Relato erótico
“Comidita” en la tienda
Se ofrecieron para ayudar a montar unas estanterías en una tienda de lencería que era propiedad de una amiga de los dos. La amiga se fue a comer y ellos dijeron que comerían algo allí mismo. Desde luego “comieron” y más de lo que tenían previsto.
Rodrigo – Madrid
Estaban en un Centro comercial. Era una tienda de ropa interior y complementos para él / ella. La dueña, amiga de ambos, trabajaba por amor al arte. Una viuda adinerada a la que le gustaba estar ocupada. Les había pedido que le ayudasen, aprovechando su visita mañanera, a colocar unas estanterías a las que no llegaba bien. Llegó la hora de comer y les dijo que dejasen la tarea hasta la tarde.
Les comentó, debía acercarse a celebrar el cumpleaños de un familiar.
-No te preocupes -le dijo Rodrigo- Vete a comer y nosotros, nos traemos algo de comer y acabamos.
-Me parece bien. -contestó ella.
Y así lo hicieron. Comieron unas hamburguesas y continuaron trabajando un rato más en la colocación de los estantes. La tienda estaba cerrada. Los cierres echados y las cortinas corridas, de forma que desde fuera, se veía el escaparate, pero no la tienda.
Tenían calor y llevaban ropa veraniega. Estaban sentados en unas cómodas sillas para probarse zapatos.
Puri, cogió unos zapatos de tacón alto y se los puso. Se paseó por la tienda con ellos, mientras Rodrigo la miraba sonriente. La altura de los zapatos y los shorts cortos que llevaba ella, ensalzaban unas piernas bronceadas que se hacían más largas.
Se acercó hasta él y le preguntó:
-¿Te gusta cómo me quedan?-
Y sin dejarle contestar añadió:
-Creo que sí- Mientras le acariciaba la barbilla con el índice.
La sección de ropa interior estaba en una habitación contigua por la que ella desapareció diciendo:
-Ahora vengo-.
Al cabo de un minuto, Rodrigo levantó la vista de un folleto que estaba ojeando para quedarse al instante sin respiración. Estaba, apoyada en el marco de la puerta, y en ropa interior. No se había desprendido de los zapatos de aguja y a Rodrigo le dio la impresión de estar observando una página muy real de una revista erótica. Como erótica era la postura que adoptaba.
-Comienza el espectáculo -dijo la muy pícara- desapareciendo otra vez y dejando a Rodrigo con una erección cada vez mayor.
La segunda aparición, no desmereció en nada a la anterior. Esta vez llevaba un conjunto azul celeste que contrastaba con el moreno de su piel. Los encajes abundaban arriba y abajo y ella se paseó delante de Rodrigo sin dejar que este alcanzase a tocarla. Volvió a perderse tras la puerta dejándolo con la polla en un estado de excitación extrema.
Cuando la cara sonriente de Puri, volvió a asomar, él solo pensaba: •”sal, sal que te vea”… y ella salió. ¡Y cómo salió!
Llevaba un “wonderbrá” blanquísimo que levantaba sus pechos convirtiéndolos en dos bolas de carne aterciopelada y apetitosa. Pero ¡Ay! ¡Si mirabas hacia abajo! La nena se había puesto la mínima de la mínima de las expresiones de tanga. Las delgadas tiras que se unían daban forma entre sí, eran blancas; cosa que no se podía decir tanto, de la breve tela que tapaba su sexo. Esta, más que blanca era transparente y esto, la convertía en oscura por el negro vello que se adivinaba tras ella.
Rodrigo se mordía el labio, mientras sus desorbitados ojos volvieron a ver como Puri, se daba una vez más la vuelta para despedirse con un contoneo de caderas que a punto estuvo de hacer perderle el conocimiento.
El calor recorría su cuerpo a lo largo y a lo ancho. Sentía crecer el deseo de tenerla, de follársela. Su miembro erecto lo reafirmaba queriendo ser liberado, acariciado, usado…
Cuando apareció nuevamente, Rodrigo se encontraba vestido únicamente con el slip. Su piel brillante hacía deducir la temperatura de su cuerpo y su mano, apoyada sobre su polla, los deseos más acuciantes. Cuando parecía que este deseo no podía ser ya mayor e iba a tener que comenzar a darse alivio con una paja, ella le volvió a sorprender.
Esta vez, los zapatos de tacón de aguja se acercaron hasta él, acompañados por unas medias negras con liguero y un corpiño de encaje negro que remataba unas braguitas a juego de lo más erótico. Se plantó frente a Rodrigo. El sentado. Ella, abierta de piernas y brazos en jarras. Al cabo de unos segundos de dejarse contemplar, se agachó y rozando sus labios a los de él le susurró:
-Ahora te toca a ti- a la vez que le señalaba la sección de lencería masculina.
El se levantó y, tras darse un profundo morreo, desapareció por la ya ajetreada puerta.
Cuando Rodrigo apareció, Puri, sin descanso, se había vuelto a cambiar. Unas gomas elásticas le habían servido a la muy cabrona para hacerse unas coletas, que remataba con unas bragas amarillas, una camiseta de tirantes dos tallas menor que la suya que le dejaba al descubierto el ombligo y prominentes los pezones y todo ello, se aderezaba con unos calcetines cortos blancos, calados y un chupa-chups. El morbo hecho mujer…
Puri, hizo una señal con el índice indicándole que saliera y se acercara.
El cuerpo de Rodrigo se cubría con un short de lycra negra y ajustada. La parte delantera era una transparencia, salvo el triángulo central. El se acercó hasta ella y le cogió el chupa-chups. Lo lamió y después se lo introdujo en la parte delantera de su short. Cerró los ojos un segundo y sacándolo, se lo devolvió a ella, que con gesto vicioso, lo lamió con avidez nuevamente.
Rodrigo se acercó y se sentó sobre ella. Le agarró la nuca y comenzaron a besarse. Los dedos de él bajaron por la espalda de la chica y le desabrocharon el sostén. El, incorporándose hacia atrás, se arrancó el tanga de un tirón, dejando al descubierto una polla enhiesta, babeante, dura y congestionada. Deseosa de penetrar. Ella se levantó y rodeó con sus brazos y sus piernas el cuello y cuerpo de él. Este, sujetándola por el culo, se regodeó sobándola, pensando que tenía el culo más apetecible que había visto. Sus dedos se perdían bajo el tanga de ella, y en algunos de los viajes, regresaban húmedos después de hacer una “paradita” en su entrepierna.
Ella gemía, mientras introducía su lengua una y otra vez entre los labios de Rodrigo. Sin saber muy bien cómo ni por qué, acabaron dentro de uno de los probadores, dotados de un gran espejo de pared y un taburete.
Puri se “bajó” de Rodrigo, el cual, colocándola delante de él, dándole la espalda, empezó a frotar su polla contra su culo respingón mientras le comía el cuello. El apoyaba su espalda contra la pared del probador y agarraba una de las redondas tetas. Mientras, la otra mano se perdía dentro del tanga y el espejo, reflejaba un movimiento impreciso de la mano de él que hacía que la excitada joven lanzara exclamaciones de placer.
En una de esas exclamaciones gritó:
-¡Me corro!-
Rodrigo le rasgó la prenda íntima y la dio la vuelta para abrazarla. Tras un primer instante de “vuelta a la realidad” ella, sentó a su chico en la banqueta. Cuando se quiso dar cuenta, le estaba haciendo una tremenda mamada que le hizo poner los ojos en blanco.
A él, no le salía ni una palabra y lo máximo que lograba hacer era gemir un -ahhhh- gutural, placentero, que hubiera querido estar diciendo durante un tiempo sin fin.
En una de las lamidas la cogió en volandas y la puso contra la pared. Inmediatamente después, notó como su coño era penetrado por él y se iniciaba un bombeo al que acompasó sus sensaciones de placer.
El placer ella, se vio aumentado al abrir los ojos y ver reflejados en el espejo la espalda de él, con sus músculos sudorosos y marcados, y su culo moviéndose adelante y atrás follándola.
-¡Así, dame tu polla!- decía ella, poniendo aún más cachondo a Rodrigo. Agarró los muslos de Puri, que movía las caderas para recibir las embestidas. Cuando sus brazos comenzaron a notar el esfuerzo, él se salió de ella. Apoyó las manos en el espejo, se agachó y le ofreció su culo. Se abrió un poco los labios de su apetecible coño, con varios dedos y le dijo:
-¡Métemela!-
Rodrigo se agarró la verga por la base y dirigió la punta hacia la entrada del coño para entrar hasta el fondo. Comenzaron otra vez a follar. Se miraban a los ojos por medio del espejo, empañado por el aliento acelerado de ella.
Los bombeos se aceleraron y Rodrigo, soltando los pechos de Ella, le agarró las caderas mientras gritaba:
-¡Ahh, mi niña, me corro, me corroooo!-
Un minuto después, abrazados y besuqueándose, sentados y desnudos en el probador, Puri y Rodrigo comentaban lo agradable que era echar una mano a una amiga…
Un saludo para todos.