Relato erótico
Cuestión de suerte
A veces los errores de otros nos benefician y esto le ocurrió a él. Se encontró a una chica andando por la calle, iba bien vestida, estaba muy guapa pero, estaba llorando. Paró el coche y le preguntó que le pasaba. A partir de ese momento empezó su “suerte”
Antonio – MURCIA
Amiga Charo, la cosa empezó cuando yo volvía en mi coche de dejar a mi novia en su casa porque al otro día tenía que levantarse muy temprano y quería descansar. La noche recién empezaba y siendo viernes yo tenía toda la noche libre así que, en vez de tomar por la ruta normal y regresar rápido a casa, preferí tomar por algunas avenidas que tienen más movimiento y ver si encontraba algún amigo, pues ni tenía ganas de ir a casa, ni de salir de cacería.
No fueron muchas las calles que recorrí, cuando vi a una chica que caminaba despacio pero lo que me llamó la atención es que lo hacía por la calle misma y no por la acera. Iba como si estuviera llorando, cosa que yo confirmaría segundo más tarde. La verdad es que por un instante me preocupé, pero como no quería que mal interpretase mis intenciones de ayudarla, me acerqué a ella con el coche y para no parecer un lobo que quiere raptar a caperucita, le pregunté si necesitaba ayuda.
– No, está bien – me dijo – Ya me pasará, gracias.
– Mira, no tomes a mal lo que te voy a decir, pero si te ves en un espejo ni tú misma te creerías lo que acabas de decir – contesté.
– ¿En serio… tan mal se me ve? – preguntó con expresión de duda.
– No se te ve mal, se te ve destruida – añadí – Ven, sube que te acerco a tu casa sin ningún compromiso de tu parte.
– ¿Lo dices de verdad? Mira que no tengo dinero para pagarte el viaje.
– Lo que te estoy haciendo es una invitación, no te estoy cobrando nada.
Subió, le di una servilleta de papel a modo de pañuelo y comenzamos a conversar un poco. Así me enteré de que ese día era su cumpleaños, lo que explicaba que fuera muy bien vestida, también me dijo que supuestamente iba a salir a cenar con su novio y después verían a donde saldrían a bailar, pero que como él no llegó a buscarla a la hora que habían quedado fue para su casa y se encontró con que estaba tomando cerveza con unos amigos, que no se había bañado ni cambiado de ropa, que después de que ella le recriminara él le contestó mal delante de sus amigos y le dijo que hiciera lo que quisiera porque él estaba por ver un partido de fútbol con los amigos. Entonces ella había decidido salir a caminar un rato y llorar hasta que se le pasase la bronca y que en ese momento aparecí yo y le ofrecí ayuda.
Habíamos recorrido varias manzanas cuando le dije que si ella aceptaba, puesto que era su cumpleaños, yo la invitaba a tomar algo y a que saliéramos un rato. Aceptó pero me dijo que fuéramos a un lugar tranquilo, que tenía ganas de charlar un poco, escuchar música tranquila, pero que no se sentía con ganas de ver mucha gente. A esas altura de la conversación y para mi tentación yo ya estaba excitado y le dije sin dudarlo, que si tenía que darle gusto a lo que me pedía la llevaba a mi casa que era el lugar que reunía las condiciones que ella me había pedido y que ahí no correría riesgo de que la vieran nadie que pudiera contárselo a su novio.
Nuevamente, y para sorpresa mía aceptó, diciendo que yo tenía razón y que allí estaría más segura de que nadie la vería. Compramos un par de cervezas, patatas fritas y cacahuetes para acompañarlas y hacer un simulacro de cena y festejo.
Llegamos a casa, puse música romántica, encendí una lámpara para que no hubiera excesiva luz y comenzamos a festejar su cumpleaños entre charla y risas que, con un poco de esfuerzo, había logrado arrancarle. Como la noche estaba calurosa, encendí el ventilador y me saqué la corbata para estar más cómodo. Después de la primera cerveza ella ya estaba mucho más contenta y risueña, y como en este momento sonaba un tema de Eagles, la invité a bailar. Fue el comienzo de un detonante total.
Comenzamos a bailar y a medida que avanzaba el tema las distancias entre nosotros se achicaban más y más, y cuando empezó otro tema, seguimos bailando cada vez más pegados hasta que ya no había espacio entre nuestros cuerpos, salvo el que existía entre nuestros rostros y no hubo mucho para recorrer antes de encontrar sus labios y no despegarnos más hasta llegar bailando a la cama.
Empezamos una carrera infernal de quien desnudaba más rápido al otro. Nuestras manos iban de un lado al otro, entre los jadeos y la desesperación, por el cuerpo que sentíamos a través de nuestros dedos, casi nos arrancábamos la ropa a tirones y en cuestión de segundos solo éramos dos seres que se besaban con tanto deseo y lujuria que hasta parecía que era la ultima vez, antes de que se acabe el mundo. Cuando la tuve totalmente desnuda fui directo a sus tetas, besándolas con tanta fuerza que pude arrancarle algún quejido, pero ya no había obstáculos en el medio y no hice que esperara mucho para llegar a acomodarme justo en su coño y darle la atención que sería parte de una histórica mamada escrita en los libros de Afrodita y Venus.
Todo parecía una lucha cuerpo a cuerpo pero yo no me despegaba de esa cueva que me estaba dando tanta miel como un panal y era tal la calentura que, en cuestión de minutos, ya le había arrancado un par de orgasmos y ella, con gemidos y un poco entrecortado, me dijo:
– No aguanto más tu lengua, penétrame ya por favor.
Acerqué mi polla a la puerta de esa almeja de placer y me fui metiendo sin parar hasta hacer tope con mis huevos en los labios que segundo antes había estado besando.
Allí, en pocos segundos, sincronizamos nuestros movimientos y comenzamos un metisaca que por momentos hacía mover toda la cama. Sus gemidos iban en aumento, mis embestidas cada vez trataban de ir más profundamente y en un intento de meterme hasta con mis huevos, le levanté las piernas hasta mis hombros y así las penetraciones eran mucho más profundas y fuertes casi logrando mi objetivo de meterme por completo en su interior. Estábamos tan locos de placer y calientes el uno por el otro que no pasó mucho tiempo y sin poder evitarlo me sentí explotar en su interior.
No sé si la sensación de recibir mi leche la puso más loca o simplemente coincidimos en el orgasmo, pero ambos tuvimos que ahogar nuestro grito en la boca del otro sellando con un beso el momento cumbre del deseo y silenciando la locura que habíamos desatado por seguir el instinto de macho y hembra que todos llevamos dentro.
Nos hicimos mimos mutuamente y nos acariciábamos por un rato largo hasta que sus manos se apoderaron de mi otro yo y sin decir palabras fue directamente a besarlo. Pensé que todo era con la sana intención de aplicar la ley del Talión y devolverme el mismo placer que ella había experimentado con mis labios, pero lo nunca me esperaría era el giro que dieron las cosas en ese momento. Empezó dándome besos en la punta de la polla, luego la recorrió con su lengua de arriba hacia abajo, la metió en su boca y cuando menos me lo esperé, simplemente la sacó, dejándome con las ganas de sentir esa agradable sensación de poder follármela por la boca y de sentir la succión de unos labios en todo mi instrumento, pero ella siguió acariciándome con ambas manos y me dijo:
– Gracias por haberte preocupado por mí y haberme invitado a tu casa…
Me dije a mi mismo, mientras ella hablaba, aquí se terminó tu noche de suerte, al menos, sin pensarlo tuviste ligue de un momento y la pasaste bien por un rato ya que te habían dejado la noche libre.
– Estaba mal – seguía ella – y la verdad que me hiciste pasar toda la bronca que el otro cornudo me había dado.
– No te preocupes – le dije yo – es tu cumpleaños y no es justo de que la pases mal, en todo caso yo tengo que darte a ti las gracias por haber aceptado y haber hecho que sea espectacular este momento.
No quedaba otra cosa, estaba entregado a que me dijera que se iba y se terminaba la fiesta, pero lo que me iba a decir me dejó paralizada la sonrisa.
– Hace ya un tiempo que varias de mis amigas me dijeron que por atrás es mejor que por delante, que se siente un placer más intenso, pero yo no me sentía preparada y tenía un poco de miedo y aprensión, hasta que hace un par de semanas me decidí a que me daría mi propio regalo de cumpleaños, se suponía que íbamos a salir con mi novio y le iba a pedir que me lo haga él, pero como prefirió a sus amigos lo siento – me estaba pidiendo con un poco de vergüenza de que se la metiera por el culo, ni yo lo podía creer – Yo quería regalarme el placer de probar algo nuevo y a mi regalo de cumpleaños lo quiero sí o sí.
No esperó una respuesta, volvió a besarme y me dijo:
– ¡Hazme toda tuya!
Os podréis imaginar que entre la sorpresa y la alegría no dudé un segundo más, abrí el cajón de la mesita de noche, saqué un pote de vaselina que siempre tengo a mano y quise comenzar a besar el lugar que iba a ser de nuestro encuentro, como para bajar un poco las tensiones y realizar los primeros pasos de la dilatación, pero su pedido fue totalmente distinto a mis pensamientos.
– ¡Házmelo ya que no aguanto las ganas de sentir que me están dando por el culo! – exclamó.
No había más palabras que decir, solo puse un poco de vaselina en la punta de mi “compañero” y otro poco en la entrada de ese trasero precioso no que tenía frente a mis ojos y sin perder más tiempo ejecuté el fusilamiento, apunten… empujen… adentro….
Por un instante sentí que tomaba una bocanada de aire en el momento que empecé a luchar para meterla, luego, quizás por instinto, realizó una contracción que solo vino a dificultar más la tarea y le dije:
– Relájate y tranquilízate, porque puedo hacerte daño si te tensas de esa manera, toma un poco más de aire y déjalo salir con fuerza de adentro a fuera.
Así lo hizo, pero cuando estaba repitiendo lo mismo, yo presioné más y terminé venciendo y la cabeza de mi pene desapareció. Hubo un leve quejido y una nueva contracción, pero cuando tomó aire por tercera vez, me agarré de sus caderas y sin importarme ninguna asignatura pendiente presioné hasta llegar a hacer tope con mis propios huevos en los cachetes de ese culo que ahora ya era mío.
En los segundos siguientes preferí hacer una pausa, para que se acostumbrase al tamaño de lo que le había entrado y dilaté un poco, para después comenzar a pistonear en un metisaca continuo.
Al rato me detuve unos segundos para contemplar esas nalgas preciosas y sin dudar un segundo le di un fuerte cachete que, mitad sorpresa y mitad excitación, hizo que diese un pequeño brinco, pero no iba a ser solo un cachete así que comencé cambiando el ritmo de la enculada y a la vez empecé a pegarle, pausado pero con mucha firmeza, en ese culo recién estrenado. El metisaca lo hacía también cada vez con más ritmo y más fuerza, hasta que tuvo un orgasmo espectacular, pero que no fue un obstáculo para que siguiera con mis idas y venidas dentro de sus entrañas.
Al rato comenzó a moverse en un intento por acompañar el ritmo que le daba y ayudarme a que pueda entrar cada vez más hasta que le vinieron nuevas contracciones y algunas gotas de sudor ya decoraban parte de su rostro. Intentó nuevamente acompañarme en los movimientos y nuevamente unas contracciones tan fuertes que terminó por caer acostada, cada vez con menos fuerzas. Volví al ataque y continué con mi metisaca, saca y mete, hasta que me acosté encima de ella y con una de mis mano busqué su clítoris para masajearlo y la sorpresa que todavía me faltaba. Solo fue encontrar ese ya hinchado y a punto de explotar botón de la felicidad, que en ese instante comenzó una cadena interminable de orgasmos, cuyos gemidos, contracciones y sacudidas no hizo otra cosa que lograr ordeñar la poca de leche que todavía guardaba en mis huevos. Ambos terminamos destrozados, ella aún mordía la almohada y tenia agarrada con fuerza las sabanas pero al poco se dio vuelta, me dio un beso y me dijo:
– Gracias… realmente fue magnífico.
Largos minutos pasaron antes de que nos pusiéramos nuestras ropas. La quise acercar en mi coche hasta donde ella me dijera, pero prefirió irse en taxi. La acompañé a la puerta y nos quedamos un rato más besándonos y abrazándonos, como si fuéramos verdaderos novios. Cuando llegó el taxi a buscarla, nos dimos un ultimo beso y ambos nos dimos las ultimas gracias y cuando el taxi se alejó y yo estaba entrando en mi casa, me di cuenta que en toda la noche le había dicho mil cosas bellas y ella me las había correspondido, pero que nunca nos habíamos presentado por nuestros nombres.
Besos y hasta otra.