Relato erótico
¡Dominame por favor!
Lo tenía claro cuando un tío la “dominaba” disfrutaba como una loca. Conoció a un chico en una discoteca y, casi sin darse cuenta, al poco rato esta follando con él como si el mundo se acabase.
Rosana – Tenerife
Soy Rosana, tengo 24 años y vivo en Tenerife. Soy bastante atractiva, no una modelo, pero soy alta, delgada, de cabello castaño largo y lacio, ojos negros, una boca sensual y mi cuerpo es armónico, tengo pechos pequeños pero bien formados, una cintura pronunciada y un culo casi perfecto.
A partir de alguna de mis experiencias, me di cuenta que gozo más cuando siento que me dominan, eso me puede. Yo que era un poco reprimida, a veces me siento como una puta, me doy el gusto de sentirlo sin culpa y me encanta. Me siento “obligada” a hacer lo que el otro quiere y no puedo evitarlo, eso me aumenta el placer. He hecho cosas, repito, que me sentí obligada a hacer y me produjo mucho placer. Una mirada, un gesto que me indique que estoy entregada, eso me puede.
Salí con un chico un tiempo, hace unos años, que me dominaba totalmente. Nunca un grito, nunca una mano fuera de lugar pero me podía, me hacia hacer cosas locas. Lo conocí en una disco. Yo había ido con otro chico, Román, un compañero de la facultad. Me había puesto un top rosa pálido que lucía mi bronceado y una mini negra de lycra súper ajustada que según mis movimientos dejaba ver la braguita blanca. Como mis pechos no son muy grandes, pero bien duritos no llevaba sujetador, aunque en realidad casi nunca uso, no me gusta.
Estuvimos bailando durante un rato largo. La discoteca estaba a tope de gente y yo sentía cómo me miraban los chicos. No solo me miraban, de vez en cuando alguno me apoyaba su miembro o me tocaba el culo disimuladamente. Cansada le pedí a Román que nos acercáramos a la barra a descansar y recuperar “fluidos”. Román iba delante, llevándome de la mano y yo sentía alguna vez como una mano se posaba en mi trasero o en mis pechos. Una vez sentados en la barra me di cuenta que había un chico, a unos pocos metros, que no me quitaba los ojos de encima. Tenía una mirada penetrante que me atrajo peligrosamente. En realidad tenía unos ojos negros hermosos.
Le dije a Román que me esperara unos minutos que iba a arreglarme al servicio.
Cuando estaba llegando, esquivando parejas que se besaban y acariciaban aprovechando la penumbra, me interceptó el chico. Sin decir palabra me cogió con firmeza de los brazos inmovilizándome y me estampó un tremendo beso en la boca, mientras me empujaba contra la pared. Sentía sus labios carnosos, tibios y húmedos y su lengua queriendo penetrar en mi boca. Lo logró sin demasiada oposición. Intenté resistirme, quise zafarme y gritar casi por instinto, pero con una de sus manos me aferró ambas muñecas por la espalda y con la otra comenzó a acariciarme los pechos sin dejar de besarme en la boca y en el cuello y decirme cosas en el oído. Aún paralizada por la sorpresa no pude evitar excitarme.
Me estaba pasando otra vez, estar atrapada e indefensa, sentía sus manos recorriendo mis partes íntimas, su lengua jugueteando con la mía, su cuerpo apretando el mío y la dureza de su miembro, que crecía debajo del pantalón, y no pude evitar mojar la braga. Cuando se dio cuenta que ya no ofrecería resistencia soltó mis muñecas, que de todos modos dejé en la posición que estaban, pasó una de sus manos por debajo del top masajeando mis pechos y con la otra, por debajo de la falda, me acariciaba con fuerza el coño.
-He estado viendo todo el tiempo como te contorneabas bailando, eres una putita, quieres guerra y yo te la voy a dar. Vas a hacer lo que te diga, lo que yo quiera- me susurraba al oído, aumentando mi excitación.
Me tomó de un brazo y me arrastró al baño de hombres. Yo lo seguía como hipnotizada. Entramos velozmente ante la mirada atónita de los chicos que estaban haciendo sus necesidades o arreglándose frente al espejo y nos metimos en un reservado. Entró él primero, cerró la puerta tras de mi y bajó la tapa del inodoro. Me hizo sentar y se quedó frente a mí, de espaldas a la puerta. Sacó su miembro, de tamaño normal, que ya estaba erecto y ya había comenzado a largar juguito y me dijo:
– Ahora te lo vas a comer todo.
Lo cogí de la base con una mano y comencé a lamerlo con ganas. Primero pasé la lengua a lo largo, desde los huevos hasta la punta y después alternaba dejándolo dentro de la boca mientras lo estimulaba con la mano o pajeándolo como sorbiendo un helado. Siempre sus ojos clavados en los míos y sus manos aferradas a mi pelo. Me levantaba del mentón cuando yo apartaba la vista de sus ojos.
Sabía que esa era su arma y la única vez que vi que se le perdía la vista, fue cuando se corrió como un cerdo y llenó mi boca con una larga y espesa lecherada. Quise evitar tragármela pero me tenía agarrada del pelo y para no ahogarme me la tragué toda… No la sacó de mi boca hasta que no salió la última gota. Fue entonces que me ordenó que se la limpiara con la lengua, cosa que hice casi sin dudar. La pasé por cada centímetro de su polla que ya comenzaba a relajarse.
Entonces cambiamos de posición. El se sentó y yo quedé de pie de espaldas a la puerta. Mirándome fijamente a los ojos me levantó la mini y deslizó suavemente la braga hacia los pies, con manos expertas. Abrió mis piernas y comenzó a pasar la lengua a lo largo de mi raja deteniéndose en mi clítoris, que estaba súper inflamado. Sin dejar de pasar la lengua, me metió un dedo en el coño y lo metía y sacaba a toda velocidad, cosa que me produjo un enorme placer. Yo luchaba primero por mantenerme de pie y después por reprimir mis gemidos, sabiendo que afuera había un montón de babosos a la expectativa escuchando detrás de la puerta.
Pero ya no pude reprimirme más cuando puso dos de sus dedos en mi coño y con mis propios jugos lubricó mi culito con la otra mano. Logré correrme antes que me sentara encima de él, metiéndomela con fuerza hasta el fondo. Yo ya estaba tan mojada que entró de golpe, aunque no estaba dura del todo todavía y entonces me susurró al oído con firmeza:
– Baila ahora, quiero que te muevas como en la pista hasta que esté bien dura.
Yo me movía en forma desenfrenada y él seguía hablándome al oído:
– ¡Muy bien! Sigue que lo haces muy bien.
No hizo falta mucho para que él la tuviera bien dura y que yo llegara a mi segundo orgasmo sin dejar de gritar. Luego se levantó, me inclinó sobre la tapa del inodoro y me la metió nuevamente de una solo atacada. Bombeó un rato y volvió a sacármela para metérmela con fuerza por el culo, que ya estaba súper lubricado. Fueron nada más unos segundos de cabalgarme y nos corrimos los dos. Fue increíble. Había orgasmado tres veces en solo cuestión de minutos y en un baño de hombres de una discoteca, y con un tío del que ni siquiera sabía su nombre.
Pasaron unos segundos sin hablarnos, cada uno gozando su propio orgasmo. Luego me ayudó a incorporarme, me besó nuevamente y, mientras nos arreglábamos la ropa, me dijo:
-Me llamo Sergio
– Yo Rosana – le contesté.
Me anotó en un papelito su número de teléfono y me dijo:
– Llámame mañana por la tarde, que saldremos.
Me quedé perpleja, pero no me dio tiempo a decirle ¿quién te crees que eres?, abrió la puerta y con una palmada en el culo, me guió hasta el lavabo. Yo no cabía en mí de vergüenza. Nos arreglamos ante la mirada atónita de unos y cómplice de otros, ya que algunos llegaron a aplaudir, y salimos del baño. Cuando llegué a la barra, le dije a Román, que me seguía esperando, que me sentía mal, que me perdonara pero quería retirarme. El pobre encima se ofreció a llevarme hasta casa. Me hice la dormida todo el viaje para no tener que contestar sus preguntas y solo abrí los ojos cuando estuve segura de haber llegado.
Por supuesto que al otro día me moría de ganas, pero no lo llamé. Aunque lo llamé al sábado siguiente, me llevó a un hotel y me hizo chupársela en el coche mientras conducía. Fue de locos. El domingo siguiente era su cumpleaños, lo festejamos en su casa y fue una fiesta estupenda, bailamos y tomamos suficiente alcohol como para estar muy alegres. Al final se fueron yendo todos y se quedó con tres amigos jugando a las cartas por dinero. Llevábamos bastante rato así y habíamos bebido bastante, así que yo me dormí en un sillón. Se ve que soñaba y me tocaba. No sé, la cuestión es que me despertó Sergio, que me estaba besando y me tenía sujetadas las manos en el apoyabrazos.
Uno de los amigos me abrió las piernas, me levantó la mini, me apartó la braguita y empezó a tocarme y a pasarme la lengua. Miré a Sergio que me observaba como diciendo “deja que te lo haga”. No hacía falta que me lo dijera, pues cuando me miraba fijo a los ojos, yo obedecía. Era de locos porque estaba mi nuevo amante y yo estaba tranquila y me dejaba hacer.
Mientras el tipo me calentaba, Sergio sacó la polla fuera del pantalón y me la puso en la boca. Yo se la chupaba como si no hubiera nadie y disfrutaba un montón. Sentía que me guiaban y yo gozaba y me dejaba hacer, pero intenté resistirme cuando vi que el tipo sacaba su miembro. Era algo descomunal, no solo por lo largo sino además por lo grueso. Me dio miedo. Se colocó al lado de Sergio y me la quiso poner él también en la boca, pero juntas no me entraban. Yo acabé chupando como una loca las dos pollas pero una cada vez.
El tipo, Luís creo que se llamaba, me agarro de la cintura y me dio la vuelta, Sergio me cogió firme de los brazos y me hizo estar quieta, aunque yo se la seguía chupando mientras el otro me levantaba la mini, me bajaba la braga y me la metía toda de golpe en el coño. Pegué un grito de dolor, pues sentí que me partía en dos.
Mientras me bombeaba brutalmente, no podía concentrarme en chuparla y se me salía de la boca, pero no paraba de gozar. No sé cuantas veces me corrí, porque soy de orgasmo fácil. Primero eyaculó Sergio´, que me llenó la boca con su leche, y enseguida Luís, que derramó dentro de mi coño una tonelada de semen.
Mientras yo limpiaba la polla de Sergio con la lengua como a él le gusta, tenía a los otros dos esperando con sus miembros, de buen tamaño y suficientemente duros, fuera del pantalón esperando que se los chupara también a ellos. Miré a Sergio y me sentí “obligada” a hacerlo. Chupaba uno y pajeaba otro y cambiaba de vez en cuando. Al rato logré ponerme las dos juntas en la boca. Así estuvimos un rato hasta que se corrieron los dos en mi boca y en mi cara, sintiendo que la leche me inundaba y no cabía en mi de gozo.
Mientras yo me limpiaba y aprovechaba para tomar un refresco, Sergio estaba preparado para darme otra nueva sesión de sexo. Me apoyó boca arriba sobre la mesa en la que habían jugado a las cartas, aferró mis brazos en la espalda y me la metió por el coño. Colocó mis piernas sobre sus hombros para que entrara más profundamente y agarrándose de mis hombros, bombeó hasta eyacular. Yo ya había orgasmado dos veces como mínimo.
Apenas la sacó, se acercó Luís y me colocó sobre la mesa boca abajo. Temí lo peor. Pasó saliva por mi culo y situó su enorme capullo en mi ojete. Me la iba metiendo y sacando despacito para que me fuera acostumbrando, hasta que me la metió por el coño, para lubricarlo bien, la sacó y me la metió de un golpe por el culo. El grito que pegué se oyó por todo el barrio. Mordí su mano, que estaba apoyada sobre la mesa y fue lo primero que encontré. Se quedó inmóvil unos segundos. Cerré los ojos y traté de relajarme para que no me doliera tanto y poder sentir placer. Fue indescriptible. Tomó impulso y me cabalgó como a una yegua. Fueron un par de minutos en los que me destruyó. Cuando descargó su leche en mis entrañas me di cuenta que nunca había sentido algo así.
Me dejaron descansar un rato mientras se cargaban de alcohol. Siguieron los otros dos que no recuerdo sus nombres. Fue lo último que recuerdo. Uno se sentó en la mesa y me sentó encima de él, para colocar su polla dentro de mi culo, que todavía tenía mis jugos y la leche de Luís. El otro me la metió por delante sosteniendo mis piernas alrededor de sus caderas.
Era increíble, sentía sus cuerpos sudorosos que casi me ahogaban y sus pollas que casi chocaban sus puntas dentro de mí. Acompasadamente llegamos a corrernos los tres casi al mismo tiempo. Cuando me dejaron, tenía restos de leche todavía en la boca y litros que habían rebasado mi culo y mi coño y me bañaban los muslos.
Después ya no recuerdo nada más. Estaba al borde del desmayo por agotamiento Tengo una vaga idea que me ayudaron a limpiarme para luego acostarme sobre la mesa, volcarme cerveza en mi cuerpo y se la bebieron. No sé cuantas veces más me follaron.
La verdad es que me sentí una tremenda guarra, pero no me arrepiento de lo que gocé. Por la mañana Sergio me llevó a casa. No me atreví a salir con él nunca más. Lo tenía claro, el tío me dominaba y me daba miedo de perder los papeles. Mientras tanto sigo probando con otros chicos y mal no me va. Pero eso lo contaré otra vez.
Besos a todos.