Relato erótico

Código de camionero

Charo
24 de junio del 2019

Es camionero, estaba haciendo una ruta habitual y de pronto vio a dos chicas que hacían auto stop. Estaban cansadas, y paro para ayudarlas. Dice que entre camioneros hay un código y es prestarle ayuda al que lo necesita. Pararon en una gasolinera, compró algunas cosas, les hizo la cena y…

Ramón – Zaragoza
Soy camionero y mi recorrido es casi siempre por unas desoladas rutas, así que podéis imaginar que muchas veces me invade un tremendo aburrimiento, pero también disfruto de una paz y de unos paisajes, que pocos pueden encontrar en sus trabajos. Un día estaba en ruta, cuando me encontré dos mochileras haciendo dedo. Es un código normal prestarle ayuda a quien te lo solicita, en estas rutas desiertas, pues nunca se sabe si mañana puedo ser yo el que la necesite, y además es una alegría encontrar a alguien con quien charlar.
La cuestión es que paré, les pregunté donde iban y era mismo destino, pero no se decidían a subir, estaban paradas mirándose y yo empecé a impacientarme; no pretendía dejarlas solas en el medio de la nada, pero para apurarlas aceleré el motor e hice el gesto de cerrar la puerta, entonces una empujó a la otra y finalmente se acomodaron en la cabina. Eran bastante jóvenes y me pareció a primera vista, que no tenían demasiada experiencia en esto de ir a donde el destino te lleve. Estaban cansadas, con hambre y frío, así que les di unas galletas que llevaba en el camión.
Me contaron que se habían quedado sin dinero y que habían pasado la noche durmiendo en una estación de servicio. No pude averiguar mucho más y al rato, para mi desilusión, ya estaban durmiendo en el asiento de al lado. Después de un par de horas, paré para estirar las piernas, lavarme la cara y comprar algo para comer. Mis pasajeras ni se enteraron, siguieron durmiendo. Mi plan era conducir un par de horas más, hasta llegar a una parada de camiones, pues no suelo conducir de noche ya que es peligroso exigir demasiado el cuerpo. Cuando llegamos, las chicas se despertaron y les comenté mis planes. No había ningún otro camión, así que íbamos a estar solos. El atardecer era una maravilla, parece que estaba de suerte. Las chicas se bajaron para recorrer el lugar, mientras yo preparaba algo para comer. El olor de la comida las trajo rápidamente de vuelta. No soy un gran chef, pero este trabajo me obligó a aprender a arreglármelas solo y lo hago bastante bien. Comimos, tomamos un vino bastante decente y charlamos un buen rato.
Me contaron que habían terminado la carrera y hacían este viaje para celebrarlo, pero que desde que partieron, todo les había salido mal. Se pelearon con el grupo de amigos que iban pero ahora se dirigían al destino donde pensaban encontrarlos, aunque no estaban seguras de que estuviesen allí. Que pasaron tres días dando vueltas sin saber que hacer y que el último día, habían perdido el dinero que les quedaba. Estaban bastante desesperadas y con mucho miedo.

Me contaron que no querían hacer dedo, pero que caminaron toda la mañana y no daban más. Subieron al camión porque, primero no tenían muchas opciones y segundo, porque les parecí de confianza. Fuimos entrando más en confianza, explicando chistes y contando historias. Entre el cansancio y el vino, me dieron ganas de dormir, así que por mi parte daba por concluida la velada. Les ofrecí dormir en la cama de la cabina y yo me arreglaba en el asiento, pero ellas no quisieron, decían que yo tenía que descansar bien, para estar despejado por la mañana. Así que me acosté y ellas se acomodaron una en cada asiento.
Al rato, entre sueños, escuché que charlaban y se reían, pero a los pocos minutos yo ya estaba profundamente dormido. Cuando me desperté, creí estar soñando, pero no. Lo que ocurría era real, las dos estaban conmigo en la cama, una a cada lado, mirándome. Mi cara seguramente delataba el hecho de no entender lo que estaba pasando. Por eso se apresuraron a decirme que me quedara tranquilo y relajado. Me dijeron que estuvieron conversando viendo la manera de agradecerme todo lo que había hecho por ellas, y se decidieron a pagármelo con algo de cariño. Así que las tenía a las dos, en mi pequeña cama, desnudas y dispuestas vaya a saber a qué… La verdad es que no tuve tiempo de decirles que no tenían necesidad de agradecer nada y por suerte, las dejé hacer… Estaba muy oscuro, así que solo podía intuir sus figuras, pero creo que nunca vi a un par de ángeles tan hermosos. Me senté, Nuria estaba a mis espaldas, abrazándome y revolviendo mi cabello, mientras Susana, la de los ojos negros, intentaba un tímido beso, muy leve, solo rozando los labios, a la espera de mi reacción.
Me recorrió un escalofrío por la espalda, pero pude contenerme y dejar que ellas llevasen la iniciativa. Susana siguió besándome, cada vez con más confianza, hasta que comencé a sentir su lengua dentro de mi boca, explorándome. Nuria por detrás, acariciaba mi pecho, mis hombros y me rozaba con todo su cuerpo. Con mis manos, quería saber que era lo que tenía delante de mí, así que empecé por hacerme una idea sobre Susana; era delgada, con la carne muy firme, los hombros bien marcados, la espalda me hablaba sobre la tensión que pasaba por su cuerpo y terminaba en un culito maravilloso, firme y suave. Me di vuelta para darle algo de atención a Nuria. Comencé a besarla y ella se acercó todo lo que podía a mí, así fue como sentí contra mi pecho el suyo, desbordante, generoso, algo que no había sospechado hasta el momento. Entre ambas comenzaron a desvestirme. Con mis manos encontré a Susana y a sus pechos, con los pezones endurecidos apuntándome. No pude resistirme y los atraje a mi boca, pasaba de uno al otro como enloquecido, ella emitía unos profundos gemidos de placer que no hacían más que excitarme.
Era evidente que si bien sabían lo que estaban haciendo, no tenían mucha experiencia, pero esa carencia más la enternecedora pasión que ponían en cada movimiento, me excitaban como hacía mucho tiempo no me ocurría. Si bien traté de conservar cierta calma al principio, lograban sacarme fuera de mí, aunque todavía no sepa bien por qué. Dejé por un momento a Susana para concentrarme en Nuria.
La atraje de espaldas a mí y empecé a besarle esa nuca maravillosa y a perder mi rostro entre sus cabellos, a la vez que acariciaba sus grandes pechos, bien macizos y firmes, con sus pezones proporcionados. Su respiración se agitaba, y creo que su mente también.

Si bien, estar con dos mujeres a la vez, había sido una fantasía recurrente para mí, ahora hecho mi sueño realidad, no sabía bien lo que hacer o por donde empezar, habría que improvisar, pensé, pero no tuve mucho tiempo para ello, porque una boca me estaba explorando desde el ombligo, hasta llegar a los genitales. Un escalofrío me cruzó todo el cuerpo cuando sentí su lengua recorrer mi polla en toda su longitud, seguir hasta los huevos y después detenerse en mi culo.
Nuria al mismo tiempo me obligó a recostarme y se sentó en mi pecho. Comenzó a moverse rítmicamente para restregar su vagina contra el pelo de mi pecho. Mis manos se entretenían sobando sus pezones. Pase mi lengua por las palmas de las manos y seguí con el masaje, el efecto fue inmediato, Nuria no podía contener sus gemidos de placer. Fue subiendo cada vez más cerca de mi cara, hasta que logró ubicar su pubis justo a la altura de mi boca. No me quedó mas remedio que perderme en su húmeda intimidad. Primero hice una exploración superficial con la lengua, de arriba hacia abajo y viceversa, y después lentamente me fui abriendo camino mientras ella se iba moviendo para favorecer los puntos que más placer le producían. Susana, mientras no perdía el tiempo y ya tenía toda mi polla en su boca. No se donde había aprendido, pero lo hacía muy bien, la llevaba a recorrer todos los rincones de su boca, la envolvía con su lengua y succionaba con muchas fuerza, después la sacaba unos instantes para dedicarse por completo al glande, bajar con la lengua en todo su recorrido y empezar a chupar muy suavemente mis testículos.
La sensación era una maravilla, estaba a punto de acabar, pero se dio cuenta, se detuvo y cogió la polla fuerte por la base, para detener la eyaculación. Nuria en cambio ya había pasado por su primer orgasmo e iba camino al segundo, con mi lengua bien adentro, mis manos masajeando su culito y un dedo desaparecido en su interior.
Nuria decidió que mi lengua ya no era suficiente y se montó sobre mi polla, empezó a bajar despacio, muy despacio, saboreando la sensación, su ritmo era pausado pero intenso. Yo la veía entre sombras, fascinado, con su largo pelo moviéndose al compás sobre su espalda, los ojos cerrados, mordiéndose los labios y las manos sobre sus muslos para mantener el equilibrio. Susana se la quedó mirando y yo la atraje hacia mí, le indiqué que se pusiera encima mío y así lo hizo, pero en dirección a su amiga. Tenía su hermoso culo muy cerca de mi cara y no perdí el tiempo. Primero lo acaricié suavemente, su piel era una maravilla, fui abriéndolo despacio, con cuidado, como cuando uno tiene en sus manos algo muy delicado y precioso.
Empecé a recorrer con la lengua desde la cintura hasta el gran cañón. Tuvo un estremecimiento cuando me detuve en su agujerito y le di vueltas y vueltas con la lengua, después seguí mi camino.

Levantó un poco sus caderas para que su pubis quedara justo frente a mí y mi lengua se perdiera en aquellas profundidades. Mis manos iban y venían por sus piernas hasta llegar a su vientre; nunca había tocado a alguien con una piel así de tersa, era increíble. Y bajaba hasta su triangulo dorado, donde jugaba con su clítoris, y vuelta a empezar. Es extraño como uno, en una situación así, experimenta una casi inconsciencia producto del placer intenso que me estaba dando Nuria, y al mismo tiempo puede concentrarse en la exploración del otro, en este caso Susana, y pensar como darle la máxima satisfacción. Nunca llegué a saber si estas chicas habían tenido una experiencia entre ellas antes, pero para mi sorpresa estaban ambas de frente mirándose extasiadas, disfrutando ellas y creo sospechar , disfrutando de ver gozar a su amiga.
Empezaron a besarse, primero muy tímidamente y después sin inhibiciones, siguieron las caricias, mientras cada una cabalgaba a su ritmo. Susana se acercó a los pechos de su amiga, los cogió entre sus manos y los besó muy delicadamente, como solo las mujeres saben tratarse, y allí acabamos los tres, sin proponérnoslo, con gemidos que brotaban desde el alma, profundos, graves e interminables. Estuvimos así un rato, sin salir el uno del otro, como tratando de prolongar al máximo el placer que irremediablemente se iba extinguiendo. Nos quedamos dormidos no se cuanto tiempo, con una de ellas a cada lado, en la estrecha cama del camión. Al despertarme sentía el calor de sus cuerpos, el perfume de la piel de Susana mezclado con el olor a sexo y comencé a excitarme irremediablemente. Tenía el culito de Susana justo a la altura de mi miembro, que crecía sin disimulo posible. Susana lo sintió y parece que le agradó la situación, apretó más sus caderas contra mí y empezó a masajearlo con sus nalgas.
Subía y bajaba lentamente, mientras ronroneaba como una gata en celo. Empecé a besar su nuca, el cuello, mientras con las manos hurgaba en sus pechos, bajaba lentamente por su vientre y jugueteaba con su frondoso pubis. Sus gemidos despertaron a Nuria, la cual se acurrucó contra mi espalda y nos acariciaba a ambos, no quería quedar fuera del juego. Entretanto mi miembro se abrió paso entre sus nalgas y frotaba insistentemente su culito, pero no estaba cómodo, así que me incorporé y tomé a Susana por sus caderas, elevándolas hasta mi altura. Ella seguía con su rostro hundido en la almohada, como despreocupándose por la suerte del resto de su cuerpo. Desde lo alto soltaba saliva, que caía en el nacimiento de sus caderas, corría hasta que se perdía entre sus nalgas, lubricando toda la zona. Mi polla ahora se deslizaba con suma facilidad por la puerta de todos sus orificios diseminando fluidos y placeres. Susana parecía enloquecida, no paraba de mover y empujar sus caderas y gemir en forma casi animal.
Yo tampoco aguantaba más, así que finalmente la penetré con todas mis fuerzas de un solo golpe, hasta que mis testículos chocaron con su culo. Susana acusó el golpe y gritó de dolor, pero en unos instantes el dolor se convirtió en gozo, tensaba los músculos internos, apretando mi polla, lo que multiplicaba el placer. Nuria obligó a su amiga a que levantara un poco su cabeza, escondida en la almohada, para darle un apasionado beso y empezar a entregarse a ella. Se acostó a su lado para que Susana la recorriese con su lengua, hasta llegar a su pubis. A pesar de tenerme por detrás machacando cada vez más fuerte, pudo hundir su cabeza entre las piernas de Nuria y compartir algo de su placer. Estábamos realmente sincronizados, aumentando nuestro ritmo. Yo estaba inclinado contra su espalda y agarraba sus pechos con ambas manos, como sosteniendo tanto esfuerzo. Necesitaba sentir que éramos una sola pieza, por eso empujaba cada vez más, intentando que nuestros cuerpos se fundieran en uno, hasta que sus gritos se convirtieron en la gota que necesitaba para rebalsarme y explotar en su interior.
Susana, un instante después también llegaba a su anhelado orgasmo, pero aun así no dejó de prestarle atención a su amiga. No levantó su cabeza hasta que sentí como Nuria comenzó a temblar de placer.

Se incorporó y tomó la cabeza de Susana entre sus manos para estamparle un profundo beso. Cuando todo terminó, nos quedamos en silencio rodeados de la más absoluta oscuridad.
Solo atiné a decirles que había sido demasiado, que ahora era yo el que estaba en deuda con ella. Me acomodé en mi asiento cubierto con una manta y ellas se quedaron dormidas en la litera, abrazadas; aun sigo pensando que ellas descubrieron algo que no habían sospechado hasta ese momento.
Al otro día salimos temprano y seguimos conversando de varias cosas, pero ninguno mencionó para nada lo ocurrido durante la noche.
Al llegar al destino, las dejé en la plaza principal, les dí unas direcciones de gente conocida y nos separamos. No volví a tener noticias de ellas y siempre que paro a algunos que hacen dedo en la ruta, pienso: ojala sean ellas…
Saludos

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