Relato erótico

Desmadre total

Charo
19 de febrero del 2020

Estaba invitada a una cena en casa de unos amigos. Era viernes y estaba muy cansada del trabajo de la semana, pero pensó que debía ir. Llegó tarde y quedaba poca gente. Se tomó unas copas y lo que sucedió después le ha parecido un sueño.

Irene – Benidorm
Querida Charo, lo que voy a contarte ocurrió en una fiesta a la que fui invitada. La reunión había empezado ya cuando llegué. Había tres parejas en el salón, pero ninguno de ellos eran los dueños de casa, saludé y rápidamente me encontré bebiendo de un vaso en el que podía descubrir vodka, azúcar y algo de limón, bastante bien servido. Charlé con los allí presentes mientras pensaba que tendría que haber llegado antes ya que estaban todos ya algo bebidos. No hay nada peor que llegar a un lugar donde te encuentras que estás fuera de sintonía. Todos se ríen de cosas que tú no entiendes o de las que te parecen tonterías.
De pronto noté que mis mejores amigos, los anfitriones, Silvia y Blas no estaban, pregunté y me dijeron que estaban con algunos por la planta alta. La verdad es que no tenía ganas de subir y mi necesidad de verlos no era tanta, ya bajarían o yo no aguantaría más el aburrimiento y me iría sin despedirme de ellos. No podían quejarse ya que no les había confirmado que iría.
Fui hasta el aparador y busqué un CD para amenizar la noche. Todos estaban bien menos yo que necesitaba otra cosa y pensé que era el momento de subir a buscar a los perdidos anfitriones y quejarme por su desatención y abandono. Subir esa escalera me daba mucha pereza pero encaré cada escalón como si arriba me esperara un premio. Quizás, desprevenido lector, estés pensando ¿por qué le costaría tanto subir esa escalera? La respuesta es fácil, el viernes trabajé todo el día y toda la semana como una burra y a las dos de la mañana, lo único que deseaba, era subirme a una cama y dormir, pero como soy una buena amiga, vine a esta fiesta a la que Silvia me había invitado. Estas fiestas se llevaban a cabo casi todos los fines de semana, pero yo hacía mucho que no venía.
Bueno volvamos al relato y para eso debo explicar como es la planta de arriba de la casa. Al salir de la escalera hay un distribuidor que da a una puerta y un pasillo. La puerta es del cuarto de ellos, con un enorme baño y por el pasillo se llegaba a otra habitación donde Silvia da clases de danza. Espejo del piso al techo, barra, piso de madera, etc. Fue allí donde los encontré y para mi sorpresa lo primero que vi fue una pareja de desconocidos que, desnudos, se tocaban mientras mis amigos observaban la escena.

Nadie pareció incomodarse por mi presencia y Silvia me hizo un gesto para que en silencio me acomodara a su lado. Recibí su seña como una orden y sin entender bien que pasaba me acomodé a su lado.
– ¿Esto te calienta? – le pregunté al oído sin tratar de distraerla.
– ¡Estoy que ardo! – y sin decir nada más me dio un beso en los labios, que no esperaba y que me hizo sentir muy rara.
La pareja no dejaba de acariciarse, de morderse, de lamerse el uno al otro, sin importarles nada de lo que pasaba a su alrededor. Entonces Blas me miró y estiró el cuello para saludarme y yo terminé su esfuerzo acercándome y pasando por encima de Silvia y él me pasó la palma de la mano por mi cabeza, me cogió de cuello y me dio un beso pequeño en los labios. Yo supe siempre que él me deseaba pero allí estábamos los tres.
– Bueno – dijo Blas – ya estamos todos y vamos a empezar.
La pareja desnuda paró automáticamente de acariciarse y esperaron las órdenes de Blas para empezar sus nuevas labores, pero la que iba a dar las órdenes iba a ser Silvia.
La chica desnuda tendría unos veinte de años y un cuerpo hermoso, pequeña pero bien formada, muy parecida a Silvia pero con quince o veinte años menos en su dureza y firmeza. El tendría veinticinco años, normal y cuando le miré la polla, que si bien no estaba súper tiesa, se podía deducir que tendría unos 18 centímetros y era más bien gordita, aunque eso nunca lo supe calcular ya que tendría que metérmela en mi boca para sopesarla.
Yo no entendía nada, nadie me había consultado de nada y me estaba haciendo efecto el vodka. No voy a decir que estaba fría ni nada parecido, yo había tenido fantasías con ambos pero no me imaginé nunca que me iba a encontrar en esa situación. Además no iba depilada. En invierno me dejo estar y tanto mi vello púbico como el de las axilas explotaban, pero en las piernas no tengo pelos. Es increíble que una piense en eso en lugar de pensar en que me estaban proponiendo participar en una orgia, o más que proponiéndomelo, estaba ya dentro de una y sin saber bien que iba a hacer.

– Qué hermosa idea habéis tenido, pero la próxima vez cuando me invitéis avisadme antes – dije en tono irónico y mirando a Silvia.
– No te hagas la estrecha – me contestó Silvia – Ahora que lo tenemos no lo vamos a desperdiciar. Él es Matías y ella es Sara.
Los cinco estábamos de pie, Matías se acercó y me dio un chupón de muerte, Sara esperó que él terminase e hizo lo mismo. Debo decir que muchas veces he besado a mujeres, a veces jodiendo y otras de caliente, pero nunca había estado en esta situación. Quería quedarme, quería irme pero me quedaba dejando que todo pasase. Podría alegar que fue por la copa, pero no sería verdad o por lo menos la única verdad. ¿Y si alguno de los que estaba abajo subía? Esto era mucho para mí.
Para ese momento ya me encontraba goteando y mis pezones se erizaban, pero pese a todo lo que más me calentaba era la idea de follar con Silvia y Blas, aunque la pareja desnuda me gustaban y no me causaban ningún rechazo.
Fue en ese momento en que Silvia tomó la batuta de la fiesta. Salió de la habitación y sentí que bajaba las escaleras, todos nos mirábamos y Blas aprovechó para acercase a mí diciendo:
– Silvia bajó a despedir a los chicos y ya vuelve – y mirando a la pareja desnuda, preguntó – ¿Hacemos un acercamiento?
Nadie contestó pero asentimos. Blas me empezó a besar mientras Matías y Sara nos tocaban y nos iban desnudando. Cuando Silvia entró los cuatro estábamos en bolas, mezclando besos y caricias.
– Veo que no habéis perdido el tiempo – dijo.
Todos nos dirigimos a ella y mientras la desnudábamos y la tocábamos, ella buscó mis ojos y mi boca fue a ella.
– Esto se está poniendo muy bueno – dijo Blas y Matías dio un gritito como que quedaba abierto el juego.
Matías y Blas, se sentaron frente al espejo, mientras Silvia sacaba unas cintas de color violeta y nos pedía que le ayudáramos a atar los brazos de los muchachos a la barra que usaba para practicar sus pasos de baile. Me preocupé por no hacer un nudo que pudiera lastimar sus muñecas y era fácil ya que Blas no se resistía aunque supongo que Matías tampoco. Cuando terminamos Blas me dijo:

– Me encantan las mujer peludas – mientras hacía como un león ardiente queriendo me morder.
Yo acerque mi axila a su cara, el la olió y luego le lamió, dejándome húmedos los pelitos.
– Bueno, basta vosotros dos – dijo Silvia.
Los dos acatamos su orden y me fui hasta donde ella estaba.
– Veamos, Matías, ¿cual es tu fantasía? – preguntó Silvia.
– Veros a las tres juntas…
– ¿Vernos… como… haciendo qué?
– Chupándose la una a la otra…
– Ahora me está gustando… ¿Y tú, mi amor, qué es lo que deseas…?-
– Que Sara me chupe la polla mientras tú y Mina os masturbáis la una a la otra.
– Muy bien, muy bien… ¿Lo hacemos?
– Bueno pero ¿por cual empezamos? – preguntó Sara.
– Parece que le quieres dar marcha a mi marido…
– No, me da lo mismo… en serio – dijo Sara poniéndose colorada.
– Está bien – dijo – pero cuando lo hagas correr tienes que compartir con nosotras su juguito.
Sara fue directa a chupársela a Blas mientras Matías refunfuñaba ya que su deseo había sido menos audaz. Silvia me tomó del brazo llevándome cerca de los dos prisioneros, para que puedan ver bien lo que íbamos a hacer. Ninguna de las dos habíamos estado nunca con una mujer pero las dos habíamos fantaseado con este momento. Nos arrodillamos y nos besamos, nuestras tetas se tocaban y la electricidad que corría entre nuestros cuerpos cada vez que se rozaban era muy fuerte. Mi mano en su cuello, su boca en el mío.
Como yo soy bastante mas alta que ella enseguida me vi obligada a tomar la iniciativa. Parecía un hombre cuando quiere que la mujer tome la iniciativa. Llevaba mis manos a las partes que quería que le tocase y gemía ante cualquier impulso que yo le daba. Yo lo que más quería era chuparle las tetas, mamárselas y ordeñarla mientras ella se retorcía hasta que se dejó caer al piso y me tuve que situar de nuevo. Mientras lo hacía miré a los demás. Blas gozaba de lo lindo y Matías se mordía el labio dejando ver su polla en plenitud. Entonces me dieron ganas de lamérsela, de sentirla dentro de mi boca, pero no era lo que había pedido. Para compensarlo acaricié el culo de Sara, que se estaba comiendo la polla de su compañero de ataduras. A Sara le gustó mi caricia y me lo hizo sentir con una mirada, pero interrumpió Silvia nuestra relación pidiéndome que me acostase en el piso, boca arriba.
Ella se arrodilló sobre mi cara y empezó a pasarme su coño por mi rostro. Mi lengua penetraba en la muy mojadita rajita y ella gozaba, mientras que con su mano se tocaba el clítoris. De pronto se movió dejando su ano en mi boca.

– No dejes de chuparme el agujero del culo – me dijo mientras ella se inclinaba para llegar a mi coño.
Estábamos la dos a mil, nos habíamos olvidado de todo y de todos cuando oíamos que Blas se corría y unos segundos más tarde Sara se acercó y besó a Silvia y luego las dos me vinieron a beber del semen, como había convenido.
– Ahora hacedlo las tres para mi.
Sin decir nada las tres nos pusimos a tocarnos, besarnos y lamernos sin dejar de gozar. Blas estaba recuperándose y Matías y su polla estaban que explotaban así que yo me acerqué y dejé que me metiera el pie entre las piernas. Eso le gustaba y hacía un gran esfuerzo para tratar de penetrarme con su dedo gordo del pie.
Luego Sara y Silvia me pusieron en la posición del perrito y Silvia le ordenó a Sara que me metiera un dedo en el culo y ella la obedeció mientras Silvia hacía lo propio a Matías. Lo hizo ponerse a cuatro patas y mientras ella se deslizaba por atrás acomodándose para chuparle la polla, su mano le iba introduciendo un dedo en el culo
– Ahora eres tú la que está haciendo trampa – dijo Blas – Desátame y verás cual es la pena que debes pagar.
Yo estaba gozando de Sara y sus dedos en mi culo cuando me dijo:
– ¡Te estoy metiendo ya tres dedos en tu culo!
Grité y mientras Sara me los metía y sacaba a gran ritmo, me corrí como una loca.
– Que suerte que te hayas corrido, porque me estoy meando – dijo Sara con una frescura que tiene uno a esa edad.
Inesperadamente se puso de pie abriendo las piernas sobre mi exhausto cuerpo y sentí como su orina caliente resbalaba sobre mi pecho. No supe que hacer y me dejé hasta que cayó la última gota. Volví a estar a mil y ya necesitaba una polla, una buena polla buena al ver como Silvia estaba en un rincón follando con Matías a toda furia… pero eso, mis amigos, será en la próxima entrega.
Muchos besos a todos los lectores y uno muy gordo para ti, Charo.

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