Cornudo y a mucha honra

Su mayor felicidad es lucir unos buenos cuernos y su mujer, adiestrada por él, es una verdadera experta en ponérselos. La historia que nos cuenta es una de las muchas aventuras en las que su mujer ha participado con ganas para obtener placer y el marido hacer crecer “enramada” frontal.

Antonio – SEVILLA
Somos una pareja liberal, ella 43 años y yo 45, nos llamamos Marta y Antonio, pero la verdad que lo que me gusta es ser un cornudo de verdad y así llevamos 5 años largos. Esta es una de nuestras aventuras que empezó un día de primavera de este año. Nos levantamos temprano porque teníamos que hacer algunos encargos, pero cuando nos dimos cuenta habíamos acabado sobre las 10 de la mañana por lo que nos fuimos a desayunar al Arenal a un bar muy antiguo, estrecho y pequeño.
Cuando entramos había varias personas en la barra y en un rincón varios chicos de estos que reparten pizzas, con los cascos encima de la barra. Yo pedí unos cafés, pero Marta se fue hacia ellos y les dijo que por qué no recogían los cascos pues no cabíamos y uno de ellos, el más caradura, le dijo que por qué no se metía en medio y ya vería como cabía. Ella me miró con una cara que yo ya conocía, así que me aparté un poco y ella se colocó en medio de los muchachos.
Le estaban metiendo mano en el coño y en el culo allí, delante de mí. La verdad es que yo estaba súper excitado viendo la escena. Así estuvieron un buen rato, hasta que Marta, acercándose a mí, me dijo que querían ir a algún lugar tranquilo y desierto, por lo que le propuse ir al lado de la esclusa, camino del copero. Ese es un sitio donde van parejas pero por la noche y allí no suele ir nadie durante la mañana. Cogimos nuestro coche, ellos sus motos y nos dirigimos hacia allí. Nosotros llegamos antes y con la excitación que teníamos, yo empecé a besarla y a tocarla hasta que la desnude por completo en el momento en que llegaban los chicos, invitándoles a los cuatro a que se acercaran al coche.
Dentro del vehículo se encontraba Marta completamente desnuda, abierta completamente de piernas y tocándose el coño. Uno de ellos abrió la puerta y la empezó a besar antes de que, entre dos, la sacasen del coche al tiempo que yo sacaba una manta del maletero y la extendía en el suelo.
– ¡Que buen cornudo tienes! – le dijo uno de ellos a mi mujer.
Estos comentarios me ponen más cachondo aún y más al ver como uno de ellos se bajaba los pantalones y calzoncillos, mostrando una polla gorda y ya muy dura. Con ella en la mano, se acercó a mi mujer, se metió entre sus piernas y sin ninguna preparación, se la clavó en el coño hasta los huevos empezando a follársela.

Los otros tres se animaron y se desnudaron también empezando una orgía bestial pues los cuatro se la follaron no se cuantas veces y no sé cuantas veces se corrieron pero lo que sí sabía muy bien era que. Cuando miré el reloj eran la una de tarde y yo tenía que irme a ver a un cliente.
Ella, cuando se lo comenté, entre suspiros me dijo que la dejara allí y que volviera a por ella después pues no era una visita que me iba a ocupar mucho tiempo. Así lo hice y cuando regresé al cabo de una hora estaba ella vistiéndose pero los chavales aún estaban desnudos. Creí que todo había acabado, así que recogí la manta y nos despedimos de ellos. Marta se sentó en el asiento del coche y se acercaron para darle un beso pero el tercero, cuando se acercó, le dijo que el estaba aún caliente y aunque ella le dijo que ya estaba vestida y que teníamos que irnos, él le subió la falda y la hizo tumbar el asiento y así, vestida, se la folló otra vez pero esta vez estaba yo allí, a su lado y mientras Marta gritaba de placer él me miraba y me decía:
– ¡Que golfa es tu mujer y cuantas veces me he corrido!
En ese momento se corrió en el coño de mi mujer dejándola allí tirada, medio desnuda y chorreando leche. A continuación se marcharon en las motos y yo, que estaba muy excitado y aprovechando su postura, me la follé allí mismo excitándome aún más por el hecho de estar llena de leche de otros machos y esta manera, cada vez que se la metía, sentía que estaba llena.
Al acabar nos fuimos a casa, ella se duchó mientras yo le hacía la comida y recordamos durante mucho tiempo esta aventura fuera de los pub de contactos donde solemos ir a menudo, y a partir de ese día nos gusta ir a sitios como playas, campo, bosques, etc, por lo que ahora os voy a relatar lo que nos ocurrió hace dos veranos. Teníamos una casita en Caños de la Meca en Cádiz y llevábamos dos semanas allí.
Una mañana al despertarme me encontré llamando a la puerta de mi casa a dos chicos que cuando aparecí me dijeron que si les permitía usar el teléfono para avisar a otro hermano que vivía en Francia para que les fuera a buscar. Venían de Portugal y estaban sin dinero. Les dejé hacer la llamada y luego me dijeron que su hermano estaría allí dentro de dos o tres días para recogerlos. Me dio mucha pena, les dejé ropa limpia y jabón para que se lavasen, diciéndoles que se ducharan en la ducha portátil del patio para no molestar a Marta que seguía durmiendo.

Les dejé en el patio y fui a despertar a mi mujer que estaba tocándose dormida. Así estaría la muy cerda de caliente. La desperté y le dije lo que había pasado, me dijo que estaba loco y que podían ser de todo. Luego se asomo por la ventana y vio a los dos chavales que tendrían unos 18 ó 19 años cada uno, pero que de verdad nunca habíamos visto unas pollas tan grandes.
Los chicos se estaban duchando tranquilamente, Marta me miró y me dijo que me quedara en la habitación y que mirara por la ventana a través de la cortina. Ella se lavó y bajó con una bata muy corta pero sin nada debajo, salió y los chicos se pusieron nerviosos pues no se esperaban este recibimiento, Marta les ofreció el desayuno, se lo sacó a la mesita del patio, se sentó junto a ellos y empezaron a hablar mientras ellos no quitaban la vista de las tetas de Marta pues estaban casi fuera de la bata, hasta que ella le tocó por encima de los pantalones a uno, pues tenían las pollas que les iban a reventar.
El chico pegó un respingo y preguntaron por el marido diciendo que ellos no querían tener problemas, pero Marta le dijo que yo era un cornudo y que ella se encargaría de ellos y que ellos podían hacer con ella lo que quisieran pero con respeto,
Volvió a tocarlo y, esta vez él, se quedó quieto. Marta le quitó los pantalones y apareció una polla enorme. Ella, mirando a la ventana, empezó a hacerle una mamada impresionante. ¡Como se tragaba ese tronco que juro era enorme! Con tanto meneo mostró su coño depilado al otro chico que no lo dudó, se desnudo y aunque este no la tenía tan grande sí que la tenía muy gorda y el capullo era gordísimo. La empezó a follar y Marta, que es muy gritona, estaba siendo taladrada por dos buenas pollas.
Al que le estaba haciendo la mamada se corrió en tal abundancia que a ella, incapaz de tragársela toda, le salió leche por la nariz. A continuación se corrió el otro, llenándole el coño de leche caliente. Luego se quedaron dormidos, hechos polvo ya que estarían agotados del viaje, así que Marta fue al dormitorio con leche por todo el cuerpo. Yo le cogí, la besé, le comí el coño con toda la leche, follamos y lo hicimos dos o tres veces de lo calientes que estábamos.

Una vez que se despertaron y se vistieron nos dieron las gracias por todo y les di lo que había comprado para ellos. Marta estaba triste, le dieron un gran beso en la boca y ella cuando estaban a punto de abrir la puerta se acercó a uno y le dijo algo al oído. Los chicos hablaron entre ellos y asintieron con la cabeza. Marta se puso un cojín en las rodillas y les hizo una mamada de despedida pero para mi sorpresa pues de verdad ella nunca lo había hecho, se tragó la leche de todos. ¡Que gran mamona tengo y que cornudo más caliente soy! Luego hubo cosas muy interesantes en la playa junto al faro y otras en los acantilados pero eso será en otro día.
Un saludo mío, de ella un beso en vuestras pollas duras y hasta otro día.