Relato erótico

De la noche al día

Charo
23 de noviembre del 2019

Siempre se ha considerado heterosexual, le gustaban las mujeres y tenía muchas amigas con derecho a roce. Algo cambió el día que conoció un compañero de trabajo. Sintió un tirón en las ingles y se dio cuenta de que le encantaría follárselo.

Ángel – Asturias

Descubrí mi bisexualidad por Nacho. La primera vez que hablé con él, fue cuando un colega me lo presentó en una de las reuniones que realizamos en mi área de trabajo cada quincena. Hasta entonces, me consideraba el hombre más macho y mujeriego que pudiera imaginar, de hecho, con mi última novia me sentía muy satisfecho sentimental y sexualmente.
Jamás había sentido atracción física hacia ningún hombre ni mucho menos había despertado en mí sentimientos de deseo ni amor, pero Nacho lo cambió todo, desde el primer momento me encantó. Esos ojos grandes café oscuro que me miraban, aquella sonrisa que me hechizó, esa mano que estreché en aquella presentación, pero, sobre todo, aquella confianza y seguridad que mostraba al hablar, fueron lo que en un principio hizo ruido en mi mente. Nacho es un tipo muy guapo, de 23 años, cabello negro, barba, algo más alto que yo, delgado, tiene muchas admiradoras porque no solo su físico, sino su carisma, es lo que las atrae a todas.
Yo a mis 29 años, tampoco ando mal en cuestiones de chicas, he tenido varias novias a las cuales he querido y nunca he faltado a alguna de las reuniones con mis camaradas para ir a ligar tías atractivas o simplemente pasarlo bien mirando como contonean sus caderas e insinúan provocativamente sus pechos y trasero al ritmo de la música. Nacho y yo inmediatamente nos hicimos muy buenos amigos, salíamos juntos en compañía de mujeres o más amigos. Como dos típicos machos, hablábamos de fútbol y mujeres, pero siempre en grupo. Un día, estando en una cena de cuatro, en un restaurante de la ciudad donde vivo (éramos Nacho, una chica que se acababa de ligar llamada Lucía, mi entonces novia Reme y yo), las mujeres como típicamente hacen, se fueron al baño para retocarse y hablar de sus asuntos, cuando Nacho me hizo una proposición.
– ¿Qué te parecería si continuáramos los cuatro con la fiesta en otro lugar?
Su pregunta me sorprendió un poco, la verdad que hubiera preferido que me propusiera estar juntos a solas los dos, pero sabía que eso era imposible, así que respondí con una sonrisa.
– ¿De qué clase de lugar estamos hablando?

Mi pregunta escondía mucho morbo y un intenso deseo de poseer a aquel buen macho para mí solito.
– Mira, conozco un hotel donde podemos llevar a nuestras chicas a pasar un buen rato, yo con Lucía y tú con Reme, en habitaciones contiguas, ¿qué te parece cabrón?
¡Como deseaba a aquel hombre! La sola idea de estar cerca de él provocaba en mí una inexplicada excitación, mi verga se ponía dura de solo imaginármelo desnudo. Como deseaba confesarle todo, abrazarlo, besarlo…
– ¡Me parece muy bien! Mira ahí vienen las chicas, vamos a darles la noticia.
Comenté señalándole a las chicas que llegaban hablando alegremente. Al escuchar el plan, se pusieron muy contentas y aceptaron gustosas, acto seguido nos dirigimos al coche y nos dirigimos al hotel. Cogimos habitaciones contiguas, como Nacho había sugerido y empezó la acción. Después de cruzar la puerta, abracé a Reme por la espalda y empecé a susurrarle palabras cachondas al oído, mientras sobaba sus deliciosas tetas, le mordisqueaba el lóbulo de la oreja, se le endurecieron los pezones, y lentamente le di besos en su rostro hasta girarla hacia mí y estrechar su delicioso cuerpo contra el mío. Entonces empecé a besarla como un loco y a tocar todo su cuerpo completamente desnudo. Mientras besaba sus tetas y buscaba su coño húmedo, no podía dejar de escuchar los gritos de placer de Lucía desde la habitación contigua.
No pude menos que admirarme e incluso envidiar a Lucía, deseaba estar en su lugar, en la otra habitación, al lado de aquel delicioso manjar, demostrarle como podía hacerlo gozar, con qué capacidad me podía entregar a sus labios, a su cuerpo atlético e inclusive como podría disfrutar de aquella verga que aún no había siquiera visto, pero que estaba seguro no estaría nada mal. Seguía con Reme, nos besamos con mucha pasión, tocaba todo su cuerpo y comencé a acariciar su chocho, aún se escuchaban los gritos de placer de Lucía, Reme sonriendo me susurró al oído.
– Dame placer mi amor, no quiero envidiar a Lucía, ¡deseo que me hagas gozar como nunca lo has hecho con nadie!
No sé si por celos o competencia, pero acepté la propuesta, comencé a lamerle su coñito, tenía la verga más dura que nunca y Reme ya lubricaba, así que tomé un preservativo, le pedí que me lo colocara y comencé a penetrarla lentamente. Ella estaba gozando, sus gemidos pronto se convirtieron en gritos, yo insertaba mi polla cada vez más adentro, dándole muchas embestidas, primero lentas y luego más rápidas, ella continuaba gimiendo. Me gustaba tanto hacerla gozar, y más ahora que al lado estaba Nacho haciendo el amor con Lucía, por lo que arriesgadamente decidí, después de un buen rato, sacar mi todavía endurecida verga del coñito de Reme y comenzar a darle placer por su ano.
Ella se sentía extrañamente excitada con este nuevo juego, igualmente comencé a chupar su agujerito y a meter algunos dedos, hasta que estaba lo suficientemente abierto como para recibir mi polla, y así sucedió, esa noche Reme sintió placer tanto por delante como por detrás. Y yo me corrí de manera cuantiosa, no tanto por insertar mi verga en su coñito y culito, sino por la idea de que le hice la competencia a mi amigo Nacho. Una vez estando ya las chicas en sus respectivas casas, Nacho y yo nos quedamos solos en el coche.

– ¡Te felicito cabrón! Hiciste gozar de lo lindo a tu chica, hasta mi habitación se escuchaban sus gritos -me comentó en un tono alegre.
– Pues tú no te quedaste atrás, yo también escuché a tu chica, le debes haber metido tu polla hasta el fondo.
Noté un poco de seriedad, pensé no haber metido la pata y que en mis palabras Nacho no hubiera detectado ninguna insinuación, pero al instante sonrió y se limitó a decir:
– ¡Ya llegamos!
Me despedí de mi amigo con un fuerte apretón de manos y una sonrisa, bajé de su coche y por esa noche terminó aquella aventura. Al cabo de un par de semanas, mi madre me dijo que íbamos el fin de semana a visitar a mi abuela, yo me excusé de que tenía trabajo. Durante esos días no podía dejar de pensar en Nacho, tenía que decirle que me gustaba mucho.
Decidí enviarle un mensaje, dándole la noticia de que por primera vez en mucho tiempo estaría solo y lo invité a pasar la tarde conmigo. Ese sábado fuimos a comer a un restaurante, tomamos unas copas, hablamos de mujeres. Al rato, le recordé que estaba solo y lo invité a continuar la charla en mi casa, él aceptó. Eso hizo que mi verga despertara y se pusiera a mil, no sabía cómo disimular mi creciente excitación, cada vez deseaba más a mi amigo.
Ya en casa, nos sentamos en la sala, en sillones separados; yo me moría por sentarme a su lado, por acariciar su atlético torso y comenzar a chupar sus tetillas, besar sus apetecibles labios, abrazarlo y frotar mi polla contra la suya. Para relajar el ambiente, puse un poco de música y le invité algunos tragos más, me sentía en el paraíso con el solo hecho de tenerlo para mí solito, aunque nunca me insinuara nada, aunque fuera hetero y supiera que jamás podría tenerlo entre mis brazos. Charlábamos sobre temas intrascendentes, cuando sonó su móvil, era una chica, sentí que el cielo se me caía encima, la sola idea de que él se fuera y perdiera esa magia de estar los dos a solas me trastornó, de repente colgó.
– Era Lucía, me ha dicho que tiene ganas de que volvamos al hotel.
– ¿Y a qué hora has quedado? -le pregunté.
– Le dije que no podía, que estaba ocupado en un asunto muy importante -me contestó.
Después de escuchar su respuesta, el corazón me dio un vuelco y mi verga se puso aún más dura, deseando satisfacerse de él. Nacho continuó tomando copas, le seguí la corriente, sentía que en cualquier momento perdería el control y le diría todo.
– ¡Me estoy divirtiendo tanto contigo! -dijo Nacho.
Me sentí tan emocionado, aunque tenía miedo de malinterpretar sus palabras, eso no era necesariamente una declaración de amor, eso es lo que yo quería ver.
– ¿Dónde está el baño
Lo acompañé, dejó la puerta abierta y disimuladamente vi como se sacaba la verga para orinar, no era muy grande, pero sí bastante gruesa, ¡cómo se me antojaba!

Él ni siquiera se percató que lo estaba observando, tenía deseos de abrazarlo por la espalda y acariciar aquel maravilloso instrumento, besarle su cuello, decirle dulces palabras al oído, pero no me sentía capaz de hacerlo. Al salir del baño, se sentó y siguió bebiendo, pero ahora estaba junto a mí, en el mismo sillón. Me miró a los ojos y empezó a llorar repentinamente, me abrazó muy fuerte y dijo:
– Te agradezco tu compañía y tu amistad, no sabes cómo necesito de un buen amigo, ¡te quiero mucho!
Me quedé muy preocupado por su estado, estaba muy bebido, no entendía porque lloraba, me separé de él un poco y sin dejar de mirarlo a los ojos le pregunté:
– ¿Qué te pasa Nacho? ¿Por qué lloras? Cuéntame que te sucede…
– ¡Soy un verdadero gilipollas! Nunca me sentiré capaz de complacer a una sola mujer, siempre tengo que estar con varias para poder sentirme bien, para reafirmar que soy un verdadero macho y no…
Hizo una pausa como dudando de si continuar o no, con la mirada lo invité a que prosiguiera.
– Espero que no te burles de mí, pero no sé qué hiciste conmigo, no entiendo porque últimamente he tenido una gran necesidad de estar en tu compañía, no soy homosexual, pero tú eres especial para mí, más que cualquiera de las chicas con las que he estado en la cama.
No podría describir lo que sentí en aquel momento, mi más grande sueño se estaba haciendo realidad, ¡y yo que temía tanto confesarle a Nacho mis sentimientos por él! No lo dudé más, lo estreché en mis brazos y le susurré al oído.
– Querido amigo, yo también siento por ti, tenía tanto miedo de confesártelo, creí que me humillarías.
Nacho se separó un poco de mí, me cogió las manos y me miró profundamente, vi una infinita ternura en su mirada, no quería creer que fuera efecto del alcohol, sino de un sentimiento sincero de verdadero deseo. Sin previo aviso, acercó su rostro lentamente al mío, me acarició las mejillas, me sonrió. Sentí su respiración agitada, el corazón me latía rápidamente, mi verga estaba más dura que nunca; sentí por primera vez la calidez de sus labios sobre los míos, abrí mi boca despacio para recibir la suya, saboreé sus deliciosos labios, lentamente iba insertando su lengua buscando la mía. Le quité su camisa y empecé a besarle su torso, sentía en mi cara su vello del pecho, chupé sus tetillas, lo cual provocó en él unos pequeños gemidos. Acaricié por encima de su pantalón aquel instrumento, él seguía gimiendo de placer. Nos besamos nuevamente, sin soltarnos de nuestro abrazo, le desabroché el pantalón y acaricié su verga por encima del calzoncillo. Él a su vez realizó la misma acción, me metió su mano por debajo de mi pantalón y acarició mi verga, me sentía en la gloria, nunca había tocado la verga de un hombre.
Paramos de besarnos y lentamente, acercó su rostro a mi dura polla para comenzar a chupar la puntita; yo estoy muy excitado, es una sensación nueva para mí y estoy seguro que para Nacho también. Me fascinaba como paulatinamente se iba metiendo más mi verga a su boca, hasta su garganta.
No tenía nada que ver con una mamada de ninguna de las chicas con las que he estado anteriormente, es muy superior, seguía excitadísimo, quería correrme en ese mismo momento, pero sentía que todavía faltaba más, así que desee devolverle el favor. Ahora fui yo quien buscó su verga, la toqué lentamente, para gozar cada milímetro de ese pedazo de carne.

Me sentía muy excitado de tener para mí solito aquella magnífica polla, empecé a chupársela despacio, poco a poco la fui insertando hasta mi garganta. Estábamos tirados en la alfombra, completamente desnudos, seguimos mamando mutuamente, era una sensación única, el famoso 69. Quería entregarme completamente a Nacho, debía dejar que su polla estuviera dentro de mí.
– ¿Seguro que no te dolerá?
Me preguntó en un tono dulce, con esa mirada tierna. Estaba listo para entregarle mi culo, por lo que le respondí:
– Tal vez me duela un poco al principio, pero eso no importa, quiero que me hagas tuyo hoy.
Nos besamos una vez más, comenzó a sobar mi trasero con mucha delicadeza, lentamente fue insertando uno a uno sus dedos para que mi ano se acostumbrara; sentía una sensación muy placentera que me ponía aún más dura la verga. Continuamos besándonos, ahora me insertaba sus dedos de dos en dos, yo también acaricié su trasero y busqué su agujerito, él asintió con su mirada y un movimiento de cabeza, por lo que empecé a insertarle mis dedos; ambos deseábamos recibir el miembro del otro. Cuando mi culo estaba listo, Nacho se colocó detrás y empezó a metérmela muy despacio, mientras me besaba el cuello y acariciaba mi pecho. Nunca creí que disfrutaría tanto siendo follado por otro hombre, y más por alguien como Nacho, para mí era el mayor privilegio del que había gozado en toda mi vida. Cuando acabó, lo abracé y besé con mucha pasión, diciéndole al oído.
– ¡Ahora es mi turno!
Sonrió pícaramente, lo abracé por la espalda y acaricié su polla, mientras insertaba lentamente mi verga en su cada vez más abierto agujerito.

Empezó a gemir, en sus suspiros puedo adivinar una natural mezcla de un poco de dolor y mucho placer, tal como yo había sentido minutos antes, por lo que proseguí con mis embestidas, que cada vez eran más intensas. El orgasmo que experimenté minutos después, no se puede comparar en nada con alguna eyaculada que hubiera tenido antes, sentirme en el cielo se queda muy corto para esta maravillosa sensación, todo mi cuerpo tembló de placer. Seguimos en la alfombra acostados, mirándonos el uno al otro, con nuestras manos y piernas entrelazadas, hasta que finalmente pude decirle sin ningún temor que lo quería. Él sonrió y con esa tierna mirada, me di cuenta de cuanto me quería también, no me quedó duda alguna. Hoy en día continuamos con nuestra amistad a los ojos del mundo, seguimos saliendo con chicas y no tenemos ningún problema en seguir degustando de los cuerpos femeninos. Pero eso sí, siempre que podemos estar juntos en la intimidad, no desaprovechamos la oportunidad para volver a sentir el placer que solo dos machos que se aman profundamente pueden regalarse.
Un beso de parte de los dos.

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