Relato erótico
Con su consentimiento
Aunque su marido le había preguntado en varias ocasiones si le gustaría montar un trío, ella siempre se había negado. Pero al final, y venciendo viejos prejuicios se lanzó. Las cosas no fueron como habían planeado, conoció a un hombre en internet, se citó con él y… Eso sí, con el consentimiento de su marido.
Luisa – Almería
Me llamo Luisa, tengo 42 años y llevo 21 años de casada. Según mi marido, soy una tía buena. Mido 1,62, y mi cuerpo es el típico de las españolas. Cintura pequeña, caderas anchas y un culo que, reconozco, hace que los tíos giren la cabeza en la calle.
Nunca le había sido infiel a mi marido, pero como toda mujer alguna vez pensé en tener una aventura. Por los prejuicios, valores religiosos y por último por el qué dirán nunca lo hice, aunque no me faltaban las insinuaciones.
Un día conversando con mi marido me preguntó si me gustaría hacerlo con otro hombre, al principio me costó un poco, pero le respondí que sí, a veces cuando teníamos relaciones me lo proponía diciéndome que él no tenía problemas con eso.
Empecé un día jugando por internet, conocí una persona y comenzamos una aventura por correo y luego por teléfono, hasta que quedamos de acuerdo en conocernos. Era un tío divorciado, tenía 39 años y de aspecto agradable. No estaba muy convencida, pero mi marido insistió en que debía conocerlo, echar un polvo, pero que la única condición que ponía era que al llegar a casa le contara lo que habíamos hecho.
Nos citamos en un lugar acordado y él pasó por mí. Lo encontré bastante atractivo. Mi marido estaba al tanto de todo, me subí a su coche y nos dirigimos a un motel próximo a la ciudad.
Mientras viajábamos conversamos para irnos conociendo, me contó en que trabajaba y me miraba diciéndome que yo era muy bella, intentó tocarme las piernas, pero como estaba conduciendo le dije que no fuera ansioso.
Pasaron unos 15 minutos y llegamos al motel, antes de entrar y aún dentro del coche nos besamos, me acarició las piernas, yo me sentí excitada, era la primera vez que otro hombre tocaba mi cuerpo.
Entramos a la habitación nos empezamos a besar, levantó mi falda acarició mis nalgas, luego pasó sus manos sobre mi tanga, yo sentía como se me humedecía el chocho, eso me hizo excitar mucho, yo solté su pantalón y acaricié su miembro duro y húmedo.
Me acostó de espalda en el centro de la cama vestida aún y me acariciaba entera, besó mis labios, mis senos, siguió bajando por mi ombligo y yo sentía un placer incontrolado. Bajó con sus labios por mi entrepierna, movió mi calzón hacia el lado y empezó a lamer mi húmeda vagina, me besaba, me apretaba y mordisqueaba mi clítoris, me excité tanto le pedía que parara pero él seguía bebiendo el líquido que fluía de mi interior, sentía como crecía mi clítoris hasta que sentí mi primer orgasmo, de verdad estaba muy excitada, tenía unas ganas locas que me penetrara.
Empezamos a despojarnos de nuestras ropas y él me dejó en ropa interior, porque así lo excitaba mucho. Yo me acomodé de espalda, abrí mis piernas, lo único que quería era ser penetrada por su dura verga, sentía su cuerpo encima mío, su calor, su respiración agitada, nos besamos con desesperación, sentía como su miembro duro y erecto invadía mi coño, me embestía con fuerza y rápido, yo me sentía muy bien pensando que no lo estaba haciendo con mi marido, era mi fantasía hecha realidad, me dejé llevar por la pasión, la lujuria, el deseo, vinieron los gemidos, los apretones mutuos, yo lo besaba, lo rasguñaba suavemente hasta que vino mi segundo orgasmo.
Mi amante fugaz me dio vuelta boca abajo, me besó la espalda, las nalgas, era demasiado caliente, me tomó y me puso de rodillas, me siguió besando y cuando supo que yo estaba lista me penetró en esa posición, yo empecé a excitarme nuevamente, sentía su miembro duro dentro de mi cosita caliente, como es una pose que me gusta disfrutaba como una cerda. Me embestía con fuerza al mismo tiempo que yo gozaba y gemía de placer, hasta que tuve un otro orgasmo y él se corrió dentro de mí, sentí su leche caliente que saltaba con fuerza, fue una mezcla de placer y cansancio, no tenía ganas que esto terminara, quería seguir gozando.
Descansamos un rato, él se fumó un cigarrillo y nos tomamos unas copas, necesitábamos recuperar fuerzas, lo que no se tardó mucho.
Estábamos follando otra vez, lo hicimos dos veces más con la misma pasión de las primeras veces, fue lo mejor que me había pasado hasta entonces.
Al cabo de un rato retornamos a casa, en el camino nos pusimos de acuerdo de vernos el día siguiente, ahí lo hicimos en su oficina a puertas cerradas.
Mi aventura se prolongó por unas 6 o 7 veces más, hace algún tiempo no sé nada de él, pero en mi matrimonio lo paso súper bien, creo que me inyectó fuerzas para disfrutar el sexo sin tapujos, de hecho sigo teniendo permiso para vivir otra aventura.
Terminaré contándoles que en cada encuentro que tuve con él, llegué a mi casa y cumplí mi promesa. Le conté a mi marido con todo detalle los polvos que había echado. Se puso caliente como hacía tiempo que no le ocurría. Perdí la cuenta los orgasmos que tuve.
Otro día os contaré lo que hice con mi amante “ocasional”.
Muchos besos.