Relato erótico

Doble vida

Charo
27 de enero del 2020

Es un fiel lector de la Revista Clima y le gusta leer los relatos. Su mujer no lo sabe o eso se imagina. Es infiel, tiene una amante desde hace unos años y confiesa que no puede dejar de verla.

Rogelio – Palencia
Amiga Charo, soy un asiduo lector de esta revista, me gustan los relatos de tríos, infidelidades y orgías aunque solo una vez participé en un “cuarteto” hace muchos años. Tres contra una. Estoy casado y mi mujer no sabe que leo estos relatos, quizás sí, pero no quiere saberlo. Tampoco sabe que hace años que tengo una amante, una hembra fenomenal. Cuando hay días que follo a mi esposa sin la potencia habitual, ella piensa y le hago creer que es la “crisis de los 40”, pero la realidad es que mi amante me hace llegar a lo máximo y quedo hecho flecos.
Esto que cuento pasó hace unos días. Por mi trabajo debo cumplir distintos horarios y algunos días lo hago por la noche. El día anterior hablé con mi amante, que se llama Ana, y le dije que arreglara que su hijo se fuera a casa de su tío para que yo pudiera visitarla, claro que mientras hablábamos le hice notar la erección que tenía. Cada vez que pienso en ella tengo erección, se me levanta la polla. Ana tiene 38 años y yo 42. Mi trabajo es recorriendo distintas zonas de la ciudad, por eso en cuanto hice un espacio de tiempo, me dirigí hacia el apartamento de Ana que es en la costa, por lo que no hay peligro de que se vea el coche de la empresa, que si lo ven estacionado en zona no esperada voy a estar en problemas, pero, ¡como tira un coño!
Ana es divorciada, pero antes de eso el marido ya era cornudo. Yo lo hice cornudo. Como dice el dicho: a río revuelto ganancia de pescadores. En esa época ella era mi secretaria en una distribuidora de electrodomésticos, hacíamos horas extras a montones, o encima del escritorio, o dentro del coche, o durante algún reparto que tuviéramos que hacer y mientras yo conducía, Ana me chupaba la polla con gran esmero.
Después del divorcio nos dejamos de ver por un tiempo y ella formó pareja, vivieron como un año juntos hasta que nos cruzamos e hicimos que su segunda pareja también fuera cornudo. Creo que hacer que alguien sea cornudo tiene un sabor especial, digo esto y capaz que yo lo soy, pero ojos que no ven corazón que no siente.
Llegué a su apartamento y estaba acostada, pero esperándome, lo primero que hice fue meterme con ella en la cama para abrazarnos, pero pensé que cuando mucho disponíamos de una hora y media y le dije:
– Ana, sácate el tanga que aunque te queda muy bien te quiero bien desnuda para poder comerte entera.
Mientras nos sacábamos el resto de ropa nos besamos, comiéndonos las bocas. El sabor de su boca me enloquece. Nos apretamos en un besuqueo largo, le manoseé las tetas, que son el doble de grandes que las de mi esposa, pero su coño me llamaba y mientras le manoseaba el culo, mi otra mano bajó hasta esa coño peludo sobre el monte, pero ningún pelo alrededor de los labios y la noté bien mojada.

Entonces me levanté de la cama y le ordené que se abriera de piernas y aunque ella me dijo que la besase en la boca un rato más, yo le contesté que había tiempo. La hice bajar las piernas de la cama y se las abrí más, me arrodillé y me fui acercando lentamente. Tenía unos generosos labios, bien carnosos que separé con una mano y con los dedos de la otra comprobé que estaba bien mojada.
– ¡Que puta que eres, estás toda mojadita! – le dije, respondiéndome ella con un quejido de hembra.
Entonces le metí dos dedos en la vagina para mojarlos bien y cuando los saqué se los mostré y ella, mirándome, los chupó hasta la última gota. Luego le metí los dedos otra vez, pero ahora eran los cuatro y se los metí con tanta fuerza que entraron pasando los nudillos. Allí giré la mano lentamente y le metí el dedo gordo en el agujero del culo. A continuación le saqué la mano del coño y de un golpe mi boca se zambulló en esa deliciosa y espaciosa almeja, chupándole los labios y mordiéndoselos suavemente. Me demoré para saborear cada instante y esos jugos, le pasé la lengua a lo largo del coño sosteniendo los labios abiertos con mis manos. A ella le enloquecía que le pasase la lengua.
También le chupé el culo y le metí la lengua en la vagina alternativamente. Ella enloquecía, me agarraba la cabeza y me la empujaba más entre sus piernas. Se estaba corriendo pero yo la seguí chupando, sosteniendo sus convulsiones, presionando sobre el pubis con fuerza, mientras ella me comprimía más la cabeza y yo le chupaba el coño más y más.
Cuando estuvo por correrse otra vez, aparté mi boca, la situé en la cama e hicimos un 69 con ella debajo. Prácticamente le follaba la cara y aunque Ana ponía la mano para no atragantarse, me la chupaba magistralmente.
– ¡Que hembra que eres, Ana! – le dije – ¡Con razón los machos que te follaron antes que yo quieren volver hacerlo contigo, eres una maestra en la cama!
Sé que el ex marido y la pareja que tuvo después, quisieron acercarse a ella nuevamente, pero creo que por ahora mi polla tiene más poder. No quise correrme en su boca, aunque ganas no me faltaban, así que se la saqué sabiendo que ella ya se había corrido otra vez. Nos abrazamos nuevamente, nos besamos sintiendo el sabor de mi polla en su boca, así como ella probaba sus jugos de mi boca y estuvimos así unos minutos hasta que se me fueron las ganas de aguantar el polvo. Se quedó boca arriba, me arrodillé entre sus piernas, se las levanté hasta mis hombros, le coloqué la cabeza de la polla en la entrada de la cueva y de un solo empujón se la mandé hasta el fondo, haciéndola suspirar y quejarse de gozo. Le di dos o tres bombazos, se la saqué, me coloqué el condón que había dejado en la mesita de noche y en la misma posición se la ensarté de nuevo hasta el fondo.
– ¡Que buena está tu polla! – exclamaba Ana

– ¿Te gusta putona, te gustan mis 20 cm? – le decía yo – ¿Es mejor polla que las otras que te ensartaron? – no sabía si es la más grande que se comió, pero me gustaba que lo dijera.
– ¡Siiií… mi amor, es la mejor y la más grande! – contestaba – ¡Amo tu polla!
Excitado, le di fuertes pollazos un buen rato, hasta que se corrió nuevamente. Luego la puse a cuatro patas y nuevamente se la metí hasta el fondo, le agarré del pelo, le levanté la cabeza con fuerza para que viera en el espejo que tenía en la pared como la follaba. Al rato bajé el ritmo y la bombeé suavemente. Hasta ese momento la tenía agarrada de la cadera, sin dejar de follarla ni de tocarla, y fui deslizando mis manos hacía sus rodillas hasta que de un tirón le estiré las piernas a la vez que se salía la polla de lugar. Entonces la puse de costado, le levanté una pierna y yo todavía de rodillas se la metí hasta el fondo. Quedó con la pierna derecha sobre mi hombro y la izquierda por debajo de mi cuerpo, entre mis piernas flexionadas. Me quedaban las manos libres para sobarle bien las tetas. Probamos distintas posiciones, sudábamos, nos besábamos, manoseábamos hasta que en la posición del misionero, con nuestras piernas entrelazadas, le eché el polvo más sensacional que recuerdo y disfrutando de la mirada de esa hembra bien follada.
No sé a donde llegará esta relación que podríamos llamar enfermiza, porque hacerle el amor para mí es una razón para vivir. Me gustaría enredar a mi esposa de tal manera que las pudiera tener a las dos en la cama, así mi esposa aprendería a follar mejor o más a mi gusto. La cosa es que el sexo ocupa mucho espacio en mi cabeza.
En estos momentos estoy pensando en llamar a Ana al trabajo para ir a recogerla y echarnos un buen polvo. Tengo más cosas para contar, pero eso será en otra oportunidad.
Saludos, amiga Charo y un beso donde más te guste.

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