Relato erótico

¡Cómo la siento!

Charo
21 de octubre del 2018

Aprovecho que su mujer se había ido a visitar a un familiar para golfear un poco. Dice que es amante de los ritmos latinos y fue a un local a ver el ambiente y a ver si podía “mojar”. La noche le salió redonda.

Julio – Almería
Hola, me llamo Julio, tengo 48 años, mido 1,78 de estatura, casado con tres hijos maravillosos y una esposa un tanto puritana, que no tiene mucha imaginación para el sexo y le desagrada lo que a mí me encanta, tragarse mi leche caliente, el sexo anal, etc.
Soy un asiduo lector de los relatos que publica vuestra revista. No sabéis cuanto los disfruto. Ahora voy a contar una de las mejores experiencias extramatrimoniales que he tenido, en el tiempo que trabajé para varios hoteles de esta localidad, y conocí infinidad de chicas, de todas las edades, algunas casadas, divorciadas, solteras, etc. Pero nunca había tenido a una chica de esta edad, tan sensual, ardiente y con esa carne tan fresca.
El pasado sábado me encontraba solo en casa, ya que mi familia fue a visitar un familiar de mi esposa, que se encontraba enfermo, en un pueblo cercano y no regresarían hasta el lunes próximo. En lo personal me encanta bailar toda la música caliente y para no aburrirme, opté por ir a un antro donde se baila esa música que muchos llaman “sabrosa”.
Al llegar, me atendió una hermosa chica morena, con un cuerpo nada espectacular, pero muy tentador, me acomodé en un lugar discreto desde donde podía mirar a quien entraba y a los que bailaban en la pista, donde había personas de todas las edades y todos se movían al ritmo de la música. Pedí mi cerveza favorita y de pronto observé un grupo de mujeres que bailaban entre sí y en ese grupo había una linda muchachita bajita, no más de 1,55, muy sensual, o muy sexual diría yo, y lo que más me atrajo de ella fue su hermoso trasero, redondo, y que solo de mirarlo me daban ganas de comérselo. Llevaba una faldita corta y entallada la cual hacía que se le marcara aún más. Durante un largo rato traté de adivinar cuantos años tendría. Durante la noche me di cuenta que me miraba, y yo de vez en cuando, hacía lo mismo.
En un momento dado, nuestros ojos se encontraron, sostuve su mirada durante unos segundos, y ella, sin dejar de bailar, me mantuvo la mirada. El problema era que siempre estaba rodeada de sus amigas. Pedí otra cerveza y di una vuelta por el lugar para ver si conocía alguna chica con quien pasar un rato agradable, ya fuera hablando o bailando, y al regresar noté que en el grupo de chicas ya no estaba la muchacha del trasero hermoso. La busqué con la mirada y la encontré hablando con un chico y con el cual parecía que discutía. En un momento ella dio por terminada la discusión con el chico y se dirigió hacia donde yo me encontraba yo, pero al pasar por mi mesa tropezó con algo, cayó encima de mí y yo, con cuidado, la cogí de los hombros y le pregunté:

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– ¿Estás bien corazón?
– Sí, gracias, discúlpame por favor.
– ¿Te hizo pasar un mal rato tu amigo?
– Es mi ex novio, que no me deja en paz – me dijo sonriendo en medio de la música.
– Me encantaría que me aceptaras una bebida, pídela y si gustas, puedes sentarte conmigo – le dije yo al ver que hacía ademán de retirarse.
– Bueno – contestó ella, después de dudar un poco…
– Me llamo Julio – le dije.
– Yo me llamo María.
-¿Qué vas a tomar?
– Me encantaría una bebida suave y dulce.
Durante la conversación, me dijo que tenía 20 años pero tiene una carita de niña, muy guapa y traviesa. Yo me sentía muy atraído por esa chiquilla de ojos rasgados, labios carnosos y con su hermoso cuerpo.
Cuando terminamos nuestra bebida, pedimos una más, y mientras la servían, me pidió que la sacara a bailar y no dudé ni un segundo. La tomé del brazo y nos fuimos a bailar al fondo de la pista. Era increíble cómo se movía. Comenzó a mover sus caderas al ritmo de la salsa que sonaba y cada vez que quedaba de espaldas a mí, apoyaba en su culo mi pelvis. Era maravilloso verla bailar y sentir su trasero pegado a mi polla, la cual ya se encontraba erecta, y como yo quería que la sintiera, a ratos se la pegaba para que la sintiera más.
En un momento dado la tomé por la cintura, ella apoyó su culo más fuerte de lo normal, como buena bailadora, apretó su cuerpo contra el mío, y en ese momento supe que no debía dejar pasar esta oportunidad de gozar una noche con ese culito hermoso. Nos mantuvimos unos minutos en esa posición y como era lógico, mi polla se pudo dura como un palo. Nos fuimos a sentar y sin darnos cuenta empezamos a besarnos lentamente, saboreando nuestras lenguas, mordiéndonos de vez en cuando los labios, y mientras nos besábamos, me decía cosas como estas:
– Nunca pensé que podía pasarlo tan bien con alguien con la edad de mi padre…
– Bueno, siempre hay una primera vez ¿no? – y mientras le decía esto, le acariciaba el muslo, suave y muy terso.
– Eso dicen, quizás sea hoy la primera vez ¿no?
Dijo eso último y posó su mano sobre el bulto de mi pantalón, nos besamos salvajemente, con mis manos pellizcaba suavemente sus pezones que se notaban duros bajo su top, lentamente bajó el cierre de mi pantalón e intentó sacar mi polla afuera, yo la dejé actuar ya que nos encontrábamos en una mesa alejada de todos los asistentes, y cuando tocó mi miembro, me miró como asombrada…
– ¡Que grande que es, y está muy dura!
– Será que tienes la mano muy pequeña, yo no creo tenerla muy grande… – 18 centímetros, no voy con el cuento que me mide 25.
La invité a salir del local, nos subimos a mi coche, le pregunté donde quería ir y me dijo que a donde fuera, con tal de pasar un rato agradable conmigo.
– Conozco una playa muy tranquila – le comenté y hacia allá me dirigí con mi preciosa acompañante.
Al llegar, la oculté tras unas palmeras, bajamos a la playa que se encontraba solitaria y desierta, e iluminados solo por la luna dimos rienda suelta a la pasión y la lujuria que emanaba de cada uno de nuestros poros.
Tendí una manta en la arena y María se tumbó encima, dejando su pequeño tanga blanco, que se metía en su hermoso culo a la vista, Se dio la vuelta y me coloque sobre ella. Le saqué el top y comencé a besarle las tetas.

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No eran muy grandes, pero tenían una gran aureola que me cansé de besar y de morder. Mientras le besaba los pechos, comenzó a frotarme la verga y yo, al notarlo, me saqué el pantalón y el calzoncillo de un solo golpe, quedando solo con la camisa. Ella agarró mi verga con las dos manos y mirándome a los ojos empezó a chuparla, primero la cabecita, le pasó la lengua envolviéndomela toda, apoyó los dientes, me miró como si fuera a morderla, y se la introdujo toda adentro de la boca. Yo estaba en el cielo, disfrutaba mucho de la mamada que me estaba haciendo María. Luego me senté, ella se levantó y yo le pedí que me acercara su rajita para saborearla. María se levantó la faldita que llevaba, se apartó el tanga dejando su mojado coño al aire y comencé a pasar mi lengua por sus muslos, lamiendo cada centímetro de su piel, lamí sus labios vaginales y chupé su botoncito, que ya se encontraba duro. Ella gemía y me pedía más y así estuve un rato saboreando esa rajita jugosa hasta que, de pronto, me bañó la lengua con sus jugos, me lo tragué todo y ella, sin descansar un segundo, se deshizo de su tanga y se sentó lentamente sobre mi dura y tiesa verga.
– Quiero sentirla toda dentro, amor – me susurró.

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Al principio le costó, una cosa que recuerdo muy a menudo es la estrechez que tenía esa rajita, era chiquita, pero estaba muy bien lubricada, yo me acosté y dejé que ella impusiera el ritmo, me montó lentamente al principio y alocadamente después. Era una mujer ardiente y me decía cosas como:
– ¡Fóllame cabrón… dame toda esa verga…!
– ¡Sí, toma putita, toma!
– ¡Que verga tan dura tienes…fóllame toda!
– Si putita siéntela… ¿has visto que grande y dura está?
– ¡Sí, la siento… no sabes como la siento… aaah…!
Siguió cabalgándome salvajemente, meneando su cabeza de un lado para el otro, mientras yo le pellizcaba las tetas y eso la ponía más loca. Con su largo pelo negro me rozaba la cara y el pecho y yo la cogía fuerte de la cintura y la apretaba contra mi verga. Creo que en ese momento llegué hasta el fondo de ese pequeño coño que tanto me apretaba, y la muy puta se corrió de nuevo con un gran orgasmo. Fue hermoso verle la cara, rasgos de placer inundaron su rostro, luego se quedó quieta, acostada sobre mi cuerpo, respirando aceleradamente y dándome las gracias.
– ¡Gracias amor, que follada me has dado…!
– Pero yo todavía no he acabado…
– Ya lo sé amor… ¿piensas que te voy a dejar sin que me des tu leche?
Se levantó, quedándose mi verga más dura que antes todavía, María me la agarró y comenzó a pajearme, aunque de vez en cuando le daba un lengüetazo, y así me masturbó durante unos cinco minutos, pero cuando estuve por eyacular, grité sumamente excitado:
– ¡Me corro!
María acercó su boca y me la pidió toda, eyaculé una gran cantidad de blanco semen caliente en la boca de mi putita hermosa. María terminó de tragar toda la leche, limpió mi verga, nos vestimos y nos fuimos, aunque por el camino, sacó mi verga y me obsequió con una mamada digna de un “concurso”. Como por el camino de regreso tengo un piso de esos que llaman un “picadero”, me dispuse a seguir gozando con esa chica tan sensual y con esa carne tierna que muchos a nuestra edad quisiéramos tener.
– ¿A dónde vamos? – me preguntó.
– Te llevo al cielo mi vida – le contesté.
– Llévame donde quieras, amor, quiero seguir saboreando esta hermosa verga – y siguió con su estupenda mamada.
Desde ese día me visita a diario en mi oficina, y disfruto con ella como si fuera el último día de mi vida, pero esa experiencia la dejo para otra ocasión.
Saludos.

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