Relato erótico
Desatascando tuberias
Desde muy joven se dedica a la reparación de electrodomésticos y actualmente la empresa se suya. Recibió una llamada para ir a arreglar una lavadora. Cuando le abrió la puerta aquella mujer se sorprendió. Era una madurita, metidita en carnes y muy atractiva.
Jordi – Girona
Hola me llamo Jordi, 1,80 de estatura, 82kg y no estoy nada mal. En la actualidad tengo 32 años y me dedico a la reparación de electrodomésticos. Empecé con 18 hasta que me instalé por mi cuenta y a raíz de mi trabajo ocurrió lo que paso a contarte. Una tarde recibí una llamada para arreglar una lavadora.
Al día siguiente me dirigí a la dirección indicada. Toqué el timbre y me abrió una señora de unos 50 años. Me fijé en ella porque estaba bastante buena para su edad. Además era como a mí me gustan las mujeres. Le sobraban unos kilos pero sin llegar a estar gorda. Era, como se suele decir, una mujer “macizota”.
Pasamos a la cocina y me dispuse a arreglar la avería. Ella se retiró a otro lugar del piso hasta que, al cabo de un rato de estar yo dedicado a la tarea, oí que me llamaba. Me dirigí hacia donde sonaba la voz y me encontré en su dormitorio. Ella estaba subida en una escalera.
– ¿Puede ayudarme a bajar unas cajas de encima este armario? – me dijo – Sólo será un momento.
– Con mucho gusto, señora – contesté.
Entonces ella subió un par de escalones más para llegar donde quería. Con esta simple acción tuve una visión maravillosa de sus macizos muslos e incluso casi la de sus bragas. Cuando ella cogía las cajas yo no podía quitar ojo de sus muslos y tenía la polla tan tiesa que no podía disimular el bulto de mi pantalón. Una de las veces se empinó más para llegar a una caja que estaba más apartada y entonces le vi toda la parte baja del culo y los pelos que le salían de las bragas, pues las tenía metidas dentro de la raja. Entonces pensé que todo aquello estaba preparado para que me calentara. Si era así, aquella mujer lo hacía muy bien. Comenzó a bajar de la escalera de espaldas a mí aguantando, con las manos, la caja.
– Agárreme, por favor, tengo miedo de caerme – me dijo.
Al cogerla por la cintura, ella se echó hacia atrás haciendo ver que se caía. En esta postura su enorme culo se restregaba contra mi polla. Entonces, me lancé a cogerle sus tetas por detrás y cuando se las apreté, ella comenzó a gemir. Como aún no había soltado la caja, me dijo:
– ¡Espera que deje la caja y verás lo que es una mujer con ganas de follar!
Dejó la caja en el suelo y se arrodilló delante de mí. Me desabrochó los pantalones y me los bajó junto con el slip. Mi polla salió, más dura que un palo. La cogió con una mano y mirándola con admiración, dijo:
– Cuando acabe contigo no te quedará leche que soltar.
Seguidamente, metiéndosela en la boca, empezó a chupármela. La relamía y otras veces la mamaba hasta que no podía tragársela más. Luego hacía lo mismo con mis huevos. Por momentos parecía volverse loca chupando y lamiendo. Cuando me di cuenta de que no tardaría en correrme, se lo dije y ella me contestó:
– ¡Córrete si quieres pero aún te queda mucho para echar!
No aguanté más y salió un torrente de leche hacia su boca y su cara. Ella, lo que no pudo con la boca, lo cogía de su rostro con la lengua y los dedos, que chupaba sin dejar una gota. Después de esto, mi polla seguía casi igual de dura.
– Desnúdate – me dijo -y échate en la cama-.
Mientras yo obedecía, ella también se desnudó comprobando que, realmente, estaba muy buena por la edad que tenía. Se subió a la cama y se puso al estilo perro, con el culo hacia mí, viendo como se metía dos dedos en el coño. Al sacárselos brillaban de sus jugos. Acto seguido se los metió en el agujero del culo y, girándose, me dijo:
– ¡Métemela en el culo que ya lo tengo bien mojado!
La cogí por las nalgas y ella misma apuntó mi capullo a su agujero marrón. Con un golpe de riñones, le metí toda la polla. Entró como un cuchillo caliente en mantequilla. Ella era la que movía su culo y yo quieto. Con una mano se frotaba todo su coño y repetía sin parar:
– ¡Que ganas tenía de polla en mi culo!
Después de unos minutos, aceleró sus movimientos y se corrió gritando como una loca. Yo la seguí unos instantes después. Ella, al notar el final de mi corrida, se la sacó, se giró rápidamente y de nuevo comenzó a lamer y chuparme la polla comiéndose todos los restos de semen que quedaron en ella. Ya más tranquila, se levantó para ir al lavabo y yo, viendo que ya era la hora de comer, comencé a vestirme para terminar la reparación por la cual estaba en esta casa. A medio vestirme apareció ella diciéndome:
– Si no tienes ningún compromiso puedes quedarte a comer.
Como terminaría tarde el trabajo, acepté su invitación. De nuevo me quedé desnudo. Al terminar de comer, los dos desnudos, cosa que mantenía mi calentura, se levantó de la mesa y volvió a los cinco minutos. ¡Pero como volvió! Me quedé sorprendido. Llevaba puestos unos zapatos de tacón alto, medias y liguero, con unas bragas abiertas por el chocho y por el culo y en una mano, un consolador de bastante buenas dimensiones. Me miró con cara de deseo y me dijo:
– Ahora empieza la segunda follada.
Dicho esto se sentó en el sofá y ella misma comenzó a meterse el consolador en el coño. Al poco rato mi polla reaccionó y volví a tener ganas de follarme a aquella mujer tan “calentorra”. Me coloqué delante de ella y mientras seguía follándose con el consolador, a mí me la chupaba.
Al rato se dio la vuelta y se puso encima del sofá, con el culo en pompa.
– ¡Clávamela en el coño! – me dijo.
Se la metí y a los pocos movimientos, volvió a decirme:
– ¡Ahora por el culo!
Así estuvimos un buen rato. Se la metía por el coño y cambiaba a su culo. Aguanté bastante debido a la sesión que habíamos tenido por la mañana pero ella se corrió tres veces. Cuando yo me iba correr se lo dije. Se giró, me la cogió y comenzó a chupármela sin que esta vez, cuando eyaculé, saliera ni una sola gota de su boca.
Así fue como empecé a follarme a esta mujer tan caliente. Ella es viuda y cuando está cachonda nos pegamos unas sesiones que ya quisieran algunas más jóvenes follar tan bien como ella lo sabe hacer. Otro día te contaré cuando incluimos a una amiga suya.
Recibe besos donde tú quieras, guapa.