Relato erótico
Cuernos ¿si o no?
Su marido era joven, guapo y lo quería. Algo cambió en ella que al primer año de casados le había puesto los cuernos con varios maduros del barrio. Cuando su marido se enteró, solo tenía dos soluciones, o lo aceptaba o no.
Josefina – Cantabria
Amigos de CLIMA, no sabía qué había pasado, pero la situación ya se me hacía intolerable. Mi marido era un joven guapo al que muchas mujeres deseaban. En cambio y en tan solo un año de casados, yo había tenido sexo con un montón de viejos de la vecindad, haciendo con la mayoría de ellos cosas que mi marido consideraba propias de la peor de las putas.
Mi marido me trataba con muchísimo respeto, a veces deseaba en él otra fogosidad y trato. Todos aquellos viejos desagradables me habían hecho sentir un placer que con mi marido jamás había alcanzado. Me sentía como la peor de las guarras, a veces llena de culpa.
Mi vecino Antonio me había estado follando toda la tarde y haciéndome cosas que mi marido jamás hubiera imaginado, vestida además con mi ajuar de novia. Me sentía sucia y lo peor de todo es que el placer que había experimentado con ese viejo de casi 60 años y otros viejos del barrio era con creces mucho mayor de lo que jamás había sentido con mi marido. A mi vecino don Antonio fue al primero que le chupé la polla, haciéndoselo saber porque me calentaba más la situación, además de ser el primero en darme a tomar su leche. Fue el primero en romperme el culo haciéndome disfrutar con el trato humillante que me daba y logró que estuviera pendiente de la llegada de un hombre de casi 60 años que disfrutaba de mí a placer. Mi marido lo odiaba profundamente y ese era un motivo más de placer. Pensé en ese momento que lo mejor quizás fuera la separación, pero también amaba a mi marido a mi manera.
Esa tarde después de que Antonio se había ido, después de haberme follado, dándome el inmenso placer que me daba, tratándome como a la peor, diciéndome que yo siempre sería su puta, su culo roto y que mi marido era un pobre desgraciado que tenía que dedicarse a hacerse pajas mientras hombres como él me follaban. La imagen volvía una y otra vez a mi cabeza, ese hombre viejo rompiéndome el culo en mi cama matrimonial, mordiéndome el cuello, mientras yo estaba a cuatro patas, dispuesta y rendida a cada uno de sus caprichos, pidiéndole a gritos que por favor me dejara su leche en lo más profundo de mi culo, mientras veía ya hasta en mis sueños la cara de morbo que le provocaba cada uno de mis pedidos.
Fueron casi dos meses de visitarme a diario, ese hombre que inclusive tenía las llaves de mi casa, pensaba en mi marido que lo odiaba, y le daba morbo pensar en que si se enteraba que este hombre abría la puerta de su casa y hacía con su mujer lo que le viniera en ganas, llenándola de su leche sin ningún tipo de cuidado, todavía lo odiaría más. Esa tarde, después que Antonio me follara, quedé desnuda con mis medias de liguero y mi portaligas. Cuando llegó mi marido, tomé la foto de matrimonio de encima de la mesa y me puse a llorar sentada en el sillón del salón, mirando mi cara de inocente, junto a mi marido, diciéndole que se fuera, que su mujer era una sucia y una ramera fácil, que se volvía loca con el sabor de una polla. Mi marido me miraba serio y con cara de tristeza me decía que no sería para tanto, que seguramente estaba solo un poco confundida.
Lo vi acercarse y mirar la mancha que los restos de semen de Antonio habían dejado en el sillón al salir de mi coño. Entonces, muy serio, mi marido se puso de pie y salió de casa, yo cerré con llave detrás de él y me fui a acostar. Estuve casi dos días sin salir de casa, comiendo las cosas que tenía en la nevera, no le abrí a nadie en esos dos primeros días, pero al tercero, sentí una llave jugando en la puerta y me apresuré a abrir pensando en que era mi marido que regresaba, pero al abrir vi a Antonio que me miraba seriamente y agarrándome de los pelos, me hacía arrodillar delante de él a la altura de su bulto.
– Que sea la última vez, que dejas la llave puesta desde dentro – decía al tiempo que yo había liberado su polla del encierro y había empezado a chupársela.
Dejando la puerta abierta, me llevó a la habitación y tirándome sobre la cama me puso a cuatro patas, dedicándose antes que nada a mi culo del cual se había vuelto un adicto. Mientras me enculaba me decía al oído que había oído la conversación con mi marido, lo que lo había calentado más y me susurraba que sería hermoso si tuviera la suerte de que mi marido llegara y me encontrara ocupando el lugar que realmente me merecía, como la perra que era. Yo sentía la panza del viejo que caía sobre mi espalda y debo reconocer que era el hombre que mayor placer me había proporcionado.
Amaba su polla y satisfacer sus caprichos era mi mayor placer. De repente oí un ruido y no lo pude creer, pero al girar la cabeza vi a mi marido en el marco de la puerta observando la follada que Antonio me daba. No sabía cuanto hacía que había llegado, pero me sentía a punto de reventar, y empecé a hablar en voz alta, presa de la calentura:
– ¡Sí, Antonio rómpeme bien el culo, no como el inútil de mi marido que no sabe tratar a una hembra como tú la tratas, lléname el culo de tu leche!
Dejé de mirar a la puerta y le di mi boca al viejo que me la babeaba llenándome de abundante saliva que caía de su boca, al tiempo que no paraba de bombearme. Cuando volví a girar la cara hacia la puerta vi a mi marido con su polla en la mano pajeándose y así tuve un orgasmo que sentí nacer desde lo más profundo de mi ser. Miré a Antonio y le dije:
– Antonio, muéstrale al cornudo de mi marido como me folla un macho como tú.
Este giró la cabeza hacia la puerta y al ver a mi marido, apareció en su rostro su habitual cara de morbo al tiempo que me cogía por la cintura y empezaba a follarme más fuerte, al mismo tiempo que empezó a reírse dándole la bienvenida a mi marido, diciéndole que era un sucio amante de las pajas y que yo necesitaba un hombre como él y no un puto cornudo. Me siguió follando bien fuerte mientras yo tenía una serie interminable de orgasmos y mi marido se pajeaba apoyado en la puerta del dormitorio.
Cuando el viejo me llenó el culo de su leche lanzó gritos de placer que no eran habituales, y era obvio que se los dedicaba a mi marido. Se puso de pie y acercándose a mi marido lo agarró del cuello y lo llevó a mi culo. Obligó a mi marido a que me lo chupara, diciendo que se tenía que acostumbrar a ser una pobre sucia puerquita. Me corrí mientras mi marido me chupaba el culo. Cuando estuve más tranquila le dije a mi marido que seguramente había muchas cosas que tenía él que aprender.
– Aprende algo, mi amor – le dije – es lástima que siendo tan joven y guapo me tenga que hacer disfrutar un viejo como Antonio.
El viejo, por toda respuesta, me cogió de la cintura y me dejó clavada sobre él.
– Que suerte tienes – le dijo a mi marido – como le gusta la leche a tu mujer y como la disfruta en el culo – luego se puso serio y añadió – Ni se te ocurra tocárselo, si me llego a enterar la vas a pasar mal.
Entonces miré a Antonio y le dije:
– Por favor, métemela de nuevo en el culo, que mi marido lo considera sucio para alguien tan limpio como él.
Me situé de nuevo a cuatro patas mirando a mi marido de costado. La polla del viejo se metió de nuevo en mi culo, donde estuvo un rato interminable follándome, pues le resultaba muy difícil tener más de un orgasmo por día.
– ¿Por qué no te vas? – le dije a mi marido – Nunca vas a aprender a ser un hombre. ¿Quien te necesita cornudo?
Y su polla, que se la estaba masturbando, empezó a escupir leche, al tiempo que Antonio al verlo dejó caer su peso sobre mí y caímos tirados sobre la cama, quedándose con todo su peso sobre mi cuerpo un rato larguísimo. Cuando la sacó de mi culo otra vez me dediqué a limpiar como sabía que al viejo le gustaba. Y mi marido no perdía la erección. Estaba todo el tiempo con la polla tiesa y entonces le dije:
– Acércate a limpiar la polla de Antonio, que está sucia de la puta de tu mujer.
Él se puso de pie y sin decir palabra empezó a chuparle la polla al viejo, y después de un rato le dije que ahora me la dejara a mí y se la seguí chupando haciendo que viera cuando se corría como su leche entraba en mi boca, como yo la degustaba y luego la tragaba.
– Venga – le dije entonces a mi marido – Si quieres dormir en casa hazlo en el sillón, hoy voy a dormir con Antonio. Mañana ven y veremos qué pasa. A ver que decide él.
Mi marido me miró, salió cerrando la puerta detrás de él y yo me dormí con mi cabeza sobre el pecho del viejo y mi mano alrededor de su polla.
Besos.