Relato erótico
De voyeur de participante
Aquel día, y sin querer, se quedó de piedra cuando vio a sus vecinos follando como locos. Se puso muy caliente y siguió observándolos hasta… que lo descubrieron.
Oscar – Almería
Me llamo Oscar, tengo 24 años, soltero pero con novia y por ser programador de ordenadores, suelo trabajar en casa. El edificio donde vivo, en un quinto piso tiene, como todos, un patio interior donde dan las habitaciones de la casa contigua. Así fue como sorprendí, una mañana, a una pareja follando en su habitación. Desde donde yo estaba, bien oculto por la cortina, podía ver el cuerpo de la mujer, de unos 30 años como máximo, grandes pechos, culo redondo, muslos tremendos y coño peludo y también el cuerpo atlético del hombre de unos 40 y algo, moreno y con una enorme y larga polla. Debían llevar rato follando pues él la tenía metida dentro del coño de ella, bombeando sin parar, dejándome ver como aquella verga entraba y salía de la raja mientras ella se apretaba las tetas y abría la boca como en busca de aire.
El espectáculo era tan excitante que no pude evitar sacarme la polla fuera del pantalón y masturbarme al ritmo que él se la tiraba y así, cuando ella comenzó a removerse a mayor velocidad y él quedó con el cuerpo tenso, me corrí adivinando la salida de la esperma del hombre y llenar el coño de la mujer caída en un tremendo orgasmo.
Desde aquel día seguí espiándoles hasta descubrir que, por lo general, su follada se hacía casi siempre por las mañanas, antes de las diez, hora en la que el hombre se marchaba. Yo me la pelaba como un loco, gozando como nunca de mirón. Pasaron unas cinco o seis semanas hasta que un día vi como el hombre, que estaba ya dispuesto a enchufársela a su mujer, se apartaba y desaparecía de mi vista.
La mujer quedó en la cama, tendida, piernas muy abiertas, acariciándose el coño suavemente. Pensé que se había enfadado o algo así hasta que, al cabo de unos minutos, llamaron a mi puerta. Abrí sin recelo pero cual no fue mi susto al encontrarme cara a cara con el vecino. Era un hombre mucho más fuerte de lo que me había imaginado viéndolo desde la ventana. Me miraba muy serio y temí lo peor inventándome ya mentalmente mil excusas pues era evidente que me habían descubierto. Pero él, con voz suave, sólo me dijo:
– Mi mujer quiere conocerte y desea decirte dos palabras así que… ¡vamos!
Le seguí temiéndome lo peor por haber violado la intimidad de la pareja pero al entrar en la habitación de mis vecinos la mujer, que no había cambiado de posición y aún mantenía la mano en el coño, me miro sonriendo y me dijo:
– ¿Así que te gusta ver follar a la gente, eh? – y abriendo sus muslos y apartando la mano de su sexo, añadió – ¿No es mejor verlo de cerca?
Yo no sabía que contestar y menos al ver que el marido se desnudaba, mostrándome la tremenda erección de su polla.
Antes de darme tiempo a contestar apoyó su mano en mi bragueta y notó la dureza de mi polla pues, a pesar de mis esfuerzos, la visión de aquel cuerpo magnífico, ahora tan cerca, me excitaba. Ante la mirada atenta y dura de su marido, me bajó la cremallera y me la sacó al aire.
– Pues no está mal – exclamó acariciándomela – Anda, desnúdate que vamos a jugar un rato y no tengas miedo que no te va a pasar nada malo. De vez en cuando me gustan dos pollas y a mi marido no le importa.
Tampoco pude contestar pues así que estuve en pelotas, la mujer ya se entretenía en lamerme el capullo mientras ofrecía el trasero a su marido.
Este se lo levantó y apoyando la polla en el coño de su mujer, la penetró de un golpe mientras ella se tragaba, ahora casi por entero, mi polla que comenzó a chupar mientras el otro se la follaba. El placer que me daba era tan grande que perdí el miedo. Le agarré la cabeza y moviendo mis riñones me la fui tirando por la boca mientras el marido se lo hacía por el coño. En mi vida había practicado el trío y me gustaba. Era magnífico ver como se tiraban a una mujer mientras ella te hacía virguerías con la boca y con la lengua. Así estuvimos un buen rato hasta que ella, apartando mi polla, dijo:
– ¡Ahora los dos… venga, los dos… tú por el coño y el mirón por el culo… venga… venga… que quiero correrme ya!
El marido se apartó y se tendió en la cama, ella se le montó encima clavándose su verga en el coño mientras yo me colocaba a su espalda, le separaba aquellas preciosas nalgas y le descubría un ano muy abierto, dilatado y palpitante.
Tampoco me había follado nunca a una mujer por ahí así que, lleno de ardor, apunté y entré sin dificultad hasta que mis huevos quedaron pegados a los del vecino. La mujer gemía y gritaba agitándose como enloquecida. Y así nos corrimos los tres. Desde entonces soy el tercero en este trío fabuloso.
Volveré para contaros más encuentros. Besos para todos.