Cuernos bien puestos

Su novia y futura mujer ha vuelto a estudiar. Como es lógico sus compañeros de instituto son jóvenes y con las hormonas a flor de piel. Montaron una cena, pero él dijo que no podía ir. Días más tarde, recibió un video y vio lo bien que lo habían pasado.

Carlos – Madrid
Hola Charo, me llamo Carlos y tengo 28 años. Estoy a punto de casarme con Sonia, una morena de 26 años con unas curvas impresionantes, 100 de pecho, un culo de impresión… Una chica que está como un tren.
Ella hizo BUP hace algún tiempo y nada más terminarlo comenzó a trabajar en una tienda de ropa pero pasado el tiempo, quiso volver a estudiar pero sin dejar de trabajar, así que se matriculó en un céntrico instituto de Madrid en el turno vespertino.
Era la mayor de la clase pues la mayoría eran todos tíos y el mayor tenía 21 años. Enseguida cayó bien a todos, porque aparte de que cayera bien por su cuerpazo, Sonia es una chica muy simpática que encandila enseguida a todo el mundo, cosa que no me pasó con sus amigos de clase. Me parecían todos unos niñatos insufribles, gritones… y además una noche que salimos de marcha con ellos tuve un encontronazo con el líder del grupo, un tal Juan. Me parecía que miraba mucho más de lo necesario las tetas y el culo de mi novia y le pillé alargando demasiado la mano cuando bailaban juntos. Si no es por mi novia, le doy una paliza allí mismo, pero ella nos separó y trató de que hiciéramos las paces. Así que nos dimos un abrazo de lo más tirado, pero mientras estábamos así unidos, él me susurró al oído:
– Me la vas a pagar, cabrón.
No le di más importancia que la bravata de un tío de 19 años así que pasé de él en ese mismo momento, pero os preguntareis porque os suelto todo este rollo. Veréis, el día que acababan el trimestre decidieron ir a cenar todos los colegas de su clase. Como no me apetecía lo más mínimo ir con ellos, cambié mi turno de guardia de seguridad a un compañero para entrar de noche, así que tuve la excusa perfecta. Sonia se entristeció porque no podía acompañarla aunque yo creo que en el fondo era lo mejor para no amargar la noche a nadie.
Pasé la noche currando y cuando acabé me fui a casa a dormir. Al levantarme, llamé a casa de Sonia y me dijo su madre que había llegado tardísimo y que estaba durmiendo, que le pasaría mi recado. Por fin ella me llamó para quedar a tomar algo pero se fue enseguida a casa. Decía que había bebido demasiado la noche anterior y no se encontraba bien. Los días pasaron y nuestra relación seguía igual que siempre hasta que una semana más tarde me llegó a casa un paquete por mensajero. Lo abrí y era una cinta de vídeo. Sin más, extrañado por el envío, metí la cinta en el vídeo y cogiendo el mando me senté a ver qué era esto que me habían mandado. En la pantalla apareció el rostro sonriente de Juan, el mamón con el que me peleé, diciéndome:
– Hola, cabrón… y la palabra cabrón nunca tuvo mas sentido en ti porque cuando estés viendo este vídeo serás un cabrón o un cornudo, como gustes… relájate… me quisiste pegar porque le miraba demasiado el culo a Sonia y hoy vas a ver como me follo a tu novia. Disfruta de la película.

Me quedé flipado con el discurso del chulo ese, pero qué se había creído. De repente la imagen pasó a negro y de repente se volvió a iluminar, mostrando el salón de una casa. Por la posición parecía como si la cámara estuviera en un lugar elevado. Estaban los cinco amigos de Sonia, distribuidos en sillas y en un sillón Sonia sentada entre ellos. Estaba guapísima, con su pelo moreno larguísimo rizado, una camiseta floreada azul y unos pantalones negros ajustadísimos que marcaban a la perfección sus labios vaginales. Parecía que acababan de llegar a la casa por lo que comentaban.
– Bueno, ¿hacemos algo o cada mochuelo a su olivo? ¿Vemos una peli?
– Anda, vete por ahí – dijo otro – ver una peli…
– Tengo una idea… – dijo el tal Juan de repente – ¿Por qué no echamos una partida a la carta corrida?
– ¡Baaah… vaya un petardo…!
– No, tranquis… pero en plan strip-poker…
Todos se callaron porque Sonia era la única chica del grupo. Yo flipaba. Sonia sonrío socarronamente.
– Vale, chicos, jugad todo lo que queráis que yo me voy a casa – dijo ella.
– Pero mujer… mira, somos seis y por probabilidades es más fácil que perdamos uno de nosotros que tú, además ¿Qué pasa, es que no te atreves?
Una de las debilidades de Sonia era que en cuanto le decías que si no se atrevía a hacer algo, lo hacía. Y ese cabrón lo sabía. Sonia apretó los labios y dijo que de acuerdo pero que en cuanto ella se sintiera incomoda que la cosa terminaba. A mi me daba la impresión que la cosa no era tan fácil. Los chicos empezaron a preparar el salón, retirando muebles una mesa y Juan propuso a Sonia que fuera con otro compañero a la cocina a por las bebidas. Cuando desaparecieron, ese cabrón se acercó a la cámara, mientras sus colegas seguían con los preparativos y me dijo:
– Bueno, bueno, cornudito, no creas que la ley de probabilidades va a salvar a tu chica de esta. ¿Ves estas barajas? Están amañadas para que pierda casi siempre ella. Ooooh… que pena, tu chica desnudita y. además te tengo otra sorpresa, no pierdas detalle, cornudito.
De esta manera y ante mis atónitos ojos comenzó la partida. Esos sinvergüenzas lo hacían bien. Por cada tres o cuatro veces que ella perdía, perdía uno de ellos y además, cada ronda que perdía ella, le servían más ron. Ella empezaba a reírse por todo y el primer reparo que tuvo al empezar la partida, había desaparecido con el alcohol. De esta manera, ella se despojó de los pendientes, pulseras, cadenas, reloj y zapatos. Cuando le tocó quitarse la camiseta creo que llevaba en el cuerpo media botella de ron. Ni siquiera puso peros. Se levantó y con una sonrisa picara se despojó de la camiseta al más puro estilo show-girl. Llevaba un sujetador de malla blanca de estilo deportivo. Sus pezones destacaban una barbaridad. Además, sería por el alcohol, estaban erectos, destacando como dos faros en sus enormes tetas. Ante tal exhibición, Juan le dijo:
– ¡Sonia… vaya pedazo de monumentos que llevas ahí!
– ¿Os gustan?- dijo entre risitas Sonia.

La siguiente vez perdió otro tío pero la siguiente volvió Sonia. Esta vez fue su pantalón, mostrando el tanga de malla a juego con el sujetador. Se libró del pantalón con un sugerente movimiento de caderas. Los silbidos y aplausos fueron ensordecedores y el cabrón de Juan aprovechó para darle un beso en la nalga para después dedicar a la cámara una sonrisa.
Yo estaba furioso, súper cabreado pero al mismo tiempo me estaba empezando a empalmar. Ver a mi chica medio desnuda, rodeada de cinco tíos me ponía como un burro. Ahí estaba ella, espatarrada en el suelo, en tanga y sujetador y como si fuera lo cosa más natural del mundo. Y entonces Juan ordenó que se callaran todos y le dijo:
– Sonia… estás buenísima… ¿lo sabes? – Sonia lo miraba sonriendo – Desde que te vi el primer día te deseé. Me dije que ese culito tuyo tenía que ser mío.
– Juan… ¿qué estas diciendo?
– Que tienes un culo para forrar cojones, Sonia, que quiero follarte, te deseo…
En estas, el tipo había ido deslizando una mano hasta su cadera y había empezado a acariciarle un muslo. Sonia jadeaba débilmente y se resistía sin mucha convicción.
– Déjame… déjame que me vaya…
– ¿Qué te deje… quieres que te deje y estás empapada?
Era cierto. A pesar de la calidad de la imagen y la distancia, se apreciaba con completa claridad una enorme mancha de humedad en la entrepierna de su tanga
– Vamos, Sonia, sé que lo estás deseando, deseas que te follemos, que te rompamos el culo, que nos corramos en tu boca… anda, dímelo…
– No, no… por favor, dejadme…
Decía dejadme porque el resto de chicos se había unido a los sobeos. Diez manos exploraban, pellizcaban y apretaban a conciencia el cuerpo de mi chica, cuyas quejas tomaban menos convicción. Por fin el fulano comenzó a besarla… que digo besarla, morrearla, meterle la lengua, a chuparla. Y lo más alucinante es que ella le correspondía. Veía sus lenguas entrelazarse mientras ella gemía y jadeaba por los sobeos que la estaban propinando.
A todo esto los tíos se estaban despelotando y uno de ellos debió coger la cámara puesto que esta se movió y se acercó a la escena. El muy desgraciado hizo un primer plano de unos dedos introduciéndose en el chorreante coño de mi chica.
– ¡Oooh… oooh…! – gemía cuando la lengua de Juan se lo permitía.
Las primeras pollas hicieron su aparición y ellos se las ponían en sus manos. Ella, sin preguntar o de dejar de comerse la boca, los agarraba y los pajeaba diligentemente. Por fin, Juan se separó de ella. Sonia continuaba como extasiada, con una polla en cada mano y mirando con deseo al sinvergüenza ese que, mientras se despelotaba, la hablaba diciéndole:

– Estás buenísima, Sonia, estás buenísima, si supieras la de pajas que me he hecho pensando en ti y tengo unas ganas enormes de follarte – y agarrándose el rabo, se lo acercó a los labios.
A mi, para que me la comiera, le tenía que rogar mucho hasta que me hacía unas tímidas comidas, pero ahora, sin más preámbulo y sin soltar las pollas de sus manos, se tragó de un golpe la mitad de la polla de ese individuo. Parecía una come pollas profesional, mi chica, que hasta que no salió conmigo no había tenido otro novio y ahí estaba, atragantándose, gimiendo y cayéndosele la baba sobre el pecho. El cámara dedicó un primer plano a la cara de Sonia, que aprovechó para soltar los penes y dedicarse de lleno al de Juan. Le hizo de todo. Se la metió hasta el fondo, le chupó de arriba abajo, le comió los cojones… lo dicho, la actuación de una profesional. Tenía la cara de vicio. Yo esperaba que de un momento a otro se corriera en la cara o en la boca de Sonia, pero no. Se la sacó de la boca y cuando Sonia quiso cogerla, la sujetó y la volvió a morrearla. Ya se veía lo que venía, porque uno de los que se habían pajeado, comenzaba a ponerse un preservativo, pero la noche me deparaba otra sorpresa.
– ¿Qué haces? – le preguntó Juan a su amigo.
– Ponerme una goma…
– Ya veo, pero, ¿para qué?
– Para que va a ser, pues para no dejarla embarazada.
Y el desgraciado de Juan se giró a la cámara y dijo:
– De eso nada, la vamos a follar todos sin goma y nos vamos a correr todos en su coño… ¿eh, cornudito? Así que a lo mejor te devolvemos esta preciosidad con un regalito.
Cada momento que pasaba más me cabreaba pero más me excitaba… Sinvergüenzas, yo siempre había usado preservativo. Tumbaron delicadamente a Sonia en el sofá y el tío del preservativo, que ya no llevaba, agarrándola de los tobillos y de un rápido movimiento, se la metió dentro del coño.
– ¡Aaah…! ¿Qué me has metido en el coño….? ¡Me arde pero… fóllame… apágamelo…! – gritó ella.

No necesitó que se lo dijeran dos veces. De un solo golpe se la metió hasta la empuñadura. El grito fue monumental y tuvieron que taparle la boca. Este fue el inicio de una orgía increíble. Un autentico gang-bang. Con el alcohol que llevaban encima, todos aguantaban de narices. Se la follaron en todas las posturas imaginables: encima, debajo, por detrás, tumbada, sentada… Era algo increíble y, paradójico, excitante de ver si no fuera porque la protagonista era mi novia. Por fin le tocó el turno a Juan. Se sentó en el sofá y Sonia, de espaldas a él, se sentó, pero al momento, la agarró por las caderas y la levantó. Algo pasaba.
– Tíos, está tan llena de leche que resbala dentro y no tengo nada de gusto.
Saludos y lo que sigue ya lo contaré en una próxima carta.