Relato erótico
De película
Dice que aun no se cree lo que le pasó. Estaba buscando una empresa para acudir a una cita. Cuando llegó a la dirección que tenía encontró con unos edificios muy antiguos. Entró en uno, subió unas plantas y se encontró con una situación que parecía sacada de una película.
Mario – Navarra
Me llamo Mario, soy un hombre de mediana edad, con gustos y carácter bien definido, buen cuerpo, de tez oscura. Trabajo como asesor de seguros y tengo una amplia cartera de clientes.
Todo sucedió cuando un empresario se puso en contacto conmigo para que le presentara una propuesta para asegurar su empresa contra todo riesgo de ahí que, sin perder tiempo, preparé una propuesta y al día siguiente salí a llevarla con la ilusión de vender un buen seguro.
Eran las dos de la tarde, la calle como siempre era un infierno, el trafico estaba congestionado y un calor infernal, la compañía donde me habían contactado estaba situada en una zona, compuesta por edificios antiguos donde no había la más mínima comodidad, y como es fácil de imaginar no había aparcamientos disponibles y es por eso que me vi en la obligación de estacionarme dos manzanas antes. Caminé hasta mi destino que, igualmente, se trataba de una construcción en los últimos días de su vida, escaleras estrecha y con una pésima iluminación, escasas personas y por un momento llegué a pensar que estaba deshabitado.
Había llegado al tercer piso sin encontrar a ninguna persona que me informara, caminaba desorientado por el corredor lateral izquierdo cuando vi una puerta semi abierta de donde salía una luz, entré y no vi a nadie, así que miré al interior y vi otro corredor corto donde había tres puertas y una de ella estaba abierta, no del todo, una abertura suficiente para ver parte del interior de la oficina. Como yo no sabía dónde estaba caminé lo más sigiloso posible sin hacer ruido y de pié frente a la puerta vi una chica ante la luz de una pequeña lámpara de escritorio, cabello negro, cortado a la altura del cuello, y de ojos grandes y vivaces.
Estaba sentada frente a un ordenador, concentrada en la lectura de algo. Llevaba una faldita sumamente corta que dejaba ver lo bien formada tanto de sus piernas como de sus muslos. Yo presentí que algo estaba pasando allí, me llamó mucho la atención la forma como la chica pasaba la mano derecha por su muslo derecho. No habían pasado cuatro minutos de mi silenciosa llegada cuando la chica metió su mano debajo de la falda y comenzó a tocarse el coño, primero de forma lenta y luego cogiendo velocidad y ritmo. Empleó luego las dos manos usando una para apretujar su bien formados pechos. Yo estaba en silencio oculto tras la puerta medio abierta de la oficina.
Llegó un momento en que la chica sin sacar su mano derecha de su falda abrió una cajón y con cierta dificultad sacó de su interior un enorme consolador, de color piel, con dos enormes bolas en la parte inferior que simulaban los testículos. Yo miraba asombrado, no podía creer el espectáculo que me había preparado el destino. Yo estaba allí, en primera fila, contemplando una hermosa chica que comenzaba a follarse con aquella tranca artificial.
La chica metió lentamente el consolador en su coño, perdió todo interés en lo que estaba leyendo, cerró sus ojos y comenzó a darse gusto, dejando que sus emociones fluyeran, se recostó sobre la silla de escritorio y con las dos manos se follaba con cierta violencia, el consolador entraba y salía vertiginosamente de ella, deteniéndose en las bolas que tenía en la base, la chica meneaba su culo apoyado en la silla de forma desesperada y yo podía ver con claridad la humedad del consolador impregnado con los jugos de la chica.
Mi polla amenazaba con salir, presionaba mi pantalón que trabajosamente se resistía. Estaba a punto de sumergirme en mis deseos cuando un grito de la chica me hizo volver la atención a ella, su cuerpo se estremecía en la silla giratoria, se clavó con fuerza el consolador y dejó escapar un suspiro y gritó a la vez, dejando clavado el consolador lo más profundo posible y respiró como una fiera dificultosamente. Era evidente que acababa de tener un enorme orgasmo que había mermado sus fuerzas. Yo no aguantaba más, ahora o nunca me dije en silencio, retrocedí dos pasos y como quien llega le di dos toques a la puerta y esta se terminó de abrir de par en par, la chica casi por reflejo bajó su falda y como si no pasara nada me miró un poco sorprendida y me preguntó:
– ¿Qué quieres?
Yo no dije nada, estaba demasiado excitado para hablar, mis piernas y brazos me temblaban, el corazón se me salía del pecho y como repuesta me incliné frente a ella, arrodillándome, la agarré por la cintura, no sé qué pensó ella, pero la oí decir, casi susurrar:
– Voy a gritar.
Yo no hice caso, metí mi cabeza por entre sus piernas, apartando con mis dientes la falda hasta que mi boca se encontró con el consolador que estaba dentro de su coño, lo mordí y lentamente se lo fui sacando de allí, ella abandonó la resistencia y abrió sus piernas ofreciéndome aquel rico manjar, Tenia el coño hecho un asco, baboso, súper mojado pero sin pensarlo dos veces comencé a recoger aquellos jugos con mi lengua, arrancando quejidos de placer de sus labios, y más de aquellos jugos que tenían un sabor y olor exquisitos. Por un momento me volví adicto, quería consumir toda la sustancia que salía de ella y cuando la sentí respirar agitadamente, apreté mis labios a los labios de su vagina introduciendo mi nariz dentro de ella y sentí la tibieza de su licor al salir acompañado de los interminables grititos de placer.
Sin dejar que se tranquilizara la levanté de la silla y por primera vez contemplé su cuerpo, pude ver que no era alta y por ello se veía un poco gordita, aunque en realidad estaba divina y me enloquecían los olores de su cuerpo.
De un solo manotazo tiré todo lo que estaba en el escritorio al suelo, la acosté sobre él y su coño quedó dispuesto para mí. Sin bajar mi pantalón, saqué por el cierre mi enorme polla, que debido a una torcedura en el medio se ve más impresionante que lo normal, y se la metí hasta el fondo. Estaba muy mojada la chica y el consolador que había usado era más grande que mi armadura, por esto la follé unos momentos disfrutando la calentura de su sexo. Luego la puse boca bajo, terminé de levantar su falda hasta su cintura y aparté el diminuto tanga que hasta ahora no nos había impedido hacer nada. Su culo color café quedó a mi disposición, parte de los flujos de la vagina de ella habían llegado hasta aquella zona, pero yo recogí algunos con mi mano, lubriqué bien su entrada trasera y presioné un poco con mi verga.
– No, por favor, que soy virgen – dijo ella, mientras movía su culo pidiendo lo contrario.
Sin hacer caso, presioné más y era evidente que algo había entrado por allí, sentí como un resbaloncito y mi tranca penetró la mitad, arrancando un grito de dolor de ella, que desesperadamente me pidió que la sacara, sin conseguir que yo le hiciera caso, no me moví y dejé que pasara el dolor, pero cuando llegó el placer ella comenzó a moverse por su propia voluntad, a girar sobre su eje y mi polla fue entrando poco a poco, ganando terreno dentro de ella hasta que mis bolas chocaron con sus glúteos, fue entonces cuando comencé a bombearla, se la clavaba con fuerza y la chica me retaba, me pedía cada vez más:
– ¡Más duro, rómpeme el culo, rómpeme por favor! – gritaba enloquecida.
Yo me esforzaba al máximo viendo como bajaba de su blusa un chorro de sudor que descendía por el canal de sus glúteos, chocando en mi polla y haciendo más húmedo el centro de actividad donde un volcán amenazaba con estallar. De sus labios salieron unos gritos que para mí eran conocidos y su cuerpo comenzó a moverse a tope. Sus gritos eran cada vez más fuertes y usando todas sus fuerzas en el intento, la oí berrear mientras chorreaba un río de jugos que mojó su falda, pero sin perder la fuerza se estiró sacándose mi verga del culo antes que yo pudiera hacer nada, giró y se la introdujo en la boca, pajeándome hasta que me hizo correr con gritos de placer. Tragó todo mi semen, con sus labios limpió delicadamente mi polla y luego me la introdujo en el pantalón dando un último beso sobre el cierre, a continuación se bajó la falda, se sentó en la silla y me preguntó:
– ¿En qué podemos servirle, señor?
– ¿Dónde está esta compañía? – pregunté adoptando la misma actitud.
– Al final del corredor, la última oficina – dijo en voz alta y señalando la dirección.
– Gracias – dije mientras me alejaba sin mirar hacia atrás, dejándola con la sensación de que había tenido el orgasmo de su vida.
Saludos a todos y muchos besos para ti, Charo.