Relato erótico
Cornudo, sumiso y humillado
La conoció cuando tenía 20 años, tuvieron un noviazgo de cinco años y eran felices. Empezaron a poner en marcha alguna fantasía que tenían hasta que llegó el día en que su mujer le dijo que “tomaba el mando” de sus relaciones sexuales.
Luis – Vizcaya
Amiga Charo, empecé como, todos los tíos, al que le gustaban las mujeres, ligar con ellas y acostarme con ellas en cuanto podía. A los 20 años encontré a Silvia, con quien estuve de novio cinco años y luego nos casamos. Nuestra relación era normal, pero yo cada vez quería cosas nuevas en materia sexual. Películas porno, sexo en lugares de “riesgo”, fantasías, etc. Pero lo que de verdad me ponía, era que ella provocara a otros hombres y que me contara sus experiencias con sus anteriores novios. Llegó un momento en que no pensaba en otra cosa que en ella follando con sus anteriores novios y cada vez que follábamos, le decía que era otro, que quería verla a toda costa follando con otro, que me lo había contado tantas veces y había disfrutado tanto, que quería verla follando y disfrutando con otra polla.
Fui tan insistente, que también para ella se convirtió en un deseo muy fuerte y en un momento dado decidió dar un paso en nuestra relación y tomar el mando. Me dijo que no podíamos seguir así, que o bien aceptaba que ella dirigiera nuestra vida sexual o bien tendríamos que dejar las fantasías para siempre. Yo por supuesto, no lo dudé, acepté su propuesta y le dije que haría lo que ella quisiera cuando, como y donde ella quisiera, que estaría siempre a sus órdenes. ¡En que hora me puse en sus manos!
Ella decidió dar un vuelco a nuestra vida sexual y dar un paso adelante, cambiando fantasías por crudas realidades. Lo primero que me dijo es que yo aceptaba porque quería, pero que nunca podría desobedecerla y a partir de ese momento sería su esclavo. Para empezar, me dijo:
– No vas a volver a utilizar calzoncillos, por casa estarás siempre desnudo pero al salir a la calle irás siempre con braguitas tanga, para que no olvides que eres mi esclavo. Nunca más volverás a masturbarte sin mi permiso, y solo podrás follarme cuando yo te lo ordene, pero yo follaré con quien me de la gana y cuando me de la gana.
Todas estas advertencias me pusieron como una moto y al ir a abrazarla para follármela, me paró en seco y me recordó que tendría que esperar a que a ella le apeteciese dejarse follar. Pasaron unos días en los que me hacía desfilar por la casa desnudo y dejaba que me masturbara un poco, pero cuando más caliente me veía me hacía parar y me dejaba súper caliente. Tras varios días de sumisión, llegó la primera gran sorpresa.
– Luis – me dijo – esta noche va a venir Fernando a cenar, el hombre que me desvirgó y con el que más he disfrutado en la cama.
Quiero que nos sirvas tú la cena y nos atiendas en todo momento, irás completamente desnudo como siempre pero con un pequeño delantal, quiero que vea como te domino y que disfrute como nunca en su vida y tú por fin vas a disfrutar viendo como me follan de verdad, vas a ver como se follan a tu mujer en tus narices, como el hombre que desvirgó a tu mujer puede seguir haciendo conmigo lo que quiera.
El anuncio hizo que casi me corriera de solo pensarlo, pero no me dejó que me tocara la polla pues quería que estuviera más cachondo que nunca cuando les viera, de ahí que estuviera toda la semana calentándome sin dejarme correr. La verdad es que estaba asustado, pues una cosa es fantasear y otra estar en tu casa esperando en pelotas a que venga un tío a follarse a tu mujer. Cuanto más se acercaba el momento, más lo pensaba y cuanto más lo pensaba más caliente estaba. Por fin llegó el momento y sonó el timbre. Silvia me hizo abrir a mí y me presentó ante Fernando como su esclavo sumiso. Se dieron un morreo y fue el primer momento de mi vida en que vi a mi mujer besarse con otro hombre. Solo era un beso, pero ya estaba viendo a otro hombre con mi mujer. Pasamos al salón, se sentaron y mi mujer me dio las órdenes oportunas:
– Sírvenos y estate aquí a nuestro lado de pie por si necesitamos algo.
Ellos no paraban de reírse y de decirse lo bien que lo iban a pasar recordando viejos tiempos. Estuvieron toda la cena manoseándose, besándose y tuve que ver durante casi media hora como Fernando metía mano a Silvia en mis narices, mientras yo miraba vestido con un delantal. La humillación era enorme, pero a pesar de ello, seguía sintiendo placer. Cuanto más me humillaba, más placer sentía.
Cuando terminaron de cenar, se sentaron en el sillón del salón y empezaron a sobarse y besarse. En ese momento, Fernando se dirigió a mi y me dijo:
– ¡Como me gusta esta zorra, me la voy a follar como nunca la has follado y va a disfrutar como nunca lo ha hecho contigo!
Silvia, entonces, tomó el mando y me dijo:
– Bueno maridito, aquí empieza tu verdadera sumisión. Vas a ver como me follan, como Fernando puede hacer cosas conmigo que tú jamás podrás hacer, empezando porque fue él el que me desvirgó, honor que siempre le pertenecerá. Ahora, para empezar, vas a desnudarme para entregarme al hombre que te va a hacer por primera vez cornudito. Quiero que seas tú quien me entregue a él.
La desnudé entera y una vez desnuda, llegó un momento muy delicado, pues Silvia me dijo:
– Quiero que respetes al hombre que ha desvirgado a tu mujer y que te va a hacer cornudo, desnúdale y prepárale para mi.
– ¿Qué quieres decir, no…?.
No me dejó terminar y me amenazó con que me tendría que ir y no podría ver como follaban.
– ¡No se te ocurra desobedecer mis ordenes! – gritó.
Seguí adelante y desnudé a Fernando. Una vez los dos desnudos, Silvia me ordenó:
– Ahora, quiero que beses su polla en señal de respeto y agradecimiento, métetela toda en la boca con mucha delicadeza y déjamela lubricada. Quiero que la admires, pues es la polla que te hará cornudo.
Nunca en mi vida había tocado la polla de un hombre y menos besado o chupado pero sin rechistar, me arrodillé ante aquel hombre que me miraba sonriente, muy abierto de piernas, y cumplí sus ordenes cogiendo con una mano aquella verga tremendamente dura y llevándomela a la boca. Nunca en mi vida pensé que viviría una situación tan humillante, chupando la polla del tío que me haría cornudo. A pesar de que la verga ya estaba muy tiesa, a consecuencia de mis chupadas y lamidas engordó aún más dilatando a tope mis labios y produciéndome algunas arcadas al golpear el fondo de mi garganta.
Cuando decidieron que era suficiente, se tumbaron y empezaron a follar como locos. Yo pedí permiso a Silvia para pajearme, pero me lo negó y tuve que seguir mirando sin consuelo. Mientras seguían follando, Silvia me dijo:
– No sabes lo feliz que me haces. Me encanta que seas mi cornudo sumiso. Estoy disfrutando como nunca en la vida imaginé que podría hacerlo. Te aseguro que te voy a humillar como nunca te has podido imaginar y te voy a hacer el hombre más cornudo del mundo, que sé que es lo que más te gusta.
En ese momento Fernando se corrió y Silvia tuvo un orgasmo como yo nunca había visto. Al sacar él su polla del coño de mi mujer volví a recibir órdenes de ella, que me dijo:
– Quiero que limpies mi coño con tu lengua, que te bebas hasta la última gota del esperma que Fernando ha metido en él.
Obedecí y tuve que comerme toda la corrida de Fernando del coño de mi mujer. Cada situación que vivía me parecía la mayor humillación que un hombre puede padecer, pero seguro que vendrían más humillaciones. Cuando terminé de chuparle el coño, ella me dijo:
– ¿Y qué pasa con la polla de Fernando, la polla que ha desvirgado a tu mujer, la polla que te ha hecho cornudo? Límpiasela y déjala limpita.
De nuevo cumplí sus ordenes y le chupé la polla a Fernando hasta dejársela reluciente. Nos quedamos los tres dormidos y al cabo de tres horas me desperté viendo como Silvia le estaba comiendo la polla a Fernando. Enseguida, este se corrió en la boca de mi mujer y me sorprendió porque a mi jamás me ha dejado correrme en su boca. Su explicación fue:
– Maridito, nunca te he dejado correrte en mi boca ni nunca te dejaré. Hay cosas que tú nunca podrás hacer y si quieres verlas, tendrás que ver como otros lo hacen. Si quieres ver esperma en mi boca, tendrás que ver como otros hombres se corren en mi boca, pues tú jamás, repito, jamás te correrás en mi boca.
Volví a sentirme terriblemente humillado mientras Fernando me miraba con la sonrisa de oreja a oreja. Así fue transcurriendo el tiempo, con Fernando y con otros hombres con los que mi mujer me hacía cada vez más cornudo. De vez en cuando me dejaba masturbarme pero nunca follármela. Ella seguía disfrutando cada vez que me humillaba y yo seguía disfrutando con sus humillaciones. Hicimos de ello nuestra forma de vida, era mi Ama y yo su puto esclavo cornudo-sumiso.
Al cabo de unos años, se le ocurrió algo más humillante todavía, que yo ni me podía imaginar. Me dijo:
– Cariño, cada día que te humillo, disfruto más y tú, cuanto más cornudo eres, más realizado te sientes, así que quiero humillarte más todavía, y que disfrutes más si cabe con tus cuernos. Quiero que seas el marido más humillado y cornudo del mundo y estoy decidida a conseguirlo.
Eran cientos los hombres que se habían follado a mi mujer, que habían comido su coño, habían metido la polla en la boca de mi mujer y cientos a los que mi mujer me obligó a chupar la polla y limpiar su esperma de su coño, que es lo que más le gustaba.
Después de un año, Silvia me domina, me humilla y me controla. Soy su esclavo y ella me llama “puto cornudo y sumiso”. Un día me hizo subir a nuestro dormitorio, me hizo que me desnudara completamente y una vez desnudo me ordenó que me arrodillara y bajara la cabeza que quería anunciarme algo:
– Querido cornudo sumiso, desde hoy, eres más cornudo y sumiso de lo que nunca hubieras podido imaginar, te he humillado más de lo que nunca hayas podido soñar, pero mi reto es superarme a mi misma, y pienso humillarte cada vez más. Toda tu vida te sentirás humillado y cornudo. Para celebrarlo, esta noche van a venir tres amigos míos a casa y tú te vas a ocupar de que todo salga bien y lo pasemos en grande. No te vistas, que quiero que nos sirvas así la cena. Estarán aquí dentro de 2 horas, así que ve preparando la cena y la mesa, que luego quiero que me prepares a mi para esta noche.
El sentimiento de sumisión, humillación, rabia, incomprensión, confusión y excitación, no lo podré olvidar jamás. No tenía límite y no se cansaba de humillarme, someterme y cornearme. Me fui a preparar todo para la cena y después tuve que bañarla y vestirla. A la hora que me dijo, llamaron a la puerta y abrí completamente desnudo. Entraron tres jóvenes de unos 20 a 25 años y me miraron riendo a carcajadas. Evidentemente, Silvia ya les había contado la situación.
– ¿Dónde está tu Ama, esclavo, que tendrá unas ganas locas de follar? – me dijo uno de ellos.
Les dirigí al salón y ella les recibió con un beso en los morros a cada uno. Me dijo que me ocupara de todo y les atendí para el aperitivo y la cena, mientras no paraba de ver como reían y se sobaban continuamente. Cuando les serví el café, Silvia me dio una nueva orden.
– Cornudo sumiso, arrodíllate debajo de la mesa y ve preparándome las pollas de estos hombres, que me muero de ganas por follármelas todas.
A estas alturas de nuestra relación yo no discutía lo más mínimo sus ordenes y me metí debajo de la mesa a sacar las pollas de sus amantes y a chuparlas para que estuvieran a punto para ella. Cuando terminaron los cafés, nos subimos a la habitación. Mis órdenes eran que tenía que desnudarles a todos, a Silvia la primera y a medida que desnudaba a los hombres, tenía que chuparles la polla de rodillas, en señal de respeto a las vergas que me hacían cornudo, como a ella le gustaba decir. Los comentarios de los hombres cuando me veían en el suelo chupándoles la polla para que se follaran a mi mujer, a pesar de la gran cantidad de veces que me ha pasado, hacían que me sintiera un perro. Cuando tuve a punto la primera polla, abrí las piernas de mi Ama e introduje la polla del primer hombre en su coño. Tuve que mover su cintura con mis manos para que empezara a follársela y tuve que volver a oír comentarios humillantes de mi mujer.
– ¡Muy bien cariño, que bien me follas!
Luego me pidió que le metiera la polla de otro en su boca y eso hice. En ese momento, mi mujer follaba con uno y le chupaba la polla a otro mientras yo, de rodillas, chupaba la polla al tercero. El que se estaba follando a mi mujer se corrió con un orgasmo impresionante y enseguida, mi mujer me dio la orden que más le gusta darme.
– Límpiale bien la polla con la lengua y luego me limpias el esperma del coño, que no quiero levantarme a limpiarme – dijo.
Obedecí como siempre y tuve que limpiar todo el esperma con mi lengua. La noche siguió de manera parecida, follándose todos a Silvia y yo limpiándoles a todos con la lengua.
Me dijo que subiera a la habitación, que me desnudara, que ella subiría enseguida. Me desnudé y la esperé en la cama. De repente, entraron en la habitación dos hombres y me vieron en la cama desnudo. Entró Silvia y me explicó lo que se traía entre manos:
– Luis, como hoy es un día especial, pues llevas casi un año sin follar, quiero que mis dos mejores amantes, hagan tu estreno después de un año y luego me follen ellos de verdad, porque sino me voy a quedar a medias.
De nuevo sentí la fuerza de sus humillantes palabras sobre mi y como por arte de magia, mi polla desapareció. Silvia me preguntó sonriendo, como me gustaría follarla, de poder hacerlo si por el coño o por el culo. Le dije que quería follarla por el culo, pues he visto como todos se la han follado por ahí y a mi jamás me había dejado. Me las prometía muy felices, pues pensé pobre de mi que por fin follaría con mi mujer y precisamente por el culo de mi mujer, algo que creí quedaría reservado solo a sus amantes. Entonces me dijo algo que me dejó helado:
– Como deseas que tú y yo follemos por el culo pero como ya sabes eso es imposible para ti, te voy a follar yo a ti.
Se puso un arnés con una polla artificial, me puso boca abajo, me lubricó el culo y metiéndome por el agujero aquella enorme polla, empezó a follarme con todas sus fuerzas. Se me salían las lágrimas, no sé si de dolor, de placer, de frustración, de vergüenza o de qué. Después de un rato follándome Silvia me la sacó pero no me dejó cambiar de postura. Pero con todo aquello me olvidé por momentos que estaban dos de sus amantes viéndonos hasta que de repente uno de ellos me metió la polla en la boca y el otro por sorpresa, se puso en mi espalda y empezó a darme por el culo aprovechando la enorme dilatación de mi agujero anal. Silvia me miraba con cara de vicio y malicia y no me dejaron hasta que no me tragué hasta la última gota de esperma de uno de ellos y el otro se corrió en mi culo.
Seguimos nuestro matrimonio y estamos más unidos que nunca. Silvia disfruta como nada en este mundo, humillándome, ideando cosas para que yo me sienta humillado, cornudo y sumiso. Por costumbre siempre que tiene un ligue con uno o más hombres acaban dándome a mí también por el culo. Yo la quiero con locura pero ya no sé si ella me quiere a mí. Todo lo hace por mi, todo lo que hace, lo hace pensando en mí. Folla con otros para humillarme. Sé que es difícil de entenderlo, pero cada vez soy más feliz y la quiero más. Soy su esclavo y disfruto con todo lo que me hace.
Un saludo para todos de un cornudo, humillado y feliz.