Relato erótico

Como un regalo de Navidad

Charo
14 de agosto del 2020

El pasado mes de Diciembre vivió una experiencia que recuerda y recordara durante mucho tiempo. Ha tenido algunas novias y tiene experiencia en temas de sexo. Siempre le han gustado las mujeres maduras y tuvo la oportunidad de disfrutar con una.

Daniel – Torrelavega
Voy a contaros como, el pasado Diciembre, he tenido la más interesante aventura sexual que me ha ocurrido hasta ahora Primero os contaré que me llamo Daniel, que soy cántabro y vivo en Torrelavega. Tengo 28 años. He vivido varias experiencias sexuales con algunas novias que he tenido, todas chicas de mi edad, pero siempre me han atraído las mujeres maduras y especialmente esta compañera de mi madre de la que os hablo cuyo nombre es Esperanza.
Cuando esta mujer ha estado en casa, me ha puesto realmente cachondo con su sola presencia ya que suele llevar una minis bastante atrevidas enseñando sus muslazos, y jerséis muy ajustados que marcan su tremenda delantera ya que sus tetas son auténticos cántaros.
La señora Esperanza está más bien rellenita y por eso toda su anatomía resulta aún más evidente. Pero lo cierto es que no solo he sido yo el que se ha fijado en ella. Recuerdo que una vez incluso mi padre también hizo algún comentario sobre lo atractiva que estaba, a lo que mi madre contestó:
– Ya lo creo. En la oficina los pone a todos en estado de revista.
Todos reímos el simpático comentario de mi madre y ahí quedó la cosa. Mi madre, sin embargo, debió darse cuenta de que yo había estado mirando con insistencia los muslos de la señora Esperanza ya que días después, me dijo:
– Daniel, como ya somos todos mayorcitos te voy a hacer una pregunta y espero que me contestes con sinceridad. ¿A ti qué te parece Esperanza, mi compañera de oficina, como mujer quiero decir? ¿Te parece atractiva?
Me quedé completamente helado y temiéndome una bronca por mis indiscretas miradas a sus piernas del día anterior y apenas acerté a decir:
– ¿Qué quieres decir, mamá? Es una mujer casada…
– Bueno, eso no tiene nada que ver – me contestó – No te pregunto a ver si te gusta como novia formal sino para salir con ella un día…
Aunque mi madre es bastante liberal y en casa se habla de sexo con relativa naturalidad, no dejó de sorprenderme esta pregunta viniendo de ella.
– Pues hombre, mamá, ya que lo preguntas con esa naturalidad, te responderé con total sinceridad y sí, la verdad es que me gustaría… bueno, salir un día con Esperanza.
– Estupendo, porque tú a Esperanza también le gustas – me contestó con una sonrisa – Me ha pedido que te sugiriera que vayas conmigo a la fiesta de fin de año de la empresa.

Ya sabes que todo el mundo puede llevar pareja y como tu padre nunca quiere venir, habíamos pensado que tú vengas conmigo y allí Esperanza ya se encargará de que te lo pases bien. Las dos nos hemos dado cuenta de cómo la miras cuando viene a casa. ¿Qué te parece?
– Pues a mí me parece estupendo pero no sé qué pensarás tú…
– A mi no parece mal, cariño. Sino no te lo hubiera propuesto. Lo único que espero es que seas muy discreto, lógicamente. Piensa que Esperanza es una mujer casada – me indicó.
– Puedes darlo por hecho – aseguré, añadiendo – Pero yo también te agradecería que nadie se enterase de que voy a ser… bueno, pareja de la señora Esperanza.
– Bien – rió mi madre – Veo que todos estamos de acuerdo en que es importante la discreción y eso está muy bien. Yo igual también bailo con algunos compañeros y tu padre no tiene porqué enterarse de todo.
– Cuenta con ello – contesté también sonriendo – Yo creo que todo el mundo tiene que divertirse todo lo que pueda.
Los dos reímos de forma cómplice y ya no pasó nada más hasta el viernes en el que celebraban la fiesta de fin de año en la empresa. La señora Esperanza vino a casa a buscarnos a mi madre y a mí. Estaba impresionante. Llevaba, bajo el abrigo, un vestido negro tremendamente ajustado y muy corto, tanto es así que cuando se sentó en el sofá esperando a que mi madre acabara de prepararse, la falda subió tanto que pude ver al completo sus gordos muslazos, por encima incluso del final de las medias. Por cierto, el hecho de que llevara medias fue el detalle que acabó de ponerme la polla como un mástil. El vestido era tan ajustado que también se notaban sus michelines y su barriguita, pero eso lejos de desagradarme creo que me excitó aún más.
Cuando mi madre se presentó en la sala, la verdad es que no le iba a la zaga. Aunque no sea yo el más indicado para decirlo, mi madre también está muy buena para su edad y con la mini que se había puesto y la blusa con un tremendo escote que llevaba, estaba más que apetecible a pesar de sus 52 años. Fuimos en el coche de la señora Esperanza al hotel en el que se celebraba la fiesta. Ya en el coche los comentarios que se hicieron no dejaban lugar a dudas de que Esperanza no tenía ningún problema en serle infiel a su marido. Entre risas las mujeres comentaban que a su edad habían llegado a la conclusión de que había que disfrutar de la vida cuanto se pudiera. La señora Esperanza recalcó que, en especial, había que disfrutar de los hombres. Yo les di la razón y les dije que estaban muy atractivas y que no tendrían problemas para ligar con quien quisieran.
– Reconozco que podría llevarme a la cama a la mayoría de los de la oficina – decía Esperanza

– Que ya veo como me miran las piernas o el culo, pero ligar con un jovencito… eso sí que me apetece de verdad.
– Pues aquí tienes a Daniel, que viene encantado de ser tu pareja esta noche – le decía mi madre.
Así llegamos al hotel y para entonces yo veía claro que a nada que me esforzara aquella noche podría disfrutar con la señora Esperanza, aunque me cortaba un poco la presencia de mi madre. Durante la cena los comentarios fueron igualmente picantes y en ellos participaron también otros dos señores que se sentaban a nuestro lado. Tendrían unos 45 años y no dejaron de piropear, aunque muy elegantemente, a mi madre y a Esperanza. Luego me enteré de que eran los jefes de departamento de mi madre y de Esperanza, que son secretarias en la empresa.
Tras la cena vino el baile y entonces yo bailé con varias mujeres compañeras de mi madre, algunas de las cuales no perdieron ocasión de flirtear conmigo. Pero con quien más bailé fue con Esperanza. Al hacerlo con ella se me pegaba de tal manera que ya no tuve dudas de que, si quería, me la tiraba esa misma noche. Ella me decía que era un chico muy guapo, que tendría a todas las chicas que quisiera y cosas así, mientras pegaba sus tremendas tetazas contra mi pecho y acercaba su prominente tripita a mi paquete. Yo tampoco perdí ocasión de dedicarle varios piropos, algunos incluso subidos de tono.
– Tú a mí también me gustas desde siempre, Esperanza – le decía – Hay que ver las piernas tan bonitas que tienes, y… ¿qué decir de tu delantera?
Ella reía complacida y halagada y cuando me tenía más empalmado que un burro, y ella sin duda lo notaba, me propuso irnos de la fiesta. Yo le pregunté qué íbamos a hacer con mi madre pero ella me dijo que seguro que ella se lo estaba pasando bien y que no se querría ir todavía.
– Tranquilo, que ya encontrará quien la lleve a casa – añadió.
Entonces mirando hacia donde me indicaba Esperanza, pude ver que, en efecto, mi madre estaba sentada con los dos hombres de la comida riéndose y al parecer pasándoselo muy bien. Incluso me pareció ver que uno de ellos tenía la mano sobre el muslo de mi madre, cuya falda se había subido bastante al estar sentada, mientras el otro, por su parte, de vez en cuando acercaba la mano a su escote separando la blusa, como intentando atisbar por él.
Ella no parecía molesta por todo ello. Entonces Esperanza le hizo una seña a mi madre para que se acercara y al hacerlo, le dijo:
– Encarna, si te parece bien, nosotros nos vamos.

Mi madre nos dijo que estupendo, que no nos preocupáramos por ella, que ya la llevarían a casa Jorge y Anselmo, que así se llamaban los hombres que la acompañaban, sus jefes.
– Pasároslo bien – nos despidió con un guiño.
Cuando llegamos al parking del hotel, empezó lo bueno. Apenas nos habíamos sentado en el coche Esperanza me soltó:
– ¿Así que te gustan mis tetas, eh, cariño? ¡Pues dame un buen magreo en ellas que estoy como loca porque me las comas, guapetón!
Yo, entonces, ya no aguanté más y le planté las dos manos sobre sus espectaculares tetazas a la vez que ella se echaba sobre mí y me daba un morreo, metiéndome su lengua de viciosa hasta la garganta.
– ¿Y qué más te gusta de mi? – me preguntó.
– Pues la verdad, Esperanza – contesté – me vuelve loco el culazo tan bueno que tienes.
Entonces ella, lentamente, se levantó la falda, que apenas daba de sí para subir, tanto por lo ajustado de la falda como por lo amplias de sus caderas, y dándose la vuelta, me mostró su tremendo trasero apenas tapado por una minúscula braga.
– Creo que me voy a correr aquí mismo, Esperanza – le confesé muy excitado.

– De eso nada – dijo ella – Después de lo que me ha costado convencer a tu madre para que me echara una mano para ligar contigo, no voy a dejar que te corras en los pantalones. Tú te corres en mi chocho como está mandado.
Entonces nos dirigimos a un hotel de carretera, relativamente cercano al hotel donde habíamos celebrado la fiesta. Allí Esperanza alquiló una habitación y en cuanto entramos en ella me bajó los pantalones iniciando una espectacular mamada. Yo estaba tan caliente que apenas duré unos segundos en correrme en su boca. A pesar de sus temores, no obstante, mi calentura era tanta que la polla no se me bajó ni un ápice así que, cuando ella se desnudó quedándose tan solo con las medias y los zapatos, me eché sobre ella y la penetré hasta el fondo.

Como acababa de correrme aguanté casi media hora, bombeando en su caliente chochazo y ella tuvo dos “orgasmazos” tremendos. Ese fue el primer polvazo que eché con Esperanza, pero los acontecimientos con esta caliente mujer e incluso los de aquella misma noche, no habían hecho más que empezar. Si os parece, queridos amigos, os lo seguiré relatando en una próxima carta.
Besos y hasta pronto.

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