Relato erótico
De compras y sexo salvaje
Estaba en unos grandes almacenes, tenía que hacer unas compras y había ido temprano. En cuanto se dio cuenta como le miraba aquella mujer supo que la mañana podía terminar diferente de como la había programado.
Jesús – Sevilla
Era muy temprano y al principio no me había fijado en ella, ya que se suponía que los dos estábamos de compras en aquellos grandes almacenes. Pero la manera en que se giró y en que me miró, me hizo despertar. Parecía que era la hora de jugar.
Ella aparentaba ser una mujer madura, seguramente bastante mayor que yo, pero con un cuerpo proporcionado y lleno de curvas, como a mí me gusta. Iba vestida discreta pero sensual, dejando adivinar su contundente cuerpo y sus generosos pechos.
Al principio solo fueron miradas y coqueteos distantes. Los dos íbamos de un sitio a otro fingiendo buscar algo, sin separarnos demasiado y siempre cruzando nuestras miradas, provocando, tanteando.
Quizá me recreé demasiado en ese juego, porque fue ella la que tuvo que dar el siguiente paso. Se acercó a mí lentamente, manteniéndome la mirada y justo de frente. Cuando llegó a mi altura giró levemente para coger algo del stand que estaba detrás de mí y con ello rozó con sus pechos mi brazo y con su mano mi pierna.
Estaba claro que había tomado la iniciativa, era mi turno. Esperé a que cambiara de mostrador y cuando de nuevo se agachó para ojear algo, me acerqué por detrás, colocando mi paquete rozando su culo y mirándola a ella en el reflejo de un espejo.
Por supuesto no se movió, al revés, se quedó en aquella posición, mirándome, deseándome. Moví mi paquete a un lado y otro de su culo varias veces y luego volví al centro, donde ya se notaba la calentura de su sexo. Allí comencé a dar pequeños empujoncitos, dejando que notara mi erecto miembro, a lo que respondió culeando hacia atrás, de forma que todo mi paquete se aplastaba contra su imponente trasero.
Miré a un lado y a otro, no vi a nadie y nos colamos en un probador. La agarré de las caderas y me estrujé fuertemente contra ella, como si me la estuviese tirando allí mismo. Ella giró la cabeza buscando mi boca, la besé y deslicé una mano bajo su corpiño, sobando sus cálidas tetas, mientas seguía follándola desde atrás, aun con ropa.
Comenzó a gemir, mientras nuestras lenguas se buscaban, bombeaba hacia atrás buscando mi paquete y dejaba que yo liberara sus pechos del sostén. La polla me reventaba dentro del pantalón y ella clamaba por una buena sesión de rabo, así que de un rápido movimiento le subí la falda hasta las caderas, me saqué la verga y la puse justo encima de su entrada, apretándola contra sus bragas. Eso la volvió loca, se restregaba contra mi polla como una verdadera ninfómana, giró la cabeza y mientras ella misma se apartaba las bragas, me dijo:
-Dame, dame, dame
Tenía el chichi rosado, completamente rasurado y muy abultado, así que puse la punta de mi verga en la entrada y sin dejar de moverme a un lado y otro, se la metí lentamente, saboreando cada centímetro de su pantano. Ella estaba ardiendo, me miraba lascivamente solicitando más y más polla
y cuando ya la tuvo entera en su húmeda cueva, se dedicó a disfrutarlo a conciencia.
Moviendo culo y caderas se lo metía y sacaba lentamente casi por entero, o bien lo mantenía todo dentro follándome con pequeños golpecitos de cadera.
Era un lujo de mujer y yo no estaba dispuesto a dejarla, ni tampoco quería desperdiciar su trasero. Así que mientras ella seguía con el movimiento de caderas, puse el dedo gordo en la entrada de su culito, masajeándolo y comencé a poner resistencia a sus vaivenes, de forma que aumentaba la presión de sus propias embestidas y mi polla se enterraba con fuerza en sus entrañas. Eso la excitó aún mas, se mordía los labios y sacaba la lengua, gemía ya bastante alto y usaba una mano para separar sus nalgas, facilitando la follada y también la posible enculada.
En esa posición comencé ahora yo a bombear, ella se dejaba hacer, completamente entregada, emitiendo toda clase de gemidos y grititos. La embestía con fuerza, de medio lado y al tiempo que sobaba y estrujaba su trasero, buscando excitar su orificio más estrecho. Cuando lo noté, ya deseoso, resentiré el ritmo de las embestidas, situé el pulgar en su ojete y apreté con fuerza, introduciéndolo poco a poco. Ella abría mucho la boca en una lasciva expresión de vicio, dolor y satisfacción, mientras se le erizaban las tetas.
Pero cuando tenía ya medio dedo pulgar enterrado en su culo y las folladas eran más salvajes, escuchamos ruido de pasos que se iban acercando. Saqué el dedo de su trasero y ella abrió más las piernas, recibiendo mis embestidas con ansias y encaminándonos los dos al orgasmo. Pero era inútil, estaban demasiado cerca y no se desviaban, así que tuvimos que separarnos y vestirnos rápidamente.
Inmediatamente nos pusimos a buscar otro emplazamiento para que a solas pudiéramos terminar lo que habíamos empezado, pero ahora ya había más gente y resultó difícil. Cambiamos varias veces de planta, mientras nos sobábamos y estrujábamos para mantener el calentón. Por fin, un rato después, dimos con una sección de ropa en la que parecía no haber nadie y entramos en otro probador.
Inmediatamente fui hasta una esquina y me coloqué entre dos estantes bastante altos, apoyándome de espaldas en uno de ellos. Ella enseguida entendió el gesto.
Después de asegurarse de que no había nadie cerca, se agachó delante de mi, observó con deleite mi paquete y comenzó a darle mordisquitos, mientras con una mano me sobaba el culo y con otra liberaba sus tetas. Le agarre la cabeza y la apreté contra mi miembro, respondiendo ella mordiéndome con más fuerza y bajando la cremallera.
Metió la mano en el pantalón y comenzó a meneármela con pasión, mientas yo me estiraba para tocarle los pechos. Finalmente me la sacó allí mismo y después de besarla por un momento, se la metió en la boca, haciéndome estremecer de placer con su obscena lengua. La estrujé contra mí y ella consiguió tragarse toda mi polla, hasta el fondo, hasta la garganta. Era increíble, le cabía toda y no solo eso, sino que además le gustaba tanto como a mí, pues gemía y se contoneaba, mientras con ambas manos se restregaba el coño y las tetas, pellizcándose los pezones y disfrutando del bombeo de verga en su boca.
Aquello me puso a cien y tenía los huevos a punto de reventar. Antes de que eso sucediera decidí pagarle con la misma moneda.
Hice que se levantara y que de nuevo se pusiera de espaldas a mí. Levanté la falda y aparté las bragas, descubriendo un precioso culito blanco y rosado, junto con su depilado y excitado chumino.
Se reclinó sobre el expositor y yo me dispuse a disfrutar de tan preciado manjar. Primero me limité a recorrer todo su sexo con mi lengua, dándole besos y mordiscos y tanteando también su orificio posterior, mientas con ambas manos le abría las nalgas, facilitando el acceso.
Eso la excitó mucho, lo que hizo que ella misma se separara el culo, buscando más gusto. Todo su potorro se me ofrecía expectante y ya no pude contenerme más, clavé mi lengua, mis labios y mi nariz en su sexo, mamando como si de una fuente se tratara y al mismo tiempo metí un dedo en su ojete, disparando su placer. La intrusión anal le había cogido por sorpresa, pero ella la buscaba con ahínco, bamboleando su culo de lado a lado y gimiendo desesperada.
Mi boca hacía estragos en su sexo y mi dedo en su culo, de forma que no tardó en aproximarse al orgasmo. Entonces me levanté, dispuesto a empitonarla. Me señaló el camino, completamente entregada. Pero yo buscaba su otro orificio y coloqué mi rabo ante la estrecha entrada. Se agachó aún mas sobre el mostrador y quedó quieta, esperando a que la enculara.
Puse una mano en su espalda, para que no se levantara, apreté con fuerza y metí la punta de mi rabo en su estrecho conducto posterior, arrancándole un gritito de satisfacción. Luego esperé un momento, dejando que se acostumbrara, puse mis manos sobre sus caderas y empujé de forma suave pero constante, hasta meter la mitad de la verga en su ardiente culo. Ahí de nuevo me detuve, estaba completamente despatarrada, con una dulce mueca de placer y dolor en el rostro y ganas de más rabo.
Se la saqué, le quité rápidamente las bragas que me estaban molestando y volví a encularla otra vez, hasta la mitad. Ella no se había movido en ningún momento, pero ahora hecho las manos para atrás, abrió sus nalgas y levantó el culo. La quería toda. Cogí impulso, apreté y se la enterré toda de un solo empujón, haciéndola gritar de dolor, placer y satisfacción.
Me mantuve quieto mientras se retorcía lentamente debajo de mí, intentando acostumbrarse a tener mi polla en su culo…y lo consiguió. Tenía la cabeza de lado sobre el mostrador, abría y cerraba la boca como un pez, babeando de placer y subía y bajaba el culo dulcemente, ensartándose en mi pilón.
Nunca había visto a una mujer gozar así teniendo una polla en el culo, yo le besaba y mordía el cuello, suavemente, mientras ella se movía arriba y abajo, cada vez más rápido y profundo. A medida que su ojete se dilataba, los movimientos eran más largos, llegando a abarcar todo mi pene. Por fin dejó el culo quieto, levantado ligeramente y llevó una mano a su clítoris, cediéndome la iniciativa. Me recosté sobre ella y, levantando sólo las caderas, comencé a encularla fuertemente, con pasión, reventando su ojete. Cada embestida era un grito de placer y pronto noté que se encaminaba al orgasmo, así que aumenté el ritmo de la enculada. Los gritos se transformaron en jadeos de placer, enterró varios de sus dedos en su húmedo coño y se vació en un gran orgasmo. Las contracciones de placer de su conejo se trasladaban a su culo, apretando mi rabo y haciéndome correr en su vicioso ojete, que recibió todo un torrente de leche.
Por un momento quedamos quietos, extasiados y cuando me levanté, pude ver como estaba su coño y ojete, espléndidos, abiertos, mojados y manando flujos y semen. Me retiré de encima de ella, besando su cuerpo a cada paso y cuando pasé por sus caderas hundí mi cara en su sexo, proporcionándola un repunte de placer.
Lentamente nos vestimos y arreglamos lo mejor que pudimos, encaminándonos hacia la salida. Varias parejas nos miraron, no sé si nos habían visto o porque se lo imaginaban, dado su estado.
Pero, en cualquier caso, a ella no pareció importarle, al contrario, le gustaba y aprovechando la pausa de las escaleras mecánicas, se volvió hacia mí y mientras acariciaba con suavidad mi paquete con ambas manos y delante de todo el mundo, depositó un beso húmedo en mis labios, mientras preguntaba en voz alta:
-¿continuamos en mi casa?
Por supuesto le dije que sí. Ya os contaré la continuación. Saludos