Relato erótico
Deporte y sexo
Le gusta ir en bicicleta y tomar el sol que calas que casi nadie conoce. Ha vivido varias experiencias sexuales y hoy nos cuenta una de ellas.
Jenny – Ibiza
Un saludo a todos los lectores de Clima. Me llamo Jenny y tengo veintitrés años, soy castaña, pelo hasta los hombros, ojos verdes, de estatura mediana, delgada pero con muchas curvas, y la siguiente historia relata experiencias que he vivido recientemente.
Mi deporte es el ciclismo, cada día recorro grandes distancias, hago paradas para comer o merendar y sigo mi ruta, incluso a veces viajo sin rumbo hasta donde me lleven mis piernas. En verano, suelo frecuentar una zona de la costa que es mi preferida, son una serie de calas muy pequeñas en serie, de las que casi nadie sabe su existencia y ubicación. El acceso a estas pequeñas calas tiene cierta dificultad, pues no hay caminos ni señalización y además, el terreno que hay desde la carretera hasta las calas son propiedades privadas. Aquellas personas que han llegado hasta ahí lo han hecho por medio de embarcaciones, y los que lo hacen por tierra corren el riesgo de toparse con guardias, toros o cabras de una ganadería cercana o con los mismísimos dueños de estas tierras.
Al mediodía me fui al pueblo más cercano, donde vive una amiga mía, a comer y dormir. Las dos somos bisexuales, esa noche hubo sexo, no voy a dar detalles porque es otra historia, otro relato, centrémonos en el de ahora.
Al día siguiente bien temprano puse de nuevo los pies en la arena de la misma cala que la del día anterior, había el habitual matrimonio de guiris viejos con su perrito, y además había un grupo de chavales de aproximadamente 18 años de edad en el agua, los conté, eran siete chicos y una chica, a la cual estaban molestando, por lo que vi, le habían quitado la parte superior del bikini y se lo pasaban de uno a otro y ella trataba de recuperarlo, le daban palmadas en el culo y de vez en cuando le ponían la mano en un pecho. Agobiada, se quitaba manos de su cuerpo mientras intentaba coger la prenda que le habían cogido.
Cada vez se atrevían más y más, eran muy gamberros, hasta que la chica recuperó su prenda, se fue corriendo y la perdí de vista en el pinar que había más arriba. Los chicos siguieron en el agua, jugando a la pelota, y yo me puse en topless boca arriba con los brazos y piernas extendidos al sol, al que tanto quiero. Al cabo de un rato me eché al agua, luego me senté sobre mi toalla con las piernas dobladas apoyando los brazos sobre mis rodillas y centré la vista en el horizonte, en eso que se acercó a mi uno de los chavales del grupo antes mencionado.
– Perdona, ¿tienes fuego? – me preguntó. Yo, sonriéndole, le dije que no, moviendo la cabeza.
El chico volvió a preguntar.
– ¿Está muy lejos el pueblo más cercano?
– Pues más o menos que a ocho o nueve kilómetros, no estoy segura.
– Vaya… – exclamó en voz baja y mirando a otra parte – ¿Sabes de alguna parada de bus cerca de aquí?
– Pues hay una a cuatro kilómetros, pegada a un hotel, yendo hacia el otro lado. ¿Pensabais haceros diez kilómetros a pie? – le dije sonriendo.
– Oye, pues íbamos a hacerlo, y menos mal que me has dicho lo de la parada, muchas gracias – me agradeció.
– De nada- le dije satisfecha.
Había librado a unos jovencitos de un paseo de diez kilómetros, sí, es que yo de vez en cuando sirvo para algo. Entonces me fijé que mi joven amigo se había arrodillado a mi lado. Le sorprendió saber que cada día hacia muchos kilómetros en bici y se obstinó en comprobar lo duras que tenía las piernas. Estiré una pierna y con sus dedos apretaba fuerte, como si quisiera rompérselos.
– No me extraña que estés tan buena – me dijo – si haces tanto ejercicio.
No me explicó como ocurrió, pero tonteando, acabó metiéndome mano en el coño y empezó a masturbarme, He de reconocer que consiguió excitarme. Mi sexo se humedeció y mis pezones se endurecieron. Era fácil ver que estaba excitada, y no paró hasta que me corrí.
Sus amigos, no se daban cuenta de lo que pasaba, y disimuladamente nos fuimos detrás de unos árboles y nos montamos un 69 genial.
Cuando ya tenía la polla dura, y como por arte de magia, se sacó un preservativo del bolsillo del bañador y con la mirada me preguntó si podía follarme.
Se lo arranqué de las manos, y se lo coloqué con la boca, en menos de dos segundo ya me había metido la polla en el chocho y estaba bombeando. Tardó poco en correrse, ya por un lado estaba muy caliente y además no quería que sus amigos lo descubrieran.
Cuando terminó, se sacó el condón y subiéndose el bañador me preguntó si volvería al día siguiente. Quedamos que vendría solo y que me dedicaría todo el tiempo que me merecía.
Al día siguiente apareció solo y estuvimos mamando, “comiendo” y follando toda la mañana.
Desde lo sucedido me masturbo con mucha frecuencia pensando en ello, me excita, es una fantasía que se ha hecho realidad, montármelo con un desconocido. Mi novio flipa desde aquél día, porque hacemos más el amor de lo acostumbrado y soy más accesible.
Besos.