Relato erótico

Cuando lo pruebas, no lo dejas

Charo
11 de febrero del 2018

Les había costado decidirse, pero cuando se iniciaron y empezaron a ir a locales de intercambio de parejas, el sexo cambio radicalmente para ellos. A él le gustaba ver como su mujer follaba con otro hombre y su mujer se ponía cachonda viendo como se la mamaban a su marido. Hoy nos cuentan una de las experiencias que vivieron en un club al que asistieron por primera vez-

Damián G. – Sevilla
Dicen que el que prueba repite y puede ser que sea verdad ya que nosotros hicimos de todo esto una forma nueva de vida, algo completamente distinto a lo que hicimos siempre. A partir de esos momentos para nosotros el sexo ya no es como antes, algo que hay que hacer en la intimidad y lo demás es una depravación.
– Cariño estoy viendo otro pub de parejas en Internet cerca de aquí, queda a 20 kilómetros y parece que está bastante bien, ¿y si fuésemos este viernes? – le dije a mi mujer.
– Como quieras – contestó guiñándome un ojo – así vemos caras nuevas y… otras cosas.
Hasta ahora Dolores solo había ido con hombres y me empezaba andar por la cabeza que ocurriría si una mujer quería acostarse con ella. Eso me ponía cachondo, pero hasta ahora no me atrevía a decírselo y seguía disfrutando igual viéndola hacerlo con otro y como estaba gozando. Eso ya me bastaba.
Cuando llegó el viernes, mi cabeza solo pensaba en que a mi mujer la iban penetrar y ella se relamía de gusto delante de mí sin ningún pudor, disfrutando de como otro hombre se la follaba y ella a su vez le daba placer con su precioso cuerpo. Nos preparamos, nos duchamos y antes de salir la atraje hacia mí y empecé a besarla con pasión. Se había puesto un vestido rojo cortito con un escote pronunciado que le sentaba de maravilla.
Fuimos a cenar y al bajar del coche para entrar en el restaurante, notaba su culo apretado sin bragas contra su ceñido vestido. Cenamos tranquilamente, Dolores estaba radiante y preciosa. Más de uno le echaba un vistazo de reojo y tanto ella como yo estábamos disfrutando de ello. El camarero, desde arriba, tenía una buena perspectiva de su pronunciado escote pues tiene unas tetas muy bonitas y bastantes exuberantes.
Al acabar de cenar llegamos al pub, tocamos al timbre y nos recibió una chica, que era la encargada del establecimiento.
– Buenas noches señores, por favor pasen ustedes, creo que es la primera vez que vienen ¿verdad?
– Sí, a este lugar sí, pero ya hemos ido a otros parecidos, para parejas – dije yo
– Entonces ya no hay problema. ¿Quieren que les enseñe las instalaciones?
– No hace falta, nos llevas a una mesa y ya veremos – añadí.
Había algunas parejas en la barra, también algún chico solo esperando a ser invitado por alguna pareja y cuando entramos notamos que las miradas recaían en nosotros, nos sentamos viendo que al lado había otras parejas, algunas dándose el lote.

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Al poco rato se nos acercó la encargada y nos dijo:
– Me pregunta la pareja que están en aquella mesa – señalándola con la cabeza – si no les molesta que se los presente y si les aceptan una invitación.
Los dos miramos para ver quienes eran. Una pareja de unos treinta y tantos, ella rubia y de muy buen ver. Ellos respondieron haciendo un gesto con la mano y una sonrisa.
– Sí – dije – No hay problema, ¿y tú Dolores, te parece bien?
– Sí, por qué no, puede decirle que sí – dijo ella a la encargada.
Se sentaron a nuestro lado y empezamos con las presentaciones.
– Si me perdonas – me dijo él – tienes una mujer muy bonita.
– La tuya también lo es – contesté.
Después de hablar un poco y conocernos mejor, nos fuimos abriendo más.
– Si queréis, podemos entrar y bailamos un poco… o lo que vosotros queráis – dijo él.
Entramos en la sala de baile, yo con su mujer y mi mujer con el marido. Había algunas parejas que más que bailar estaban metiéndose mano y follando de pie y eso nos estaba calentando aun más. Pedro, que así se llamaba él, atrajo a mi mujer y sus manos se posaron en su culo y empezaron a deslizarse por todas las nalgas de mi mujer. Ella se dejaba y se apretaba más para notarle la polla y de vez en cuando le arrimaba los labios al cuello y se lo besaba muy suavemente. Al poco rato, estaban sobándose como locos.
Eva, la mujer del nuevo amigo, y yo más que otra cosa estábamos viendo la escena de mi mujer totalmente entregada a ese hombre que le estaba haciendo lo que quería y ella le encantaba. De vez en cuando Rosa y yo nos besábamos, hasta que mi mano se fue hacía su blusa y desabrochó algún botón dejando al descubierto sus redondos pechos. Ella tampoco llevaba sujetador y mi boca se hundió entre sus tetas al tiempo que mis manos ayudaban a sujetarlas y estrujarlas hacía mí. Y entonces noté como una mano me empezaba abrir la bragueta para sacarme, con algo de esfuerzo debido a lo empalmada, mi polla.
– ¡Que hermosa! – exclamó ella – ¿Te puedo decir algo?
– Claro – dije yo.
– Pues que tienes una mujer preciosa y por lo que veo bastante fogosa, y me gustaría saber si tuvo alguna relación con alguna mujer.
– Que yo sepa no, ¿por qué? – pregunté.
– Tengo que decirte que a mi las mujeres también me gustan, y tu mujer me encanta, pero no quiero meter la pata y que os parezca mal.
– Si ella quiere no me parece mal e incluso me gustaría – añadí para darle más confianza.
– ¿Y si nos fuésemos a un reservado? – dijo Pedro, acercándose a nosotros.

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Fuimos andando, yo con mi polla fuera del pantalón y asida por la mano de Eva la mujer de Pedro, y mi mujer con el vestido subido y el culito al aire. Eva no pudo resistir esa visión, le dio una palmadita en la nalga y se la apretó.
– Dolores ¡que durito lo tienes!
– Gracias Eva – dijo mi mujer – siempre sienta bien que le digan a una algo bonito y si es de una mujer mejor, por que seguro que no lo dice por cumplir.
Una especie de cama redonda y bastante grande estaba en medio de la habitación rodeada de espejos, miré hacia arriba y vi la cama reflejada en un espejo, ella corrió las cortinas y nos desnudamos. Ya desnudos, Pedro tiró hacia atrás a Dolores quedándole las piernas fuera de la cama, le apartó las piernas y sin quitarle el vestido, metió su cabeza entre sus muslos y empezó a comerle el coño y mientras su lengua se movía un dedo le masturbaba el clítoris. De vez en cuando mi mujer levantaba las piernas y empezaba a jadear al tiempo que terminaba de quitarse la ropa.
– ¡Aaaah… así… asiiií… aaaah… más, más! – decía mientras sus manos sujetaban la cabeza de Pedro – ¡Aaaah… Pedro, cómemelo… aaah… que bueno…!
Mientras tanto, Eva empezó a desabrochar mi cinturón, luego me bajó el pantalón y el slip, y mientras lo hacía su boca y lengua seguía su camino hacia mi polla.
Una vez me despojó de todo se la metió en su boca mientras sus manos me sujetaban el culo y me lo acariciaba, me atraída hacia ella y empujaba al mismo tiempo que su boca tragaba una y otra vez mi mástil. Su lengua se entretenía con la cabeza de mi polla moviéndola alrededor de ella y notaba sus dientes como se deslizaba llegando hasta la punta. Una vez allí, movía la lengua con frenesí, me la besaba y volvía a morderla… Nunca me la habían chupado de esa forma. Eva era toda una experta.
Pedro le estaba haciendo un buen trabajo a mi mujer, sus quejidos de placer no paraban
– ¡Aaah… así, asiiií… ya… yaaa… no pares, cabrón…! – le decía a Pedro mientras tenía un orgasmo
No podía aguantar más, entre los gritos de placer de mi mujer y la mamada de Eva me tenía loco. Estaba a punto de correrme y eso que solo acabábamos de empezar. Tenía que metérsela de una vez y darle placer a Eva y a mí antes de nada, quería sentir su coño mojado, como mi polla se abría paso y se hundía en su cuerpo.
– Ponte a cuatro patas, que te voy a follar – le dije.

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Quería follarla y al mismo tiempo ver a mi mujer. Así le hundí mi polla con fuerza y cuando mi pubis se fue contra sus nalgas sonó un chasquido al chocar contra ellas. Ella pegó un grito pues no estaba preparada para entrar con tanta fuerza, por lo que notó mi empujón y como mi polla entraba sin piedad hasta que su coño quedó completamente lleno. Sus manos no aguantaron y se fue contra el colchón ya que mi primera estocada fue fuerte y contundente. Le quedó el culo levantado porque yo lo sujetaba con fuerza para que no escapara. Luego le apreté con fuerza las caderas y empecé a metérsela y sacársela. Lo tenía completamente mojado, su caliente coño tenía una lubricación diferente a la de mi mujer, era más espeso y su entrada era algo más abierta, su coño parecía que le ardía, en el interior notaba todo su calor y en la cabeza de mi polla notaba ese ardor tan delicioso cada vez que se la metía. Mis embestidas eran fuertes como si quisiera tirarla de la cama tratando ella varias veces de apoyarse con sus manos, pero yo no le daba tiempo de recuperarse, las tetas le iban de un lado a otro, se movían con fuerza e independientes cada una para una dirección distinta y yo la golpeaba con tanta fuerza que le era difícil el aguantar terminando por apoyar el cuerpo en la cama y dejarse llevar.
– ¡Aaaah… cariño…! – decía en voz baja a cada embestida mía – ¡Cariño, un poco más despacito por favor… aaaah… me haces daño!
Su cara, más que de placer parecía de dolor mientras miraba hacía su marido de reojo esperando una ayuda y ella aguantaba esperando a que me corriera de una vez y poder descansar su coño dolorido. Pedro y mi mujer estaban en pleno juego sexual y solo eso les importaba a ellos en ese momento.
Pero como me he alargado demasiado, ya continuaré con mi relato en una próxima carta
Saludos de los dos.

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