Relato erótico

Como una alucinación

Charo
19 de enero del 2020

Es informático y suele ir a domicilios para arreglar ordenadores o para hacer instalaciones. Fue a una casa para arreglar un equipo y en cuanto le abrieron la puerta se quedó sin palabras. Era una mujer que parecía una escultura y después, lo pudo comprobar.

Ignacio – VITORIA
Hola amigos de Clima, os voy a contar una maravillosa experiencia que tuve hace unos años y que fue la que me animó a continuar intentando contactos esporádicos, calientes y divertidos, siempre en plan sexual.
Lo primero que os diré es que me llamo Ignacio, que nací hace 29 años y vivo en Vitoria, que soy informático y trabajo instalando y reparando equipos.
Todo empezó un día de un mes de agosto en que me pasaron un aviso de instalación de varios accesorios en un ordenador de un particular. Cogí mi coche y me fui para la casa del cliente, al llegar pregunté al portero y me indicó el cuarto piso. Subí llamé y al abrirse la puerta me quedé helado cuando apareció una mujer de unos 40 años, morena, ojos verdes, 1,80 de estatura y muy guapa.
Como yo no decía nada, embobado mirándola, ella me preguntó:
– ¿Eres el técnico que he pedido? – y al decirle que sí con un hilillo de voz, añadió – Pues no te quedes ahí parado y pasa.
Ya dentro de su piso, me indicó donde estaba el ordenador y luego, tras decirme lo que deseaba que yo hiciera, me pidió que la disculpara, que acababa de llegar del gimnasio y se tenía que duchar. Yo le contesté, habiendo al fin recuperado la voz, que empezaría a hacer los cambios y que por el momento no la necesitaba. Entonces ella añadió sonriendo, que se llamaba Ángeles y que si necesitaba algo que la llamara.
Había pasado media hora y todavía no me había repuesto de la impresión de ver tan hermosa mujer y fue entonces cuando necesité unas tijeras para cortar un plástico y como había visto unas al pasar en la entrada, fui a buscarlas. Al cogerlas vi que, debajo de ellas, había unas fotografías en las que se veía a ella en bikini.
No pude aguantar la tentación y cogí el montón para verlas mejor. La fui pasando lentamente, mirándolas con todo detalle hasta que cual fue mi sorpresa que cuando llevaba cinco o seis aparecía ella de nuevo pero esta vez estaba en top-less, con unos hermosos, tiesos y aparentemente duros pechos al aire, orgullosos, tentadores casi agresivos, más hermosos de lo que yo podía haber sospechado. Y yo cada vez más caliente.
Seguí pasando foto a foto y mi polla iba creciendo, pero no fue eso todo. En las últimas copias estaba ella desnuda completamente. Era una preciosidad. Me toqué la entrepierna, que ya estaba a reventar, mientras contemplaba aquella escultural mujer, sus tetas enormes, su vientre plano, su coño peludo, sus largas piernas, pero en este momento oí la voz de Ángeles que me decía:
– ¿Te gustan mis fotos?

Me giré y me puse colorado como un tomate. Me habían pillado. Allí estaba ella con un albornoz blanco. Sin dejar de mirarme, se soltó el cinturón y dejó que se abriera mostrándome ahora su total desnudez. Yo no podía hablar pero ella me dijo:
– Creo que al natural estoy mejor que en foto, ¿no crees?
Me acerqué a ella temblando y la besé en los labios intensamente, mezclando mi lengua con la suya, mientras que con mis manos empujaba el albornoz para que cayera al suelo y dejarla completamente a pelo. Cuando se quedó así, desnuda, ella me empezó a quitar la camisa y los dos nos fundimos en caricias, cada vez más cachondos.
Sus pechos eran una delicia, grandes y con los pezones bien duritos que yo mordisqueaba arrancándole algunos gemidos hasta que me hizo parar indicándome que la siguiera.
La obedecí y fuimos al dormitorio, me tumbó en la cama y terminó de quitarme los pantalones, luego me bajó el slip y al ver como mi polla, ya totalmente endurecida, saltaba al aire tiesa como un palo, me la cogió con una mano y sin mediar palabra se la metió en la boca, empezando a chupármela.
Pronto descubrí que era una experta en el arte de la mamada y a los pocos minutos la tuve que parar porque me corría en su boca, pero ella no paró, sino que encima aumentó el ritmo hasta que, irremediablemente, exploté en un orgasmo brutal, llenándole toda la garganta con mi espesa y abundante leche.
Entonces, ya menos caliente pero igual de excitado, me levanté y la besé fuerte mientras la tumbaba en la cama, empezando a acariciarle todo el cuerpo con mi boca y lengua. Inicié mis caricias por sus pies y fui subiendo poco a poco por las magníficas y suaves piernas y muslos pero al llegar a su sexo ella se abrió de piernas aunque yo pasé de largo subiendo hacia su estómago, relamiendo su ombligo, y luego hasta llegar a sus pechos.
Agarré uno con cada mano y los estuve masajeando unos minutos mientras que, alternativamente, mordisqueaba sus ya muy endurecidos y salidos pezones. Ella, muy excitada, no paraba de moverse y suspirar mientras me decía, entre gemido y gemido:
– ¡Por favor, no puedo más, métemela ya de una vez… fóllame, que ya no aguanto más…!.
– Aún no -le contesté- quiero que sufras lo que me has hecho sufrir tú a mi
con tu mamada.
Yo hacía que mi polla la rozara todo el cuerpo hasta que fui bajando poco a poco con mi boca pero, al llegar a su sexo, ahora ya no pude escapar pues ella me cogió la cabeza con las dos manos y me apretó la cara contra su húmedo chocho.
– Sin prisas -pude decirle- tranquila, que me lo comeré todo pero con calma.
Con mis dedos la separé los abultados labios del coño y empecé a lamer su endurecido clítoris mientras ella se retorcía de gusto y me pedía que acabara. La verdad es que yo tampoco podía aguantar más así que le mordisqueé el clítoris hasta que gritó del intenso orgasmo que estaba teniendo.

Entonces nos separamos y permanecimos tumbados en la cama y al recuperarse un poco, sonriendo pero fingiendo estar enfadada, me dijo:
-Eres un cabrón, has venido ido a arreglarme el ordenador y lo que has hecho es arreglarme a mi.
Entonces me contó que su marido era algo mayor que ella, que tenía 47 años y que solo hacían el amor la noche del sábado y eso suponiendo que no les saliera alguna fiesta y llegasen tarde y cansados a casa.
– Hay veces que pasa un mes – me aseguró.
– Pues esto tiene que solucionarse – le dije – En el momento en que nos recuperemos vas a saber lo que es tener un orgasmo con una polla dentro.
Ella, al oírme, me volvió a coger la verga y empezó a chupármela de aquella manera tan deliciosa y profunda de modo que, al poco rato, yo volvía a tenerla tan tiesa como si no me hubiese corrido.
Rápidamente me situé entre sus piernas y agarrándome la verga con una mano, apunté el capullo en su mojada raja y de un solo golpe se la metí hasta que mis huevos hicieron tope, follándomela en el acto hasta que los dos, esta vez al unísono, nos corrimos con profundos gemidos y largos suspiros.
Fue maravilloso, tanto que no terminé mi trabajo en la casa y al llegar mi empresa le dije a mi jefe que me había llevado una pieza equivocada y tenía que volver.
Al día siguiente saludé al portero al entrar y sin que nadie sospechara, me volví a follar a Ángeles, pero esta vez, tras sus soberbias mamadas y correrse dos veces con mi polla en su coño, tuve la satisfacción de que me dejara, en justa correspondencia por haberle dado tanto gusto, poder abrirle también el culo, que aún tenía virgen ya que su marido encontraba que la sodomía era algo asqueroso.
La penetración le hizo un poco de daño pero, con paciencia, logré que le encontrara gusto y ahora, con el culo abierto tanto le da que se la meta por la boca, por el coño o por este recién estrenado agujero anal.

Ya en plan de amantes, otro día le reparé una lavadora que no estaba rota y días más tarde un vídeo que tampoco le pasaba nada. La verdad es que nos vemos cada dos meses aproximadamente ya que ella me llama cada vez que tiene algo “roto”.
Saludos.

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