Relato erótico

Cumplió su deseo

Charo
16 de marzo del 2020

El regalo que le pidió su mujer para su cumpleaños le dejó de piedra. Quería tener sexo con otros hombres. Ella los seleccionaría. Esta era una fantasía del marido y ella se animó.

Ricardo – CASTELLÓN
Con María, mi mujer, habíamos compartido algunas fantasías, aunque éramos algo liberales, lo más extremo fue comprar juguetes eróticos y usarlos, pero nada más, hasta que un día en que nos poníamos de acuerdo para celebrar su cumpleaños 42, mientras ella se vestía, se asoma por la puerta del vestidor y dice:
– Mi amor, quisiera que me regalaras algo especial para mi cumpleaños.
– ¿Y qué te gustaría?
– En la noche de la fiesta, quisiera realizar una fantasía erótica…
– ¿Y cuál es esa?
– Bueno, eso si tú estás de acuerdo y es que me gustaría que esa noche, fuera especial para los dos, lo que te voy a pedir, es… – hizo una pausa, se acercó y me abrazó – lo que quisiera es que esa noche otro hombre me poseyera y que tú me miraras.
Mi asombro fue mayúsculo, pero ella, sin dejar de mirarme, siguió dándome detalles de cómo quería que fuera esa noche especial.
Por supuesto, que la respuesta no se la di de inmediato, pero la idea comenzó a dar vueltas en mi cabeza, y cada día me atraía más. Una tarde la llamé desde la oficina y le dije que sí, a lo que ella me respondió que ella elegiría a alguien de entre los invitados.
El día de la fiesta nos levantamos no muy temprano, pues ya estaba casi todo listo, estábamos nerviosos, y durante el desayuno me pasó un papel, el cual contenía la lista de invitados, donde estaban marcados con una viñeta, los tres hombres que ella había elegido para esa noche. Pablo, mi primo un cincuentón, algo pasado de peso, que pasaba sus ratos libres bajando textos de Internet y que varias veces lo había sorprendido mirándole el trasero a mi mujer, después estaba Paco, un profesor de química que era vecino nuestro, un tipo que estaba en los cuarenta y por último estaba Jorge el marido de una amiga suya.

Esa tarde salió casa para ir a la peluquería y probarse el vestido para la fiesta. Había decidido ir sola pues quería darme una sorpresa. Debo decir que mi mujer es de aquellas que te giras para mirarla, con un cuerpo bien cuidado, un conjunto maravilloso.
La fiesta se hacía en la casa de campo, una casa con varias habitaciones y un salón bastante amplio, mientras yo recibía a los invitados La protagonista se hizo esperar, pero cuando hizo su aparición en el salón todos quedamos boquiabiertos. Llevaba un vestido negro ajustadísimo, semitransparente y corto, que dejaba ver muy marcado su talle, además el vestido dejaba traslucir su cuerpo, medias y ropa interior a gusto de todos.
Por un momento pensé que mi mujer no se atrevería a realizar su sueño, pero en un instante de la fiesta vi que ella iba hacia la puerta que daba a las habitaciones, y muy disimuladamente la seguía el profesor. En ese momento me encontraba conversando con unas amigas de mi mujer, y tuve que dar término sutilmente a la charla pues no me quería perder detalle de lo que ocurriera esa noche.
Me introduje sigilosamente por el pasillo hasta llegar a la última habitación de servicio, la puerta estaba entreabierta y al fondo contra la pared estaba María, de pie y con las piernas entreabiertas, mientras Paco muy excitado besaba el cuello, acariciaba sus tetas y las nalgas, pasando sus manos por su entrepierna. Los leves quejidos de María llegaban a mis oídos y eso me excitaba mucho. Ella ya había sacado el miembro de Paco fuera de los pantalones, para masturbárselo con fuerza, mientras la aprisionaba contra la pared.
En un momento dado ella lo separó. Él ya estaba con los pantalones en los tobillos y ella con el vestido subido hasta las caderas, fue y se sentó al borde de la cama, la polla erecta de Paco no se hizo esperar, y la boca de María comenzó a devorárselo, dándole largas chupadas. Por unos instantes pensé que quería que acabara en su boca, pues estaba ensimismada con la erección de Paco, a su vez que tenía una de sus manos acariciándose el clítoris.

La respiración de ambos estaba muy agitada hasta que ella se situó sobre la cama, entreabrió las piernas y él, liberado ya de los pantalones y haciendo a un lado el diminuto tanga que ella llevaba puesto, introdujo todo su miembro en el coño de mi esposa. Ella arqueó su cuerpo y él pasó su brazo por debajo, tomándola por las nalgas comenzó a penetrarla con fuerza. Ella gemía mientras se fue quitando el vestido para mostrarle las tetas y que él se las chupara, y estaba situada de tal manera que yo podía ver como él entraba en su cuerpo, como la poseía.
Pronto ella elevó sus largas piernas, él la cogió de los tobillos, penetrándola con fuerza y sus clavadas hacían que mi mujer gimiera y que su mojada vagina se lo engullera todo. De pronto sus movimientos se hicieron más rápidos, mi mujer no dejaba de mover las caderas, Paco el profesor de química, ya se corría pero ella le pidió que se corriera en su cara, así que él, con su miembro entre sus manos, apuntó hacia la cara de María y eyaculó. Sendos chorros se semen cubrieron el rostro de mi mujer y para completar mi asombro ella se llevó el pene a su boca, que aún conservaba su erección, para terminar de extraerle toda la leche.
Entonces me escabullí a un rincón del pasillo, él salió primero de la habitación, después salió ella, arreglándose el pelo y acomodándose el vestido, yo le dije:
– María, estoy aquí.
Ella se dio la vuelta, su cara denotaba satisfacción y me dijo:
– ¿Estás muy caliente?
– Demasiado – respondí.
Me besó y al llegar al salón vi a Paco que se me acercaba algo nervioso, me agradeció la invitación y felicitándome por la excelente fiesta, pero se tenía que retirar.
Después de un rato seguiría a María y mi primo Pablo a las habitaciones de arriba, allí pude observar en un primer plano todo.

A Pablo se le caía la baba cuando mi esposa cogió el flácido miembro de Pablo y empezó a acariciarlo, pero tras una buena sesión de masturbación al rato ella hizo aparecer debajo del abultado abdomen del hombre, la formidable erección de Pablo, ante la cual ella exclamó:
– ¡Vaya que tenemos aquí, que pedazo de polla!
Entonces tuvo que esforzarse para introducirla en la boca para hacerle una buena mamada, motivando que el grueso cuerpo de Pablo temblase. Al rato, ella hizo que mi primo se tendiera de espalda y ella se quitó el vestido y el diminuto tanga, quedándose solo con las medias y los zapatos, y le acarició los huevos, la panza, hasta que se puso con las piernas abiertas sobre la cara de Pablo refregándole su depilado coño. El se lo llevó a la boca y acarició sus nalgas mientras ella cogía su miembro y se lo masturbaba y sabiendo que yo la estoy mirando me ponía una cara de estar gozando.
Pronto dejaron de lado el 69 y María, sin dejar que Pablo cambiase de posición, así de espalda, se empaló en su polla y comenzó a subir y a bajar muy despacio, aunque de vez en cuando se inclinaba hacia delante, para que yo viera con entraba de ajustado el grueso pene de Pablo en su vagina. Mientras que él le sobaba las tetas, ella seguía con ese movimiento montada sobre el grueso cuerpo de mi primo. A ambos la excitación los había poseído, y ella subía y bajaba recorriendo el falo de Pablo, hasta que se retiró y se colocó en otra posición dejando que el viera su culo, mientras le decía:
– ¿Te gusta, te gusta el culo de la mujer de tu primo?
Mi primo respondía que sí y con su cuerpo sudado, él le pidió que se pusiera a cuatro patas,
– ¿Quieres follarme así? – dijo ella colocándose en esa posición y golpeándose las nalgas con las manos, su cintura pequeña, sus amplias caderas.
Con el culo expuesto y las piernas abiertas, las manos de Pablo parecían enormes aferrándose a ese diminuto cuerpo, hasta que su pene encontró la entrada y se perdió completo en la dilatada y mojada vagina de Lucia.

Ella dejó escapar un grito mientras el gelatinoso y sudoroso cuerpo de Pablo temblaba a cada embestida que daba con más fuerza. La cama crujía, los gritos y gemidos se oían más fuerte que la música que venía de abajo, sus clavadas eran fuertes, y sus resoplidos también. El, que tanto había deseado a mi mujer, ahora se daba el gusto y yo, ya no daba más. Un prolongado gemido y unos murmullos, me hicieron volver a la realidad, habían acabado. Una vez más mi mujer hacía realidad sus fantasías.
Pero faltaba más. Jorge era el marido de su mejor amiga, que por cierto es muy guapa, él un hombre que pasaba todo el día en la oficina, y que bien sabía yo que su mujer a veces lo engañaba.
No es un tipo que llame la atención a primera vista, pero si mi mujer lo eligió para realizar su fantasía fue por algo. Lo cierto es que bailó con él esa noche y ella se dejaba apretar por él, mientras ella le decía cosas al oído y se reía. Yo desde el otro extremo del salón, conversaba con Pablo, que me hablaba muy disimuladamente, como si yo no supiera lo que había pasado. De pronto vi a María que me hacía una seña con las manos para que me acercase, y me dice a manera de complicidad y bajando la voz:
– Espérame en la biblioteca, busca un lugar desde donde puedas verme.
Ya situado en mi escondite, sentí que venían riendo por el pasillo y entraban en la biblioteca, ella le insinúa que las copas la tenían algo mareada y por lo tanto la debe ayudar a bajar un libro que estaba en uno de los estantes, pero al bajarse hizo como que se venía para atrás y él la tuvo que sostener, ella deja caer el libro para cogerle las manos y colocarlas sobre sus tetas. Jorge se notaba confundido, pero ella lo animaba meneando su trasero contra su ingle, pidiéndole que la besase y él comenzó a pasarle la lengua por el cuello sin dejar de acariciarles las tetas. Mi mujer, estando en esa posición, pasó sus manos por encima del bulto que se había formado en la bragueta de Jorge y en pocos minutos ya la tenía entre las manos masturbándola.
Jorge reaccionó rápido y en breves segundos ya se había quitado pantalones y slip y a ella bragas metiéndole la polla en el coño de un solo golpe. Los gritos de mi mujer inundaban la sala y él, sin salir del cuerpo de María, caminó por el salón hasta otro sillón, donde la hizo tender de espalda y él le pasó la lengua por el agujero del ano, se lo ensalivó y le introdujo dos dedos.

Mi mujer muy excitada se dejaba hacer, entonces él estando al borde del sillón, levantó sus piernas dejando su trasero expuesto, y apoyando su glande en la entrada de su diminuto agujerito, la fue penetrando hasta metérsela toda. María trataba de ahogar sus gritos llevándose los cojines a la boca cuando él comenzó a follarla analmente y sus movimientos se hicieron más rápido, mientras María le decía:
– ¡Rómpeme el culo… fóllame, encúlame… así!
Mientras ella se acariciaba el clítoris con sus propios dedos, hasta que en un momento él la colocó ahora a cuatro patas en el suelo contra el sofá, para seguir follándola por el culo. Mientras ella se corría y él también ya se venía, cuando estaba a punto la cogió por el pelo y se la hizo engullir, llenándole el paladar de semen. Ella, con el pene en las manos, no dejaba de lamérselo, pasándose el glande por la comisura de los labios, pero unos ruidos distrajeron al furtivo amante y a medio vestir salió de la habitación.
Entonces María me pidió que saliera de mi escondite y mientras termina de colocarse el diminuto tanguita, se ponía bien el vestido, le hice un comentario de lo golfa que se había comportado esa noche, y ella, con una mirada que denotaba su excitación todavía, nos abrazamos, pasó mis manos por su coño, que esta mojadísimo y su ano muy dilatado y caliente, y me dijo:

– Ricardo, una vez que se hayan ido todos, te quiero para mí.
Se terminó de vestir y nos dirigimos hacia el salón. El amanecer me sorprendió muy excitadísimo dándole por el culo a mi mujer.
Hasta otra

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