Relato erótico
Doble fantasía
Su mujer tenía dos fantasías, y el traslado por unos meses a una pequeña ciudad, las hizo posibles. Quería follarse a un chico joven y a un maduro. El tema, salió redondo, no lo han vuelto a repetir, pero prometen contárnoslo si lo hacen.
Sergio – La Rioja
Mi mujer, dentro del matrimonio, ha tenido dos deseos sexuales. En el fondo es la misma fantasía sexual pero con dos muy distintos compañeros. Uno tenía que ser con un joven mucho menor que ella y el otra un hombre maduro. En ambos casos estuve involucrado como organizador y los resultados han sido muy satisfactorios para nuestra relación de pareja. Mi mujer tiene 38 años, es rubia, de muy buen y bien conservado cuerpo y con la que llevo una muy buena relación sexual. A los 14 años de matrimonio decidimos cumplir esas fantasías que ella siempre me había comentado. Por razones de mi trabajo, estuvimos residiendo en una ciudad pequeña, donde a los pocos días, ella se fijó en un jovencito que atendía una tienda de sus padres. Estaba decidida a atraparlo por lo que yo, de acuerdo con ella, me hice amigo de él, pese a que era mucho más joven. Tenía 19 años. Al cabo de cierto tiempo, lograda ya su amistad, fuimos los tres a la playa donde mi mujer aprovechaba para coquetearle y era muy notorio como se le iban los ojos al muchacho tras ella. Una noche salimos los dos a tomarnos un trago y le dije directamente si le gustaba mi mujer y que me lo confesara con toda confianza.
-Sí -me respondió tras unos instantes de duda, pero al ver mi cara de complacencia, añadió -Y debo confesarte que muchas noches me pajeo pesando en ella.
-Si quieres follártela, te la ofrezco – le dijo claramente y sin perder mi sonrisa para darle ánimos.
Aceptó, aunque con cara de no acabar de creerse mi propuesta. Dentro de unos días yo tenía que viajar por asunto de negocios y le dije que, como era mi único amigo en esa ciudad, le encargaba de que se preocupara de mi mujer, añadiendo que si las cosas le salían bien no dudara en aprovecharse de ella. Por el otro lado, a mi mujer le dije que él estaba loco por ella y que ahora tenía la oportunidad. Viajé por la mañana y de puro morbo, tomé un avión de regreso la misma tarde. Cuando llegué comprobé que habían salido en mi coche. Me escondí en la habitación de invitados y esperé. Llegaron como la una de la mañana. Nada más entrar en la casa, ella le dijo que necesitaba orinar, se fue al baño, seguida por el muchacho y se bajó los pantalones y bragas en su presencia, mostrándole todo lo que el soñaba con ver, lo que le hizo sacarse la verga y mear en el lavabo. No pude darme mucha cuenta de lo que ocurría ya que el ángulo de visión solo me permitía ver el culo de mi mujer. Después se fueron a nuestra cama de matrimonio y se desnudaron. Solo podía escuchar jadeos, más jadeos, después conversación, luego un ruido de cama y como todo se repetía.
Al amanecer simulé entrar en casa, ya que había un vuelo que llegaba a esa hora, y los encontré acostados desnudos. Daniel, que es como se llamaba el muchachito, se asustó a pesar de que tenía mi consentimiento, se vistió rápidamente y se fue. Al acostarme, mi mujer me contó lo ocurrido. Fueron tres polvazos, no muy duraderos pero intensos, y yo tuve la ocasión de penetrar a mi mujer que tenía el coño lleno de semen de otro hombre. Es una sensación interesante. Las conclusiones las diré al final.
El otro caso, fue el gerente de la empresa que llegó a supervisar mi trabajo. El hombre, de 69 años, es bien parecido, deportista, de esos que llaman “un maduro interesante”. Durante el trabajo me preguntó si conocía algún contacto para llevarle una mujer a su hotel y me contó que en cada ciudad que visitaba buscaba esos servicios aunque, me confesó, le salían bastante caros. Más de la mitad de mi sueldo de un mes por una sola noche.
Hablé con mi mujer y le dije que tenía la oportunidad de acostarse con un maduro y además obtener una buena cantidad de dinero que nos serviría para realizar un viaje al extranjero, que teníamos programado. Aceptó venir conmigo para ver que tal era su “cliente”. Llegamos al hotel donde cenamos con mi jefe y ella, por medio de un lenguaje a señas que habíamos programado, me dijo que aceptaba. Se fueron a la habitación y yo, después de tomarme un par de tragos, me fui a casa y de madrugada me quedé dormido. Como a las diez de la mañana llegó mi mujer, muy contenta y que, antes de relatarme lo ocurrido, lanzó el dinero sobre la cama y sin decir palabras hicimos el amor.
Luego me dijo que el tipo tenía un cuerpo atlético para su edad y que, al contrario del muchacho, aplicó técnicas previas, como una buena y larga chupada de tetas y un orgasmo que le produjo con una lamida de coño. Pero, a pesar de todo, al hombre no se le ponía dura, así que ella le hizo una mamada que le consiguió una débil erección.
Se subió encima de ella y tras un cuarto de hora y en medio de bufidos, acabó. Tres horas después se produjo la misma situación. En conclusión, mi mujer me dijo que lo pasó bien con el joven, una buena verga y tres polvos pero acababa muy rápido, y, con el viejo muy buenos preliminares, pero una verga chica y blanda.
No la sentía, me dijo. No sé si lo dirá por complacerme, pero dice que lo pasa mejor conmigo. ¿Será que ahora quiere a alguno de mi edad? En la actualidad estamos de regreso en nuestra ciudad y nadie se imagina que nuestro buen matrimonio oculta este tipo de cosas. Claro que tanto el joven como el viejo quieren repetir la experiencia. Lo estamos pensando. Quizá el joven por placer y el viejo para tener otras vacaciones iguales que las que nos dimos con el dinero de aquellos polvos.
Si repetimos la experiencia, os lo contaremos, nos da morbo que las leáis, y si os ponéis cachondos, mejor.
Un beso de nuestra parte.