Relato erótico
Despertó su interés
Estaban pasando el fin de semana en un hotel para celebrar su aniversario de boda. Se encontraron con un amigo que hacía muchos años que no veían y se sorprendieron de como había cambiado. Tenía un cuerpo espectacular y noto que su mujer lo miraba con demasiada atención.
Oscar – Ibiza
Me llamo Oscar, estoy casado desde hace diez años y mi mujer se llama Isabel. Ella, sin ser un monumento, es una mujer que cuando se arregla llama la atención de cualquier hombre que sepa apreciar un cuerpo verdaderamente hermoso. Se ha mantenido en forma con muchos sacrificios.
Nuestra relación ha sido siempre muy buena, aunque hemos tenido los altibajos normales de cada pareja. Las principales dificultades las tuvimos por problemas de celos míos que llegaron a ser prácticamente enfermizos. Esta situación, se volvió tan intolerable, que fue necesario prometerle a Isabel que iría a ver a un profesional. Las sesiones con mi psicóloga realmente me ayudaron bastante hasta tal punto que mis celos se transformaron, poco a poco, en un nuevo e inexplicable deseo de compartir a mi mujer. Es algo misterioso pero real.
Creo que la inteligencia del ser humano es tan complicada que la verdad ocuparíamos mucho espacio para tratar de entender lo que me sucedió, pero de lo que si estoy seguro es de que no soy ni el primero ni el último en experimentar este tipo de sentimientos y deseos.
El caso es que al darme cuenta de lo que me sucedía, pensé que no sería muy adecuado comentarlo con Isabel ya que, conociéndola, seguramente pensaría que me estaba volviendo loco. Realmente los únicos cambios que ella experimentó en mí de inmediato fueron que ya no le montaba escenas de celos y que renové, sin que ella me lo pidiera, su guardarropa. Le compre sobre todo faldas muy cortas, vestidos escotados y entallados, bikinis y lencería muy sexy.
Después de leer las historias que los lectores mandan a esta revista, ahora me siento obligado a contar lo que hace unas semanas me sucedió.
Resulta que estando en un pueblo de la costa, en pleno verano y festejando nuestro aniversario de bodas, tomábamos el sol en la playa cuando vi que muy cerca de nosotros, se encontraba Lorenzo, un amigo al que hacía mucho tiempo no veía y que por cierto, para Isabel siempre fue una persona non grata.
Decía que no le gustaba como la miraba y que se tomaba muchas confianzas. A pesar de todo yo no estaba seguro de que fuera él ya que cuando lo dejé de ver era muy esbelto. Dudé tanto que le pregunte a Isabel si realmente era Lorenzo.
Cuando se lo señalé, vi claramente como a ella casi se le caía la baba, y es que ahora lucía un cuerpo sumamente musculoso y perfectamente bronceado. Se quedó callada un momento con la misma incredulidad que yo y después de tragar saliva me dijo que si era él.
– Ahora vuelvo -le dije entonces- Voy a saludarlo
Al llegar a su altura, le di un fuerte abrazo y lo felicité por su nueva imagen. Hablamos un momento, me
dijo que estaba hospedado
ahí mismo y que venía con
una pareja de amigos y que
su mujer Carmen estaba en
ese momento con ellos en el
restaurante del hotel. Lo invité a tomar una cerveza en el
chiringuito cerca de donde
estaba mi mujer y él aceptó.
Cuando Isabel lo saludó pude
ver como lo miraba de arriba
abajo y es que de verdad tenía un cuerpo de llamar la
atención e incluso los hombres que pasaban por ahí lo
miraban. Aún estando mi esposa en bikini y con su cuerpo perfectamente proporcionado, lo miraban a él y no a ella.
Estábamos en la segunda cerveza, cuando llegaron Carmen y su pareja de amigos. Acercamos más sillas y seguimos hablando. Después de un rato cambiamos las cervezas por algo más fuerte, Lorenzo, su amigo Pedro y yo, tomamos ron y las mujeres piñas coladas. Al cabo de un rato el alcohol empezó a hacer efecto y entre las bromas y los chistes, Lorenzo abrazó un par de veces a Isabel, y a diferencia de otras ocasiones, ahora no se notaba disgustada con su compañía.
Cerca de las ocho de la noche, sus amigos se despidieron, porque querían arreglarse para salir a cenar y Carmen se retiró también. Nosotros nos fuimos con Lorenzo al bar del hotel y seguimos hablando y bebiendo hasta que, cerca de las diez, yo ya estaba un poco cansado y muy bebido así que les dije que sería mejor ir a descansar pero Lorenzo me dijo que no fuera aguafiestas, que nos diéramos un baño y luego nos fuéramos a la disco del hotel.
Isabel le dijo que no acostumbrábamos a ir a la disco porque a mí no me gustaba bailar. Lorenzo le contesté que si ese era el problema, él la sacaría a bailar. Isabel se quedó callada y yo sentí como la sangre se me bajaba y solo contesté que lo que Isabel decidiera estaba bien.
– Bien, pues nos veremos a las doce en la disco – dijo mi mujer.
El contestó simplemente que no le fuéramos a fallar. Ya en la habitación y después de bañarme, me recosté un poco, para descansar, había tomado varias cervezas y me hacían efecto.
Mientras Isabel se terminaba de arreglar. No sé porqué pero se esmeró tanto en su arreglo que la verdad es que no me lo creía. Se puso un vestido de tirantitos, corto, entallado y sin sujetador.
Llegamos puntualmente a la disco y de inmediato observé como Isabel lo buscaba por todo el lugar y como a eso de la una, le dije que mejor nos fuéramos, que Lorenzo estaba bebido y que tal vez quería descansar. Ella me dijo que solamente esperáramos un poco más y al poco rato, Isabel me hizo la seña de que Lorenzo estaba entrando al local. Lo raro es que venía solo. Le hice señas con la mano, pero la que logró realmente que nos viera, fue Isabel que prácticamente se subió a una silla y movía ambas manos.
Cuando se sentó, le pregunte por Carmen y sus amigos y él me dijo:
-No han querido venir, pero que no hay ningún problema, al fin y al cabo mi pareja es Isabel.
Y vaya que lo era, prácticamente no paraban de bailar. Y yo como estúpido viendo a mi mujer disfrutando con el tipo que antes le caía mal. Solamente se sentaban cuando la sed les exigía tomar una copa. Cuando empezó la música que requería bailar pegados, supuse que se sentarían, pero solamente vi que algo se decían al oído y como Isabel se giraba hacia mí, como pidiendo autorización.
Yo no podía hacer un papelito y como además la música era algo movida, solamente le hice la seña de que siguieran. Luego empezaron las baladas y pensé que bailaría conmigo, ya que es lo único que sí me gusta bailar, pero me equivoqué.
Ahí de nuevo se me fue la sangre para abajo. Como yo no estaba bailando, para entonces yo me sentía aún bastante más borracho, pero puedo recordar que sus cuerpos se frotaban sensualmente. Después de eso, empezó de nuevo la música movida y se sentaron.
Terminaron sus copas y yo comenté que ya era tarde, que pidiéramos la cuenta, pero Lorenzo me dijo que me veía muy mareado y que sería mejor que él nos acompañara a nuestra habitación. Durante el camino a la habitación, yo solamente pensaba en lo excitante que había sido ver a Isabel bailando con Lorenzo y como estaba tan borracho, cometí la tontería de comentarlo con ellos.
Ellos solamente se reían y me decían que estaba borracho. Recuerdo que en el espejo del ascensor pude ver que la mano de Lorenzo tocaba un poco más abajo de la cintura de mi mujer y ella no decía nada. Al llegar a la habitación, le di las gracias a Lorenzo y le pregunté si quería tomar una última copa con nosotros y por supuesto que acepto. Abrió la nevera, sacó refrescos y vino y nos sirvió a los tres. No quiero inventar como sucedieron las cosas, pero lo que recuerdo es que al poco rato empecé a quedarme dormido.
No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando desperté dejé de escuchar sus voces. Como pude me levanté sin hacer ruido, me fui arrastrando por la alfombra hasta la habitación y entonces empecé a oír los jadeos de Isabel. La puerta estaba casi cerrada, pero pude ver perfectamente cómo se besaban. Isabel metía sus dos manos bajo la camisa de Lorenzo y le acariciaba el pecho, mientras él le había subido el vestido a la altura de las nalgas y se las frotaba. Luego él le apartó el tanga y le metió dos dedos en el coño.
Isabel se retorcía mientras los dos se iban desnudando. Entonces Lorenzo se sentó en la cama y Isabel, al ver la gran verga del amigo, no se pudo contener y se agachó, la cogió con las dos manos, la sobó y luego empezó a mamarla. Yo oía la respiración agitada de los dos y a pesar del pedo que traía, se me empezó a poner la polla tiesa al ver a Isabel tan excitada chupándole la verga a otro cabrón y vaya tamaño de verga.
Al poco tiempo, Isabel se subió a la cama, Lorenzo se acostó boca arriba y ella se acomodó sobre su verga y se la fue metiendo poco a poco en el coño hasta que le entró por completo. Ella se movía de arriba a abajo y Lorenzo empujaba para metérsela más adentro y así no tardaron mucho tiempo en correrse los dos. Lo supe porque conozco a Isabel y los gritos que emitía, así lo demostraban.
Cuando oí eso ,me levante y me fui al sillón donde me había quedado dormido pero todavía tardaron un rato en salir mientras yo entreabría los ojos para ver que sucedía y vi como se despidieron como si nada hubiera pasado.
Una vez que Lorenzo se fue, Isabel se acercó a mí y me movió suavemente para despertarme pero como seguí haciéndome el dormido, se fue a acostar.
A pesar de todo, yo ya no me podía dormir por lo que al rato me levanté, me metí al baño y me masturbé. Después fui y me acosté con mi mujer, que ya estaba dormida y me quedé también dormido.
Al día siguiente solo comentamos el pedorro que yo llevaba, diciéndole que no recordaba muchas cosas, pero que me había dado cuenta de que se estaba divirtiendo mucho con Lorenzo.
Ella solo me dijo que le daba gustaba mucho que yo ya no fuera celoso y que la hubiera dejado bailar. De lo de follar con el amigo no me dijo nada.
No sé si desde entonces ha seguido poniéndome cuernos pero la verdad es que ya no me importa pues desde esta aventura que os cuento, follamos como locos.
Besos a todas y saludos a todos.