Relato erótico
Cuernos no consentidos
Se daba cuenta que su matrimonio había entrado en una rutina algo aburrida. No se enfadaban, vivían bien, pero el sexo era monótono. Un día, su mujer, le dijo que se tenía que ir de viaje con su jefe y cuando volvió, la habían ascendido en el trabajo. Sospechaba que estaba liada con él y contrató a un detective.
Andrés – Madrid
Llevaba algún tiempo que mi matrimonio no funcionaba bien, no es que estuviéramos enfadados o algo parecido, no, simplemente que no era un matrimonio dinámico. Pilar y yo llevábamos tres años casados, ambos tenemos 29 años. Mi trabajo está en una sucursal bancaria a 20 kilómetros de mi casa, Pilar es comercial de una agencia de seguros. Tenemos buenos ingresos económicos y llevamos una vida desahogada, en definitiva que no nos podemos quejar en lo que a dinero se refiere. De hecho ella gana mucho más que yo pues las comisiones en su trabajo son bastante grandes.
Sin embargo nuestro matrimonio se había convertido en monótono, triste, gris. Ambos dedicados al trabajo, sólo hablábamos del trabajo. Las relaciones sexuales eran cada vez más distantes, bastante clásicas, un polvo rápido en la postura del misionero y después leer un poco antes de acostarnos. Ella era muy puritana en ese sentido no era muy innovadora, no éramos una pareja sexualmente activa y liberal. Pilar se había criado en el campo hasta los 19 años que vino a trabajar a Madrid, allí nos conocimos y después nos casamos.
Hace seis meses Pilar me dijo que tenía que acompañar a su jefe a una reunión muy importante de la empresa (y para ella) en Barcelona, irían el jueves por la mañana en el puente aéreo y regresaban el viernes por la tarde a Madrid. Pilar fue a esa reunión y una semana después de aquello fue ascendida a Directora Comercial en la empresa. Su nuevo cargo la obligaba a permanecer muchas horas en el trabajo debido a la responsabilidad que conllevaba.
Apenas hace dos semanas un amigo y ex compañero de trabajo de Pilar me advirtió de que algo estaba pasando. Al parecer en la empresa se chismorreaba que Pilar se acostaba con algunos clientes por exigencia de su jefe y a la vez dueño de la empresa.
No podía creer eso, me enfurecí con aquel tipo y le dije cuatro cosas indicándole que no quería volver a verlo, esta persona se disculpó fríamente y se marchó. Sin embargo no podía quitarme de la cabeza lo que me dijo. A partir de ese momento no dormí, pasé varios días con agonías en el estómago. Después lo que hice fue visitar a una empresa de detectives y contratar a uno de ellos. En apenas dos semanas me envió el informe detallado de las actividades de Pilar, con horarios, lugares y grabaciones de video.
El lugar era en realidad un mismo hotel, cerca del Paseo de la Castellana, los horarios eran variados y las personas que allí se veían también, a excepción de Pilar que aparecía en todas las grabaciones.
La recatada Pilar de mi matrimonio no tenía nada que ver con la que aparecía en las grabaciones. Señores que le doblaban la edad se la follaban en todas la grabaciones que me había traído el detective, once grabaciones para ser exactos, en dieciséis días. Pilar no había perdido el tiempo.
En dos de ellas era su propio jefe quien se la follaba, el único que aparecía en dos grabaciones distintas. Los otros supongo que eran empresarios que a cambio de follársela firmaban un sustancioso contrato.
Su jefe se limitaba a follársela por detrás en las dos ocasiones. La agarraba por el pelo y la embestía con fuerza. Pilar sin embargo no se inmutaba, mientras su jefe la montaba, ella permanecía inmóvil, pasiva, se dejaba hacer. A diferencia de los otros participantes en las grabaciones, con su jefe, Pilar no era muy activa, no llevaba la iniciativa en ningún momento, ignoro si por miedo, por sumisión, o porque ya lo habían pactado así. Con los otros compañeros de grabación en algunos momentos Pilar era una verdadera loba, en otros momentos sin embargo era una esclava.
Estuve varios días enfermo de lo que veía allí. En una de ellas Pilar se dejaba hacer de todo con un tipo que parecía ser árabe o hindú por los rasgos físicos. El tipo la colocó boca abajo con el beneplácito de ella, con las muñecas atadas a la espalda y la sodomizó. Puedo decir que los gritos de Pilar no eran de dolor. Conmigo nunca lo hizo.
En otra de las grabaciones ella se recostó sobre la cama de la habitación, se abrió de piernas hasta colocarlas sobre los hombros del rudo tipo que estaba con ella. El tipo se colocó muy torpemente en su sexo y comenzó a bombearla al compás de los jadeos de ella.
También pude ver como uno de los maduros hombres que se beneficiaban a mi mujer, era un velludo de aspecto rústico que casi la obligó a ponerse de rodillas sobre la cama, mientras él permanecía igualmente de rodillas detrás de ella, para después follársela a un ritmo frenético. El tipo en cuestión le abrió las nalgas varias veces mientras la montaba como un animal.
Después de un rato en el que Pilar hacía verdaderos esfuerzos para mantener el equilibrio en la cama y no golpearse contra la pared de la habitación, el tipo se desacopló y tras subirse a la cama cuidó muy mucho de que su polla se colocara en su culo, esperó pacientemente unos segundos y tras comprobar la receptividad de ella, fue empujando poco a poco hasta conseguir hundir por completo su polla dentro del culo de mi mujer. Estuvo totalmente metida un buen rato, después comenzó a sacarla muy, muy despacio. Sin sacarla del todo volvió a reiniciar la operación y recorrió el camino contrario, se volvió a meter poco a poco dentro del culo y así varias veces, aunque a medida que iba repitiendo esta operación iba aumentando la velocidad de las embestidas. Era evidente que era un experto en el sexo anal. Pilar iba también aumentando el volumen de los jadeos que ya eran gritos, de hecho tuve que bajar el volumen del ordenador para evitar que se oyera. Aquel rudo hombre la follaba de tal manera que Pilar tenía que agarrarse a la ropa de la cama para poder aguantar las acometidas. Pasado un rato el tipo se corrió dentro del culo de mi mujer y siguió acoplado durante buen un rato, acto seguido se desacopló, se incorporó y le puso su polla en la cara de Pilar, sorprendentemente ella se recogió el pelo hacia un lado pues le caía sobre su cara y se la metió en la boca hasta succionarla varias veces. Me quedé de piedra.
Después de aquello no tuve valor de decirle nada a Pilar, simplemente seguí fingiendo para no perderla, sabedor que cuando alguna que otra vez hacíamos el amor, siempre en la postura del misionero, era consciente de que alguien se la había tirado esa misma tarde, por la boca, el coño o por el culo. Yo al menos la tendría a ella y de vez en cuando a su coño.
Saludos a todos de parte de un cornudo silencioso.