Relato erótico
Crucero con cuernos incluidos
Su mujer era muy caliente y él no la satisfacía. Le dijo que aquellas vacaciones en el mar le iban a salir los cuernos. Sabía que hablaba en serio, y lo único que le dijo es que después le contara lo que había hecho.
Andrés G. – MADRID
Hola amigos, me llamo Andrés, tengo 53 años y como dice mi mujer, tengo un buen cuerpo para mi edad, pero poca polla para una zorra como ella. Mi mujer se llama Aurora, tiene 35 años y de siempre ha sido muy golfilla y más desde que se puso tetas de silicona, una 120 de talla nada menos, y ya antes tenía fama de golfilla, pues en el instituto se folló a la mitad de los alumnos. Ella es morena, mide 1,70 cm y 62 kg de puro vicio. De hecho a mí me la presentaron dos amigos que por entonces se la cepillaban, luego nos enamoramos y demás.
Este verano hicimos un crucero e íbamos con ganas de que fuera súper caliente, y nada más llegar al barco la tiré encima de la cama y le metí la polla de un golpe.
– ¡Uh… cabrón, que caliente estás… oooh… me estás poniendo a mil…aaah…!
– ¡Toma zorra, que estoy súper caliente… que buena estás putón, toma polla en todo el coño! – le contestaba yo.
– ¡Aaah… que gustoooo…!
– ¡Ya no aguanto… más toma leche, puta!
– ¡Serás cabrón, si te has corrido ya y yo ni había empezado a disfrutar, vamos polla enana límpiame el coño de leche con tu lengua! – me ordenó cabreada.
– Sí, putilla, lo que tú mandes.
– Serás cabrón – repitió mientras yo lamía su coño y mi leche incluida – con lo caliente que me estabas poniendo y te corres.
– Lo siento cariño – le dije.
– ¡Calla y sigue comiéndome el coño que eso lo haces de maravilla, sí…oooh… pero no creas que con esta comida de coño tengo bastante, yo creo que en este barco te van a crecer los cuernos!
Nos dimos una ducha y mientras ella se terminaba de preparar, que le cuesta horas hacerlo, en fin ya sabéis lo típico y más en una mujer como ella que le gusta ir súper provocativa.
Estaba yo tomando un gin tonic en la barra, cuando la vi llegar, estaba espectacular y como la miraban todos los tíos y todas las mujeres también. Llevaba a un vestido muy cortito, con un escote exagerado que le marcaban sus tetazas con los pezones tiesos y la espalda descubierta casi hasta su duro trasero.
– Hola cariño, ¿cómo crees que me queda este conjuntito? – me preguntó tras darme un beso en la mejilla.
– Sensacional, ya ves como babean todos mirándote – respondí y le di un morreo, notando luego que, al sentarse en el taburete, su vestido dejaba entrever su tanguita amarillo.
– Cielo, me estás poniendo a mil – le dije.
– Calla cabrón, que después de la mierda de polvo que me has echado no creerás que te voy a dejar meter la polla hoy – contestó muy seria.
– Pues yo creí que te quedaste con ganas.
– Claro que me quedé con ganas, pero no de una pollita – y es que la mía mide solo 12 y la de su ex medía 21 casi lo mismo pero al revés – He visto un camarero que creo que le voy a entrar a ver que tal.
Después de cenar estuvimos bailando, a ella le encanta bailar salsa y con su vestido era un espectáculo muy caliente. Al rato vino el chico, que se llamaba Rafael, que ya había terminado de trabajar, y mi mujer ni se lo pensó, fue directa a por él a sacarlo a bailar mientras yo les contemplaba desde la barra. El tío no perdía el tiempo y aprovechando el baile, se restregaba por su cuerpo y le metía mano todo lo que podía. Yo veía como la golfa de mi mujer se ponía calentorra, se le nota en la cara de golfa que tiene, hasta que al rato vinieron los dos donde estaba yo y él me dijo:
– Hola, he de decirte que tienes una mujer muy atractiva.
Yo le contesté que sí y entonces ella añadió:
– Muy atractiva y muy caliente. El cabrón de mi marido me dejó mal follada esta tarde así que estoy súper salida, y mira como estoy – y cogiéndole la mano se la metió entre los muslos.
– Pues vaya si que estás caliente – dijo él – te noto todo el tanga mojado.
– Pues quítatelo, no cojas frío – le solté yo.
Ella, ni corta ni perezosa, sentada como estaba se lo quitó disimuladamente y me lo dio diciéndome:
– Huélelo ¿a qué huele?
– Vaya, veo que sois una pareja muy abierta – dijo el tío alucinando.
– Sí, sobre todo yo de piernas – dijo Aurora y le dio un morreo mientras le sobaba la polla por encima del pantalón añadiendo – Parece que estás bien servido de polla, con lo necesitada que estoy yo de un buen rabo en mi coño.
– Bueno, no sé tu marido a lo mejor no opina igual.
– Si mi putilla quiere… – tercié.
– Tú, cornudo, a callar, que en mi coño mando yo.
– Ya sabes que lo que tú quieras, que a mí me encanta ver cómo te miran todos deseándote follar.
– Anda, ve a comprar los condones, cornudo, mientras nos metemos mano en este rincón del pub – me ordenó mi mujer.
Yo, obediente, los dejé, y cuando volví ellos ya no estaban, di varias vueltas por el pub y no los vi, en eso me llamó al teléfono mi mujer.
– Cornudito, ¿a qué no sabes dónde estoy?
– Dímelo, cacho zorra, que me tienes con la polla dura de lo caliente que me has dejado.
– Cuando te fuiste me dijo que no había problemas por el condón, que él tenía, así que con lo caliente que estábamos nos fuimos a nuestro camarote y estamos follando, así que cuando acabe te llamo para contarte.
– Que zorra eres, pero sigue follando y que te deje relajadita.
Al cabo de hora y media me dijo que el chico ya se había ido y cuando llegué al camarote estaba desnuda y con las tetas pringadas de leche.
– Mira que eres golfa como estás, anda cuéntame.
Y ella empezó a contármelo todo así que le cedo la palabra.
Nada más cerrar la puerta del camarote lo desnudé besándole el cuello y bajando a su polla y… – me dijo – ¡Que polla más gorda! Me la metí en la boca con dificultad de lo gorda que era, entonces él me dijo.
– Venga putilla, deja de chuparme la polla que te la voy a meter hasta el fondo de tu jodido coño.
Me cogió por los pelos y me dio la vuelta poniéndome a cuatro patas de cara al espejo.
– Toma guarra, toma polla …
Verme en el espejo con la cara de golfa que tengo, las tetas botando y él abofeteándome el culo, oh como me ponía de caliente el muy cabrón y yo diciéndole:
– ¡Oooh… cabronazo… que dura la noto en mi coñito!
Zas, zas, me abofeteaba el culo mientras yo no paraba de gritar y llegaba al orgasmo.
– ¿Te has corrido ya, guarrilla? Pues prepárate que aun tengo la polla para seguir dándote caña.
– ¡Que bien, hacía tiempo que no disfrutaba tanto!
– Seguro, cacho puta, que tu marido te deja a medias, pero yo sé cómo tratar a las putillas como tú.
Entonces llegaba ya al segundo orgasmo, sacó la polla de mi coño, se quitó el condón y me llenó las tetas de leche en una hermosa cubana. Entonces me dijo:
– Bueno putilla, para ser el primer día en el barco creo que tu marido ya luce unos buenos cuernos, espero ir aumentándoselos estos días.
– Puedes estar seguro – le dije dándole un morreo mientras lo despedía en la puerta – pero me gustaría que la próxima vez el cornudo de mi marido estuviera presente para que viera como hay que follar a una golfilla como yo.
– Sin problema por mí – contestó.
Y así sucedió, pero eso será otro día cuando lo cuente.
Saludos de los dos.