Relato erótico
Cita casi a ciegas
Conoció a una chica por Internet y se citaron para verse. Estaba nervioso, no sabía como iría ese encuentro. Había visto una fotografía, pero cuando la vio, la realidad era mucho mejor.
Miguel – Cáceres
El día anterior había llegado a Trujillo, había conseguido la meta y ya para la noche me había conectado en Internet y conseguido una cita para la mañana siguiente, ya a eso de las once, en la habitación no sabia que pensar, tal vez era una broma, o no sé, solo tenía muchas expectativas muchas ganas de conocer a esa chica, me llamó a las doce, medianoche exactos, y escuché su voz por vez primera, se presentó, charlamos, me pidió el nombre del hotel y la habitación y me comentó que estaría lo mas pronto posible a la mañana siguiente, la esperaba como para las diez de la mañana de ese día.
Llegó la hora y sonó el teléfono de la habitación, era de la recepción, notificándome la presencia de una señorita que me buscaba, a lo que dije que por favor le permitieran subir hasta la habitación, yo estaba despertándome, aun dormido, desnudo como me gusta dormir, por lo que sin darme cuenta de la realidad no me fui a vestir y me trajo en si nuevamente el toque de la puerta, Ufff… era verdad, no sabía qué hacer.
Me arropé con la sabana y me fui hasta la puerta, la entreabrí, y estaba ella, cara angelical, de grandes pechos, de labios sensuales, una musa de la belleza, digna representante de la diosa Venus.
Medio tartamudeando, le dije que estaba en paños menores, que si prefería que me vistiera o que si no le importaba, a lo que respondió que no le importaba. Entonces la hice pasar y confirmé lo que ya les dije. Era bellísima.
Le dije que me pondría un short y que así me sentiría yo más cómodo, y ella aceptó, empezando entonces el proceso de romper el hielo, nos acostamos en la cama y parecíamos dos amigos con un montón de años que no se ven, pero apenas nos estábamos conociendo. Hablamos de todo, de chicas, de hombres, de sexo y se fue dando el contacto, suavemente. Así me gusta hacerlo, cargado de romanticismo. Le acaricié el pelo y las mejillas, hasta que nos besamos en un largo y profundo beso, intercambiando fluidos, saliva y frotando nuestras lenguas.
A continuación comencé a desvestirla suavemente y ella me ayudó en esa tarea, primero quedó en ropa interior, con un conjunto de seda y sujetador rojos, que se veía precioso sobre su piel blanca, y sus pechos quedaron descubiertos cuando ella misma se desabrochó el sujetador, sus pezones rosados erguidos, y yo internamente, mentalmente, daba gracias a la naturaleza por esculpir tan especialmente el cuerpo femenino. Cogí sus tetas, con caricias suaves y ella en seguida sintió los efectos, una corriente recorría su piel, se le ponía la piel de gallina al sentir mis labios contra sus pezones, sobre sus tetas que apretaba firmemente. Pronto fui bajando una de mis manos, primero a su vientre, luego a la altura de su bello púbico, pero noté que no estaba, ausente totalmente, la piel suave, delicada, bajé aun más y descubrí bajo su ropa interior pliegues de piel, que estaban cargados de humedad.
Busqué conocer con mis dedos, palpar, tocar sus labios mayores, identificar sus labios menores, su orificio vaginal y de allí subí a su clítoris, y ella se estremecía, se movía, quería más, gemía y yo con ella. En este momento comenzó a bajar su rostro a mi pecho, bajó aun más besándome y llenándome de saliva al paso de su boca por mi piel, y yo me quitó el pantalón corto que llevaba, y como no llevaba ropa interior, mi miembro enseguida saltó de alegría, de excitación. Ella lo miró llena de morbo y lo tomó entre sus manos,
Yo seguía tocando su entrepierna, sus cabellos, sus tetas mientras ella procedió cogiendo mi pene con su mano por todo el tronco y deslizando toda la piel hacia atrás. Yo la miraba, la miraba la cara viendo esa imagen cargada de erotismo, de sexualidad cuando se lo llevó a la boca y empezó a pasar su lengua por todo el tronco de mi pene, desde su base cerca de los testículos hasta la cabeza o glande. Bajaba y subía, acariciándome con su lengua, mientras con sus manos impartía presión y movimientos circulares a mis testículos que estaban que explotaban con todo esto.
Comenzamos la penetración en la posición típica, unas veces me movía con furia, otras suaves, me sentía bien, no desvanecido ni nada, pero a la chica le costaba acabar aunque yo me esmeraba pero nada hasta que ella me dijo:
– Para correrme tengo que ser penetrada analmente.
Me hizo acostar a mí en la cama, se colocó sobre mí, se sentó sobre mi polla y se lo metió en la vagina, allí lo tuvo un rato, moviéndose y dándose duro, hasta que se levantó sacándoselo por completo, y se lo dirigió al ano. Al intentar metérselo le dolía y se veía su sensación de dolor. Era la primera vez que tenía una penetración anal, pero insistía y en ocasiones retrocedía de dolor. Yo tampoco tenía sin experiencia en esta forma de follar, me sentía un poco tonto, pero ávido de experiencias nuevas.
Al rato ella me dijo que cambiáramos de posición y se colocó en la posición de perrito, a cuatro patas, yo me coloqué detrás de ella, apunté mi polla y presioné contra su culo. En esa posición se veía manejable, sumisa, pero aún conseguí demasiada resistencia, pues en ocasiones ella misma empujaba hacia atrás, para luego retroceder presa del dolor. En total que desistimos, la penetración anal no fue un éxito, así que me dirigí a su coño, precioso, rosado, depilado, suave, húmedo, y me metí dentro de ella. Yo entraba y salía lentamente y en otras ocasiones con violencia mientras ella solo gemía pero pedía mas, parecía un demonio sediento de sexo, una vagina indomable. Nos habíamos convertido en uno solo y después de dos horas y media de sexo, sudor, saliva, el ambiente olía a sexo, a mujer deseosa, a genitales lubricados. Yo me acercaba al orgasmo y ella lo notó, diciéndome que estaba por correrse, pero que quería que eyaculara sobre sus tetas y así lo hice, retiré mi polla de su chocho, mientras ella continuaba masturbándose, se daba duro, parecía querer romperse la vagina, y entonces eyaculé, y chorros de semen de cayeron sobre sus pechos, en sus pezones, se deslizaron por su piel.
Cuando ella sintió este fluido tibio deslizándose por su piel, se corrió. Nos sentimos desmayar, estábamos agotados, caímos uno al lado del otro y nos abrazamos.
Sé que lee la revista Clima y me gustaría que viera lo que voy a decir. ¿Sabes que eres especial reina, sabes que eres fantástica, sabes que siempre te recordare mi reina?
Un beso para todos.