Decisión acertada

Deseaban practicar el intercambio pero tenían miedo, no solo de equivocarse con las parejas elegidas si no también a enfermedades. Pero al final y gracias a un anuncio en nuestras revistas, lograron contactar con la pareja ideal y el resultado del encuentro es lo que nos relatan en este testimonio.

Carlos – GRANADA
Amiga Charo, todo empezó cuando nos fuimos un fin de semana largo a una ciudad cercana a la nuestra, pero lo bastante alejada para que nos encontrásemos con algún conocido. Mi mujer, Isabel y yo Carlos, somos felices, nos gusta el sexo pero nos asusta la promiscuidad con parejas, alguno de cuyos miembros pueda frecuentar club de alternes y por tanto pegarnos una enfermedad de las que nadie gusta.
Salimos a la aventura solos los dos. Mi mujer es muy tradicional y no concibe el sexo sin amor. Yo, sin embargo pienso que a cierta edad, cuando la pareja está muy consolidada, las fantasías sexuales pueden llegar a mantener esa llamita que el paso del tiempo suele apagar.
Que nos asuste la promiscuidad no quita que a mi me gustaría encontrar alguna pareja con similares inquietudes para explorar otras posibilidades. El problema es que Isabel no está de acuerdo con esto y no quiere ni oír hablar de conocer a otras parejas. Así pues un viernes por la tarde nos pusimos en marcha.

Nos alojamos en un hotel con cama grande y habitación amplia y después de asearnos nos fuimos a tomar una copa antes de cenar.
En el coqueto bar del hotel nos sentamos cerca de la ventana y pedimos un par de cervecitas. Frente a nosotros se encontraba una pareja de poco o más nuestra edad que supuse deberían ser Matías y Carmen. Digo supongo porque había contactado con ellos por teléfono a través de un anuncio que puse en esta revista.
Carmen era morena, gordita, pero con una cara simpática. Matías algo más alto que yo parecía también muy agradable. Yo lo tenía todo planeado y el plan consistía básicamente en entablar conversación con ellos, como por casualidad y luego intentar cenar juntos por decisión espontánea. Todo salió a pedir de boca y mi mujer no se dio cuenta de que todo esta planeado de antemano. Así pues fuimos a cenar, cenamos bien y bebimos mejor y luego ya un poco a tono nos fuimos a una discoteca para mover algo el esqueleto.
Matías y Carmen eran muy simpáticos y mi mujer se entendía muy bien con los dos.
Al poco rato Carmen me pidió que la sacase a bailar con la excusa de que a Matías no se le daba muy bien y allá fuimos a la pista.

Mientras bailábamos veía como Matías se iba arrimando a mi mujer con el pretexto de que con el ruido de la música no oía lo que ella le decía. Carmen, al mismo tiempo, empezó a arrimarse de manera que me puso a cien. Yo sabía que mi mujer no me quitaba ojo y que estaba algo incómoda al verse sola con un extraño y pronto se dio cuenta de que Carmen me estaba metiendo mano y, supongo que por despecho, empezó a arrimarse a Matías. Este no se dejó amedrentar y pronto, aprovechando la oscuridad del sitio, le metió mano a una de las tetas, se la sacó fuera del sujetador y empezó a lamerle el pezón.
Yo, desde la pista, no me perdía detalle y me estaba poniendo cachondísimo por lo que empecé a magrear a Carmen sin ningún tapujo y contra más la tocaba más guerra pedía ella.
Cuando llegamos de vuelta a nuestros asientos, observamos como Isabel tenía en la mano la polla de Matías mientras que este le tenía metido varios dedos dentro del coño. A la vista de las circunstancias, pensamos que ya estaba todo decidido y que lo mejor sería continuar en nuestro hotel.

Una vez en la habitación tapamos los ojos a Isabel, mientras Matías y yo le acariciábamos las tetas, que por cierto son preciosas, y alternativamente le tocábamos el coño, acariciando cerca del clítoris. Isabel empezó a lanzar gemidos y abrirse más y más de piernas mientras con las manos nos masajeaba los penes dándole besitos, tímidos, en el prepucio. Entonces decidí que fuera Matías quien primero la penetrara. Carmen, mientras tanto se masturbaba al contemplar nuestra actuación. Isabel no sabía quién se la iba a meter primero, ni le importaba, para ella ese pene sería de su marido a todos los efectos morales.
Con un suave empujón Matías la penetró hasta el fondo y comenzó a moverse rítmicamente dentro de ella. Yo mientras tanto, le acariciaba el coño por la parte justo encima del clítoris, pues sabía que era éste su punto flaco. Procuraba no hablar para que Isabel, aún con los ojos vendados, no identificase al que se la estaba follando. Yo disfrutaba viendo la cara de placer de mi mujer, y estaba seguro de que ella había identificado la polla de Matías como pene extraño, aunque quisiera hacerme creer que no era así.
Finalmente se corrió una y otra vez. Hasta cuatro orgasmos conté yo. Matías tardó algo más ya que el preservativo le quitaba sensibilidad, según nos contó.

Por fin terminó Matías y yo me lancé como un desesperado por Carmen que estaba a punto de caramelo al llevar tanto rato observado y masturbándose a la vez. Repetí con Carmen exactamente lo que hicimos con Isabel, solo que esta vez cambiamos los papeles y fui yo el que la metió en caliente y se corrió como un poseso dentro de la vagina ardiente de Carmen.
Luego nos fuimos cada uno por su lado y quedamos para otra ocasión ya que Carmen y Matías reúnen nuestras exigencias. Son educados y atentos, no promiscuos y las fantasías sexuales las llevan a cabo con parejas de la misma filosofía mezclados, pero no con cualquiera y para ello exigen mucho respeto por las cuatro partes.
Bueno, si tenemos otra experiencia que contaros, lo haremos sin falta.