Relato erótico
Después de la fiesta, más fiesta
Habían ido de marcha con un grupo de amigos y amigas, pero a altas horas de la madrugada quedaron solo ellos cuatro. Fueron a casa de uno de los chicos y su amiga pronto desapareció con uno de ellos. El propietario de la casa se sentó en el sofá y ella a su lado. Todos iban un poco pasados de copas y la cosa llego sola.
Vanesa – Córdoba
Habíamos estado de fiesta hasta muy tarde y pasó una de esas cosas que pasan a veces, quiero decir, que no son cosas planeadas, simplemente ocurren. La fiesta fue terrible, muchas copas, muchas cosas malas, fruta tropical y fotos ridículas y llegado un momento de la mañana una amiga y yo acabamos en casa de uno de nuestros de amigos con otros tres chicos y en cuanto uno de ellos se retiró a casa se monto todo el lío. Uno de los chicos sugirió a mi amiga que subieran a ver el jacuzzi y yo me quedé poniendo música. La cosa es que estaba allí, a mi aire, cuando el chico que quedaba, Alberto, me dijo que si no me importaba bajar la luz ya que yo estaba de pie. Me acerqué a la caja de los interruptores pero claro, con la borrachera más bien parecía que estaba robando una caja fuerte. Al final lo apagué todo de un manotazo y me senté en el sofá para terminar mi penúltima copa.
Alberto y yo, no es que fuéramos amigos, no sé, más bien conocidos de ese tipo de fiestas, nos conocíamos hacía bastante pero nada fuera de especial, no creo que hayamos hablado nunca más de cinco minutos. En la fiesta estuvimos bastante rato juntos, pero nada alarmante, no sé, pero cuando me puso la mano en la rodilla y comenzó a acariciarme el muslo me quedé perpleja. No era nada extraño, dos chicas, dos chicos y una casa y no sé, estábamos pedo y supongo que desinhibidos. A partir de esa caricia en la que quedaron claras sus intenciones, hice un mapa mental de la situación: mi amiga arriba que no iba a bajar en breve, yo allí, en el sofá, curiosamente porque la casa era de Alberto y eran las nueve de la mañana y teníamos que ir a casa en taxi porque mi amiga tenía que ir a trabajar en dos horas. No había tiempo para ceremonias. Nos empezamos a besar como si lleváramos siglos esperando ese momento.
Dado que yo tenía en mente que me tenía que ir, empecé a forcejear con su camiseta, y él me acariciaba el pelo mientras me besaba. La verdad es que besaba muy bien, me gustaba como me metía la lengua y trataba de jugar con la bolita de mi lengua. Al principio solo me besaba pero yo me estaba impacientando así que empecé a quitarme el cinturón.
Ante la indirecta reaccionó como por un resorte mágico y me quitó la camiseta, el sujetador y los pantalones, arrastrando con ellos mis braguitas y en un momento yo me quité los calcetines.
Siguió besándome mientras se quitaba el resto de su ropa, yo estaba volcánica, me costaba hasta respirar, parecía que pretendíamos ahogarnos el uno al otro, no podía meterle más la lengua y me moría por que me mordiera los pezones. Y cuando me liberó de su beso se escurrió entre mis piernas y casi me corro al primer contacto. Su lengua recorrió mi coño de tres lametazos, apretó su boca contra mí y creí que me moría, siguió lamiendo y lamiendo y cuando me metió la lengua dentro no pude reprimirme y un sonoro suspiro lleno la habitación.
Busqué su mano para sugerirle que me metiera un dedo o dos, pero donde lo metió fue en mi boca. Lo chupé entre gemidos y él se lo llevó para acariciar mi culo. Al principio me resistí pero entonces metió dos dedos de la otra mano en mi coño que estaba literalmente empapado y ya no tuve mucha voluntad para resistirme porque no había parado de lamerme el clítoris y me tenía empalada con sus tres dedos y yo sin parar de retorcerme, la cabeza me colgaba por detrás del apoyabrazos y yo movía las caderas pese a que trataba de no hacerlo pero quería sentir hasta el último de los movimientos de sus dedos dentro de mi. Muy dentro de mí.
Estaba súper caliente, necesitaba que me follara ya, pero ya mismo.
Me senté. Me arrojé a su polla, necesitaba verla, tocarla y sobretodo, tenerla. La tenía bastante grande, perfecto, y estaba muy, pero que muy dura, mucho mejor. Tiré de ella y el se rió, le dije ven, y no perdió tiempo en cumplir mi orden y vino, vino y me la metió entera al primer empujón. Me lo hizo a conciencia. Me la metió una y otra vez, me pasaba la mano por el pelo y yo seguía alzando mis caderas para clavarme más su polla y entonces hizo todo aquello con lo que estaba soñando si es que podía soñar con algo más que aquel bombeo.
Como si lo supiera, comenzó a moverse más deprisa me puso un cojín debajo del culo y ahora estábamos abrazados, porque aunque trataba de moverme ahora lo hacía más despacio, y me besaba la cara. Yo estaba totalmente feliz, cuando mi coño se quedo huérfano y el vacío se apodero de mí, me la había sacado, y ahora estaba abrazándome. Yo no podía consentir aquello, así que me bajé del sofá y tiré de su pierna para que se sentara. De rodillas en el suelo le miré fijamente y él se dejo hacer. Cogí su polla con mi manita y me metí el capullo en la boca. Succioné y jugué con la lengua.
Estiré mi lengua y le dediqué varios lametazos de la base a la punta, entreteniéndome allí más de la cuenta, lamí su polla y cuando noté que se impacientaba me la metí entera en la boca, rozó mi campanilla y seguí chupando. Casi entera apenas las sacaba de la boca y a él le estaba gustando, le estaba gustando y mucho porqué no paraba de gemir y porque me puso la mano en la cabeza, no me estaba empujando, solo acariciando pero no me gusta así que le dije que no, que no me tocara. Pero a cambio le dejé mirar
Le miré a los ojos mientras me volvía a meter su chisme en la boca, y vio como su polla desaparecía dentro de mi y como mi cara se contraía para exprimirla y luego la volví a sacar y a lamer sin dejar de mirarle y no pude seguir porqué me cogió del brazo y me dijo ven aquí y yo fui y me subí a su polla, y así de rodillas sobre él, encajada perfectamente me moví y cabalgué allí arriba mientras mis tetas bailaban de arriba abajo, sin control, me agarré al respaldo del sofá para calcarme más y tener su polla metida hasta el último milímetro.
Cuando me repuse un poco bajé y me puse de rodillas, mirando a la pared, contra el respaldo del sofá. En mi espalda noté una respiración agitada. Entonces Alberto me la metió por tercera vez. Estaba también de rodillas, detrás de mí y me lo estaba haciendo desde atrás. Me encanta así, es una sensación completamente diferente y me vuelve loca. Me apartaba el pelo a un lado, me mordía el lóbulo de la oreja y con la mano libre me daba alguna palmada suave en el culo y yo daba un respingo pegaba la cara a la pared y dejaba que me siguiera follando así.
Llegado un momento noté que lo hacía muy deprisa, tanto mejor para mí, pero eso significaba que se iba a correr en breve y me dio un poco de pena, pero parece ser que no era ese su plan, o al menos de momento.
El dedo que, en su origen, comenzó su trabajo en mi culo, volvió a su sitio, aunque redujo el ritmo de follada porque necesitaba espacio para meterme el dedo mientras me lo hacía. Pensé en resistirme porque no me gusta mucho, pero pensé en los dos pedazos de orgasmos que acababa de tener y le dejé seguir por ahí.
Cuando al fin logró meter dos dedos en mi ano me aparté para sacarla de mi coño lo suficientemente mojada como para entrar en aquel sitio tan pequeño y contra todo pronóstico, entró sin mayor problema.
Antes de que me diera cuenta, su cabeza estaba pegada a la mía, su respiración se estrellaba en mi nuca y la velocidad de sus embestidas me estaba causando un extraño placer que me obligó a tocarme, a acariciarme mientras Alberto me follaba por el culo y cuanto más deprisa se movía él, más excitada estaba yo y cada vez nos movíamos más rápido, cada vez más cerca de corrernos y cuando noté como me llenaba el culo de semen, como se corría dentro de mi, me corrí irremediablemente.
Y allí nos quedamos los dos tirados en el sofá, al reponerme busqué mis braguitas y cuando las encontré y metí un pie, él me las arrebató diciendo:
– No, no te las pongas…
Se las quedó como recuerdo. Pero mejor recuerdo tengo yo de todo lo sucedido.
Besos.