Relato erótico
Después ocurrió
Después de mucho hablar y de ir en alguna ocasión a clubs de intercambio de pareja, no habían “avanzado” nada. Mirando en internet encontró un nuevo club de intercambio y le gustó. Lo habló con su mujer y fueron a conocerlo.
Miguel – Sevilla
Hola amigos, hace algún tiempo que visito vuestra página de los relatos y entre ellos los que más me gustan son los que se refieren a tríos, sobre todo de dos hombres o más, con una mujer, los de intercambios, los referentes a infidelidades y los de voyeur, él observando a su mujer.
Llevaba algún tiempo para escribiros sin encontrar el momento o sin atreverme a ello, y es ahora que me dispongo a contaros mi experiencia preferida, la que nos sucedió a mi mujer y mí y que fue la primera. Les diré que esta experiencia es totalmente real, Espero que les guste.
Primero pasaré a presentarnos, somos un matrimonio que llevamos 19 años casados. Dolores tiene 40 años y yo, Miguel, 42 años. Dolores está muy buena, por lo menos para mí y también para la gente por lo que suelen decir de ella. Dolores es morena, mide 1,66 cm y pesa 55 kg tiene una figura esbelta y unos pechos muy bien puestos, un poco caídos, 95 de tamaño y una cara bastante bonita. En una palabra, que está bien y más aún cuando se arregla un poquito. Por mi parte, yo soy un hombre de 1,70 de estatura y 69 kg, una buena coincidencia ya que es el número que más gusta.
Tengo que decir que nuestra vida sexual, desde que empezamos con las fantasías, fue mejorando mucho, aunque anteriormente ya había conseguido de Dolores que, por ejemplo, me chupase la polla o dejará que se la metiese por el culo.
Bueno, pasado un tiempo por fin conseguí que pusiésemos algún que otro contacto en vuestras revistas, pidiendo un chico para hacer un trío, solo para ella, y si podía ser, mejor que tuviese una “buena herramienta”. Fuimos recibiendo bastantes respuestas y solo con dos llegamos a quedar con ellos para conocernos, pero después de conocernos lo del quedar para realizar el trío ya era otra historia, sobre todo y como ya he comentado, por nuestra timidez y por el corte que nos daba y que no nos dejaba continuar. Por fin hace tres o cuatro años conseguí convencerla y fuimos a los pubs de parejas o de intercambios de los que hay por nuestra provincia. Primeramente íbamos y lo único que hacíamos era ver el ambiente, o lo máximo que hacíamos era bailar un poco pero en la pista que no estaba oscura y nunca dejaba que se acercase a tocarla ninguno de lo de las parejas que allí estaban bailando, después y ya en nuestra casa echábamos unos polvazos de impresión recordando todo lo que habíamos visto en esa noche.
Después de unas cuantas visitas a estos pubs conseguí que saliésemos a bailar a las pistas de baile oscuras y allí con la oscuridad ya nos lanzábamos más, o más bien conseguía que Dolores se lanzase más, pues a mi poco me hacía falta. También empezaron a acercarse parejas y nos metíamos manos unos a otros, bueno le metían mano a Dolores y yo también metía mano, porque ella, aún con el pretexto de la oscuridad, poco era capaz. Tan solo se enganchaba a mi cuello con fuerza y yo notaba lo mucho que la gustaba y los orgasmos que ella conseguía.
Si quería que ella fuese lanzándose un poco más, tenía que soltarle alguna mano de las que tenía enroscadas en mi cuello y ponérsela en el paquete de la pareja, aunque fuera por encima del pantalón, que tuviésemos a nuestro lado, pero aún así muchas veces retiraba la mano en cuanto podía. Mientras nos tocábamos con las otras parejas, yo le susurraba al oído lo bien que se lo pasaría realizando el sexo con ellos, y también la metía mano yo a ella. En alguna ocasión, y después del magreo con otras parejas, nosotros dos nos poníamos allí en medio de la pista a echar un polvo, que ya nos dejaba muy satisfechos.
En una ocasión fuimos a un local y la relaciones públicas les preguntó qué es lo que les gustaría encontrar. Le contestamos que nos gustaría conocer a algún chico para montar un trío.
Ella nos comentó que por allí siempre había o venía algún buen chico con el cual no tendríamos ningún problema y además sería sin compromiso, para ver si podíamos dar el paso de hacer el trío.
Ana nos presentó a un chico de unos 30 años, a lo máximo 35, soltero, al que llamaremos Juan y nos dijo que con este chico no tendríamos ningún problema si decidíamos dar el paso, él estaría conforme, pero que si no decidíamos nada, o sea que no dábamos ningún paso, tampoco pasaría nada con él. En definitiva que Juan era un chico que respetaría la decisión que tomásemos, para un lado u otro y lo que era más importante, pues Ana ya se había percatado de que éramos bastante cortados y tímidos.
Juan es un chico bien parecido, un poco más alto que yo, sobre el 1,80 de estatura y pesaría unos 80 ó 85 kilos, se sentó con nosotros, enfrente de Dolores y nos comentó que era de Tenerife, que solía venir algunos fines de semana por Sevilla por asuntos personales de trabajo y que le gustaba mucho el morbo de ir a los pub y que en alguna ocasión ya había realizado algún trío. Tengo que reconocer que Juan nos lo fue poniendo muy fácil, pues su conversación era muy fluida y de lo que menos hablábamos era de sexo.
Juan, sin embargo no dejaba de mirar a Dolores a las piernas y a sus tetas, pues ella, para la ocasión, se había puesto un vestido que le quedaba muy bien y se ajustaba mucho a su cuerpo, con la falda como una cuarta por encima de la rodilla, con lo que al estar sentados se la veía la mitad de los muslos. Además, también para la ocasión, se había puesto un conjunto negro de braga y sujetador muy bonito, la braga de estilo tanga de esas que por detrás se meten por la raja del culo y por delante tapa bastante poco, el sujetador era de los que cubre solo un poco más del pezón, por lo que quedaba casi toda la teta fuera, y las medias también negras de las que acaban a medio muslo. En definitiva que estaba Dolores como para comérsela y Juan no dejaba de mirarla con algún disimulo.
En un momento dado y cuando ya habría pasado como una media hora de estar charlando, Juan le propuso a Dolores salir a bailar a la pista que teníamos al lado, que no era precisamente la pista de baile oscura. Yo le di mi aprobación, pero Dolores seguía indecisa, a lo que yo la dije:
– No te preocupes, solo pasará lo que tú quieras que pase y si no quieres seguir adelante no pasa nada.
Por fin Dolores se decidió y salió a bailar con Juan, en el momento en que sonaba música lenta, aunque en estos sitios casi siempre la música que ponen es lenta. Yo los miraba por una de las rendijas de las cortinas que tenían la pista de baile y los veía muy apretaditos, aunque ella al principio se separaba un poco. Tengo que reconocer que yo estaba un poco confuso, por un lado un poco cachondo, pues veía a Dolores como siempre había soñado en los brazos de otro y por otro lado estaba el tema de los celos, pues me resultaba un poco extraño y tenía mis remordimientos.
Como decía, de vez en cuando me asomaba por entre las cortinas y a veces desde mi sitio también los veía bailar y vi como Juan le subía un poco el vestido y mostrando sus nalgas y el tanga que llevaba. Luego me dijo Dolores que se lo había pedido él y que ella había accedido. Al rato volvieron a sentarse a la mesa conmigo.
A los pocos minutos Juan se fue al servicio, supongo que para dejarnos a nosotros hablar y comentar un poco lo que había pasado, y le pregunté a Dolores que qué tal había ido la cosa, contestándome:
– Bastante bien aunque he estado muy cortada, pero no ha pasado nada… bueno, en una ocasión él ha intentado besarme en la boca pero yo no le he dejado.
Esto era una cosa que Dolores siempre me había comentado, que seguramente no creía que alguna vez dejase a alguno que la besara en la boca, pues es una cosa que ella ve muy personal. Yo la hice ver que no tenía nada de que preocuparse pues era un paso más y que no pesaría en nuestra relación de pareja el que otro la besara.
Juan llegó del servicio y ahora fue Dolores la que se marchó al lavabo, lo que yo aproveché para preguntar a Juan, qué le había parecido. Me dijo que Dolores le había gustado mucho y que estaba muy buena, cosa que yo ya sabía, después me comentó que todo iba por buen camino y que no era cuestión de precipitarse, que había que ir paso a paso, que no había ninguna prisa y que si al final no sucedía nada que nos daríamos la mano y que quedaríamos como amigos y nada más.
A la media hora más o menos le propuse yo a mi mujer que por qué no salían a bailar un poco a sala de baile del cuarto oscuro, a lo que ella se quedó un poco cortada y yo la volví a decir lo mismo que la había dicho en la anterior ocasión, que solo pasaría lo que ella quisiese. Juan también la dio ánimos en este sentido. Al final Dolores accedió ir con él a la pista de baile. Yo les dije que pasado un poco de tiempo entraría yo con ellos a la pista, a los diez minutos más o menos.
Por fin, pasado un tiempo en el que estuve muy nervioso, me dirigí hacía la pista de baile y la verdad es que, aún a oscuras prácticamente, no me costó mucho dar con ellos. Cuando llegué me coloqué detrás de Dolores, bailando los dos a la vez con ella, Juan por delante y yo por detrás muy apretaditos, empecé a hablarle al oído y la pregunté que tal se encontraba a lo que ella me contestó que bien, pero que también estaba deseando que yo llegase. Entonces le toqué el coño y pude comprobar que ya estaba un poco mojada, por lo que yo pensé para mí que la cosa iba muy bien encaminada. Entonces empecé a tocarle el culo y las tetas, dándome cuenta de que Juan ya la había sacado uno de los pechos del sujetador y lo que yo hice fue sacarle la otra teta y así conjuntamente cada uno de nosotros le cogía una antes de que él se pusiera a chupar los dos pezones. Empezó chupando despacio y luego según se iba poniendo ella caliente se las fue chupando más aprisa mientras con una de las manos la tocaba el coño por encima de la braga.
Yo, mientras tanto, la iba tocando el culo y coño desde atrás hasta que, en un momento dado, le aparté la braga de la parte delantera para que Juan pudiese tocarle el coño directamente. Nuestras dos manos la estaban tocando y metiéndole los dedos a la vez en su ya súper excitado y empapado coño e incluso alguna vez le metía yo un dedo en el culo. Entonces yo le bajé una de las manos, que tenía puestas en el cuello de él, hasta su bragueta, mientras yo la decía muchas cosas al oído, como que que bien se lo iba a pasar y que estaba muy caliente y cosas por el estilo.
La dije que le sacase a Juan la polla del pantalón, por cuyo motivo tuvo que soltarse la otra mano del cuello y ayudarse con las dos para desabrocharle la bragueta y poder sacarle la polla. Con los nervios no conseguía sacársela por lo que él tuvo que ayudarla. Yo, mientras, la incitaba a que se la tocase bien y que empezase a pajearle. Ahora veía yo a Dolores que estaba a punto de caramelo, toda chorreando, por lo que la comenté que si la apetecería que Juan se la metiese a lo que ella, aún con lo excitada que estaba dudándolo un poco, me dijo al fin que sí. Le pregunté a Juan que si había traído algún preservativo, a lo que él me contestó que sí y le dije que se lo pusiese.
Juan estuvo buscando por su pantalón, supongo que tardó un poco por los nervios que tendría él también, y por fin lo encontró y se lo estuvo colocando en la polla. Cuando lo tuvo puesto y mientras yo seguía por detrás sobando a Dolores por todas partes, se arrimó de nuevo a Dolores y se puso por delante intentando metérsela así de pie como estábamos, sin llegar a conseguirlo, aunque yo también intentaba ayudarle. Entonces la dijimos que se diese la vuelta, o sea de frente a mí y agachándose para poner el culo en pompa y ofreciéndoselo a Juan en toda su plenitud, él la arrimó la polla a su encharcado coño y se lo fue introduciendo poco a poco, primero el capullo y luego meterle toda la polla hasta conseguir chocar sus huevos con sus nalgas.
Por fin lograba ver yo lo que tanto tiempo había deseado. Mientras tanto yo la sujetaba por la cabeza, le magreaba las tetas y habiéndome sacado la polla se la di para que empezara a chupármela. A duras penas lograba no correrme en su boca, cosa por cierto que algún día me gustaría conseguir y que se trague toda mi leche, aunque ella dice que la da mucho asco y yo tampoco quiero obligarla. También pasé la mano por debajo para tocarle el clítoris y para ver si Juan se la había clavado del todo, cosa que pude comprobar que así había sido, que la tenía incrustada hasta las bolas como se suele decir. Juan le estuvo dando fuertes empujones clavándole la polla, en un metisaca frenético consiguiendo que Dolores tuviese varios orgasmos, algo que en Dolores no es difícil conseguir pues suele tener varios orgasmos en una sesión fácilmente, casi diría que es multiorgásmica.
Besos, Charo,