Relato erótico
Clienta “especial”
Estaba a punto de cerrar la tienda y entro una mujer para mirar algunas cosas. Se le insinuó y de tal forma que acabaron follando, lo bueno es que antes de enrollarse la reconoció.
Miguel – ALCALA DE HENARES
Queridos amigos de la revista, me llamo Miguel, mido aproximadamente 1,70, peso 60 kg y tengo los ojos verdes.
Lo que voy a contar empezó cuando eran casi las nueve de la noche y me faltaba solo media hora para cerrar la tienda y marcharme a casa. Estaba solo, dejando las cosas preparadas para el día siguiente cuando, de pronto, se abrió la puerta y entró un pedazo de mujer impresionante. Llevaba el pelo rubio hasta media espalda, recogido en una coleta, una camiseta de tirantes ajustada, sin marcar sujetador debajo y resaltando los pezones un poco en punta, una falda ajustada, marcando un culo redondito y algo respingón y unas buenas caderas, y que le llegaba hasta medio muslo, con una especie de calentadores rosas hasta las rodillas y unos botines también rosas hasta los gemelos, con un tacón medio de aguja fina.
En un momento dado y después de dar una ojeada por la tienda, se me acercó por detrás y sin darme cuenta inclinó su cara y su boca cerca de mi oreja y antes de que me dijera nada me quedé como extasiado por su olor, un olor como de lilas pero muy suave que hizo que quedase parado sin saber que hacer pero a la vez tan excitado que empezó a fluir sangre hacia mi polla haciendo que se me levantase poco a poco pero con fuerza dejándomela tan tiesa y dura que me molestaba dentro del calzoncillo.
– ¿Puedo echar un vistazo al género que tenéis en la tienda? – me preguntó en un susurro.
Yo, que todavía seguía en “las nubes”, tardé unos segundos en reaccionar y luego le dije:
– Puede ver usted lo que quiera y si no encuentra lo que busca, yo se lo enseño.
– Muchas gracias, pero seguro que encuentro lo que busco – añadió.
Empezó a mirar y a dar vueltas por la tienda, oyéndose el toc toc de los tacones en el suelo. Luego se paró para mirar en unas estanterías y yo, al no oír sus pasos, la fui buscando con la mirada para ver donde se encontraba y seguir admirando su belleza. Ella empezó a mirar por la parte de arriba poniéndose de puntillas mostrando unos muslos generosos de carnes en tensión por la postura, y unas piernas muy bien formadas, con un punto justo de curvatura de muslos, rodillas y gemelos que, junto con los pantys le daban una visión de perfección y excitación que más de una jovencita querría tener para ella.
Además de las piernas también me fijé que al levantar los brazos la camiseta que llevaba se la había subido y mostraba la barriguita y el ombligo y le quedaba dos dedos por debajo de la parte baja de las tetas las cuales calculé de una talla 100 mas o menos, a la altura justa de “lo enseño o no lo enseño”. La falda, además de mostrar, como digo, sus piernas y muslos, también se le había quedado en el sitio justo y preciso para enseñar la parte baja del culo pudiendo comprobar ya con seguridad que los pantys eran abiertos por el centro, los lados y el trasero.
Cubriendo el coño y el culo llevaba unas bragas que yo, al principio en mi imaginación, pensaba que semejante mujer y con ese vestuario las llevaría como un tanga de esos de hilo dental que tan bien sientan a las mujeres, pero no, las bragas que llevaba, o al menos lo poco que podía ver y apreciar, le cubrían los mofletes y eran de color rosa transparente con unos dibujos como de cerezas.
Me disponía a volver a mi trabajo cuando ella me dijo:
– ¿Me puedes ayudar a coger esto de ahí arriba?
Al ir a ayudarla y pasar por detrás de ella, le rocé el culo con la polla notando ella, con toda seguridad, el bulto que tenía en estos momentos pues noté que daba un pequeño suspiro. Al llegar a su lado y levantar un brazo para coger lo que ella quería, le rocé con mi mano derecha la teta izquierda, notándola en ese momento un poco dura y elevada. Al igual que antes al sentir mi roce, dio un suspiro pero no dijo nada. Yo, lo único que acerté a decir fue:
– Lo siento.
Ella siguió sin decir nada pero volvió la cara hacia mí y me sonrió. Pasados esos pequeños incidentes siguió mirando por las estanterías hasta que en otra de ellas pareció ver algo que le podía interesar. Fui al mostrador a seguir con mis cosas y al volver a mirar donde estaba ella vi que estaba en cuclillas frente a mí, con las piernas abiertas y me estaba enseñando con total claridad las bragas. Yo estaba que no me lo creía. Me estaba poniendo muy caliente, con unas ganas de echar el cierre y follar con ella en un “aquí te pillo aquí te mato”, que tuve otro subidón de polla al verle el coño.
Me volví a fijar, ya sin cortarme, y vi que en su “triángulo” se le transparentaba todo el coño y que lo tenía poblado de pelo. Se acercaba ya casi la hora de cerrar pero yo, por el contrario, no quería puesto que significaría que tendría que marcharse y no la volvería a ver más.
Quedaban 10 minutos cuando me vino a la mente el recuerdo de unas fotografías que podrían cambiar el final de mi jornada de trabajo. La foto era de una “amiga” a la que “conocía” desde hacía poco tiempo y solo por carta. No nos habíamos visto en persona todavía. Recordé que en una de las fotos llevaba la misma ropa que mi cliente, que seguía agachada mostrándome las bragas y los pezones en punta.
Pensé seguir como si no la conociera y fui a echar el cierre pero, en el instante en que lo había echado hasta la mitad, ella se acercó al mostrador y yo le dije, algo más calmado:
– Estoy a punto de cerrar. ¿No ha encontrado nada que le guste?
– Lo que estoy buscando está detrás de este mostrador – me contestó muy sensualmente, acercándose un poco más y dejando sus tetas a escasos centímetros de mi cara.
– Pues no sé que podría ser, hay tantas cosas… – dije, siguiendo el juego.
De pronto y directamente, se subió la falda hasta la cintura mostrándome totalmente sus bragas y los pantys abiertos y me dijo:
– Necesito algo que tú tienes para apagar la calentura que tengo en el coño.
Entonces llevé una mano a mi polla y le dije:
– Tal vez mi “compañero de viaje” te pueda ayudar. ¿No Laurita?
Se quedó sorprendida al decirle su nombre y con la falda todavía subida exclamó:
– ¿Miguel? ¿Eres tú, cariño? No te he dicho que venía para darte una sorpresa pero veo que la sorprendida soy yo. Entré por casualidad pues no me dices en tus cartas que trabajas aquí.
Me dirigí a la puerta y bajé el cierre casi hasta el final, me acerqué a ella y cogiéndole la cara, le planté un besazo en los labios que hizo que ella abriera la boca y se pusieran a jugar nuestras lenguas, para continuar en menos que canta un gallo mamándome la polla.
Vaya con mi “amiga” desconocida, había venido a “verme a mí” y se follaba al primer tío que se encontraba. Al menos ahora ya sabía a qué atenerme, era una zorra caliente y me la podía tirar cuando quisiera. Y así fue, me hizo una mamada increíble, pero antes de correrme se la quería meter en el coño, así que le dije:
-Vamos al almacén que te la voy a meter hasta que digas basta…
Una vez allí, la subí a una mesa que había por allí, le coloque las piernas sobre mis hombros y se la clave hasta que mis huevos chocaran con su culo. Me la follé con todas mis fuerzas, ella gritaba y se movía como una culebra, de pronto grito que se corría y cuando la oí, me corrí como un cerdo.
Bueno, aquello fue el inicio de una “amistad” que nos está dando satisfacción plena a los dos.
Saludos para todos.