy casada y sé lo que pasa en los hombres cuando se excitan.
Así fue como se deshizo el poco hielo que aún había en su relación. En adelante, ambos se contaron algunas intimidades, como él solía masturbarse acordándose de ella, que no era capaz de tener relaciones sexuales con otras mujeres, etc. y ella, en el fondo, se sentía bien, lo interpretaba como una especie de piropo, le halagaba enormemente saber que le ponía a cien, aunque no pasaran de ahí.
Entonces yo, por cuestiones laborales y durante un fin de semana del verano pasado, tuve que hacer un viaje de tres días al extranjero. Nosotros tenemos una casita en otra provincia como segunda vivienda, con un jardín muy reservado al que no es posible acceder ni ver su interior desde ningún sitio.
Mi mujer, aprovechando mi ausencia, decidió ir al pueblo y como ella no conduce, le propuso al amigo que la llevara. El hombre no lo dudó ni un segundo pues varias horas al lado de la mujer que tanto le atraía era como un sueño erótico. Durante el viaje hablaron de todo y como era de suponer, de temas sexuales. De como lo tenía ella de excitado, del tamaño de su polla en erección, de la cantidad de leche que eyaculaba en cada corrida y sobre todo si se masturbaba recordándola.
Según ella me contó después, en algún momento él le puso una mano encima de su pierna y ella le correspondió rozando con la suya, como sin querer, por encima de sus genitales. Una charla como para ir preparando un paso más en la escalada.
Ya en la casa hacía tanto calor que decidieron salir a tomar el sol al jardín. Tenemos unas esterillas para estas ocasiones. Ella se puso en topless y él en bañador. Ella se tumbó boca abajo y le pidió que le diese crema en la espalda. No tuvo que repetirlo. Inmediatamente él se puso a darle con tanto suavidad y relajación que fue creando en ella un estado enervante por lo que se dejó hacer aunque él no se pasó ni un milímetro aunque, no obstante en algún momento debió de tocarle uno de los pechos al dar crema por los brazos pero ella ni se inmutó.
Él, al notarlo, fue más atrevido y volvió a tocarle el pecho, ahora con más decisión y notó que ella lo aceptaba bien e incluso percibió una respiración algo entrecortada. El estaba ya muy excitado. Su polla, bastante grande, estaba tan tiesa que rozaba su espalda insistentemente al darle la crema. Ambos estaban sobreexcitados, ya no lo podían disimular. El siguió dándole crema por delante, por los muslos y al ver que el tanga era tan reducido que se le salían los pelos del coño por los lados, aún se excitó más. Siguió adelante y se atrevió a introducir sus dedos entre los labios de su coño. Estaba tan húmeda que la señal era inequívoca, se llevó los dedos a la boca y los chupó delante de ella. El jadeo de ambos era ya incontenible.
Sin que él protestara, al contrario, mi mujer le sacó la polla del bañador y empezó a masturbarle para luego llevársela a la boca y le hizo una mamada que no olvidará jamás. Al rato él se corrió en su boca con tal presión que fue inevitable tragarse la leche, cosa que nunca hizo conmigo diciendo que no le gustaba el sabor del semen. En esa ocasión se la tragó prácticamente toda, según me contó.
Próximamente os contaré como siguió la historia. Saludos a todos
A partir de ese momento follaron como cosacos sin parar hasta quedar exhaustos. Fue un festín de sexo y placer. Ella tuvo varios orgasmos. Fue como nunca había soñado.
Así discurrió su primera aventura. Posteriormente ha debido tener algún que otro escarceo, aunque sin muchas profundidades. Creo que actualmente se ven poco debido a que en una ocasión le llamó por teléfono y le dijo muy excitado que la quería. Mi mujer, entonces, no quiso seguir con la historia porque a quien realmente quiere es a mi. Soy permisivo y tolerante y el otro es bastante celoso y exclusivista y ella no está dispuesta a sacrificar su libertad e independencia. Sabe que, conmigo puede disfrutar de la vida.
Me lo contó todo mientras hacíamos el amor y conforme narraba los hechos, me excitaba más y más. Era como si tuviese un volcán entre las piernas y nunca hicimos el amor más intensa y placenteramente. Creo que nos unió mucho más.
Sostengo la teoría de que a los hombres nos gusta que nuestras mujeres sean deseadas por otros hombres, ello nos excita, por aquella ancestral huella de gozar de lo que otros no pueden.
Besos y felicidades por las revistas.