Relato erótico
Después de un año
Se lo habían presentado hacia más o menos un año. Charlaron, se encontraban en algunas ocasiones cuando salía con sus amigas hasta que, aquella noche, la cosa “paso a más”.
María – Bilbao
Recuerdo como si fuera ayer, cuando nos conocimos, hace más o menos un año. Nos presentó una amiga común, creo que poco a poco me fui fijando en él.
Creo que puedo decir que es el prototipo de hombre que me pone. Sí, porque vulgarmente se suele decir “me pone”, y Jorge, es su nombre, es un chico muy guapo, moreno, 1.80, cachas, con unos ojos marrones-verdosos, muy bellos. Bueno, y además de eso es un tío que va de frente, muy legal y sincero, eso me gusta y me pone más.
Algunas veces, no muchas, salgo con mis amigas y nos solemos encontrar. Otras nos hacemos los encontradizos y claro, después de un año de risas, de conversaciones serias, bromas, de saber que ambos nos gustamos, pues ocurrió lo que tenía que ocurrir.
Quedamos una tarde para tomar un vinillo, y ni él ni yo, teníamos prisa, creo que ambos lo estábamos deseando, fue una velada inolvidable, para recordar siempre.
No sé cómo, pero esa tarde noche, acabamos en su casa, además de ser un buen empresario, pinta cuadros, y el motivo de subir a su casa fue el de regalarme un cuadro, un café acompañó aquella charla.
Al cabo de una hora, más o menos, me encontraba entre sus brazos. Jorge, me abrazaba y acariciaba a la vez que nuestras lenguas húmedas se fundían en un placer tal que nos indujo a que no parásemos.
Nos empezamos a excitar, su mano entre mis pechos, los acariciaba suavemente, he de confesar que Jorge es un buen amante, es lento, sé que no quería decepcionarme, al igual que interpreté que para él yo no era una más, quería que hacer el amor fuera algo bonito además de deseado por los dos en aquél momento, y así ha sido.
Yo le acariciaba su pecho, sus pezones duros me excitaban mucho, mi lengua los impregnaba de saliva, a la vez que mis dientes los mordía cuidadosamente y parecía que le gustaba.
– No pares -me decía-
Su dedo se encontraba dentro de mi chocho, le gustaba sentir cómo me excitaba, y notar cómo mi coño se llenaba de flujo. Su polla, por cierto, el tío está muy bien dotado, erecta, dura, se colaba entre mis piernas, la sentía caliente, y me gustaba. Seguimos besándonos y cada vez más rápido, se inclinó y empezó a comerme todita, noté como su lengua recorría cada parte de mi sexo.
Me llenaba de placer, sabía darme lo que me gustaba, sus manos acariciaban mis senos, su lengua recorría mi oreja y mi cuello. Me encantaba, me volvía loca, me dejé llevar, hasta que fui yo la que empezaba a proporcionarle placer, mis manos tocaban sus nalgas, noté que estaban duras, me gustaba apretarlas, mis labios besaban su espalda, su cuello, mi lengua recorría todo su pecho. Seguí lamiendo su ombligo, me encantaba, sus pezones y fui bajando poco a poco, hasta la altura de su polla. Me la metí en la boca y la llené de saliva, la toqué con mis dientes, despacito, con mi lengua muy húmeda. Estaba muy excitado, gemía a la vez que me decía;
– Eres un cielo, no pares, sigue, sigue…
Al momento me encontraba tumbada en un sofá, y su polla dentro de mí.
Que placer. Noté como su largo y grueso cipote se adentraba muy suavemente en mi coño, me proporcionaba un placer nunca alcanzado, pero queríamos más. Casinos corremos a la vez, pero aún teníamos que disfrutar más, se salió y dándome la vuelta, me penetró por detrás, de nuevo mi chocho notaba su polla, como nos gustaba, gemíamos a la vez y juro que nunca lo he pasado también, y ninguno de los demás hombres con los que he estado, que no han sido muchos, me ha proporcionado tanto placer como Jorge, era increíble, me senté al borde de la cama, y nuevamente me penetró, suavemente siempre, me hacía tocar el cielo, me miraba fijamente, y yo a él, me coloqué encima de él y mis dedos apretaban su pezones, a la vez que me movía cada vez más rápido.
Ya de pie los dos, apoyada contra la pared, de espaldas a él, con las piernas muy separadas, me penetro, sus manos sobre mis caderas, me apretaba fuerte, pero me gustaba, empezó a moverse despacito, pero poco a poco fue aumentando la velocidad.
Ya no aguantábamos más, estaba a punto de correrse, yo también, cuando llegó el momento de alcanzar el éxtasis, se salió de mí, y se corrió sobre mis nalgas, su semen caliente resbalaba por ellas, sus manos buscaban mis senos, los acariciaba.
Terminamos muy cansados, y nuestros corazones latían fuertemente, al unísono, al final, nos abrazamos y nos besamos muy dulcemente. Y puedo decir que fue, o ha sido o podrá ser una experiencia inmejorable, impregnada de cariño, por parte de ambos, porque en el fondo, los dos sabemos, supimos o sabremos que se volverá a repetir.
Hasta la próxima.