Relato erótico
Del sueño a la realidad
Cada día, para hacer más llevadera la jornada laboral, se dedicaba a mirar a todas las compañeras de la oficina y mentalmente se las follaba a todas. De pronto, se cruzo en su camino Lola, que según él tenía las mejores tetas de la oficina.
Mario – MADRID
Como cada día, comencé a trabajar en la oficina con pocas ganas. Era un día normal, soleado en la calle y con mucho calor en la oficina ya que no tenemos aire acondicionado. Dentro de mi departamento estoy sentado en el centro por lo que mi visión es muy amplia. Desde allí podía ver a todos mis compañeros, pero en especial a mis compañeras. Me encantaba verlas, como iban vestidas, como iban pintadas, etc. No sé, cada día me apetecía follarme a una distinta porque cada día me parecía que venía una más provocativa. Era como un concurso de belleza, ellas las concursantes y yo el jurado. El premio era estar comiéndomela con la vista durante 8 horas. Hoy había ganado mi concurso Lola, una chica preciosa y muy simpática pero con unas tetas muy grandes, 105 por lo menos.
Era una mujer casada y con una hija, pero todavía joven, alrededor de los 35 años. Estaba de buen ver, 1,65 de estatura y con un culo de los que a mi me gustan, con carne donde agarrar. ¿Por qué ganó el concurso ese día? Pues porque iba con unos pantalones algo ajustados, dejando notar su culo carnoso y sus tetas desbordaban su blusa. Llevaba una blusa blanca de gasa y por debajo de ésta un sujetador también blanco. Solo con ver su sujetador me ponía malo, se le notaban hasta los encajes. ¡Qué bonitas tetas! Un poco caídas, eso sí, todo por el peso, pero preciosas.
No contento con verla de lejos, quise acercarme para vérselas mejor y me dirigí hacia donde ella para simular una conversación.
– Hola Lola
– Hola Mario.
– ¿Qué tal estás?
Según hablábamos yo no podía dejar de mirar sus grandes pechos, se inflaban al respirar, se movían. ¡Que enormes y excitantes! Hasta que en una de éstas sus ojos coincidieron con mi vista puesta en sus tetas. Ella se ruborizó, pero yo ardía.
– Perdona, no puedo evitar mirar las cosas bonitas y tus pechos realmente lo son – le dije como excusa.
-Tranquilo -contestó- estoy acostumbrada, todo el mundo lo hace. Además me gusta sentir que gusto a la gente.
-Ya puestos a hablar del tema, a mi me encantas. No hay día que no me fije en ti y en tus pechos.
– Me halaga más que de nadie poder oír esto. Estás tan bueno. Yo también me fijo mucho en ti y en tu culo.
– ¿Te gusto de verdad?
– Me encantas desde hace tiempo pero… me casé, pues no me hacías caso.
– Todavía estás a tiempo, si quieres.
– Ahora me da cosa…
– No tienen por qué enterarse, de hecho me apeteces ahora, no puedo dejar pasar ni un solo segundo sin tocar tus pechos.
– Sí, pero ¿donde?, yo también quiero estar contigo.
– No sé, vamos al servicio como primera toma de contacto, quiero tocarte.
– Vale, espera, voy yo y te digo cuando no hay nadie en el servicio de mujeres.
Se dirigió corriendo hacia el servicio y allí quedé yo esperando a que me avisara y pensando lo que me iba a suceder a continuación. Iba a poder tocar sus preciosos y grandes pechos y estaba dispuesto a correrme sobre ellos. Para ello tenía que convencerla a tener sexo oral, lo cual, visto su calentura, no creo que me costara nada.
Después de su aviso, entré rápidamente en uno de los servicios de tías con ella. El servicio era pequeño, de los que te tienes que arrimar a la pared para cerrar la puerta. Tenía solamente una taza con su tapa bajada. Rápidamente la besé, ella me contestó alocadamente dándome lengüetazos y dejándome toda la boca mojada con su saliva. A la vez que nos besábamos yo iba tocándole las tetas por encima de la camisa, pero como no teníamos mucho tiempo se la desabroché rápidamente y dejé al descubierto su precioso sujetador blanco con encajes. La di la vuelta para poder acceder mejor al enganche del sujetador y se lo solté. En esa posición le agarré las tetas por detrás y se las comencé a masajear. No me bastaba con eso y le di la vuelta. ¡Que tetas! Eran grandes, caídas, súper blandas, blancas y con unas aureolas grandes. Comencé a chupárselas y mordisqueárselas notando como le producía placer a hasta que decidí que era el momento de que me la chupara. La agarré de los hombros y la empujé hacia abajo.
Ella lo comprendió a la primera y me desabrochó la cremallera del pantalón. Metió la mano dentro de mi calzoncillo y sacó mi polla totalmente erecta. Sin mediar palabra se la metió en la boca y comenzó a chupármela. De la forma que lo hacía se podía comprender que no era la primera vez. Después de un rato chupándomela, me senté en la tapa de la taza y la dejé hacer. Era impresionante el gusto que me daba, además me encantaba ver como me la chupaba, como se movían sus tetas cuando subía y bajaba la cabeza. Era extraordinario. De repente paró y agarrándose sus preciosas tetas comenzó a hacerme una cubana con ellas mientras se reía y me miraba mordiéndose los labios.
– Te gusta, eh? – me preguntó.
– Me encanta, no sabes cuanto tiempo deseaba hacer esto, que bien.
– Me encanta verte así, saber que ahora mismo eres mío. Hoy te voy a hacer feliz yo a ti pero otro día te tocará a ti hacer lo mismo.
– Eso está hecho. Te follaré tantas veces como quieras Lola.
– Ahora disfruta cabronazo, que te voy a hacer la mejor mamada que nadie te haya hecho
Dicho y hecho, cogió mi polla con una mano y comenzó a pajearme mientras se la introducía en la boca y la chupaba por todos los lados. Después me comió los huevos y para rematar la faena comenzó a introducírsela en la boca hasta la garganta. Yo creía que se ahogaba. ¡Que bien la chupaba! Pero yo ya no podía más y me quería correr. Agarré sus tetas con fuerza y me follé su boca diciéndole:
– ¡Me corro Lola, me corrooo…!
– ¡Córrete mi vida, córrete en mi boca, quiero saborearte, cabronazo!
– ¡Aaah…siií… sigue… aaah…!
– ¡Que delicia!
– ¡Aaah… que bien lo haces, aaah…!
Lola tenía toda la cara manchada y la boca llena de semen. Con su lengua jugaba con él metiéndoselo dentro y fuera de la boca. Que guarra era, pero que buena estaba. Se tragó todo, se limpió la cara con el papel del water y me dijo:
– Tócame las tetas y chúpamelas porque desde hoy serán tuyas todas las veces que quieras. Y recuerda, mi coño te está esperando y te aseguro que te gustará más que mis tetas.
– Mañana mismo quedamos y te haré gozar como a una loca, te lo aseguro.
Nos vestimos y con cuidado salimos del servicio sin ser vistos. Desde entonces hemos estado juntos muchos días, unas veces en la oficina y otras en mi casa, pero como aquel primer día ninguno. Es lo de siempre, cuando consigues una cosa ya pierde morbo. Por eso os aconsejo que aprovechéis la primera vez con una tía porque es la mejor.
Saludos.