Relato erótico

Consolando a una amiga

Charo
21 de febrero del 2019

Trabajaban en la misma empresa, pero en diferentes oficinas. Su compañera tenía un amante y nada más y nada menos era el jefe. Aquel día se habían peleado y ella le dijo si podía acompañarla a casa.

Abel – Valencia
Hola amigos de CLIMA, esta experiencia que relato tuvo lugar en Tarragona, en una localidad costera y que ocurrió entre mi amiga Lola y yo, y que ahora no continúa porque estoy viviendo en otra provincia, concretamente en Valencia. Para comenzar, como en cada uno de los relatos que hay en la revista, voy a presentar a cada uno de los protagonistas. Lola, es una chica de 25 años, de 1,67 de altura, unos 52 kg con muchas tetas y con una culo espectacular, de ensueño, y el pelo castaño, que normalmente usa atado. Yo, o sea Eduardo, soy moreno, 32 años, de 1,79 de altura, 76 kg, ojos claros y feo no soy, podría decirse que bastante bien parecido y no soy ningún superdotado sexualmente, solo 17 cm en erección y sexualmente muy, pero muy caliente, pues con quienes he estado han quedado satisfechas y con ganas de que hagamos nuevas cosas.
En fin pasando a lo que realmente sucedió, fue así. Los dos trabajábamos en la misma empresa, aunque en distintas localizaciones, pero en el mismo ámbito y ambos usamos uniformes. Yo era amigo de ella de haber charlado varias veces en un turno que coincidíamos, pero ella era la amante de otro compañero de trabajo que es además, su jefe. ¿Qué locura, no?
Una mañana me pidió si la podía llevar a su casa porque se sentía mal, ya que había estado discutiendo con el amante porque no dejaba a su esposa para estar con ella, en fin, cosas que suceden. La pasé a buscar, la llevé en el coche, paramos, charlamos, se desahogó, se puso a llorar, la llevé a casa de la madre y me fui, pero a los 10 minutos me sonó el móvil y era ella diciéndome que no había nadie en la casa y si la podía llevar a algún lado para serenarse. Pero yo le dije muy claramente:
– Mira, como que tú me gustas mucho, solo puedo llevarte a un lugar.
Ella sin dudarlo, me contestó con un claro y seco:
– ¡Bueno!
Así que ya os imaginaréis que nos fuimos a un motel a las 11 de la mañana, ya que ambos estábamos en nuestro horario de trabajo, pero en esas fechas, fin de año, esas escapadas eran más difíciles de tener en cuenta y de que alguien lo notara.
Llegamos a la habitación, nos metimos y comenzamos a besarnos, acariciábamos nuestras cabezas, mi camisa y su blusa ya habían volado y nos estábamos quitando los pantalones, hasta que quedamos semidesnudos, y así de excitados me pidió que nos bañáramos, a lo que accedí gustosísimo ya que no podía más con mi excitación y mi polla estaba durísima.
Entramos en la ducha y verla a ella con el agua correr por su cuerpo y esa mirada de excitación me puso a cien y no paramos de besarnos y acariciarnos hasta que decidimos irnos a la cama y allí comenzamos a trabajarnos en un exquisito 69. Yo sentía toda la boca mojada de su flujo, metía mis dedos en su coño, los sacaba y disfrutaba. ¡Que exquisito y sabroso estaba ese coño!

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Era una delicia, metía los dedos, lamía y apretaba su clítoris, lo chupaba, la oía gemir sobre mi polla mientras se la comía con muchas ganas, eso me aceleraba más en mi lamida de coño hasta que me metí con su clítoris apoyando mi dedo mayor en su culito y así comencé a aumentar mi ritmo en esa sabroso chocho hasta que me dijo muy excitada:
– ¡No, por favor no! – corriéndose en mi boca, apretando mi cabeza contra su coño y girando hacia un costado en la cama.
Como gozaba tremendamente de ese orgasmo no la solté, seguía asido a sus piernas, con mi boca en ese sabroso coño, y volvió a correrse haciendo de ese orgasmo una eternidad, hasta que terminé besándola a medida que la soltaba, y mirando su cara de placer que me dijo:
– ¡Eres un artista, no quería acabar aún y menos en tu boca!
Es fácil imaginar mi cara de satisfacción por darle tremendo placer y entonces añadió:
– ¡Ven, súbete encima de mí y fóllame, degeneradito!
Abrió las piernas y entré en ella con mucha facilidad debido a mi polla, húmeda por su saliva y a su coño húmedo y caliente. Entré en ella de un golpe hasta los huevos, gimiendo los dos ante esa arremetida. Era muy agradable estar allí metido, era algo exquisito y que apretando sobre mi polla, la dejaba entrar y salir de ella, la besaba y le decía las ganas que tenía de follarla, que no aguantaba más, y ella me decía lo mismo. Estuvimos unos minutos en esa posición hasta que inesperada y sorpresivamente se corrió retorciéndose gimiendo:
– ¡Eduardo, siiií… me encanta como me follas, así…así… no pares…!
Y me pedía que me corriera yo, algo que no quería ya que estaba gozando mucho ella y si hay algo que me enloquece es hacer correrse a una mujer varias veces antes que yo, por eso salí de ella, me apoyé en la pared sentado y ella comenzó a montarme, se tiraba hacia atrás, sobre mis piernas y regresaba hasta que le dije:
– Ven aquí conmigo.
Entonces, mientras ella se movía encima de mí, yo le besaba y mordía los pezones, colocando mi dedo mayor en su boca para que me lo dejase lleno de saliva y sabréis lo qué hice, ¿no? Si, lo dirigí directamente a su culo, a ese culito precioso y hermoso, que para mi sorpresa estaba muy apretadito, la miré, se sonrió y me dijo:
– ¡Nunca nadie me hizo nada ahí!
– ¿Puedo? – pregunté.
– ¡Oh, sí! – exclamó.

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Así que me lo chupé mientras ella me miraba, lo llevé a ese culo y empecé a presionar hasta que entró la puntita mientras ella se movía lentamente sobre mí, y presioné más y más hasta que entró más de la mitad del dedo y no os imagináis lo apretadito que estaba, seguro que era virgen ahí, así que le pedí que se moviera mientras yo metía y sacaba con cuidado mi dedo hasta que ella empezó a acelerar más y más, mientras yo le decía:
– ¡Me encanta tu culo, tan apretadito!
– ¡Sí, es tuyo, degenerado, es tuyo, nadie más lo ha tocado que tú!
Moviéndonos se corrió ella nuevamente sintiendo mi dedo entrar y salir en ese agujerito tan estrecho. Yo no podía más, pero quería darle todo el placer del mundo y entonces la coloqué a cuatro patas en la cama, con el espejo gigante a nuestro lado, y comencé a lamer ese coño, pues soy un vicioso de los coños, puedo lamerlos y lamerlos y me encanta que se corran en la boca. Luego subí hasta ese culo, que me estaba enloqueciendo, lo besé, lo llené de saliva, bajé de nuevo a su coño y ella gemía más y más, hasta que me pidió que me apartara y me pusiera yo de bruces en la cama.
Así lo hice y ella, detrás de mí, comenzó a besarme los hombros, la espalda, haciendo que mi polla reaccionara ante esos besos. Luego comenzó a bajar por mi espalda. Era agradable sentirla, y ella continuaba bajando, yo abría y cerraba los ojos porque no sabía que iba a hacer, ella continuaba bajando, y seguía aumentando mi excitación. Era algo desconocido, ya que nunca nadie había bajado más de la cintura por mi espalda, hasta que me dijo:
– Arrodíllate en la cama – y al ver que yo dudaba, ella añadió – ¿O no te gusta?
Que le iba a decir, si estaba yo recaliente y mi polla dura nuevamente, así que me arrodillé y ella detrás de mí dijo:
– ¡Abre las piernas!
Quedé reclinado sobre mis codos, abierto a Lola que estaba detrás de mí, me sentía tan expuesto y entregado a ella como no se imaginan, y ella acariciando mi culo con sus uñas, que luego las pasó por mis huevos y cogió mi polla dura y dijo:
– ¿Qué pasa, degenerado mío… estás caliente?
– Sí – le susurré entre gemidos.
Estaba a mil por eso desconocido que me estaba haciendo gozar, entonces empezó a pajear mi polla, besó mis nalgas y sentí pasar su lengua, hasta que la puso en mi culo, en mi agujero virgen haciéndome saltar y jadear. Me sentía expuesto a ella, dominado, caliente, gozando, y sin hablar, cuando preguntó:
– ¿Te gusta puto mío… te gusta lo que te hace esta pervertida?
A la vez que me lo chupaba, lo llenaba de saliva y empujaba con su lengua sosteniendo y pajeando mi verga. Yo nunca había sentido eso, era exquisito, gozaba terriblemente, hasta que dejó de chuparme el culo y de pajearme y me dijo:

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– ¡Ven y fóllame puto mío, venga, fóllate a esta pervertida!
Me subí encima de ella y empecé a moverme y moverme mientras le decía que era una degenerada, una degenerada que me calentaba a tope, mucho, y que la adoraba. Ella me pidió que la regara, que quería ver mi leche, así que me moví y moví hasta que la hice orgasmar a ella excitándome a mí esa sensación de su orgasmo, así que se la saqué y arrodillado como quedé, me pajeé hasta que comenzó mi leche a saltar sobre ella. El primer chorro cayó sobre su pelo, y el resto por sus tetas y su barriga. Era terrible verla bañada por mi leche, excitante por demás, con esa mirada cargada de perversión terrible, la besé y le dije:
– ¡Ha sido fantástico, me has vuelto loco!
– Sí, ha estado buenísimo, me has hecho correr muchas veces, me calentaste mucho – contestó.
Terminamos fundiéndonos en un largo beso.
Saludos a todos y a todas.

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