Relato erótico
Conserje muy “atento”
A pesar de que solo tiene 19 años es toda una mujer, y por cierto, una mujer muy caliente. Aquella mañana llegó antes de hora al instituto y el conserje la dejo pasar, la invitó a un café, y le dio un poco de “leche”…
Montserrat – GIRONA
Hola a todas y a todos, mi nombre es Montserrat, soy una chica de 19 años y vivo en Girona, las chicas de mi ciudad son muy guapas y creo que yo soy una de ellas, tengo buenas caderas, mejores nalgas, cintura estrecha, muy buenos pechos y piernas torneadas, y soy voluptuosa y caliente a más no poder.
Mi instituto queda a ocho manzanas de mi casa así que diario camino hasta ahí, estudio el primer año de la carrera de enfermería, y como entro a las 7 de la mañana, salgo de casa 15 minutos antes y llego muy bien. La verdad es que disfruto de esas caminatas matutinas, soy una chica muy caliente y al caminar siento como mis nalgas se mueven rítmicamente, mi coño se aprieta y debido a que camino un poco rápido, noto mis pechos brincar a cada paso que doy. La verdad es que hasta caminar me pone caliente. Por supuesto, me masturbo casi cada día, ya os he dicho que soy muy cachonda.
Una mañana salí a las 6:20 a.m. ya que el sol sale muy temprano, así que sin ver el reloj, pensé que era hora de salir y me encaminé al instituto. Durante el camino observé las calles, estaban con menos personas que de costumbre, me pareció raro, pero no le di importancia, pero al llegar a la reja de entrada de mi instituto me di cuenta de que faltaban 25 minutos para las siete. El viejo conserje, don José, se asomó y me vio parada en la reja.
– Montserrat – dijo sonriéndome – ¿Qué haces tan temprano aquí? – mientras sus ojos me recorrían de arriba abajo.
Sentí mi coño mojarse inmediatamente, me gustaba que ese hombre me deseara.
– Pues que me he me levantado antes de lo acostumbrado – contesté, abrazando mi cartera, con lo cual tiré mi falda hacia arriba por la parte delantera y obviamente él pudo apreciar perfectamente mi coño a través de la tela de mis bragas.
– Falta mucho para abrir – dijo – pero pasa, no puedes estar ahí sola –añadió mientras sus ojos no se apartaban de mi coño. Entré y me preguntó – ¿Quieres un café? Lo he preparado hace 5 minutos, te caerá bien.
Yo me sentí bien en esa caseta del conserje. José daba vueltas haciendo sus deberes matutinos, preparándose para la hora de llegada de los alumnos. Sentada ahí a solas con ese hombre estaba un poco nerviosa, la tarde anterior me había masturbado durante largas horas, pensando en una verga real metiéndose entre mis nalgas, y acalorada tal vez por mis pensamientos, sentí un hilillo de sudor bajando por mi espalda metiéndose entre mis nalgas mientras tomaba sorbos de café. Eso me gustó, sentí mis nalgas y mi culo mojados por el sudor y me empecé a excitar.
Sin que el conserje se diera cuenta, levanté un poco mis nalgas y con las manos alcé mi falda dejando que mis nalgas tocaran el plástico de la silla, sentí frío y un suave placer, disimuladamente con ambas manos abrí mis nalgas hasta sentir que el ojo de mi culo y mi coño tocaban el plástico, lo que me puso más caliente todavía.
Yo observaba la espalda del conserje, él tenía unos 55 años, fuerte, tosco, rudo, pero muy tierno y me hablaba de mil cosas aunque yo no hacía caso. Sus ojos se dirigían de los míos hacia mis piernas, que desnudas, se le mostraban totalmente, y empecé a fantasear con ser follada por ese hombre rudo y tosco.
Terminé mi taza de café, pero le pedí más levantándome de la silla rápidamente. Al hacerlo mi falda voló un poco subiéndose más todavía, el conserje se sorprendió y mirándome a los ojos dijo:
– ¡Estás buena, niña! – sonriendo sin quitar su mirada de mis piernas.
– ¿Usted cree? – respondí yo, mientras mis caderas se movían de un lado a otro.
José se me acercó y cogiéndome de un brazo me preguntó:-
– Eres un poco puta ¿verdad?
Sus manos empezaron a sobar mis nalgas por encima de la falda. No respondí por la sorpresa de su acción y además porque me estaba gustando mucho.
– ¿Ya has probado muchas vergas? – preguntó mientras sus dedos rascaban mi coño, se enredaban en mis pelitos y su otra mano sobaba mis tetas, que ya estaba fuera de mi sujetador.
– No – contesté jadeando – aún no.
– ¿No? – dijo sorprendido – Pues que tonta, debes saber que todas las mujeres se vuelven locas cuando a tu edad les meten la verga.
Diciendo esto, se bajó la cremallera del pantalón y sacó una polla que para mí, era una víbora. Rugosa, rojiza, gruesa y muy larga, con una cabeza muy grande, que brillaba y en la boquita de la verga se asomaban unas gotitas.
– Pon tu mano aquí – dijo mientras la guiaba hacia esa serpiente que tenía por verga.
La cogí nerviosa y me gustó su suavidad, su peso, la empecé a frotar suavemente, mientras él bajaba mis bragas y sus dedos se metían suavemente por mi coño y por mi culo. Yo sentí mis caderas moverse rítmicamente al contacto de esos dedos, mientras su boca mamaba mis pezones, a veces fuerte, a veces suavemente, tenía el coño encharcado. Sus manos volaban de mis nalgas hacia mi coño y mi culo, hacia mi espalda… Realmente me estaba volviendo loca de placer.
Al rato me puso de espaldas a él, alzó mi falda y colocando su verga en la entrada de mi culo, empezó a presionar suavemente. Me encantó esa sensación y yo respondía cogiendo mis nalgas con mis manos y abriéndolas lo más que podía, mientras de mi boca salían quejidos que yo desconocía.
– ¿Me dejas meterla? – me preguntó de pronto
– ¡Siiiií… métemela cabrón, mis nalgas están abiertas para tu polla, anda cabrón! ¿A qué esperas? – dije desesperada por sentir aquella verga dentro de mí.
José se puso de rodillas y lamió mi culo, eso me hizo sentir escalofríos, era la primera vez que me comían el culo. Noté su lengua húmeda y rasposa penetrando mi agujero, abriéndolo cada vez más, luego se incorporó y acariciándome con rudeza, me cogió de las caderas, empujó un poco más fuerte y la cabeza de su polla penetró mi culo con un ligero, ploff. Noté cuando los pliegues de mi culo se abrieron para dar cabida a la cabeza de su verga y de mi boca salió un jadeo mezcla de dolor y de placer, y yo misma empujé mi cadera hacia atrás por lo que me ensarté yo sola totalmente en aquella verga.
– ¡Aayyy… duele pero me gusta…! – dije, mientras mi espalda se arqueaba hacia atrás y mis piernas temblaban fuertemente.
José esperó unos momentos y empezó a sacar y meter la polla de mi culo. Sus manos me sujetaban fuertemente de las caderas alejándome y atrayéndome hacia él, entraba y salía fácilmente de mi culo mientras que yo jadeaba fuertemente y movía mis nalgas hacia su cuerpo, dándome cada vez más fuerte.
– ¡Asiií… cabrón… aaah… aaah…, que gusto da que te follen por el culo… dame más de tu verga… mi culo es para ti, cabrón! – decía yo loca de placer.
José bufaba a cada embestida de verga que me daba, sus muslos chocaban con mis nalgas fuertemente, parecía que me daba nalgadas, hasta que sentí que su verga se ponía durísima y él eyaculaba dentro de mi culo. De mi coño salía un líquido abundante y un poco viscoso, mis piernas temblorosas y abiertas se negaron a sostenerme y caí hacia adelante arrodillada, mostrándole totalmente las nalgas y mi culo abierto.
– ¡Golfa mocosa, que bien follas, cabrona, te has corrido conmigo! – dijo José mientras me besaba fuertemente en la boca, beso que correspondí enlazando mi lengua con la de él, y mientras estaba prácticamente colgada de su cuello, yo frotaba su pecho duro como roca con el mío.
– Mañana te voy a follar por adelante, ¿quieres? – preguntó jadeante.
– ¡Siií… desde ahora soy tu amante y me tienes que dar polla todos los días, o le diré al director que me violaste! – contesté.
– Está bien niña, lo que tú ordene, te voy a follar por todos tus agujeros todas las mañanas, sin que falte una sola – él con una sonrisa contestó mientras su mano frotaba mi coño suavemente.
Me repuse poco a poco, me arreglé la ropa y sonriendo le dije:
– ¡Gracias don José!
Y le regalé mis bragas, así que cuando llegaron los alumnos entré a mis clases como cualquier otro día normal, pero sin bragas y bien follada. Lina, mi compañera de banco, al estar junto a mí se me acercó y olisqueando me dijo:
– ¿Sueño o hueles a que te follaron?
– ¡Adivina! – le dije sonriendo.
Besos a todos vosotros