Hembra “hambrienta”

Su vida sexual no era muy satisfactoria y, mientras sustituía a un empleado en un bloque de apartamentos, tuvo la oportunidad de ponerse “al día”.

José – TARRAGONA
Hola me llamo José y vivo en la costa dorada, exactamente en Salou y me he animado a escribir una de mis aventurillas que me ocurrió mientras trabajaba.
Yo estoy casado con una buena mujer pero que tiene un pero y es que solo quiere sexo muy de vez en cuando y yo soy un hombre muy ardiente y morboso que, si por mi fuera, haría el amor todos los días, pero bueno me aguanté las ganas durante unos cuantos años solo con el ratito de sexo con mi mujer y cada oportunidad que me salía la rechazaba y me quedaba cada vez peor porque me mataba a pajas y no encontraba ya satisfacción ninguna hasta que un día mi socio al verme tan mal y tan salido que ya se me veía en la cara me comentó que eso le pasaba a la mayoría de las mujeres casadas después de unos años, los hijos, los problemas diarios, etc. las enfriaba, se cambiaban el “chip” y podían estar perfectamente sin sexo el tiempo que quisieran y no les apetecía, que ya lo decía un famoso refrán, “follas menos que un casado”.

– Prueba con otras chicas y aprovecha las oportunidades que te salgan – me decía mi amigo.
Lo decía por experiencia porque él llevaba más tiempo casado que yo y la mujer le había dicho muy claro que de meter nada de nada, que así estaba muy bien y no lo necesitaba. Añadía que al principio me iba picar la conciencia pero luego las ganas de hacerlo se imponían.
Pues ahí estaba yo con mi dilema cuando me salió una oportunidad cuando menos me lo esperaba y fue en el trabajo. Me explicaré. Tengo una pequeña empresa con mi socio y nos dedicamos a ofrecerle a nuestros clientes conserjes, porteros, guardas etc. y al ser la empresa pequeña todos tenemos que arrimar el hombro así que de vez en cuando nos tocaba sustituir a alguno de nuestros trabajadores cuando enfermaban o se iban de vacaciones y eso fue lo que ocurrió, sustituia unas vacaciones de un empleado en una conserjería, cuando me salió dicha oportunidad.
Eran unos bloques de apartamentos que se alquilaban para el verano y en eso estábamos cuando vino una pareja de Zaragoza con dos niños pequeños a pasar quince días en agosto. El marido era un tío normalito más bien algo amanerado, pero muy simpático, pero en quien me fijé fue en ella que por cierto era muy atractiva, de estatura mas bien bajita, rubita, con cara simpática, unas tetas impresionantes y bajo el pareo se le adivinaban buenas piernas y un buen culo. Pues nada, durante el día a día nos fuimos haciendo amigos hasta un día que vi que ella venía del súper cargada de bolsas y me ofrecí, sin más intención que ayudarla, a llevarle la carga. Le cogí sus bolsas y nos dirigimos en el ascensor a la séptima planta, que es donde tenían el apartamento.
Yo la notaba muy nerviosa pero no le di importancia. Al llegar a la planta nos dirigimos a la puerta de su apartamento, puse las bolsas en el suelo y le pedí las llaves para abrir, observando que ella estaba hecha un mar de nervios pues se le cayeron las llaves al suelo.

– María – le dije mirándola fijamente a los ojos- ¿Qué te pasa mujer? Estás muy nerviosa.
Ella me contestó que nada, que estaba bien, pero que yo la ponía muy nerviosa. Le pregunté el porqué y me dijo que no lo sabia, pero que estaba muy nerviosa y ansiosa. Temblaba y todo. Al ver aquello dije esta es la mía o me da un tortazo o entra al trapo… y le quite las llaves de la mano, abrí la puerta y le hice un signo con la cabeza para que pasara. Cuando paso me la jugué y le cogí el culo con las dos manos y besándole el cuello le susurre al oído María ya sé lo que te pasa, y te voy a hartar de polla que es lo que tú necesitas. Empecé a meterle la mano por debajo de la falda y a cogerle el chocho a través de la braguita y cual no fue mi sorpresa al encontrarla toda mojadita. Parecía que se había meado de lo mojada que estaba y le dije:
-María como estas hija, estas peor que yo. Estas muy escasa de sexo…
Ella solo balbuceaba y respiraba fuerte y ponía los ojos en blanco mientras decía:
-No puede ser, esto es un error. Nos pueden pillar, déjame… ¡no no me dejes! ¡Sigue, sigue, que gustito!

Yo, tenía la polla más tiesa que un palo y dándole la vuelta, le dije que se pusiera de rodillas. Me la saque y se la puse frente a la cara y empecé a restregársela mientras le decía que me la chupara.
Me la agarró con la mano y se la tragó de golpe, lo hacía tan bien que tuve que pararla un poco porque iba a correrme. Se la metí hasta el fondo de la garganta y le follaba la boca. Era una mamona increíble.
No se conformó con mamármela, me agarró los huevos con la mano y los chupaba como una posesa. Me estaba dando un gustazo de miedo y como si me leyera el pensamiento, me dijo que se la metiera.
Como estaba a punto de correrme, me la lleve a la mesa del comedor y la tumbé. Le saque las bragas, le abrí las piernas y me comí su empapado chocho. Al tercer lengüetazo sobre su clítoris se corrió como una fuente.
Gemía y se movía como una culebra, me cogió la cabeza con las dos manos y me la apretó contra su coño. Debía llevar mucho tiempo sin correrse, porque por lo menos tuvo unos cinco orgasmos.
De pronto dijo:
-Que bueno cabrón, como me he corrido. Hace tanto tiempo… que ni me acordaba de lo que se siente cuando te viene un orgasmo.

Ya no podía más, me cogí la polla y empecé a pasarla por su raja y por su culo. No os lo he contado pero tengo una polla de unos 18 ctm, pero lo que más resalta es mi enorme capullo.
En cuanto lo notó gritó y dijo que se la clavara que quería sentirla dentro. No esperé más y de un solo golpe de cadera se la metí hasta el fondo.
Me la follaba con furia y ella no paraba de gritar. Por un momento pensé que vendrían todos los vecinos a ver qué pasaba. Quería más y más. Puso sus dos pies en mis nalgas y me empujaba para que la penetrara con fuerza. Era un hembra caliente y viciosa.
Cuando me corrí, caímos al suelo desmadejados, abrazados y sudorosos. Yo seguía con mi polla dentro de ella y aun estaba dura de lo a gusto que estaba.
Como el marido estaba en la playa estuvimos follando tres horas. Le follé hasta el culito, apoyada en la barandilla de la terraza saludando al marido y yo metiéndole la polla hasta el fondo.
Ella disimulaba el gustazo que estaba sintiendo y el cornudo no se enteraba de nada.
Cuando terminamos me contó que hacía un año que su marido no la tocaba porque tenía problemas de erección. Ella se satisfacía con consoladores y se mataba a pajas. Me comentó que hacía tiempo que me conocía y sabia que yo era buena persona, por eso se decidió a follar conmigo.
Desde aquel día nos vemos un par o tres de veces por semana y la verdad es que hacía tiempo que mi vida sexual no era tan plena.
Un beso para todos.