Despedida de soltera

Le montaron una despedida de soltera “convencional”, ropa atrevida, stripper… Lo que no se esperaba fue el final que le tenía preparado dos de sus amigas. Fue algo que marcó aquella noche y otras muchas más.

Isabel – Orense
Mi nombre es Isabel y tengo 27 años. Soy alta, rubia y uso una talla 100 de sujetador. Cintura estrechita, buenas caderas y buen culo
Hacía más de 4 meses que, con Martín mi novio y estábamos organizando nuestra boda. Vivíamos juntos desde hacía más de un año y nuestras relaciones sexuales eran buenas. A veces se ponía un poco pesado con el sexo anal, y reconozco que yo fantaseaba con ello, pero no acababa de decidirme.
La última semana decidimos ir a vivir a casa de nuestros padres para arreglar un poco el piso y para relajarnos un poco y así cada uno organizaba su despedida de soltera, o mejor dicho, nos la organizaban nuestros respectivos amigos. La mía se bahía organizado, para tres noches antes de la boda, coincidiendo con la de Martín.
Llego la noche de la despedida, me vestí con una camiseta y unos vaqueros. La noche comenzaba en un restaurante. La mesa reservada, estaba en un lugar apartado resto del salón, para permitir divertirnos con mayor libertad. A la llegada de todas mis amigas y mi cuñada, comenzó la cena. Como generalmente ocurre en estos casos, bebimos un poco más de la cuenta, aumentando nuestra alegría. Cuando acabamos los postres llegaron los regalos.
Al abrir el último regalo, quede sorprendida, se trataba de una súper mini falda negra, con una blusa roja. Como os podéis imaginar me la hicieron poner sin excusas.
Me llevaron al baño, para que me cambiase de prendas. Me quite lo puesto quedando, en sostén y tanga. Me exigieron, que me quitarse el sostén, y colocarme, una tanguita, que se trataba de un hilo de algodón.
El broche final, fueron unas botas de cuero negro. Acto me maquillaron, parecía un putón verbenero. Cuando terminaron con su “obra de arte”, nos fuimos a un local con strippers.
Por suerte había otras despedidas y chicas en situación similar a la mía. Después de ver como realizaban los típicos bailes llenos de sensualidad y erotismo Entre gritos y risas, ante la insistencia de mis amigas, uno de los chicos me tomo de la mano para subir al escenario, era imposible negarme, por lo que accedí ante la insistencia de mis amigas. Los malos tragos hay que pasarlos rápido.
El tío que me cogió, me vapuleaba para todos lados, mi preocupación era que se me viera nada, pero al final se me escapó una teta. El stripper frotaba su cuerpo contra el mío, y con movimientos muy sensuales, rozaba su bulto contra cuerpo.

Si a las copas que me había tomado, le añadimos los roces de la polla contra mi chocho y que no había follado en más de una semana, pues estaba empezando a ponerme caliente. El baile, continuo un buen rato, hasta que mi turno acabo y cogió a otra futura novia. Baje del escenario, algo calentita y creo que hasta húmeda.
Salimos del local y después de un viaje de 15 a 20 minutos llegamos al piso de Vanesa y Mónica. Las demás amigas, habían desaparecido. Me hicieron poner cómoda en el sofá y pusieron una película porno de lesbianas. Cuando acabó Mónica dijo:
-¿Te gusto la película?– mientras su mano se depositaba en mi pierna
Le dije que sí, pero estaba un poco cortada, el roce de su mano me había puesto la piel de gallina. De pronto, Vanesa se levantó y nos quedamos solas, entonces Mónica dijo que me veía muy tensa y que si quería me hacia un masaje, para no quedar como una tonta, le dije que sí.
Me quité la camiseta y los vaqueros. A partir de este momento estaba en la gloria. Empezó masajeándome los pies, fue subiendo por las pantorrillas hasta terminar en el nacimiento de mis glúteos. Me sentía en el cielo, me iba relajando, pero a su vez notaba que algo se estaba encendiendo dentro de mí.
Me deje llevar, ya no pensaba, me regocijaba ese formidable y sensual masaje. Amasaba mis glúteos, y se acercaba a mi orificio. Mis piernas estaban pegadas, pero con gran habilidad y sutileza, logro separarlas, para deslizar su mano por la entrepierna. De una manera muy habilidosa me estaba llevando a un campo totalmente excitante, al que no ofrecía ningún tipo de resistencia. No tarde en sentir que otras manos se sumaban a las de Mónica, continuaron provocando y exaltando mis hormonas.
Me invitaron a ir al dormitorio, sin resistencia me deje conducir, me depositaron en una cama amplia, boca arriba. Me sentía algo avergonzada, pero, deseaba que no cesaran esos masajes. Muy pronto las tuve en la cama, en cuclillas, como dos gatas intentando repartirse su festín.
Sus manos recorrían ávidamente, mi cuerpo, tomando mis pechos, apretando suavemente mis pezones. Sus lenguas y labios no dejaban ningún rincón de mi cuerpo sin lamer ni sin besar. La lengua de Mónica recorría mi chocho, me estaba volviendo loca de gusto.
Sus dedos empezaron a buscar el interior de mi vulva húmeda, entraban y salían rápidamente. Me retorcía de placer, arqueaba la espalda y le restregaba el coño por la cara, no pude aguantarme más y me corrí abundantemente.
Entonces Vanesa se acercó con unas cuerdas de seda y me dijo que iba a atarme, que no me preocupara, simplemente se habían propuesto “matarme” de gusto para que recordara la noche de la despedida de soltera. Estaba tan caliente que las deje hacer lo que querían. Me ataron las manos y los tobillos y entonces empezó lo fuerte de la sesión.

Se habían desnudado, y Mónica subió a la cama diciéndome:
-Cariño, ahora me vas a comer el coño, mientras Vanesa te hace feliz con este aparatito.
Vanesa llevaba un enorme consolador con dos extrañas lengüetas, una para el clítoris y la otra para el culo. La idea de comerme un chochito no me gustaba, pero en cuanto Vanesa me enchufó el consolador y puso en marcha el “frota clítoris”, empecé a lamer y chupar el coño de Mónica. La tía estaba como una moto y restregaba su almeja por mi cara y me cabalgaba como una posesa. A los pocos minutos nos corríamos las dos.
Rápidamente cambiaron de posición, entonces fue Vanesa la que me ofreció el chocho, y Mónica me enchufó el consolador, pero ella, llegó más lejos. Me comió el culo y cuando quise protestar, ya me había enchufado el aparatito vibrador en el ojete.
¡Joder con mis amigos lesbianas! En mi vida había sentido tanto placer, comerme un coño y que me follaran el coño y el culo era algo nuevo para mí y muy placentero. Me corrí por lo menos dos o tres veces más. Ni Martín en sus mejores momentos lo había hecho mejor.
Después me desataron, se tumbaron a mi lado y empezaron a besarme, pero entonces fui yo la que quise montarme un 69 con Mónica. Tenía un chocho sabroso, completamente depilado y con una pepitilla hinchada y dura. Era casi como mamar una polla. En cuando se la succioné varias veces, me lleno la boca con un largo orgasmo. Era la primera vez que paladeaba el orgasmo de una mujer.
La cosa siguió hasta que nos quedamos completamente agotadas y como decidí quedarme a dormir allí, mande un mensaje a Martín y a mis padres para que no se preocuparan.
Nos despertamos a las diez de la mañana, o mejor dicho, me despertaron ellas lamiendo y chupando mi cuerpo. Me “regalaron” cuatro o cinco orgasmos más, me bañaron y me acompañaron a casa.
Martín nunca se enteró de lo que ocurrió aquella noche, y por supuesto nunca se ha enterado de que las he seguido viendo por lo menos una vez a la semana. No digo que el que ahora es mi marido no me haga feliz en la cama, pero el sexo con Vanesa y Mónica es algo inexplicable.
Gracias por leer mi relato.