Relato erótico
“Doble” personalidad
Recuerda aquellos días como algo muy especial. La isla era maravillosa, Oscar era un buen amante y de pronto, descubrió su “doble personalidad”
Encarna – MADRID
Hace unos cuantos años mis viajes eran mucho más frecuentes, vacaciones de verano, semana santa, y quizás algún que otro fin de semana que tenía ocasión de desplazarme hasta alguna ciudad próxima a mi domicilio habitual. Ahora no me puedo permitir viajar con tanta asiduidad, pero bien que lo hago y disfruto de mis viajes y con mis amigos, viejos y nuevos, cada vez que tengo ocasión.
Aquel año, Oscar no dejaba de llamarme por teléfono e insistir para que pasara mis vacaciones en Eivissa. Eran otros tiempos en los cuales no conocía a mucha gente a través de Internet y que la mayoría de mis amigos tenían en su agenda mi número de teléfono. Oscar me contaba maravillas de la Isla y lo bien que ambos lo íbamos a pasar. Ese mes Oscar estaría de vacaciones y podría enseñarme toda la isla. El caso es que por fin, no tuve más remedio que aceptar su propuesta y viajar hasta Eivissa.
Oscar me esperaba en el aeropuerto. Yo le había enviado hacía algún tiempo una fotografía mía y él había hecho lo propio. Enseguida nos encontramos a pesar del número de personas que iban y venían por la terminal del aeropuerto. Nunca pensé que me resultara tan sencillo. Durante los primeros días nos dedicamos a viajar por la isla y a conocernos. Solo después de la primera semana ocurrió lo inevitable.
Fue en el hotel en el que me hospedaba. Por aquel entonces me podía dar la gran vida y para nada hospedarme en pensiones de mala muerte. Me había venido a buscar al hotel para acudir a una cala que aún no conocía. Recuerdo que cuando pico con sus nudillos en la puerta de mi habitación yo acababa de echar crema bronceadora a todo mi cuerpo y me disponía a ponerme el bikini. Como siempre no sabía dónde lo había dejado la última vez, después de lavarlo convenientemente y ponerlo en la terraza a secar. Así que me puse el albornoz encima y acudí rauda y veloz a abrirle la puerta. Cuando le invité a pasar me excusé porque aún no estaba preparada. Solo serían unos minutos, ponerme el bikini y un vestido. Nada más. Fui hasta el baño para impregnar el rostro con otra crema mientras que Oscar seguía contándome lo hermosa que era la cala que muy pronto tendría ocasión de contemplar. No me había percatado de que Oscar me había acompañado hasta el cuarto de baño. Le vi reflejado en el espejo al tiempo que con ambas manos dejaba resbalar mi albornoz por los hombros hasta dejarlo caer al suelo. Allí estaba, en el cuarto de baño, completamente desnuda. Oscar, sin apartar sus manos de mis hombros, acariciándolos dulcemente, posó sus labios en ellos.
Muy pronto sus manos fueron resbalando hasta coger con ambas manos mis pechos, acariciándolos y sobándolos, para luego acariciarme los pezones, apretándolos con dos de sus dedos. Sus manos fueron resbalando por mi cuerpo lentamente hasta llegar a mi sexo; apenas noté su presencia me sentí tremendamente excitada y totalmente mojada.
Después de acariciarme toda la rajita, introdujo un dedo y comenzó a moverlo dentro de mi agujero hacia un lado y otro, hacia dentro y hacia fuera. Primero suavemente, luego con movimientos mucho más rápidos. Con ambas manos cogió las mías y me las apoyó sobre el baño, haciendo que me inclinara y dejando mi sexo dispuesto a todos sus deseos. Sentí por un momento que se apartaba de mí. Aquellos momentos sin notar sus labios ni sus manos sobre mi piel, me excitaron enormente, pensando qué podría estar haciendo; o mejor, imaginándome lo que estaba haciendo. Permanecía con los ojos cerrados, suspirando, cuando noté su dura polla hundirse en mi chochito. Violentamente me penetró una y otra vez, sacando y metiendo su dura polla hasta que consiguió que me corriera como una loba en celo. Pocos segundos después y llevado por mis gemidos y jadeos, noté toda la leche de Oscar sobre mi espalda y su mano esparcirla por toda mi piel.
Ese fue el primer polvo. Cada dos o tres días la historia se repetía, unas veces en mi habitación, otras en la playa o en su coche. Ya hacía casi 15 días que estaba en la isla, cuando una tarde Oscar me comentó que ese día estaría muy ocupado y que no nos podríamos ver hasta la noche. Al principio me molestó ese contratiempo, luego, me pareció una suerte dedicarme un día a mi misma y hacer cuanto me viniera en gana. Y así fue hasta por la noche.
Cuando me encontré con Oscar aquella noche, en la discoteca en la que habíamos quedado, le vi un poco extraño. Su comportamiento no era el mismo que otras veces y parecía nervioso, incluso un poco frío y distante. Por lo demás, todo transcurrió como era previsible. Llegados a mi habitación y mientras comenzaba a acariciarme, a tocar mis tetas, a acariciarme el clítoris, confirmé lo que ya hacía toda la noche que rondaba mi mente: aquel chico no era Oscar. Como gratitud a todas las molestias que se tomó para que yo disfrutara plenamente, le obsequié con un inolvidable coito anal. Por supuesto, la próxima vez Oscar quiso probar aquella experiencia. Su parecido era asombroso, sus gestos eran los mismos, su forma de ser. Quizás de no llegar a conocerlo a fondo jamás me hubiera dado cuenta. Si en algo eran totalmente distintos era en la cama. Mientras Oscar era rudo, el otro chico era tierno y delicado. No podría decir quien de los dos me hacía gozar más, simplemente, eran muy diferentes. Así fue como me vi envuelta en un juego que pronto comenzó a gustarme. En principio me pareció increíble e incluso muchas veces llegué a dudar de la evidencia, pero según fueron pasando los días me convencí totalmente.
Así transcurrió la segunda quincena y apenas quedaban un par de días para que mis vacaciones tocaran a su fin. Aquella tarde y después de un intenso y corto polvo con Oscar, quise descansar un poco más que otros días e irme pronto para la cama. También quería dejarlo preparado todo, hecho el equipaje para despreocuparme ya completamente de ello. Fue precisamente entonces cuando no me quedó más remedio que descubrir todo el pastel. Me quedé durante unos instantes mirando fijamente a los ojos de Oscar y con una sonrisa le dije:
– Mañana es mi último día en Eivissa… Me gustaría despedirme en toda regla de ti y de tu hermano. ¿Quedamos en mi habitación?
Oscar no dijo nada, ni tan siquiera pareció sorprendido. No hizo preguntas, simplemente se limitó a besarme en los labios y decirme que allí estarían.
Cuando los tuve a los dos frente a frente no dejé de sorprenderme de su enorme parecido. Charlamos durante un buen rato, nos tomamos unas copas y muy pronto tomé la iniciativa. Me excité notando como su polla iba creciendo entre mis manos. Mientras tanto, ladeé la cabeza y comencé a besar al otro en los labios. Mis manos para entonces ya tenían bien sujeta la polla del otro, dura y jugosa. Oscar comenzó a acariciarme y quitarme la ropa, sólo entonces me di cuenta de quien era quien.
Oscar se había puesto detrás de mí y mientras yo le comía la polla a su hermano, él me comía el chochito mientras con un dedo me estimulaba el clítoris. Cada vez que alguno de sus movimientos, o cuando Oscar hacía algo que me producía un enorme placer, eso hacía que yo le comiera la polla a su hermano con más ímpetu.
A los cinco minutos más o menos me incorporé, me puse de espaldas a su hermano y cogiéndole la polla con una mano me la introduje entera en mi chochito. Fue deslizándose suavemente hasta llegar al fondo; cuando eso ocurrió, comencé a moverme suavemente notando como su polla salía y entraba hasta el fondo. Ya para entonces Oscar se había acercado a mí y mi lengua jugueteaba con su polla. Pensé que todo estaba controlado y que la iniciativa era y sería toda mía, pero estaba muy equivocada. No sé muy bien lo que ocurrió, pero Oscar me cogió por las manos y me levantó, luego hizo intención de que me tirara sobre la alfombra. A continuación, su hermano se abalanzó sobre mí y comenzó a comerme todo el conejo. Su lengua parecía entrar y salir de él, tirando en ocasiones con sus labios de mis labios; otras veces prestaba toda su atención a mi clítoris, moviéndolo con su lengua de un lado a otro mientras un par de sus dedos se hundían en mi agujerito. Oscar sobaba y chupaba con cierta violencia mis tetas.
Poco después, el hermano de Oscar, sin dejar de estimularme el agujero con sus dedos se incorporó. Sacó sus dedos y me metió toda su polla nuevamente, levantando mis piernas para que su polla entrara completamente.
Yo sabía que a Oscar lo que más le entusiasmaba era el sexo anal, así que quise darle ese gusto por última vez. Apartando a su hermano, casi le empujé hasta que encontrarle allí, sobre el suelo, me puse encima de él y comencé a cabalgarlo. Al poco tiempo, le hice un gesto a Oscar y se puso detrás de mí. Me tiré hacia delante hasta besar a su hermano intentando que su polla no llegara a salir del todo. Según sentía que la polla de Oscar entraba en mi culito, yo introducía aún la polla de su hermano en mi rajita. Con violencia, Oscar me metió su polla hasta el fondo. Según comenzó a meterme y sacarme su polla de mi culito yo le acompañaba con los movimientos, permitiendo que la polla de su hermano hiciera lo propio. Estaba sintiendo aquellas pollas dentro de mí, entrando y saliendo, casi chocando en mi interior, produciéndome un gran placer.
Estaba a punto de estallar cuando los jadeos de Oscar me hicieron ver que estaba a punto de correrse. Enseguida noté en mi culito toda su leche, y como resbalaba hasta mi chochito. Yo seguía moviéndome, cabalgando a su hermano. Cuando Oscar ya había sacado su polla de mi culito, su hermano me incorporó y poniéndose detrás de mí, volvió a tapar mi culito con su polla. Oscar mientras tanto me acariciaba el clítoris. Muy pronto sentí estallar en un tremendo orgasmo mientras Oscar seguía metiendo sus dedos en mi chochito y estimulándome el clítoris, al tiempo que su hermano entraba y salía con su polla de mi culete.
Totalmente satisfecha y viendo que el hermano de Oscar seguía disfrutando como un loco pero sin alcanzar el orgasmo, decidí volver a comerle la polla. Primero, me la volví a meter en mi chochito y violentamente le cabalgué incansablemente, para después meterme su polla en la boca y comérsela. Apenas en mi boca, noté como sus gemidos iban aumentando. Llegado el momento, saqué su polla de la boca y le masturbé. Un gran chorro de leche inundó mi pecho y mis tetas, resbalando por entre ellas. Volví a meter su polla en mi boca para saborear las últimas gotitas.
Después de aquello, jamás he vuelto a ver ni a Oscar ni a su hermano. Con el tiempo se han cansado de llamarme ante mi negativa a volver a Eivissa
Besos a todos los lectores.