Relato erótico
Con cuernos y feliz
Es un cornudo consentido y disfruta con su papel. Su mujer tiene un amante joven y muy bien dotado que no duda en darle todo tipo de órdenes.
Miguel – Bilbao
Hola amiga Charo y dándote las gracias por alegrarnos la vista y los sentidos con tus revistas, empezaré presentando al putón de mujer que tengo y a la que llamaremos Maribel. Tiene 42 años, no es muy alta, con muy buenas tetas y un buen culo respingón, coñito arreglado por mi, que soy su servidor, gordita y muy caliente.
Yo me llamaré Miguel, 44 años, cornudo consentido y sumiso, gordito también. Ahora imaginad una mujer de 42 años con novio de 29, cachas, buena polla, buen amante y al que llamaremos Lucas, vamos, todo lo que cualquier madura quisiera para ella.
Ahora paso a relatar lo que puede ser una noche de sábado cualquiera de nuestra vida. Salimos a buscar a Lucas, ella muy bien arreglada, claro. Lo recogimos, fuimos a tomar algo y después de vuelta a casa, ellos sentados detrás en el coche y yo de chofer.
Lucas comenzó a besarla y a meterle mano en las tetas y en el coño mientras yo, mirando por el retrovisor, oía las risitas y los cuchicheos que se dedicaban el uno al otro, pero al darse cuenta Maribel de que yo estaba mirando, me dijo muy seria:
– ¡Mira hacia adelante, cornudo gilipollas, y no te corras en los calzones que cobrarás cuando lleguemos, estúpido!
Al llegar a casa me hizo sacar la polla fuera del pantalón delante de su amante, me la revisó mientras se reía y le decía a Lucas:
– Mira, la tiene dura y está mojada – y al mismo tiempo que decía esto, con la misma mano me dio un fuerte golpe en los testículos añadiendo – Esto es para que se te baje, gilipollas.
A continuación me mandó quedarme en tanga, que es lo que uso por deseo de ella, y bien depilado. Entonces me senté para ver el espectáculo que formaban los dos desnudándose el uno al otro y sobándola él por entero hasta que mi mujer, puesta como una perra, le empezó a comer el pollón, los huevos y todo lo que le vino en gana mientras él le decía:
– Así, putita, come rabo, que es lo que más te gusta y enséñame ese chochazo para pajeártelo bien y luego clavarte la polla.
-¡Sí, mi amor, caliéntame bien y fóllame, fóllame todo lo que quieras, tu putón se va a abrir de piernas para que la joda su macho y se dé mucho gusto!
Entonces pasaron a la cama a revolcarse hasta que él le preguntó:
– ¿Y qué hacemos con el cabrón?
– ¿No quería cuernos? – le contestó ella – Pues los va a tener y grandes… luego ya lo llamaremos para que nos limpie con su lengua, que es para lo único que sirve.
En el acto él empezó a comérsela entera, boca, tetas, barriga, chocho y a sobarla por todas partes y mientras le comía el coño, ella se dio la vuelta para comerle el cipote y el culo mientras chillaba como una perra en celo, corriéndose toda. Cuando ella ya se había corrido dos o tres veces, él la montó a toda velocidad y ella venga a correrse aunque le dio tiempo a decirme:
-¿Ves los cuernos que tienes que ya no cabes por la puerta y tendrás que pasar de lado? ¿Ves como se folla y no con tu piltrafa de picha floja?
Una vez habían terminado de correrse y estaban descansando, ella me llamó diciéndome:
-Ven y cómeme el culo y los pies y límpiame el chochito – y mientras lo hacía, se reían a carcajadas hasta que me preguntó – ¿Qué, ya te has corrido? ¡Quítate el tanga que tengo ganas de ver tu colita tan pequeña, cabrón!
Él también se reía pero, sin perder el tiempo, seguía besándola y acariciándola. Yo permanecía ahora completamente desnudo delante de ellos pero cuando ella se cansó de verme me dio una patada en el culo y me dijo:
– ¡Sal, guarro, que ya has mirado bastante!
Cuando salí ellos empezaban a follar de nuevo, ahora a cuatro patas y cuando acabaron ella me dijo:
– Ahora te toca limpiarle la polla a él primero y a mí el conejo después.
Me arrodillé ante el amante de mi esposa y oyendo sus comentarios, agarré con una mano la verga del muchacho, aún dura y llena de brillantes jugos, tanto de él como de ella, y sacando la lengua empecé a lamérsela desde la base hasta la punta del capullo. Luego me la tragué todo lo que pude y empecé a mamársela notando como iba creciendo entre mis labios, provocándome alguna arcada.
– ¿Te gusta, cariño, como te la mama el cornudo de mi marido…?. Y ten cuidado que no te pinchen sus cuernos.
El muchacho dijo que sí pero de pronto, agarrándome por la nuca, empezó a entrar y salir de mi boca como si me follara la cara. Intuí lo que iba a hacer y quise apartarme pero él no me dejó y a los pocos segundos una descarga tremenda de leche me llenó la garganta y tuve que tragar toda la lechada para no ahogarme. Mi mujer, aplaudiendo y riendo, se sentó en la cama, se abrió todo lo que pudo de piernas y señalándome su coño, me dijo:
– Ahora me toca a mí, venga, no pierdas tiempo.
Me apliqué a limpiarle bien la almeja de todos sus jugos y también de la leche de su amante. Al acabar, me mandaron a dormir a otra habitación y ellos siguieron jodiendo toda la noche mientras yo, oyendo sus gemidos, me pajeaba como un mono. Además siempre tengo que estar atento por si se les ocurre hacerme alguna putada, como hacerme entrar de lado en la habitación para que no me tropiece con los cuernos, para recoger los condones, si los usan, llevarles el café por la mañana…
Gracias, Charo, por publicarlo. Saludos.