Relato erótico
“Comida” dominical
Como cada domingo fue a comer con unos amigos a un restaurante italiano. Hablaban de futbol, de mujeres, etc. Entonces se dio fijo en una chica morena, muy atractiva que coqueteaba con el camarero. A partir de este momento desconectó de la conversación y se dedico a mirarla, hasta que…
Quique – Cádiz
Todos los domingos, solía ir con dos o tres amigos a comer a un Restaurante Italiano. Allí nos sentábamos siempre en el mismo sitio, y pedíamos siempre lo mismo. Aquel día, una camarera muy guapa vino a preguntarnos qué queríamos, tras lo cual se fue hacia la cocina. Mientras esperábamos la comida, siempre hablábamos sobre los mismos temas sin importancia: El partido de la semana pasada: que si el árbitro, que si tal jugador no sabía llevar a cabo su labor…Y por último la vida sentimental-sexual de cada uno.
La conversación empezó tranquilamente a hacer saltar la opinión de cada uno de mis compañeros. Yo estaba distraído pues no me interesa mucho el fútbol.
En ese momento me fijé en que dos mesas más a la derecha de la nuestra (enfrente de mí) había una chica morena, de ojos brillantes, pechos firmes envueltos en una ajustada camiseta verde, que coqueteaba con el camarero que la estaba atendiendo. Le miraba el paquete y luego le sonreía, se rascaba un pecho inocentemente, cruzaba los brazos con los codos apoyados en la mesa y le enseñaba el escote… Lo que los tíos como mi amigo Miguel llamaban una “guarra”.
A la chica se le cayó el vaso de coca-cola en el mantel, y para no mancharse se puso en la silla de enfrente, de espaldas a mí. Cuando se levantó pude ver que llevaba unos pantalones vaqueros, con campana al final, estrechos. En el momento en el que se sentó pude apreciar un tanga amarillo y azul (los bordes amarillos y lo demás azul). Por el momento no podía ver nada más.
La camarera se acercó con los aperitivos, los dejó en el centro de la mesa y todos atacamos la comida. Momentos después habíamos terminado los dos platos.
La chica había recibido también su plato. Había pedido una pizza. Empezó a comérsela, pero el queso derretido no se separaba fácilmente, así que desde su boca hasta el trozo de pizza que tenía en la mano había un hilo de queso que me recordaba a una cosa un poco más “sucia” hablando de comidas. Entre su culo, su tanga y esa imagen de “comida”, me estaba poniendo “contento”, así que intenté pensar en otra cosa.
Por el camino, justo cuando pasaba a mi lado, tropezó con el carrito de postres. Se recuperó, se puso de rodillas y se levantó, mientras yo observaba su culo, que estaba a escasos 30 centímetros de mi rodilla. Mis amigos prácticamente ni se habían percatado del incidente y continuaban con su conversación.
La chica fue hacia el baño para limpiarse las manos y la camiseta, que se le habían manchado de caramelo derretido. Me decidí y fui hacia el servicio. Una vez en la puerta, dudé si entrar o esperar a que salga (el baño era unisex). Entré. Ella estaba frente al espejo y se asustó al verme entrar. Le pedí perdón y salí. Abrió la puerta y me dijo que no pasaba nada, que sólo estaba limpiándose. Tenía la camiseta mojada y se le trasparentaban los pezones. Se fijó en lo que yo miraba y me dijo:
-Qué, ¿se me trasparentan mucho, no?
-Sí -le respondí- francamente sí.
Volvió a entrar en el baño y oí el ruido del secador para las manos dentro. Volví a entrar. Cerré la puerta. Ella estaba bajo el secador con las manos bajo sus tetas, intentando acercarlas al máximo para que se secase la camiseta. Le dije, en plan broma, que el mejor calor era el humano. Me sonrió y me contestó que eso era lo que necesitaba en ese momento su camiseta.
De pronto, echó el pestillo de la puerta, sacó un preservativo del bolsillo de atrás de su pantalón, se agachó ante mí y me lo colocó en mi ya elevado miembro.
-Tranquilo, no te dolerá…
-Eso espero.
Se quitó la camiseta mojada, me bajó los pantalones y los bóxers justo por debajo de mis testículos, y empezó a restregarme sus tetas por mi pene. Me miró, me sonrió y dio un pequeño lengüetazo a mi glande.
-Si sólo vas a hacer eso, ¿para qué me has puesto el condón? -le dije en tono irónico.
-¿Quién dice que sólo vaya a hacer eso?
Se quitó los pantalones vaqueros, tomó mi mano y la puso sobre su tanga. Yo notaba la humedad de su chocho. Movía mi mano de arriba a abajo sobre la tela de su tanga y ella respondía con escalofríos y jadeos.
Me detuvo, se quitó el tanga con mucha sensualidad y se sentó en la tarima del lavabo, con las piernas abiertas. Me acerqué a ella, di un gran lengüetazo a su clítoris e introduje un dedo en el chocho.
Sin perder tiempo, introduje mi polla en su coñito, sin ninguna dificultad, debido a la lubricación del condón y de lo húmedo que estaba. Con las manos tomé su culo y la ayudaba en la follada.
Mi polla entraba y salía de su coño sin ningún obstáculo. Yo mientras, masajeaba su culo, pero cambié de idea y tomé sus pezones. Me empecé a mover, mientras pellizcaba sus pezones y sobaba sus tetas que se movían en compás con mis movimientos. Ella no gemía, sólo jadeaba. Teníamos miedo de que nos descubrieran. Pero pensé: El pestillo está cerrado, y la cocina hace mucho ruido, no creo que nos oigan y empecé a gemir yo tímidamente. Mientras le penetraba le pregunté cómo se llamaba. Me contestó que Natalia. Le dije:
-Voy a correrme, ¡dale caña!
Ella empezó a moverse vertiginosamente con mayor rapidez y me corrí. Seguí penetrándola intentando que el placer aumentase a cada embestida. Aceleré mi movimiento mientras notaba cómo el preservativo se inundaba de semen.
-¿Has terminado, o te ayudo? -le pregunté-.
-Ayúdame, que luego te ayudo yo otra vez -dijo mientras me guiñaba un ojo y me sonreía-.
Comencé a lamerle el coño. Succioné su clítoris y acto seguido tuvo un orgasmo. Yo seguí chupando. Ella gemía en voz baja y ponía cara de placer mientras me empujaba la cabeza contra su coño. Se levantó, me agarró la polla y le quitó el condón. Lo tiró al desagüe y comenzó a pajearme. Mi polla fue tomando dureza otra vez. Me estaba haciendo una mamada bestial al final, me corrí en su boca, pero ella la sacó y esparció el semen que expulsaba por sus tetas.
Nos arreglamos y salimos del baño. Se fue sin decir nada. Cuando volví a la mesa, opté por no contar nada. De hecho ni se habían enterado de que me había ido al baño.
Saludos.