Relato erótico

Deseos cumplidos

Charo
11 de marzo del 2020

Son pareja desde hace muchos años, se quieren y su matrimonio funciona bien. Ya sabemos que, a veces, los hombres o las mujeres tienen fantasías y no siempre se cumplen, o si…

Alfonso – Las Palmas
Llevo casado con Mónica 5 años, aunque nos conocemos desde hace 15 y somos novios desde hace 10 años. Ella fue educada a la antigua, si bien no fui su primer novio, si fui la primera persona con la que tuvo sexo. Muy recatada, poco abierta a experiencias nuevas, no le gusta vestir provocativamente, tan solo después de insistirle usa minifaldas, ni que pensar en proponerle un trío o algún intercambio… ¿Cómo es ella? Pues no es modelo de revista ni nada por el estilo, pero tiene una bonita figura, unas caderas anchas que resaltan su cintura, un culo generoso, tetas medianas, pero lo que más me gusta de ella es su hermoso par de piernas, torneadas, firmes, con medias o sin medias siempre se le ven preciosas y si usa tacón alto con alguna minifalda, se convierten en una exquisitez a la vista y ni que decir al tacto, por eso siempre mi insistencia de que usara este tipo de prendas.
En la intimidad ella fue cambiando un poco su forma de ser; le encanta el juego erótico previo a la penetración, las caricias, muchas caricias, y una vez que está excitada, le gusta dejarse hacer de todo y de todas las formas imaginables. Algunas veces la pude convencer hacerle unas fotos con ropa sexy y atrevida que se ponía para mí, algunas desnuda, lo cual me encendía y terminábamos en tremendas sesiones de sexo. Creo que con esto se le fueron quitando algunas telarañas de la cabeza. Siempre había tenido curiosidad de por qué le gustaba que le metiera un dedo de la mano en la boca cuando ella estaba encima de mí y yo acostado en la cama, no sé si por esta razón comencé a pensar en incluir a alguien más o fue por otra causa, pero eso es lo de menos.
Esta es la posición que le encanta, alcanza unos orgasmos tremendos y muy rápido, pero su preferida es cuando estoy sentado en la punta de la cama o de una silla y ella se sube, rodeándome con sus hermosas piernas, quedando sus pies atrás de mí, con sus caderas casi al aire, se balancea unos cuantos instantes y llega a un orgasmo rapidísimo. Yo meto mis manos debajo de sus piernas, agarrándole sus nalgas y empujándola hacia mí, mientras la beso en la boca o en el cuello (cosa que también la enciende), siento como llego al tope de su chocho y sus huesos chocan contra los míos.

Pero en mi mente, desde hacía algún tiempo, estaba la idea de ver a Mónica practicando sexo con otro hombre, verla ser penetrada, verla moverse para tener un orgasmo con otro me parecía sumamente excitante.
Un día le comenté mis ideas y os podéis imaginar lo que me dijo: que si no la amaba, que si no me gustaba su cuerpo, que si no me satisfacía en el sexo y cosas por el estilo… Jugamos algunas veces que yo era otro hombre y lo hacía con este “extraño”, pero no era lo mismo. Le seguí insistiendo en mis ideas y un día después de hablarlo mucho, por fin aceptó, pero dijo que solo para complacerme a mí, que si por ella fuera no lo haría con nadie más que conmigo. Pusimos unos anuncios en unas páginas de contactos, junto con algunas de sus fotografías y lo que buscábamos. Contestaron muchos, algunos mandaban fotografías de muy mal gusto, esas fueron eliminadas de inmediato y dejamos los que nos mandaban fotografías con cara y vestidos.
Por fin escogimos a un chico, quedamos para ir a comer juntos, pero terminada la comida se fuera para poder hablarlo tranquilamente entre nosotros y si estábamos de acuerdo y a Mónica le gustaba, la próxima cita sería en un hotel. Llego el día de la cita, yo fui quien escogió la ropa de ese día, una falda larga con una gran abertura en el frente, de esas que cuando dan el paso se abre y dejan ver las piernas, y cuando se sientan se abren completamente, dejándolas ver casi completamente, sin medias y tacones altos, con una blusa que dejaba al descubierto los hombros. Cuando terminó de vestirse estaba preciosa. En ese momento me dio envidia, celos, coraje, excitación, todo al mismo tiempo, me dieron ganas de quedarme y follármela allí mismo, pero no me atreví, quizá después no volvería a aceptar ir a otra cita.
Llegamos, nos sentamos y al poco rato llegó el chico, nuestro invitado, nos sentamos en una de esas mesas donde el asiento es redondo.

Por supuesto Mónica estaba en medio de ambos, se le veían las piernas perfectamente y nuestro invitado no podía dejar de mirarlas. Resulto ser muy agradable, se veía limpio, de confianza, buena charla. Al igual que nosotros, era la primera vez que intentaba algo así. Al terminar la comida le pregunte lo que le parecía a Mónica y me dijo que no le había gustado del todo físicamente, así que nos despedimos y aquí acabó la cita. A la semana contestamos otro de los correos y de nuevo hicimos una cita. Le dijimos las condiciones y las aceptó sin problemas, pero esta vez iríamos a cenar a un lugar donde también se pudiera bailar. De nuevo escogí la ropa, una minifalda amplia, liguero con medias hasta las piernas, un tanga, y por supuesto tacones altos y una blusa transparente.
Llegamos y ya nos esperaban en una mesa apartada, más bien en un rincón algo oculto a las miradas. Cenamos, charlamos, en determinado momento salí a bailar con Mónica y le pregunté sobre el chico, me contestó que le había gustado en todos los aspectos, que quizá con él, sí podría hacerlo. Regresamos a la mesa y ahora les tocó bailar a ellos. Se alejaron de mi vista, pero yo no permitiría perderme de lo que había querido ver hace tanto tiempo. Primero música moderna y después lenta, donde pude verla bailar muy cómodamente. Él la abrazaba, la tenía pegada a su cuerpo, su mano estaba casi sobre su culo, ella lo abrazaba con las dos manos sobre su cuello y se dejaba hacer, él le besaba su cuello, fueron acercando sus bocas hasta darse un beso.
No sé si fue largo, pero a mí me lo pareció, pude ver como ella le respondía a todos sus intentos, él bajaba la mano para poderle acariciar sus nalgas discretamente, regresaron y ella tenía una sonrisa dibujada en la cara. Bailaron varias veces, siendo cada vez más atrevidas las caricias de ambos y yo desde lejos viéndolos. Llegaron, se sentaron y él puso su mano en una de sus piernas, ella no supo qué hacer, se giró para ver que cara ponía, no era lo mismo hacerlo a “escondidas” que frente a mí ¿no? Puse mi mano sobre la de él y comencé a guiarla sobre esa hermosa pierna, él entendió enseguida.

Quité mi mano y continuó recorriéndolas, la abrazó por el cuello, Mónica se giró y se encontró con la boca de nuestro amigo, le acariciaba las piernas, vi perder su mano entre su falda y ella dio un respingo, pero no dejó de besarlo.
Mientras, yo le acariciaba la espalda y le decía al oído que me encantaba verla así, que la amaba, mientras él intercambiaba sus caricias por todo su cuerpo y ella también lo acariciaba sobre el pantalón, que ya parecía una tienda de campaña. En determinado momento vi a Mónica excitada como nunca, miró a todos lados y comprobó que estábamos en un lugar apartado, siendo muy pocas las personas que podrían vernos, volvieron a plantarse un gran beso, pero esta vez Mónica abrió el cierre del pantalón del chico, hizo a un lado su prenda interior y sacó su polla, la agarró inmediatamente con una mano y la otra se perdió en sus pelotas. No lo podía creer, mi mujer estaba cogiendo una verga que no era la que conocía, pero lo importante era que ella lo había hecho por sí misma. Era más o menos del tamaño de la mía, pero más gruesa.
Empezó a masturbarlo, sus manos iban de arriba para abajo, se giraba a mirarme mordiéndose el labio inferior, pero sin dejar de mover su mano de arriba para abajo. Le di un beso y le dije que la amaba, volvió a girarse y bajó la vista para verlo con más detalle, mientras el chico seguía con las caricias sobre ella. Podía imaginar que por lo menos un dedo lo tenía dentro de su vagina, también masturbándola, lo sabía porque movía sus caderas con cada caricia de él. Mónica volvió a girarse para mirarme de nuevo preguntándome si me gustaba lo que veía, yo le dije que me encantaba verla así con otro, pero que faltaba que ella llegara a tener un orgasmo. Se mordió de nuevo el labio inferior, no dijo nada y se giró de nuevo a mirar a todos lados. Volvió a mirar al chico, lo echó para atrás y se agachó entre sus piernas. ¡Era increíble, se la estaba chupando! El chico cerró los ojos, yo veía como la cabeza de Mónica subía y bajaba sobre esa verga gorda. Él puso su mano sobre la cabeza de mi mujer indicándole el ritmo a seguir, después ella continuó el movimiento como buena alumna, se levantó y se giró diciéndome:
– ¿Sabes? Está deliciosa, le quiero sacar todo su jugo aquí, ¿puedo?
– Mi amor, esta es tu noche y mi mejor regalo es saber que estás contenta con intentar cosas nuevas -le contesté.
Miró al chico a los ojos y le dijo:

– Quiero me des tu néctar, quiero sentir como te corres ahora y aquí, ¿quieres?
Él tan solo alcanzo a mover un poco la cabeza, mi mujer metió de nuevo esa verga en su boca, moviéndose con mayor rapidez e intensidad, pasados unos minutos vi que el chico tensaba su cuerpo, sabía que tendría un orgasmo, ella puso su boca en su glande y con una mano lo masturbaba cuando el chico comenzó a echar chorros de semen. Mónica se levantó y lo besó en la boca profundamente, mientras terminaba de exprimirlo con la mano. Poco después de haber terminado con el chico, Mónica se giró y me enseñó su mano llena de semen.
– ¿Qué te ha parecido?
Tan solo pude sonreír, dentro de mí estaba que explotaba. Terminó la velada y el chico se fue, como acordamos. Nos fuimos los dos a casa, llegamos e inmediatamente nos desvestimos desesperadamente para terminar juntos lo que habíamos comenzado. Me senté en el sillón, ella se sentó sobre mí y comenzamos un movimiento frenético. Casi enseguida que se la metí llego a un orgasmo gigantesco, gritaba como loca, nunca lo había hecho antes, y poco después, terminé yo dentro de ella, igualmente entre gritos. Ya más calmados, conversamos sobre lo sucedido y me dijo que deseaba que se la follara el chico de esa noche, que creía podría sentir un orgasmo con un extraño, ahora ya no tan extraño… Quedamos en vernos un tiempo más tarde en un hotel, pero el chico por motivos de trabajo cambió de residencia y le fue imposible terminar mi fantasía.
Poco después dejó de escribirnos y perdimos contacto. Yo estaba contento por lo que había pasado y desesperado porque quería ver a mi esposa terminar en un gran orgasmo con otro; lo de esa noche tan solo exacerbo mi mente. Decidí que fuéramos a un club swinger. Para variar, yo la ayudé a vestirse, llevaba una minifalda y una blusa, tacones y sin medias. Llegamos, bailamos, tomamos unas copas, vimos el espectáculo de sexo en vivo y decidimos ir al cuarto oscuro. Nunca había estado en uno, pero las manos van y vienen por todos lados, no sabes de quién es la mano. Una pareja nos llevó a un rincón poco iluminado y pude ver como el tipo la acariciaba. Le subió la falda hasta la cintura, le abrió la blusa y comenzó a besarla por todos lados, sus tetas, su cuello, sus hombros, su espalda…
Sus manos la recorrían por completo. Vi su mano perderse entre las piernas de mi mujer, ella mientras tanto también lo desnudo de cintura para abajo, sacó su polla y comenzó a masturbarlo, primero lentamente y después conforme se calentaban más los ánimos, más rápido. Yo mientras tanto, acariciaba a la chica, pero no podía dejar de verlos y le pedí disculpas, diciéndole que había venido a ver a mi esposa follar con otro. Ella se lo tomó bien y se puso a mi lado para observar. Entonces pude ver como Mónica sentaba al tipo en una especie de banca que había. Ella estaba a punto de sentarse sobre él, cuando el tipo tuvo una eyaculación tremenda. ¡No podía ser verdad! Ella vino hacia mí y me pidió volver al espectáculo. Vimos el segundo de la noche, bebimos un poco más y decidimos subir de nuevo.
Esta vez eran solo tres parejas, y ninguna nos gustó, por lo que nos acomodamos en un sillón, nos besamos muy sensualmente, le subí la falda hasta la cintura, me recosté y ella se sentó sobre mí, comenzando con movimientos suaves, lentos y pausados. Disfrutábamos como nunca, ya que siempre habíamos estado solos cuando teníamos sexo y esta vez algunas parejas estaban viéndonos hacerlo, y tanto a ella como yo, nos excitó sobremanera.

A los pocos minutos sus movimientos eran desesperados, quería sentir su orgasmo ya en ese momento, dejó escapar un delicioso gemido, nos paramos, la giré, la hice que apoyara sus manos en el sillón y la penetré. Con un solo empujón entro fácilmente, empecé a embestirla como un loco, mi necesidad de tener un orgasmo fue mayor a cualquier otra cosa. Le llené por completo la vagina de semen, nos besamos, nos arreglamos y nos fuimos.
No lo podía creer, tantos intentos y no culminaba en lo que quería. Ella estaba a punto de desistir, por lo que le propuse un último intento. Esta vez conocimos a una pareja por un chat, no era propiamente lo que quería, pero era mi última oportunidad. Quedamos de vernos en un restaurante, cenamos y después fuimos a la disco, bailamos cada uno con la pareja del otro. De nuevo, la chica no era mi interés, mi fantasía era lo más importante. Los veía bailar muy pegados, ella se entregaba a las caricias de él, cada vez fueron más atrevidas, hablamos un rato y decidimos irnos a un hotel. Nos pusimos a jugar a la botella, los castigos eran quitarse la ropa. Al poco rato estábamos todos desnudos, ya no teníamos nada que quitarnos, así que el último castigo era para mi mujer y a mí me tocaba poner el castigo. No podía perder la oportunidad de mi vida, entonces le dije:
– Acarícialo sensualmente, llévalo a la cama, acuéstalo y súbete en él como a ti te gusta.
Me miró, se le abalanzó y le dio un tremendo beso. Podía ver sus lenguas ir y venir en sus bocas, él mientras le acariciaba el cuerpo. Mónica se levantó del suelo donde jugábamos, acariciándose su cuerpo desde su pecho, hasta sus nalgas.
– ¿Te gusta? -le preguntó Mónica.
Él contestó que le encantaba, se giró, le dio la espalda, se cogió las nalgas separándolas y él metió su boca entre ellas, mientras ella se dejaba hacer. Empezó a gemir de placer, después la giró y de nuevo su cara se perdió entre sus piernas y sus manos se pegaron a sus pechos. Ella jadeaba de la excitación y él la sentó en la punta de la cama, le abrió las piernas y continuó lamiéndole todo lo que podía. Mónica comenzó a pedirle:
– ¡Acuéstate, por favor!
Mientras con su mano lo hacía meter más su cara entre las piernas. Finalmente se acostó con el miembro apuntando hacia arriba, ella se acercó, le dio un beso mientras lo masturbaba despacio y bajaba la vista para ver lo que sería suyo, lo que estaría dentro de ella, lo que llenaría en un momento sus entrañas, lo que la partiría en dos en unos momentos. Yo estaba expectante, por fin, pensaba para mis adentros. Se mordió el labio inferior, le dije que la amaba, se subió a la cama sensualmente mirando al chico a los ojos, acomodó sus hermosas piernas a cada lado de la cadera de su amante, se agachó, le dijo algo al oído, le dio un beso, se incorporó Mónica agarrando su polla y la fue dirigiendo hacia la entrada de su vagina. Poco a poco veía como desaparecía ese miembro en el interior de ella, fue algo increíble. Pasaron unos instantes y no se movía, supongo para acostumbrarse al recién llegado.
Yo estaba que reventaba de sentimientos encontrados y reventaba también por dentro por querer tener un orgasmo en ese mismo momento; pasaron tantas cosas en mi mente que todas se hacían pelotas, estaba viendo al segundo hombre entre las piernas de mi mujer. Pasada la primera impresión, Mónica comenzó a moverse muy lentamente, el chico le acariciaba las tetas, su espalda, sus piernas, le decía que era hermosa y que estaba disfrutando como loco, eso a ella le excitó más si cabe, comenzándose a mover cada vez más rápido. Cerró los ojos, apoyó sus manos sobre el pecho de su amante. Sus nalgas y caderas rebotaban o se deslizaban sobre ese nuevo miembro, dejando ver como entraba y salía de ella. Se reclinó sobre él, dándole un gran beso y ahora él era el que levantaba y bajaba su cadera para penetrarla.
Podía ver como sus nalgas se movían al compás que le estaba imponiendo su amante, ella jadeaba como loca, no entendía cómo era posible que aún no tuviera un orgasmo, pero lo atribuí a que estaba un poco tensa. Pasaron unos minutos en los que no podía dejar de verlos, ella sobre él, de golpe él la separó, la acostó, la abrió de piernas y se metió entre ellas, empezando un mete y saca interminable, de forma desesperada. Pude ver las hermosas piernas de mi mujer en los hombros de su amante, moviéndose al ritmo que le marcaban. Pasó un buen rato para deleite mío, hasta que me di cuenta que su amante estaba a punto de llegar al orgasmo. De golpe se separaron y Mónica me dijo que se quería ir. No pregunté nada, nos vestimos y nos fuimos inmediatamente.
Solos en el coche le pregunté que es lo que había pasado, ella me contó que todo había estado bien, pero que el tipo se quiso quitar el condón y quería penetrarla sin, ella se asustó mucho y fue cuando me dijo que nos fuéramos.
Le he propuesto intentarlo de nuevo, pero ahora tiene un argumento más para decir que no, además de que en parte tiene razón. Como veréis, cumplí parte de mi sueño que era verla follar con otro, pero lo que era más importante para mí, no culminó, tener varios orgasmos con otro.
Un abrazo

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